¿Por qué no charlamos un ratito?

 

bruno post

”Las clases dirigentes tuvieron

dificultades para integrar las nuevas fuerzas sociales que irrumpen

en el escenario político del país en los años 30 y 40. Esta situación

ligada a los desequilibrios entre cambios socioeconómicos y un

Estado nacional atrasado y en formación, sentaron las condiciones

para el desarrollo de la Violencia en Colombia”

 

Eric Hobsbawm

 

1

Simón Trinidad está encima de una historia que se mete en la piel del conflicto colombiano, la recorre, cruza sus entrañas, estruja sus tripas y camina con sus latidos: De una familia de tradición liberal (uno de los dos partidos tradicionales del país) del departamento costero del César; fue economista, estudió en Harvard, se trajeó como gerente de un banco de su ciudad, Valledupar, participó en la Corriente del Nuevo Liberalismo de Galán, armó una fuerza política cuando ésta se desintegró, y paramos ahí, en las entrañas.

Cuando estaba fuera de todo, su fuerza política consideró que la propuesta de la Unión Patriótica (la coalición con las que las FARC y otras fuerzas, como el ELN y el Partido Comunista, intentaron entrar en la vida política Colombia tras los diálogos de paz con el presidente Belisario Betancourt) representaba sus principios políticos y decidió que lo indicado era organizarse con otras corrientes de la costa y el país bajo ese paraguas, que intentaba romper con los rayos y centellas del bipartidismo, inaugurado en el famoso Frente Nacional de mediados del cincuenta, que repartía cuotas de poder para el liberalismo y los conservadores, pero no incluía a los campesinos (muchísimo más sectores sociales se vieron excluidos a partir de ahí; prácticamente todos) y excluidos por la desigualdad en la distribución de las tierras y la renta, ni siquiera en el velero de la economía de la época, el Estado de bienestar.

Pero el pero comenzó a estrujar las tripas ni bien presentaron a la UP en la costa y asesinaron al tipo que había donado unas vacas para la cena de festejo, lo que se repitió con la misma cotidianidad del sol que sale todas las mañanas, hasta que la mano auxiliar de la guerra sucia del Estado, el paramilitarismo ,sacó las últimas gotas de sangre de su fuerza política al exterminar a casi todos sus compañeros (de esa experiencia regional solo sobrevivió él y otra compañera que se fue al exilio).

Con la espada en la pared, quedarse era un asesinato seguro ya que le habían dicho que estaba en una de las “listas de negras” de personas a matar, irse era abandonar su “lucha por una Colombia sin desigualdades”, por lo que caminó con los latidos del conflicto hasta sus contactos con las FARC para entrar en la lucha armada y fue aceptado por su valor como cuadro técnico profesional, pese a sobrepasar el límite de edad permitido para ser parte de la guerrilla (el mínimo es 15 el máximo 35 y Trinidad tenía 37), lo que lo llevó a realizar el curso de instrucción normal, participar en los talleres de formación y luego como técnico de las FARC en los frustrados diálogos del Caguán, donde el gobierno de Pastrana (antiguo  compañero de universidad de Trinidad) fortalecía su músculo militar con el Plan Colombia, los paramilitares y el Ejército hacían lo que querían (acciones militares, masacres y toma de pueblos en disputa) y la guerrilla continuaba con el reclutamiento y los secuestros, que tanto daño político le han hecho, según lo reconoció el propio Pablo Catatumbo, miembro de los farianos.

Nuevamente en la selva, lejos de las fotos y dañados en su legitimidad ante la sociedad colombiana por el fracaso del Caguán (debido a la campaña mediática que limpió las culpas del Estado para que uno solo de los dos actores cargara la mochila de la culpa), las FARC intentaron reconstruir los puentes al enviar a Trinidad a Quito, Ecuador, para conversar con el Alto Comisionado de la Paz de la ONU para alcanzar un acuerdo sobre los tres contratistas militares norteamericanos que habían sido capturados por la guerrilla cuando realizaban tareas de inteligencia en el marco del Plan Colombia, esa ayuda militar que le ata una bola de metal al tobillo del país con una deuda externa más grande, que obligó a emitir bonos y privatizar empresas públicas para pagarla

Ahí la pelota de la mala suerte dejó de pegar en el palo y entró a la cárcel a Trinidad (¿) cuando un operativo relámpago del FBI, los militares colombianos y el gobierno ecuatoriano de Lucio Gutiérrez se lo llevaron esposado a Bogotá, donde el presidente Álvaro Uribe amenazó con extraditarlo a Washington si no se entregaba a los tres contratistas militares en manos de las FARC ,y finalmente lo hizo para darle el último soplo a la pelota de mala suerte que no quería entrar.

Allá, sin lentes, en un cuarto de dos por dos y una ventana de submarino, Trinidad esperó el primer juicio*,  que le costó al menos diez millones de dólares a los agentes del FBI y el fiscal para dar vuelta a ex guerrilleros y recopilar pruebas contundentes para presentar un “caso convincente” que dejara en claro que él era un narcoguerrillero, secuestrador y asesino.

Claro que en este juicio, las “particularidades” bañaron tanto al proceso que el juez Thomas Hogan se dedicó sistemáticamente a jugar a favor del fiscal, evitar que se pusiera en contexto al conflicto mediante objeciones a la defensa y por último prohibir* que Trinidad presentase testigos a su favor, por lo que el único recurso que le quedó fue declarar en el cierre del juicio con el peligro de que sus palabras se le dieran vuelta y lo golpearan en las costillas, como literalmente  lo hicieron cuando recién entraba en la política en un sindicato de profesores ,y los militares detuvieron a todo lo que oliese a dirigente social por un robo de armas de la guerrilla del M19 al Ejército en 1979.  

Así que Trinidad se sentó en el banquillo, se dejó intentar quebrar por el fiscal con fotos de su compañera guerrillera, “la bellísima Lucerito”,  señaló todo lo que se menciona arriba, lloró cuando narró la muerte de sus compañeros de la UP, estableció la línea de mandos de la FARC para desligarse de la responsabilidad por la decisión de secuestrar a los tres contratistas militares, y su testimonio fue tan fuerte que anuló el primer juicio por falta de unanimidad en el veredicto, obligó a que el FBI apretara a un jurado del segundo juicio para que se lo declarase culpable por uno solo de los cargos, y volvió a anular el tercer proceso por narcotráfico debido a  la misma razón que sacó la pelota de la red en el primero, pero no pudo evitar que le dieran 60 años en el segundo.

 Toda una historia

*Los cargos fueron: Secuestro de tres estadounidenses, conspiración para secuestrar, apoyo material y logístico para secuestrar. Solo se lo encontró culpable del segundo.

La versión de esta historia está basada en el libro Simón Trinidad, el hombre de hierro de Jorge Enrique Botero.

 

2

En el conflicto colombiano hay una causa y una consecuencia, una ola y una persona que se moja, un campesino que se protege militarmente del que lo quiere sacar de su tierra después del asesinato de su principal líder, Jorge Eliecer Gaitán,  uno, como el llanero  liberal Guadalupe Salcedo,  que entrega las armas en un acuerdo de paz y lo asesinan  a los pocos días, otro que se encierra en la selva, declara a su territorio como libre, resiste una ofensiva militar con anuencia estadounidense y se convierte en las FARC, uno que se escinde y forma otra guerrilla, el M-19, junto al ala socialista de un ex dictador devenido en caudillo popular,Rojas Pinilla , que es más urbana, menos campesina, pero que alcanza un acuerdo de paz y le asesinan a su principal dirigente y candidato presidencial, Carlos Pizarro, de un tiro en un avión y luego sus escoltas de la inteligencia colombiana ajustician al asesino sin preguntarle quién lo había mandado, y otros, como el Ejército Popular de Liberación (EPL), que desmoviliza a una parte, que se asocia con los paramilitares para exterminar a la otra.

Más acá en el tiempo, con un poco menos de violencia, unos como la Marcha Patriótica, la organización acusada de ser pro FARC por el Ejército, Uribe y los paramilitares, anuncian que si siguen asesinándole dirigentes y militantes (ya van 30),se van a tener que disolver, mientras que la reedición de la Unión Patriótica va con una ex amenazada de muerte como candidata presidencial * y los paramilitares le prometen muerte a toda la organización, como si  Salvatore Mancuso, uno de los principales cuadros de las Autodefensas Unidas de Colombia,  y sus secuaces hubiesen hecho un acuerdo de desmovilización para llenar de humo los ojos de la sociedad y dar un aplauso de hipnosis sobre la historia de la guerra sucia, cuyo fin es algo que el mismo Mancuso descartó en 2008.*

Así es como los diálogos de paz se desarrollan en medio de asesinatos selectivos, represión feroz a las protestas de los campesinos, afrosdescendientes, indígenas ,mineros, estudiantes y trabajadores que están marginados en los Tratados de Libre Comercio, e informes de una delegación de parlamentarios británicos que  le recomiendan a la UE no ratificar el TLC con el país porque cuando visitaron el país fueron intimidados y perseguidos por hombres armados que nunca se identificaron, ni nadie pudo justificar la mayor tasa de asesinato de sindicalistas del mundo y las múltiples violaciones a los derechos humanos por parte del Estado, que es casi del 73% si se juntar a las realizados por los paramilitares (el resto es de la guerrilla), según el informe de la Comisión Colombiana de Juristas de 2010.

De esta manera, las garantías políticas, uno de los puntos de la mesa de los diálogos de paz, todavía no llegaron ni siquiera para los que participan dentro de las reglas del Estado, e incluso algunas veces son inhabilitados por funcionarios no electos, como le sucedió a Piedad Cordoba, y casi le pasa al alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, un ex M19.

Toda una historia la de estos, que hacen política muchas veces como si estuvieran en la clandestinidad, cuando les toca estar en el ojo de la tormenta. 

*El amenazada de muerte es una verdad a medias debido a que se tuvo que ir al exilio después de que la intentaran asesinar.

*Las Autodefensas Unidas de Colombia fueron la fuerza paramilitar mejor organizada y con más actividad hasta su “desmovilización”en la presidencia de Uribe.  Hoy sus herederos son Los Rastrojos, Aguilas Negras y otros grupos ocultos por los medios bajo la sigla Bacrim(bandas criminales).

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En la  mesa de los diálogos de paz, hay voluntad de las dos delegaciones, donde abundan los militares beligerantes del Caguán, los representantes del Establecimiento, y los guerrilleros marxistas cobra vacunas a empresas, y campesinos cultiva coca, pero faltan dos patas claves para hacer real el acuerdo final y dotarlo de legitimidad, el pueblo (que se intenta incluir con mesas de discusión y propuestas, y también con un posible referéndum de los acuerdos o constitucional si  la propuesta de las FARC y amplios sectores de la sociedad  prospera), y el tercer Estado, los paramilitares, que controlan territorio, las actividades ilícitas y  lícitas del mismo, imponen parapolíticos y se encargan de  “quienes los molesten”.


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Ahí hay un problema práctico para por lo menos garantizar el segundo punto, el de la participación política, pero también el primero, el agrario, donde el 1,15% de los propietarios posee el 52% del territorio colombiano (situación que el paramilitarismo ha agudizado), y el tercero, el narcotráfico, ya que, aunque no se diga, las principales rutas están en territorios que pertenecen o disputan los paracos, y el principal consumidor, Estados Unidos, no parece tener la voluntad de cambiar el enfoque de su “lucha contra las drogas”. Esto sin nombrar al resto de los puntos. 

Ese es el primer drama real, que saboteó en parte, por ejemplo, los diálogos del Caguán, y que  trasladado al escenario político tradicional significa nada menos que la disputa entre el Establecimiento representado por un presidente de familia tradicional, los Santos, y la burguesía ascendente y despreciada por la oligarquía que está asociada a la tierra (palma de aceite, minería, bananas, por citar algo), el narcotráfico y por ende los paramilitares, cuyo mayor portador de trofeos es Uribe.

La primera, que está más relacionada al comercio externo y el sector financiero, pregona el modelo extrativista de sacar todo lo que se pueda a costa de poco, enfrascado claramente en la Alianza del Pacífico, quiere tranquilidad, construir infraestructura decente hacia las grandes ciudades y los puertos, principalmente al Pacífico (donde hay zonas en conflicto),  y extender el modelo hacia las áreas en guerra, que son ricas en recursos naturales. En fin, en lenguaje económico neoliberal/liberal, hacer a  Colombia más competitiva con altos costos sociales, que ya se están viendo con la conflictividad social.  

A la otra, con menos matices, le interesa la guerra, vive de ella, crece con ella,  alimenta a la industria militar y tiene importantes nexos con parte de las Fuerzas Armadas y la inteligencia, además de regodearse con el narcotráfico como si el Plan Colombia fuera un mimo, una caricia patriótica, que incluso le sirvió para justificar un acuerdo con Obama para instalar siete bases estadounidenses, papel que jurídicamente fue desestimado pero en la práctica funciona como se nota con las asesorías de la CIA, los contratistas  y distintas cooperaciones militares. Esta fracción solo ve una solución, la guerra, e hizo mucho pero no le alcanzó para terminar con las FARC en el periodo de Uribe, donde a la paz la alternaba la guerra, como describe a las presidencias colombianas, el analista Alejo Vargas.

Toda una disputa esta, la de la guerra versus la paz, la de una parte que gobierna desde toda la vida y la de otra que quiere quedarse para toda la vida.

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Las FARC acaban de pasar una resaca de esas que te cierran los ojos y no te dejan pensar, les asesinaron, o murieron de muerte natural, parte de sus mejores cuadros políticos del secretariado mayor (secretariado, estado mayor), disminuyeron su presencia territorial, y cometieron graves errores políticos por la africanización del conflicto (enfrentamientos con civiles en el medio ,abusos de fuerzas no preparadas, ajusticiamientos difíciles de justificar ante la opinión pública, secuestros, etc) que ayudaron a que el dedo mediático y de inteligencia militar aumentara en tamaño frente a los colombianos y terminara demonizándolos como una “narcoguerrilla” sin ideales, una falacia que es objetada tanto por  el politólogo norteamericano Marc Chernic, quien afirma que tuvieron que aceptar al cultivo de coca para no perder su base social, como el sociólogo y especialista Alfredo Molano, quien sostiene que la guerrilla tiene intereses logísticos en el cultivo, cobran impuesto, manejan el comercio en sus zonas, pero no son exportadores porque “temen que la tropia se contagie de la cultura mafiosa que genera el  narcotráfico”. 

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De darse, la verdad basada en la propaganda militar de Estados Unidos y Colombia, las FARC tendrían una parte de la tropa inmersa en el negocio y estarían al borde de un quiebre con la conducción, lo que se ha intentado demostrar en los medios internacionales, pero no se ha visto en el terreno cuando los dos ceses al fuego(unilaterales) de fin de año tuvieron un acatamiento de más del 90% por parte de todos los bloques de la guerrilla. Eso sí, no hay que descartar que este argumento se pueda utilizar en caso de que una fracción se quede en el monte con las armas si la paz se firma pero las garantías políticas no se dan, ya que “el no dejar las armas” forman parte de los dos nuncas de las FARC.

Por otro lado, según  Molano, con la muerte de parte del secretariado, las FARC tiene una dirigencia que proviene del ámbito urbano, y entiende que los cambios políticos que exigen en armas no hay que dejárselos al Establecimiento si no realizarlos dentro de un nuevo Estado (de bienestar si se ahonda la propuesta económica presentada en la mesa) que les permita participar en las nuevas instituciones que saldrían de los acuerdos de La Habana.

Esto es tan así que los movimientos de las FARC en la mesa son proactivos y con claros esfuerzos de contener y expresar a la conflictividad social naciente en lo rural y lo urbano, espacio del que están más alejados. Aunque tengan toda la mass media de los banqueros y familias tradicionales en su contra, la guerrilla intenta pujar para romper la barrera, realiza ceses al fuego unilaterales, y subordina sus acciones militares a lo político, como se vio en la desmentida del plan de asesinar a Uribe (otra gran operación de inteligencia para romper los diálogos) y anunciar que sancionarán a los guerrilleros que pusieron una bomba que asesinó civiles.

Pero si esto no funciona, cualquier enterado y lector de lo que pasa en Colombia sabe que la guerrilla ha aumentado sus acciones a medida que pasan los años, se ha adaptado al Plan Colombia a tal punto que continúa controlando importantes partes del territorio colombiano e infringiendo golpes al Ejército, y ha diversificado sus ingresos al controlar o cobrar vacunas a una de las apuestas extractivitas del país, la minería.

Todo esto significa una cosa, que hay un empate militar, y que los dos Estados en uno, el “legitimo” y el paramilitar, no puedan actuar a sus anchas o acabar con el conflicto sin eliminar al “enemigo”, una decisión inconducente como lo demuestra la historia. Quizás, lo mejor, como ahora, es sentarse a dialogar, ceder y agitar la bandera de la paz, pero eso cuesta y mucho para un Establecimiento acostumbrado a boicotear crónicamente un nuevo pacto social, que se niega a romper la cáscara y nacer de una buena vez hace más de 50 años.

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Saliendo de la coyuntura político-militar, afuera hay un mundo, colombianos que caminan, van y vienen hablando de política en voz baja, y siguen viviendo en la misma estructura de desigualdad social y distribución de la tierra (las principales razones del conflicto), aunque el gobierno de Santos haya vivido los años de la copa que se derrama por el crecimiento alto, y pueda decir que ha bajado la pobreza e intentando paliar los efectos del desplazamiento(el mayor del mundo por encima de países como Afganistán y El Congo) con una política de restitución de tierras (que por ahora es poca y con consecuencias), la construcción de viviendas (denunciada por inflada) y otras propuestas sociales. 

La deslegitimación es tan alta que Santos ni siquiera supera al voto en blanco en intención de votos , y el resto de las propuestas no pasan del 10%, lo que le permite a Uribe armar y desarmar mamuskas con delfines parapolíticos y candidatas conservadoras, que podrían unirse a última hora y arrimar el bochín en una de las democracias con menos participación del continente (Santos ganó en la última presidencial con una participación del 30%).  

Con una alta conflictividad social y con los TLC por primera vez cuestionados ante la opinión pública, la izquierda, o centro izquierda liberal de cuño progresista a la colombiana, podría capitalizarlo o encausar el descontento hacia un lugar conducente pero va dividida, y también sabe que la sociedad viene de una fuerte derechización populista con Uribe, que aún goza de buena salud en una parte de la sociedad y torpedea los diálogos de paz con información de inteligencia y cuanto rumor se le acerque, lo que muestra el terreno fangoso donde ser “muy zurdo” está “mal visto”, no ayuda a romper el miedo, y es un caldo de cultivo a la demonización política por la persistencia del conflicto.

Ante este panorama, el país, visto en perspectiva a otros procesos históricos del continente, está desde la muerte del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán en una crónica necesidad de una figura política que resuelva esas desigualdades y se una en uno al pueblo en un nuevo pacto social, pero a estas linealidades las tiene tapadas el sol y el agua del vaso que se derrama a los buscas colombianos, que viven en los lugares ocultos de las bellezas arquitectónicas de las grandes ciudades, los cómodos lugares por donde divagan los turistas sedados del “riesgo es que te quieras quedar”.  

Todo una cuestión; Esta  de los campesinos y los pobres que se vuelcan al cultivo de la coca y el narcotráfico porque no les queda otra que contar.

6

Esta realidad se encuentra atada a los hilos del títitero del TLC y la Alianza del Pacífico,  quien ha sido el principal benefactor y socio del conflicto en Colombia, lo que le ha servido para tener en su órbita a un país de suma importancia estrategia por ser el único de Sudamérica con salida a los dos mares, estar en y al lado del Amazonas y el Orinoco, principales intereses geopolíticos con la franja pre sal brasileña (rica en crudo), y ser el puente para cualquier intervención dentro del “patio trasero”.

La ayuda militar e intervención a lo largo de la historia no es en vano, como tampoco la utilización del país como máscara de proa para arrastrar a otros del continente a una asociación de libre comercio con Europa y los satélites  estadounidenses en Asia, algunos con márgenes para negociar esa apertura indiscriminada y entrega de soberanía a las trasnacionales por ser disputados también por China. 

El mundo se está constituyendo en bloques, dijeron por allí, y Colombia coquetea con entrar a la OTÁN porque sabe que este es el momento de los márgenes pero también de las decisiones estrategias por si la pelota se pincha y hay que barajar de nuevo cuando el hegemón se quede con menos, necesite recursos naturales y seguridad para su economía, y piense con 76 bases militares y no con la cabeza.

La mesa del caos constructivo de Brezerski está servida y Colombia puede ser un salero con que jugar.

Todo un tema a la hora de analizar los diálogos de paz.

*En Venezuela se han intentado utilizar estrategias similares a las revoluciones de colores aplicadas en Europa, que en este momento amenazan con llevar a Ucrania al famoso caos constructivo anterior a la balcanización.

 

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