Biblioteca Nacional: Cambio de Discriminador

(Publicado en Politeia Argentina)

El director de la Biblioteca Nacional, e integrante de Carta Abierta, Horacio González nos anoticia acerca de la decisión tomada de cambiar el nombre de la Hemeroteca de la institución, denominada Gustavo Martínez Zuviría en homenaje a quién fuera durante un cuarto de siglo antecesor de González en el cargo, respondiendo al reclamado formulado durante 5 años «por parte de numerosas instituciones y personas».

Mas allá de sus dotes como bibliófilo y bibliotecario, lo que se cuestiona al escritor Martínez Zuviría, que escribía con el seudónimo de Hugo Wast, es su perfil no ya reaccionario, sino decididamente antijudío, lo que quedó reflejado en algunas de las novelas de su prolífica producción, tales como Kahal y Oro, que parecen inspiradas directamente en la lectura de Los Protocolos de los Sabios de Sión.

Si no un mérito, por lo menos una curiosidad de la pervivencia hasta ahora de Martínez Zuviría en el nomenclador de tan prestigiosa institución, es que su nombre durara tanto en un ámbito tradicionalmente dominado por el establishment cultural argentino, de características liberales, en el que no sorprende encontrar a Groussac y a Borges, a Victoria Ocampo y Bioy Casares, pero sí a él.

Sie embargo, a poco que reflexionemos, advertiremos que el nacionalismo sin pueblo, que de tanto rescatar raíces hispanas parece terminar lamentando el 25 de mayo de 1810, y que de tan antibritánico terminó proponiendo un cambio de amo durante la 2da. Guerra Mundial, tiene un claro punto de contacto con los cultores del Olimpo liberal: su aversión a la democracia popular, al nacionalismo entendido como expresión del pueblo.

Pero estas líneas no están destinadas, en realidad, a reflexionar sobre la figura del filonazi ahora depuesto, sino sobre su sucesor.

Es que Horacio González informa que el nombre elegido para rebautizar a la Sala de lectura de la Hemeroteca es el de Ezequiel Martínez Estrada. Autor de libros que aún se citan, pero que ya no se leen, como Radiografía de La Pampa, La Cabeza de Goliath, ¿Que es Esto?, y numerosos mas, hay un rasgo de su producción y, sin duda, de su análisis a la realidad, que es oportuno destacar: su visceral antiperonismo.

Una pequeña muestra, en el marco de su prolífica pluma bastará para saber de que hablamos:

Sobre Perón: «En la figura de Perón y en lo que él representó y sigue representando, he creído ver personalizados si no todos, la mayoría de los males difusos y proteicos que aquejan a mi país desde antes de su nacimiento.» (…) «Nada de extraño, pues, que como Lutero en Wittenberg arroje yo mi tintero contra su sombra en la pared. Se comprende que por mucho daño que haya padecido yo en porción multimillónesima, el daño que sus tropelías han causado a mi país y a mi pueblo son infinitamente mayores.»

Sobre Evita: «Ella era una sublimación de lo torpe, ruin, abyecto, informe, vengativo, ofídico; y el pueblo vió que encarnaba atributos de dioses infernales. Su resentimiento contra el género humano, propio de una actriz de terceros papeles, se conformó con descargarse contra un objetivo concreto: la oligarquía y el público de los teatros céntricos.» (en Revista Todo es Historia, junio de 1968)

Su visión  del 17 de Octubre: «era un sector numeroso del pueblo, el de los resentidos, el de los irrespetuosos, individuos sin nobleza…turba…populacho…horda…recogida con minusiosidad de hurgador en los tachos de basura, residuos sociales…hez de nuestra sociedad…pueblo miserable de descamisados y grasitas, desdichado pueblo que ha perdido el respeto…nuevo tipo étnico de cabecitas negras y peloduro.» (En ¿Que es Esto?, 1956).

Aunque estas líneas citadas sugieren que Horacio González reemplaza la discriminación antijudía por la discriminación al criollo, lo que me parece mal es que se desaproveche la ocasión de salir de la lógica tradicional en la cultura oficial argentina, de rendir tributo al pensamiento colonizado, sea este de izquierda o de derecha. Hombres de la cultura, con signo nacional no faltan. Lo que falta es acordarse de ellos.

Sin embargo de todo esto se puede rescatar que en épocas en las que los sectores de oposición gustan  divulgar fábulas referidas al autoritarismo oficial, por decir poco, o a las livianas e irresponsables comparaciones con todo género de dictaduras, desde Ceausescu a Hitler, el campo popular sigue poniendo la otra mejilla, homenajeando a quienes lo agravian.

26 comentarios en «Biblioteca Nacional: Cambio de Discriminador»

  1. Sin hacer mención a las citas de Martínez Estrada, no debemos olvidar que para la progresía local dicho autor tedría sus méritos.-
    En efecto, en sus últimos años Dios, perdón Fidel, le ha permitido ingresar en el paraíso, que no será el Paraíso bíblico, pero por lo menos otorga prestigio a quien lo habita.-
    Instalado en Cuba luego de la revolución, Martínez Estrada en un libro de preciso título “En Cuba y al servicio de la revolución cubana” (1963), reprocha a sus antes compañeros de publicación en la revista Sur, que: “Los llamados intelectuales están enrolados, voluntaria o complacidamente, en la causa de los enemigos del pueblo”. Para él la revolución cubana “es la causa humanitaria de los pueblos expoliados por los racketers de la banca internacional, amedrentados y perseguidos por los verdugos y delatores de sus propios países”, convirtiéndose en vocero de una revolución que debe imponerse por la razón o por la fuerza.-
    Algunos méritos ha hecho.-
    Saludos.-

  2. En todo caso habrá hechos méritos para que pongan su nombre a aluna sala de la Biblioteca nacional de Cuba.Pero tampoco.Que esuvo al servicio de la revolución deberían decirlo los cubanos, no él.Su servicio fue escribir una monumental, como todo lo que hacía, biografía de Martí, para enseñasrle a los cubanos quien fue Martí. En realidad fue a molestar

    1. Juan:
      Es probable que como Martínez Estrada falleciere en 1964, no haya podido comprender que se podía ser revolucionario y peronista a la vez, pero el haber estado siempre en contra del peronismo no le puede quitar méritos ¿acaso los kirchner’s son peronistas?.-
      Saludos.-

  3. ya nos desviamos,Daio.Puede no estra bien elegido el nombre del»sucesor»,habria que comunicarselo a Gonzalez,pero que los K.no sean peronistas,es un error.

    1. Se desvió de entrada con su ataque a la «progresía». No le interesa el nuevo nombre de la sala y el aporte grande o chico de Martínez Estarda a la literatura y el ensayo, Daio quiere bardear a todo el espectro ideológico que considera su enemigo.

      1. Pobre Martínez Estrada: tiene como «enemigos» a CarpeDiem, Juan y Daio.- Por suerte lo tiene a Horacio González, lo que por ahora es bastante.-
        Saludos.-

  4. BUeno parece que Horacio Gonzalez lo candidatea a MArtinez Estrada por su pasado pro-cubano, el que comparten.
    Ahora la historia oficial dirá que Hugo Wast era antisemita. POr suerta la nota dice que sus dibujos»parecen inspirados».
    Lo que no me queda claro es eso de que el campo popular pone la otra mejilla. SI Horacio Gonzalez ex-montonero no es popular ni tampoco la revolución cubana, por lo menos en argentina. Quizás sea por el peronismo de los K??’ no se, si en 2003 ganaron con los votos de Duhalde y en 2007 con los de la transversalidad.
    saludos

  5. Daio: tanto Carpe Diem como yo – La querella de los Martínez- hemos citado textos inequívocos de Martínez Estrada. Me gustaría conocer tu calificada opinión sobre ellos.

    1. Me parece que los textos citados de Martínez Estrada en los dos post pertenecen a la Vulgata antiperonista, que no puede compartir por su carácter panfletario.-
      A lo que me he referido anteriormente, es que no es fácil entender el por qué se acudió al nombre de Martínez Estrada, cuando me parece que ese autor no está para nada identificado con lo nacional y popular.- ¿Se podrá entender esa decisión como un gesto de pluralismo? Bienvenido si así lo fuere. Pero lo que yo no puedo, por no estar calificado para ello, es juzgar sobre los méritos literarios de este escritor, pero es evidente que para muchos oficialistas ha sido un mal trago.-
      Martínez Estrada ha sido terminante en cuanto a que “En la figura de Perón y en lo que él representó y sigue representando, ha creído ver personalizados sino todos, la mayoría de los males difusos y proteicos que aquejan a mí país, desde antes de su nacimiento”. Aparecen en su obra los tópicos ya existentes del antiperonismo, como el resentimiento, el peronismo como hecho culpable, fruto de una falta colectiva y que “Inmensas falanges de antiperonistas no toleran que se les eche a ellos, ni al país, ni al pueblo, la responsabilidad del desastre peronista”.- En síntesis como bien dice Carlos Altamirano su discurso deja en evidencia las heridas de clase que dejó en las capas medias el igualitarismo peronista”.-
      Dice Arturo Jauretche que en la obra de Martínez Estrada (“Qué es esto?”) se abomina, se injuria, contra el país y especialmente su pueblo, pero no hay nada sobre nuestra situación semicolonial ni sobre el proceso de emancipación que se intenta detener.
      Como analiza el autor el fenómeno peronista: “Al verter en las ciudades a la población rural, en las fábricas a los peones del campo, insertó en un cuerpo de por sí anémico como era nuestro proletariado urbano, un elemento retardatario y estabilizador como es el campesinado en todas partes del mundo. La esclavitud de la gleba que se dice en la lengua poética de los agitadores, SE CONVIRTIO ENTRE NOSOTROS EN LA SERVIDUMBRE DE LOS PASTORES O DEL REBAÑO POLITICO EN MASA. No liberó con ello al campesinado de su ancestral y proverbial esclavitud a la tierra sino que sometió a servidumbre campesina al obrero de fábrica y almacén”.- En: “Los profetas del odio y la yapa”. Peña Lillo editor. Bs. As. 1984. Págs. 51 y sgts.-
      Es interesante y de actualidad lo que denuncia Jauretche en cuanto a que Martínez Estrada fue vocero de quienes intentaron detener y frustrar el proyecto emancipador del peronismo, diríamos hoy un plan destituyente a pesar de lo que es homenajeado por los que ahora, día a día, denuncian similares maniobras.-
      Me parece que hay que esperar un poco para ver como reaccionan nuestros intelectuales sobre este homenaje.-
      Saludos.-

  6. Agustincho, ¿dibujos de Hugo Wast?. Que tu pluma sea florida, vaya y pase, pero uno se pierde. De todos modos me gustaría conocer la historia alternativa que acredite que HW no era antijudío.
    La falta de popularidad personal, y aún alguna decisión claramente errática, no excluyen a HG del campo popular.
    Pues si por popular entendemos conocido, bueno entonces Ricky Fort está en el campo popular.

    1. Perdòn Carpe, quise decir escritos y perdòn tambièn por hacerlo perder. cuando hablo de historia oficial me refiero a la cucarda que se quiere colgar Horacio Gonzalez cambiando el nombre de la hemeroteca de la Bibioteca Nacional.
      Sobre su popularidad no hago referencia a quesea conocido o no, sino al mote de «popular» que le dan, un Montonero por definiciòn no es alguien popular o del campo popular, a menos claro que sea Facundo Quiroga. Y si no es MOntonero, de los 70`, sino del peronismo de izquierda, como dice Balvanera, tampoco es del campo popular. Esonada más, no hacía falta acordarse de Fort.
      saludos

  7. Obviamente, González (que nunca fue montonero, sí peronista de izquierda en los 70) no podía ignorar el gorilismo acérrimo, enconado e irracional que cultivó Martínez Estrada. Más: el propio González reeditó, en las ediciones de la Biblioteca Nacional, el más rabioso panfleto antiperonista de M.E., titulado «¿Qué es esto? Catilinaria». Un gesto que, según entiendo, tuvo el sentido de «no vamos a ocultar nada: que se sepa todo lo que se dijo para que se pueda discutir, si es que se lo dijo en serio y sinceramente». Lo que sí creo muy discutible es que haya sido por la participación activa de M.E. en la vida cultural cubana de los primeros años de la Revolución que ahora se lo quiere reivindicar. Apostaría fuerte, y por muchos motivos, a que no es por eso: a M.E. González y otros (no hablo de mí) lo valoran por su coraje, su audacia, su originalidad, y porque en cierto momento de la historia de la vida intelectual argentina constituyó un factor inquietante y revulsivo, opuesto a los distintos modos de conformismo oficial. Alguien que siempre, se estuviera de acuerdo con él o no, estimulaba el pensamiento. No es por su actuación en Cuba, sino por Radiografía de la pampa y La cabeza de Goliat, por ser el modelo, por un lado, de los contornistas, y, del otro, de Murena. Y probablemente también por textos como el que se puede leer en este enlace: http://www.ricardorouvier.com.ar/blog/2010/05/04/prologo-inutil/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+com%2FDMmR+%28Siglo+XXI%29

    1. Creo que Horacio Gonzàlez era MOntonero y por eso mis dudas sobre cuales son los motivos de elegir a Martinez Estrada y no a Osvaldo Soriano por ej. Pero quizàs tengas razòn y es por su obra literaria no por sus inclinaciones políticas.
      saludos

  8. Mas allá de las ideas políticas de Martínez Estrada, hay una forma de expresarlas que es lo que resulta inadmisible. Ello debe tenerse en cuenta, porque estoy seguro, como peronista, que no se puede alambrar ningún ámbito cultural argentino para dejar afuera a los que no comulgan con nuestro ideario (aunque es eso precisamente lo que hicieron siempre los representantes del establishment cultural respecto a los que no comulgan con SU ideario).
    Creo que así como cuando a Hugo Wast se lo critica por su antijudaísmo casi obsceno, ello es ajeno a los méritos que pueda tener su producción literaria, también debe medirse con la misma vara a Martínez Estrada quién podrá ser o no un buen analista de la realidad, podrá o no ser un sostenedor de la revolución cubana, pero no podrá ser admitido como un sujeto de homenajes por el mundo civilizado en la medida en que utilice expresiones como «cabecita negra», «peloduro», «hez de la sociedad», «seres inferiores» para referirse a sectores de nuestra sociedad. Sectores postergados históricamente que se convirtieron en sujetos de la historia en el primer peronismo.
    Que critique a Perón y a Eva, está en su derecho, aunque los términos que elige para hacerlo, sobre todo en el último caso, sean realmente repugnantes. Pero que descalifique a los mas humildes, a los hijos de la tierra con argumentos tan acientíficos como el color de la piel o las características capilares es un acto de discriminación ilegal tan evidente como aquel que condenó a Martínez Zuviría a la marginalidad. Para este otro Martínez debieramos esperar el mismo destino, y no este homenaje que es un insulto a nuestras raíces.

    1. Horacio González, de una escritura bastante difícil, no es de los intelectuales que han sucumbido ciegamente frente al gobierno.
      No deja de ser interesante para comprobar lo antes expresado acudir al reportaje publicado en “Perfil” del día 10-08-2008, donde expresa que:
      “Yo leo Clarín desde que era chiquito, ¿cómo podría sostener que Clarín miente? Esa consigna surgida de un modo de lucha inmediatista no me gusta.”
      Dejando un poco de lado eso, sabemos que el peronismo, especialmente el primero se caracterizó por un antiintelectualismo más pronunciado aún que el de otros populismos, y su política cultural se limitó, esencialmente, a una gestión autoritaria –directa o indirecta- que su decisión de no compartir el control de los medios masivos (radio, cine, prensa) puso rápidamente de manifiesto, entiende Silvia Sigal, no debiendo olvidar para comprender ello que la mayoría de los intelectuales de la época pertenecían a la tradición liberal, que los llevó a la posición abierta frente a casi todo lo que el peronismo venía a encarnar y que muchos de los intelectuales de tendencia nacional-populismo que desde los inicios adhirió al peronismo, quedaron relegados a los márgenes del movimiento y el poder.- (Silvia Sigal. Intelectuales y poder en la década del sesenta. Puntosur. Bs. As. 1991. Págs. 45 y sgts.-)
      Es posible que debido a su formación intelectual González, con el homenaje a Martínez Estrada, haya querido efectuar una apertura hacia un sector de la intelectualidad que no sólo fue crítico del fenómeno peronista, sino que también en su labor creativa nunca consiguió una acogida masiva y quedó más bien reservado a ciertos círculos, no siendo un escritor popular como lo fue Martínez Zuviría.-
      Saludos.-

  9. Martínez Estrada fue un personaje muy particular y contradictorio. No es que uno le vaya a perdonar su gorilismo, pero él sufrió una rara enfermedad durante el peronismo y se curó después del golpe. Así que su relación con el peronismo tenía componentes patológicos, ver aquí:
    http://www.chasque.net/frontpage/relacion/0008/contratapa.htm

    Coincido con Balvanera en cuanto a la apreciación de González sobre E.M.E., y tampoco creo que tenga que ver para nada con su relación con la Revolución Cubana. Alguna vez H.G. posteó (o lo publicaron) aquí en Artepolítica, a lo mejor podría venir a explicar su decisión.

    Para Agustincho: que Hugo Wast era antisemita no es ninguna «historia oficial», están sus libros El Kahal y Oro para demostrarlo. Se los solía ver en ciertos kioscos y librerías de Corrientes cerca de Mi Lucha y los Protocolos de los Sabios de Sión. Lo que sí, en otra vertiente el tipo escribia novelas de tono folletinesco ambientadas en época de Rosas, y con eso gozó de gran popularidad en los ’30 y ’40.
    Saludos.

    1. Rafa:
      Sobre la enfermedad de M.E.,según narra Hernán Sassi, en el número 28 de la revista el Interpretador: “Cuenta la leyenda –ya mítica– que durante el primer período peronista Ezequiel Martínez Estrada sufrió un severo “desbarajuste glandular” o “peronitis” como él mismo lo llamaba, un padecimiento epidérmico que lo postró precisamente hasta el momento en que la Libertadora salvó al país del tirano prófugo. Como antídoto, Estrada emprende una vasta exégesis de ese hecho incomprensible que parte aguas en la historia política nacional: el peronismo.”
      Este trabajo de Sassi, que está muy bien logrado, se inicia con una cita de Nietzche, perfectamente aplicable a Martínez Estrada: “Casi todo genio conoce, como fase de su desarrollo, la existencia catilinaria, sentimiento de odio y de venganza contra todo lo que existe.”
      http://www.elinterpretador.com.ar
      http://www.elinterpretador.net/28HernanSassi-EstoEraEstrada.html
      Saludos.-

      1. Gracias Daio, coincido en que lo de Sassi está muy bien. Ahí hay algo interesante: por un párrafo de «Qué es esto» que intentaba balancear un poco los tantos entre Perón y sus detractores, Borges lo acusó a M.E. de incurrir en un «elogio indirecto de Perón». Algo parecido a lo que hizo Mitre con Adolfo Saldías a propósito de su libro sobre Rosas.
        Saludos.

  10. El Director de la Biblioteca Nacional Argentina, Horacio González,escribió sobre los motivos del cambio de denominación de una sala de la misma, lo que transcribo por ser interesantes para el debate.-

    «Durante muchos años, se les ha pedido a sucesivos directores de la Biblioteca Nacional, que procedan a cambiar el nombre de la Hemeroteca, denominada Gustavo Martínez Zuviría.
    En mi caso personal, recibí durante cinco años este reclamo por parte de numerosas organizaciones y personas. Se trataba de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados –en dos oportunidades-, de importantes intelectuales de nuestro país y del exterior, y de instituciones vinculadas a la memoria del Holocausto. En todos los casos, hemos respondido con prudencia y llamando a una profunda reflexión sobre este caso.
    El prolífico escritor Martínez Zuviría fue durante un cuarto de siglo Director de la Biblioteca Nacional, y durante todo ese período –desde su despacho en el primer piso de la calle México 564-, impartió vehementes opiniones militantes de carácter discriminatorio. Su antisemitismo de combate fue notorio y no se limitó a sus novelas. El investigador Boleslao Lewin fue impedido de entrar a la Sala del Tesoro para realizar sus investigaciones por su condición de judío, y en forma humillante se lo limitaba a la sala general. Un modesto progrom se realizaba así en las instalaciones bibliotecarias. Lewin fue autor de decisivos trabajos sobre Tupac Amaru y la independencia sudamericana, revisando los archivos de la Inquisición en el Perú. Este investigador polaco exilado en la Argentina, dedicó su vida a estudiar la emancipación de nuestros países desentrañando la veta inquisitorial que subyace en la profundidad de nuestras sociedades históricas y que nunca deja de llegar largamente hasta nosotros.
    Martínez Zuviría, que escribía bajo el conocido pseudónimo de Hugo Wast, publicó novelas antisemitas, como Kahal y Oro, en las que cuenta una conspiración judía para apoderarse de Buenos Aires en 1950 con técnicas alquimísticas para fabricar oro y arruinar las finanzas capitalistas. Estos folletines, que en su momento contaron con numerosos lectores, tenían un ameno desarrollo basado enteramente en la superchería de los Protocolos de los Sabios de Sión, modelo esencial del relato conspirativo universal. A punto de ser traducida masivamente en la Alemania de los años 40, la novela es finalmente vetada por las editoriales nazis de la época pues tiene un final “medieval”. Una joven judía era redimida de sus pecados por el héroe cristiano. El nazismo, en su demasía absoluta, no coronaba sus propias pesadillas con este tipo de redenciones. Más comedido en sus afanes, podríamos decir que Hugo Wast pensaba en lo que Borges, con frase que tomamos de La muerte y la brújula, denominaba irónicamente un “progrom frugal”.
    Martínez Zuviría-Wast pertenecía a los sectores más reaccionarios de la Iglesia argentina y había negado la participación eminente y esencial de Mariano Moreno en la fundación de la Biblioteca Nacional hace exactamente 200 años, entonces llamada Biblioteca Pública de Buenos Ayres. Ya en la época de su presencia en la Biblioteca, abundaron las polémicas sobre sus opiniones y decisiones. El poeta César Tiempo, secretario de la Sociedad de Escritores de aquel momento, escribió un gran folleto sobre el tema, sin duda patrocinado por Leopoldo Lugones, presidente y fundador de la Sade. Esta institución era lindera a la Biblioteca y Lugones conocía bien a Wast. El autor de Lunario sentimental podrá ser cuestionado por muchas de sus opiniones políticas, pero supo en su momento repudiar dignamente la folletería antisemita surgida de espíritus curialescos y atrabiliarios.
    Otro gran escritor de la época –y de todas las épocas- Ezequiel Martínez Estrada, al observar el oscurantismo moral e intelectual al que estaba sometida la Biblioteca, en su magnífica obra La cabeza de Goliat (1940), escribió que todo parecía indicar que el busto de mármol de Mariano Moreno situado en la sala principal de lectura, estaba cabeza para abajo.
    Llegó el momento de poner a Mariano Moreno sobre sus pies. Estamos en fecha propicia. El actual nombre de la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional será cambiado esta semana por el de Ezequiel Martínez Estrada, escritor universalista de la condición argentina, inventor de formas narrativas y ensayísticas emancipadas, autor de estudios decisivos sobre el Martín Fierro, la pampa y la ciudad, Kafka y Montaigne y la turbada historia nacional, también partidario de una teoría de la lectura –la lectura conmocionante y curadora- que se entrelaza con las más modernas perspectivas de la crítica literaria actual.
    No tomamos exultantes esta decisión. Actuamos según la enseñanza spinoziana: No reír, no lamentar, no detestar, sino comprender. Así encaramos esta decisión necesaria y pendiente, reclamada por el parlamento y sectores plurales de la sociedad. Nosotros mismos la habíamos demorado por diversas consideraciones. No íbamos a responder al negacionismo con una ocultación de nombres y un desconocimiento de la ruda facticidad de lo histórico. Martínez Zuviría es parte de la historia de la Biblioteca Nacional –así lo atestiguan numerosos y no suprimibles indicios-, pero concluimos que no debe ser el nombre de una de sus salas principales.
    En efecto, como bibliotecario, Martínez Zuviría fue un tipo de erudito que tiene notorios representantes en la historia de la cultura, que unió archivismo y conspiración, bibliofilia e inquisición. Reconocidamente, se le debe la publicación de documentos capitales de la historia colonial argentina –que ya habían sido recopilados por el empeñoso sacerdote Saturnino Segurola y el polígrafo Pedro de Ángelis-, y la compra de la colección Foulché-Delbosc, uno de los patrimonios más valiosos de la Biblioteca Nacional. Nada de esto será desconocido, ni ignorado, ni olvidado. Al contrario, todo está a la vista, apto para la meditación y el estudio.
    Pero fuera del signo vital de las conmemoraciones, que son lo que una comunidad crea y recrea en lo más profundo del espíritu colectivo. El máximo tótem del antisemitismo argentino, expuesto como señal conmemorativa, ofende finalmente a quienes buscan de todas las formas posibles los nuevos cimientos para reconstruir una democracia avanzada, igualitaria y no discriminativa en la Argentina. No la habrá sino recogemos los signos dispersos del pasado para una nueva meditación convocante, para un nuevo juicio que piense serenamente desde tantas y múltiples heridas.
    Mucho deliberamos antes de tomar esta medida de justicia frente a la esquiva y difícil memoria nacional. Acudió repentinamente a nosotros la frase de Nietzsche en Zarathustra, dirigida a los comuneros de París en 1871: “no tiréis columnas, que volverán más seductoras a su lugar”. Pesaba también el hecho de ser justos con los nombres que invitan a reflexiones profundas sobre la existencia y la reparación de las vidas conculcadas, sin ser injustos con una complejísima institución nacional. Pero repentinamente, y al calor de estas épocas que invitan a construir nuevas columnas morales e intelectuales –con reconocibles dificultades a la vista-, como si resurgiera el espectro de Tupac Amaru desde las páginas de Boleslao Lewin, una voz de la historia susurró que había que reponer un hilo que uniera las partes rotas del memorial argentino y que sirviera también como un llamado reflexivo hacia nuestra vida cultural, hacia los lectores e investigadores y hacia los propios trabajadores de la Biblioteca Nacional.»
    Saludos.-

      1. Es cierto Quintín. Generalmente a H.G. no es fácil seguirlo, pero está vez estuvo claro, sin perjuicio que uno podrá o no coincidir con su decisión.-
        Martínez Zuviría, cuyas novelas leíamos cuando chicos, se equivocó profundamente en su postura con relación al judaísmo, y especialmente se equivocó como cristiano, muchos también erraron como él y costó -y costará- bastante reparar ese error.-
        Saludos.-

      2. En su extensa (aunque no para lo que HG acostumbra) nota, el autor desarrolla profundamente las razones que lo llevaron a eyectar a Martínez Zuviría del nomenclador de la Hemeroteca.
        Es difícil no estar de acuerdo con él. Es mas, creo que una argumentación aún mas breve hubiera sido suficiente para justificar el hecho, dada la torpeza de la escritura antijudía de Hugo Wast.
        Sin embargo el post que da lugar a todos estos comentarios cuestiona no esta decisión sino la de homenajear con la nueva denominación a quién utilizó términos descalificadores contra otro colectivo, en este caso nada menos que el conformado por las mayorías populares. Y que lo hizo en términos tan injustos y descalificadores, tan llenos de odio y discriminación que su nominación parece en realidad un homenaje a los que, como Martínez Zuviría, descalifican a las personas por su religión, sus características raciales, el color de su piel o su posición social.

        Por otra parte ni el post ni los comentarios posteriores disienten con la decisión de «deponer» a MZ. Por ello, no entiendo el comentario de Quintín cuando refiere a la tontería de no reconocerlo, salvo que se haya equivocado de sitio web.
        Ahora, HG le dedica apenas seis líneas de su exposición a ME. ¿Expresará ahí las razones «profundas y justas» que refiere Quintín. No me parece.
        Y menos me parece que haya que calificar de «tontería» a la opinión de quienes no acuerdan con uno, encima cuando no queda muy claro si el opinador entendió cual es el punto de disenso.
        A menos que lo de tontería sea una inocente expresión coloquial. En tal caso, y dicho con ese mismo espíritu coloquial, señalaré que me parece una imbecilidad no advertir que el post critica no la decisión tomada respecto de la memoria de Martínez Zuviría, sino su sustitución por Martínez Estrada.

  11. Simplemente quiero aclarar a los «compañeros» que, aunque el primer peronismo no se caracterizó por una comunión con los cenáculos intelectuales, no significa que haya sido un movimiento profundamente antiintelectual como se emperran en afirmarlo en sus textos Altamirano o Terán, al contrario de esto hubo una importante cantidad de intelectuales que respaldaron al gobierno, lo que ocurrió es que los sectores reaccionarios y liberales tenían el control de los espacios de consagración (Martinez Estrada claramente era un reaccionario, por más provocador que algunos lo vean). Si pensamos en tipos como Jauretche, Scalabrini Ortiz, Leopoldo Marechal, Manuel Ugarte, Elías Castelnuovo, Juan JOsé Hernández Arregui, César Tiempo, Alicia Eguren, Ramón Doll, Ernesto Palacio, Carlos Astrada, Astesano, Puiggrós, Jorge A. Ramos, José MAria Rosa, Manzi, Catulo Castillo, Discépolo, entre otros, se identificaron algunos plenamente, otros aproximadamente, no podemos quedarnos con la imagen de que el peronismo fue totalmente refractario al ámbito cultural.

    1. Sin duda, Omar Alberto.
      No fue totalmente ni parcialmente refractario al ámbito cultural.
      Sólo que no lo era al ámbito cultural que se expresaba en los suplementos dominicales de La Prensa y La Nación, o en la revista Sur.

    2. No es que los intelectuales no se hayan sentido identificados con el peronismo,lo que más bien ocurrió es que el gobierno peronista se olvidó de ellos, los relegó a las márgenes del movimiento y del poder.- Así Scalabrini Ortiz dirá que «Durante la época de Perón me tuvieron con la boca tapada. Es claro que mí obra tenía un precio: el precio que siempre pongo, la absoluta libertad para escribir y el gobierno de Perón hubiera sidom constantemente hostigado por mí, para bien de Perón y del país».- También Jauretche entendía que durante el peronismo estuvieron prohibido las ideas y el pensamiento que él profesaba, porque «la política pequeña del movimiento triunfante en el 45 no toleraba que llegasen hasta el pueblo los hombres que pudiesen tener alguna independencia» (Sigal, Silvia. Intelectuales y poder en la década del sesenta. págs.45 y sgts.)Y así también ocurrió con otros intelectuales vinculados al pensamiento popular.-
      Saludos.-

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