102 días y ninguna flor

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Diez cositas, si se me permite:

  • Las formas de analizar a la gestión de Mauricio Macri que más me gustan son aquellas que hacen el esfuerzo de no subestimar ni sobreestimar sus capacidades políticas. Objetivamente es el primer presidente desde 1983 que: se consagró presidente en balotaje, se impone por tan escaso margen, no proviene del PJ ni de la UCR, proviene de una familia dueña de un Grupo Económico, no se ha impuesto en la provincia de Buenos Aires ni en el conurbano, ganó en tan pocas provincias, cuenta con tan pocos gobernadores de su partido, enfrenta una mayoría justicialista tan amplia en el Senado, nombra tantos ministros que viven en tan pocos barrios de la Capital, se inclina por tantos funcionarios en el Ejecutivo provenientes de una fracción del sector privado (bancos, multinacionales). Es a la vez, junto con algunos períodos del gobierno de Carlos Menem una gestión que cuenta con fuerte apoyo entre las entidades patronales, es respaldada por los grandes medios de comunicación y el Poder Judicial, así como los gobiernos de los países más industrializados. Se trata de un presidente que ganó por más del 50 por ciento de los votos pero que en agosto de 2015 era respaldado por un 24 por ciento de los votantes. Y a quien, se dice, le va bien en las encuestas. Aunque no en todos los segmentos. ¿Es un gobierno fuerte? ¿Es un gobierno débil? Depende del Presidente y de su pericia para limitar sus debilidades y hacerse fuerte en base a acrecentar las fortalezas con las que cuenta. De sumar recursos de poder, digamos.
  • En estos cien días, el Gobierno ha buscado aislar y estigmatizar al kirchnerismo, el primer sector saliente de un gobierno desde 1983 que no entrega el poder «reventado» política ni económicamente. De ahí surgen los primeros palotes del «relato M» en el poder, mezclando realidades (por ejemplo, un empleo privado que no crece) y fantasías (déficit de 7 puntos del producto, 3,5 de caída del producto en el último trimestre de 2015, un Estado poblado de trituradoras de papeles, una inflación en la que el actual gobierno no tiene nada que ver, etc.). El objetivo: poder explicar la primera «herencia» del período democrático que no se «autoexplica». La herencia del Proceso, la de la hiperinflación de Alfonsín, la del hiperdesempleo de Menem se autoexplicaban, no había que contársela a ningún medio, a ningún ciudadano o Asamblea Legislativa. El aislamiento del kirchnerismo y la «deskirchnerización», que se hacen con artes «normales» de la política y a veces con aprietes y juego brusco -también «normales» en la política-,  tienen como efecto adicional la simpatía de un sector del peronismo que se ha sentido -y ha sido, en muchos casos- destratado por Cristina, un sector que cree que hay que «pasar de pantalla» .
  • Un gobierno que plantea una vuelta al ciclo de endeudamiento externo, que libera las regulaciones a los grandes jugadores (bancos, agro) de la economía, que echa trabajadores del Estado, que plantea más dureza en el control de la protesta social, que realinea la política exterior torno a los países industrializados, cuyo «gradualismo» económico corre por cuenta y obra de un equipo de economistas provenientes de la banca de inversión extranjera, la corporación petrolera y otras compañías financieras o de servicios -el»gradualismo Principito» (invisible a los ojos) de Alfonso Prat Gay-, que ha «descubierto» la agenda de Derechos Humanos en 2016 por indicación de los presidentes de Francia y Estados Unidos, parece aportar pocos ingredientes de «pragmatismo» a distintos aspectos clásicos y fuertemente ideológicos de la derecha vernácula.
  • La persistencia del Gobierno en «caerse para la derecha» cada vez que queda librado al viento y el intento de aislamiento y estigmatización del kirchnerismo no es lo único nuevo que se ve en el panorama político. De hecho, hay quienes parecen intuir que «armar por derecha» de Macri emerge como una tarea imposible y se producen nuevas configuraciones. Hay que leer las gacetillas del PTS para ver que tienen la misma agenda que el kirchnerismo. Hay que ver la reunificación de las CTAs. Hay que ver a Libres del Sur votando junto con los antes citados en contra del acuerdo con los fondos buitre. Hay que ver al diputado Felipe Solá, sin gobernador-jefe pero con votos (1,7 millones a gobernador, la mitad que María Eugenia Vidal) no votando la citada ley. Hay que ver a Facundo Moyano y Héctor Daer retirarse del recinto. Hay que ver a Hebe de Bonafini y a los jefes de las tres CGT concurrir -en horarios distintos, eso sí- a un acampe del gremio La Bancaria contra los despidos. Hay que ver a Sergio Massa levantando a sus senadores provinciales del recinto de la Legislatura. El disenso del nuevo consenso, aunque no se difunda por la prensa, existe. Así, habría que preguntarse si las supermayorías que está logrando el primer proyecto oficialista sobre fondos buitre en el Congreso -ningún primer proyecto oficialista y menos uno económico fue desaprobado, que se tenga memoria- se mantendrán cualquiera sea el tema a tratarse.

  • Es sabido que lo que no ha funcionado demasiado bien en los primeros cien días de gobierno es el plan económico. Los dólares no «llovieron» ante la voz del Presidente diciendo «hágase». No es fácil gobernar la Argentina, lo demuestra la presencia de un jefe de Estado que tiene el favor del agro, las multinacionales y la banca transnacional y aún así no puede mostrar resultados económicos aún. En ese contexto, hay que decir, si somos coherentes, que la situación económica que deja el kirchnerismo no ha sido el cataclismo que quiere vender el PRO. Acomodarla es, por lo tanto, una tarea posible para seres humanos.
  • Si la «situación social» (empleo, salarios) empeora, la conflictividad social no necesariamente lo hará. Conviene leer los estudios que indican que la conflictividad sindical en el período 66-69 fue relativamente baja y que, como sabemos, terminó explotando por el lado menos pensado (el de los obreros mejor pagos). El período de oro del menemismo, entre 1991 y 1995 -aún con el desempleo muy en alza en el último período- no registró gran conflictividad social. Así como la implantación de los controles cambiarios fueron un elemento definitorio en el malhumor de ciertos sectores sociales con el kirchnerismo, su levantamiento opera también necesariamente como un bálsamo. Siembre habrá quienes apuestan a convertirse en ganadores del modelo, por más que ahora tengan sus puestos de trabajo amenazados. Después de todo, se pueden comprar en efectivo hasta 2 millones de dólares por mes… Se puede…
  • El territorio de un Presidente no puede limitarse a Expoagro. ¿O sí? Está bien que vivimos en una época pos-pos-pos material y que Internet y que las identidades y que las aspiraciones etc, etc, etc… pero… ¿No va a reunir ni doscientas personas un Presidente frente al Congreso en su discurso ante la Asamblea Legislativa? ¿Cada vez que ingrese en el conurbano o una gran ciudad como Rosario este presidente recién asumido va a enfrentar protestas más o menos orgánicas? ¿Su popularidad allí va a subir? ¿Cuánto? ¿De qué forma?
  • Mientras tanto, el crudo panorama internacional hace ver que ser un presidente «de izquierdas» en Sudamérica es hoy una tarea muy difícil, pero ser «un presidente» a secas también lo es. ¿Algo de esto intuía la siempre muy apasionada Cristina? Brasil enfrenta la recesión más profunda y extendida desde que el vecino país comenzó a llevar algún tipo de cuenta nacional, al principio del Siglo XX. La difusión de escuchas telefónicas entre Lula y Dilma nos exime de más comentarios en cuanto al alcance de los movimientos desestabilizadores. La situación en Venezuela, sin un liderazgo que haya surgido de su pueblo sino que más bien fue impuesto en una situación de emergencia y con fórceps es muy difícil. El traspié electoral de Evo Morales, pero el hecho de que se le haya hecho una campaña en contra sobre temas de presunta corrupción a un dirigente que siente profunda aversión por el dinero, que no pasa ni a cinco cuadras de un cajero automático, no deja de llamar la atención. Mientras que Rafael Correa ya ha anunciado que no competirá por un nuevo mandato, la «ola» no deja indemnes a los países institucionalizados de la región. Michelle Bachelet está en pisos históricos de aprobación -junto con un sistema político muy desacreditado- y Tabaré Vázquez va para abajo en las encuestas. No es exagerado pensar que desde el violento período 1973-1976 no se ve un movimiento tan coordinado lleno de coincidencias o no tanto. A la vez, insistimos con algo: ¿un presidente «de derecha» va a convertirse en extremadamente popular en una región en la que ser presidente parece, de por sí, una tarea complicada?
  • El peronismo, decíamos, nos parece, camina hacia una balcanización transitoria que sólo la virtud de sus dirigentes más lúcidos podría frenar en algo. No hay que encandilarse con los «traidorismos» si recordamos que Carlos Menem estaba en 1984 más cerca que nadie de Raúl Alfonsín y dobló la curva de 1987 más cerca de los carapintadas, mientras que Antonio Cafiero hacía la parábola inversa, subiéndose al balcón de la Rosada. Ni que hablar Eduardo Duhalde, pasando del cafierismo más acérrimo al menemismo más acendrado. O los ultracafieristas José Manuel De la Sota, José Luis Manzano y Carlos Grosso pasando luego al menemismo más furioso. Paso a paso, que esto es el peronismo en la oposición y no está para gente impresionable.

Me quedaron nueve cositas. Quévacer.

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Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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