Volver al futuro … con vacunas

Recuerdo allá por el 1989, yo tenía 9 años, mi hermano Fernando tuvo una Hepatitis A. Con Fernando nos llevamos un año de diferencia y siempre fuimos muy unidos. Estaba amarillo como un pollito y muy descompuesto. Lo recuerdo muy claramente por que viajamos en tren (que en esos tiempos funcionaba Neuquén – Bs As). Viajamos en vagón de turista y el pobre Fernando, al que se le desencadenó la hepatitis en el viaje, sí que la sufrió. Más de 24 hs. en tren y con coluria, náuseas y bilirrubina alta. En Buenos Aires, se pasó los 15 días de vacaciones de invierno sin poder salir del departamento. Los otros tres hermanos tuvimos que ponernos una vacuna para protegerse. (Hoy hay vacuna para la hepatitis A.)

También tengo un recuerdo de varios de mis profesores de la facultad (de cunas privilegiadas la mayoría) que habían sufrido la epidemia de poliomielitis en el año 1956, y quedaron con secuelas graves como paraparesias e hipotonías en algunos de sus miembros. De aquí hemos aprendido el significado efecto rebaño (del que me declaro particularmente fanática) de la vacuna “LA SABIN”, “la de las gotitas” como nos dicen las madres. El efecto rebaño éste es un rebote , mezcla de solidaridad encubierta, que protege al de al lado, que nos protege indirectamente a todos. Porque si ese se enferma, ese no va a la escuela, si ese se interna significa gasto en salud, significa madres y padres sin poder trabajar, hermanos que se cuidan solos, y empieza un ciclo de desorganización familiar poniendo múltiples factores en juego.

También quiero contarles que justamente este año cumplo 10 años de pediatra y de médica hospitalaria en un hospital de complejidad, y he visto la evolución de varias patologías, soy un testigo diario de estas cuestiones:

• Desde que se incorporó al calendario la vacuna contra la Hepatitis A, no existen o son casi nulos los trasplantes hepáticos secundarios a Hepatitis Fulminante por este virus.
• La vacunación contra el Haemophilus influenzae casi se ha eliminado la enfermedad invasiva por Haemophilus, enfermedad grave con alta mortalidad y secuelas como hipoacusia grave.
• No conocemos la rubéola, ni el tétanos, ni el sarampión.
• Esta erradicada en nuestro país la viruela y la polio (y la erradicación mundial de la polio está a la vuelta de la esquina).
• Todavía no podemos manejar la varicela por su alta contagiosidad y su amplio periodo de incubación, pero la vacuna disminuye las complicaciones severas de esta enfermedad.

Soy pediatra, pero antes que nada soy mujer y quiero fervientemente que ninguna mujer tenga cáncer de cuello uterino, no quiero que esta siga siendo una de las principales causas de muerte de mujeres jóvenes. Porque cuando te toca ver a una mujer de 34 años, morir, por algo que se podría prevenir con “el terrible pinchazo de una vacuna”, y sentís el dolor de una vida que no pudo desarrollarse, no tenés dudas.

Pero las vacunas, no son una cuestión de fe, no hay que quererlas u odiarlas, no se eligen. Para los pediatras es casi inaceptable que alguien no vacune a sus hijos, nos genera el más profundo dolor, nos pone del otro lado. Por qué los vemos todos los días, ahí están, varicelas impetiginizadas, meningitis a neumococo con amputación de dedos por enfermedad severa, muertes por meningococo, niños y niñas con secuelas graves, familias destrozadas, porque no tenemos dudas de que no queremos un trasplantado de hígado por hepatitis A nunca más.

Porque en tiempos “normales” hay padres y madres que dudan de las vacunas, pero cuando en los medios se informa de un caso de meningitis, las guardias de urgencias se llenan de padres y madres que quieren ver dónde pueden comprar la vacuna contra el meningococo (actualmente incorporada en nuestro calendario)

Porque cuando fue la pandemia de virus influenza H1N1, ¡¡no alcanzaban los barbijos, el alcohol gel y las vacunas!!

Cuando llegó el año 2000, los medios me prometieron autos voladores, hologramas que salían de los televisores, drones ambulancias, me contaron de la probable VACUNA contra el VIH, y sin embargo HOY 17 años después se pone en duda la obligatoriedad de las vacunas.

Quizá los pediatras perdimos credibilidad, quizá la sociedad necesita sistemáticamente autoflagelarse, pero si un solo niño o niña padece una enfermedad severa por alguna enfermedad INMUNOPREVENIBLE, si un solo niño o niña muere a causa de una enfermedad prevenible por la vacunación, entonces me agarran muchas ganas de decir paren el mundo que me quiero bajar.

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