Operación triunfo

“Me salta a las espaldas el siglo perro/lobo

pero yo no tengo sangre de lobo”

Ósip Mandelshtam.

Un par de factores, pero principalmente el resultado de las PASO y ningún candidato opositor con chances de polarizar la elección (por razones estructurales y no de capacidades individuales, creo), permiten afirmar que dentro de once días ocurrirá un hecho al que no le diremos histórico para no herir susceptibilidades: tendrá un lugar un hecho, entonces, que no ocurría hacía mucho, desde que Yrigoyen no accedía a un tercer mandato. Una misma fuerza política, del mismo partido y la misma línea interna, consigue un tercer período en cabeza del Ejecutivo.

Extrañamente, el clima no parece el de un momento llamado a ser inscripto en los registros de la historia. Está apaciguada la cosa, nadie tiene demasiado para decir, las disputas son más internas que entre partidos, el resultado electoral importa más por los cargos legislativos que por el estado de relación de fuerzas que arroje. Los columnistas de los diarios vuelven de la indignación y ocupan un lugar mucho más parecido a la resignación. Había una crítica a las PASO que originalmente no me parecía del todo equivocada: se vivirían un par de meses de demasiada campaña. Un paraíso politológico, un tubo de ensayo cotidiano, claro; pero quizás una pesada carga para la política, que debía hacer un fino equilibrio entre el proselitismo y el hartazgo de los mensajes (equilibrio del cual la representación política no suele salir siempre bien parada). Ese problema tuvo una solución en el primer resultado, las campañas se plancharon a modo de adaptación darwiniana de la política.

Este clima es una victoria del oficialismo, efectivamente, pero también es una victoria de una forma particular que asumió el kirchnerismo en un momento determinado. Primero, asentado en cierto “clima de época”, posterior al Bicentenario y la muerte de Néstor Kirchner, una especie de sensación de que alrededor de eso se estaba formando algo nuevo que exigía, por cierto, una nueva manera de conducir. Todo lo cual vino a ser refrendado en una segunda etapa, nada menos que por una avalancha de votos. A partir de entonces, sentado encima de esos votos, el kirchnerismo le esquiva a ciertas discusiones bizantinas y las polémicas por la cuadratura del círculo y el sexo de los ángeles cambian de domicilio legal. Si hubiera que señalar un síntoma, superficial pero explicativo, de esta nueva manera de conducir políticamente una fuerza, haría foco en algo que me decía Mendieta: no está tanto en los buenos spots de campaña como en el slogan presidencial de “Un país con buena gente”. Gente. La palabra maldita, a la que este mismo kirchnerismo, nosotros, alguna vez le rehúsamos, la opusimos al “pueblo”, dando una disputa en el significado en vez de en el significante. Como si no fueran dos formas de llamar a lo mismo, como si lo importante no fuera, en verdad, que a ese llamado responda alguien. Que cada uno se llame como quiera, mientras se deje representar, diría mi amigo el Escriba.

Lo bueno de la tranquilidad es que permite replanteos, permite preguntarse cosas en la periferia del kirchnerismo, tomar nota de cuál de todos los kirchnerismos ganó. Es un buen momento para seguir caminando sin abandonar ninguna de las banderas que este proceso político permitió levantar, pero haciéndose de la idea de que el kirchnerismo que ganó no es intenso, ni bélico, ni necesita enemigos cotidianos para avanzar. Que encontrará espacios de confrontación toda vez que quiera problematizar determinado tema, no me queda ninguna duda, y es casi un esencialismo de la política democrática. No me queda duda de eso, como no me queda duda de que el kirchnerismo que está siendo premiado ahora es el que la sociedad evalúa como capaz de garantizar un piso de estabilidad.

Pedirle un Termidor a este proceso es ignorar los cimientos básicos sobre los que se construyó, suponerlo fuera de un contexto mundial endeble y hacer caso omiso de que la estabilidad latinoamericana no se sostiene en hacer la plancha sino en avanzar. Ahora, exigir que a partir de una victoria electoral, en vez de un Termidor se vuelva a cierta radicalización innecesaria del discurso, el señalamiento de enemigos de una batalla cultural que no cuenta ni con referís que digan quién va ganando, se me ocurre otro error.

En el medio de esos dos extremos parece haber bastante margen de maniobra, del que este período entre-elecciones puede dar cuenta. Con las tensiones inevitables y todo, ojalá haya más.

12 comentarios en «Operación triunfo»

  1. Continuar profundizando el aumento de la inversión pública sobre el PBI, o de reindustrialización de la economía, o de profundización de derechos ciudadanos, más un largo etcétera, parece implicar, lamentablemente, un nivel de conflicto mayor a cero. ¿Puede Clarín aceptar mansamente la aplicación de la Ley de Medios? Difícil. Sin embargo, y proponiendo una posible respuesta para uno de tus interrogantes, el kirchnerismo que ganó es el que va a concluir con la implementación de esa ley. El kirchnerismo ha empujado la agenda a lugares que no esperábamos y Cristina continuará profundizando el proceso, por más que ahora la empiecen a tratar mejor. Si bien no se necesitan nuevos enemigos, para lograr cambios relevantes algunos parecen inevitables.

    1. Totalmente. El tema es lograr tener una estrategia para que tratar con los enemigos particularizadamente, es decir, impedir que se te junten. La estrategia de conflicto y polarización puede ser efectiva, pero también riesgosa: si polarizás podés quedar con el 50%+1, o quedarte con el 49%, como pasó con la 125.

      1. De acuerdo. Quizas es momento de tener bien presente lo de «suaviter in forma, fortirer in re» (suave en la forma, fuerte en la accion). Es decir aceptar como inevitable que hay cambios que perjudicaran a algunos (por ejemplo los accionistas de Clarin, o los importadores de Iphones), pero no hacerles la guerra, sino negociar desde la posicion de fuerza que te da el resultado electoral, entre otros factores.

    1. Bueno, lo que si sabemos es que hay un «kirchnerismo» que constantemente intenta separarse del «peronismo». Sería un kirchnerismo al que no adhiere ni CFK, ni adirió Néstor nunca en vida ¿Sería como un revival del peronismo si Perón? Bueno, no importa. Lo que si queda claro es que ese el kirchnerismo que no ganó (su máxima expresión, el porcentaje de la lista de adhersión de Nuevo Encuentro en Pcia. de Buenos Aires. Quizás también el inmerecido tercer puesto de Rossi versus la victoria absoluta de la lista de diputados que lo acompañaba en Santa Fe). Ese puede ser un «tipo de kirchnerismo» que debería estar replanteando algunas estrategias.

      El otro gran perdedor de las PASO es justamente el «archienemigo» de ese tipo kirchnerismo, lo que vendría a ser su némesis, el «Peronismo Federal» (aunque a mi me gusta más el mote «disidente»). Lo curioso de estos dos colectivos es que a pesar de diferir diametralmente en sus concepciones e ideas políticas, ambos coinciden en una premisa fundamental que les da entidad. Premisa sin la cual se desvanecerían sin generar colectivo. Esta premisa aglutinadora hacia adentro se podría resumir en: «el Kirchnerismo no es Peronismo» ¿Curiosa coincidencia no? Bueno, parece que no tanto, quizás eso explique algunos resultados curiosos que se dieron en las PASO y para donde debieran mirar algunos a futuro si queremos que este movimiento que retomamos en 2003 quede definitivamente en nuestras manos (como propone Larroque en la nota sobre los «jóvenes en caravana con CFK» de Página del domingo: «Néstor nos dijo hace un año, en un acto en Santa Cruz, que no se podía regalar el peronismo a las fuerzas conservadoras y al posibilismo» – http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/1-56045-2011-10-09.html ). Veremos, veremos, pero ya somos muchos los que estamos en eso (y si los objetores de conciencia de siempre nos acompañan va ser mucho más fácil y mejor)

  2. La gestión que viene será imaginativa e interesante, ya que no hay posibilidades de hacer la plancha, con el doble contexto de la crisis del capitalismo global y la interna del PJ (el 90% de la política argentina) en acechanza. Bienvenidos sean, la Presidenta tiene sin duda un amplio conocimiento de ambos problemas, y ha tomado posiciones para enfrentarlos; es un hermoso momento tanto para observar como para participar.

  3. Venimos de 4 años intesos, casi de clima electoral permanente. El oficalismo cambió la manera de comunicar, sobre todo a partir del año pasado, y eso también se está premiando ahora. Quedó claro que los crispados eran los que veían sus intereses, sus «derechos adquiridos», afectados por un gobierno que quería redistribuir esos beneficios, aunque sea un poco.

    Saludos.

  4. la verdad,muchachos,que no me resulta suficientemente claro el analisis de Rodrigo.Creo que habla mas bien de distintos tipos de peronismos.Acepto que el kirchnerismo significa un proyecto especial,acorde con estos tiempos,pero creo que Rossi pertenece a la tropa fiel de Cris.Y me parecen mas logradas las ideas de la ultima entrada de Rodrigo y de Donnantuoni.

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