Crítica de la razón mediática

Hay que entender al blogueo como una actividad crítica por naturaleza. Su esencia, lejos de pretender complementar o desplazar al periodismo, es la interpelación. Lo que sigue no es más que es mi aproximación personal al tema, en el que toco de oído, sin otro propósito que el de tirar algunas puntas.

Todo texto interpela, bien, pero el del blog es el que más cerca está de haber sido creado con esa idea clara y explícita el mente. No en vano el tipo del post más efectivo es el contestatario, arte en el que nuestro Raúl Degrossi ha alcanzado la maestría. Esta especificidad, si se quiere, está determinada por el mismo formato de las bitácoras web. Cabrá en algún momento, y con más detalle, analizar si conviene definila como tal. Por ahora, cualquier pelotudo tiene un blog, es decir, quien quiera puede abrir uno y lanzar su proclama al mundo. Al mismo tiempo, o al menos típicamente, se habilitan los comentarios y se abre un ida y vuelta efectivo respecto a lo dicho. Como Gerardo y Mendieta señalaron en el programa de Mónica Gutiérrez, en los posts de un weblog se da una calidad de debate bastante diferente a «la cloaca» que conforman los comentarios de los diarios. Y esto sucede porque a los blogs «se va» activamente: los blogs no «van» al lector de diarios, que escupe en los comentarios lo primero que se le ocurre, si se gasta siquiera, cuando le es puesta frente a sí la noticia de turno. En ese sentido, la noticia periodística es «más arbitraria» que un artículo de un blog, en tanto ésta se le aparece a quien simplemente chusmea el «qué pasa», que está lejos de quien va a un blog a buscar la mirada particular y específica de alguien. Por caso, Maese Lula dirá que todo bloguero es un formador de opinión.

Precisamente por este último asunto es pertinente relativizar la idea de «lanzar al mundo una proclama» desde de un blog. Abrir una bitácora web y actualizarla con una entrada no arroja lo que decimos, por esa sola acción, a un ágora virtual que interpele a otros interlocutores. El ser virtual no es simbólico como el real; meramente es eléctrico. Bien podríamos crear un blog que nadie lea jamás. Dejando de lado tal perspectiva borgeana, debemos entender que el blogueo en toda su dimensión incluye muchas más tareas que la tradicional producción escrita, pero que también son escritura: enlaces por hipervínculos, comentarios en otros blogs, polémicas, desafíos, producciones conjuntas, en fin, una cantidad de acciones no necesariamente específicas, claro que definen al blogueo sintagmáticamente tanto como el periodismo lo construye en forma paradigmática. En otros términos, se crea una comunión, que no es otra cosa que la famosa «blogósfera».

Bien delimitado este espacio por oposición al periodismo de letras de molde, la función interpelativa de los blogs exhibe al desnudo. No es de extrañar, por tanto, que los medios tradicionales los encuentren obscenos. Alguien más versado en psicoanálisis deberá encargarse de la relación que esto guarda con, por ejemplo, la negativa pudorosa, sistemática, y sin mediar mayores razones, por parte de varios periodistas de La Nación Pablo Sirvén, Calos Reynaldo Roberts de sostener un debate, en las condiciones que más les plazca, con Gerardo y Diego F., respecto de la ya famosa leyenda de los blogueros a sueldo del Gobierno Nacional.

Pero hay más. Si el blogueo es por naturaleza un género crítico, el blogueo nacanpop, específicamente, es cartaabiertismo de base. La crítica, y a esto quería llegar, debe entenderse en su sentido más kantiano de poner límites a una cuestión. Pues bien, sucede que, para esta actividad, en la Argentina del desafuero posmenemista hay para hacer dulce. Con buena parte de la dirigencia política germinada a la sombra de la Rata, una generación a la que se logró convencer que era «desideologizada» tanto como se la podría haber convencido que no tenía glóbulos rojos, empresas mediáticas que durante la década en cuestión lograron convertirse en verdaderos monstruos tentaculares, y un general estado de soltada de mano por parte del Estado se tiene la receta ideal para el surgimiento de un movimiento reactivo. CQC, más Zeitgeist que cualquier otro fenómeno neoliberal vernáculo, abrevó de aquella sopa coyuntural en sospechosísimos buenos términos. El periodismo debe, pues, también ser puesto bajo el foco escénico. La prensa lleva ya el suficiente tiempo de desarrollo para ser comenzada a historizar. Crítica de la razón mediática.

El periodismo, profesión liberal por excelencia y por lo tanto portador ideológico del liberalismo por excelencia, no acepta tradicionalmente cuestionamiento ni límite alguno, entendido esto como puesta en duda de su legitimidad. Poco se le ha discutido a la prensa, fuera de los claustros y hasta hace relativamente poco, los alcances de sus juicios, criterios, elecciones y prácticas. Las nuevas tecnologías, entre ellas el blog pero no solo él, jaquean las torres de marfil en la que se supieron instalar las oficinas de las redacciones. No es casualidad que por estos días Twitter aún más que las bitácoras web cause tanto revuelo, en tanto genera una suerte de ágora virtual en la que todo periodista que se precie de tal debe estar (si está Barack Obama, cómo no van a estar ellos), pero al mismo tiempo en la que todo periodista se debe aguantar estar (véase el WSJ reglamentando un manual de comportamiento para Twitter). Cualquier pelotudo puede hacerse oír por un periodista con tan solo nombrarlo. Cualquier pelotudo puede putear, felicitar, apoyar, defenestrar o reirse de un artículo que escribió ese periodista. Y no solo lo leerá él, sino la cantidad de gente que lo sigue. No funciona más no publicar las cartas de lectores inconvenientes, filtrar llamados, editar testimonios callejeros, cortar del aire a oyentes groseros. Ahora hay algo a la vista de todos. Cualquier pelotudo busca «psirven» en Twitter y ve la masa crítica acumularse.

El rey está desnudo y pocos tendrán reparos en señalárselo. Más bien, todo lo contrario. A lo que asistimos, y he aquí lo que genera tanta desesperación, es a la caída, disimulada pero inexorable, de un verosímil periodístico. No es tarea del blog erigirse sobre los escombros de éste, sino meramente contribuir, como uno más de tantos fenómenos sucediendo hoy, a ese acoso de jauría a las pezuñas del dinosaurio –siguiendo una imagen alguna vez esbozada por Udi– que finalmente lo hará caer, dando posibilidad de desarrollarse a otras especies menos monstruosas, cabe esperar.

2 comentarios en «Crítica de la razón mediática»

  1. no lo agarro bien…me parece que mas que una critica es una defensa de «la razon mediatica»frente a los relatos tradicionales del periodismo que implican una postura pasiva del receptor mientras en lo mediatico(y por eso entre en su juego)tenemos una reaccion coactiva que moviliza nuestras mentes aunque a veces parece un dialogo entre sordos o,peor aun,se llegue a perder el nivel en el debate,rozando la ofensa o la groseria.

    1. No te entiendo, o mejor dicho, entiendo que decís lo mismo a ambos lados del mientras. Lo que sí entendí, por lo menos, es la primera frase y te respondo que no, no es una defensa, pero tampoco es la crítica en sí. Solamente está planteada. Y en particular, está hecho el planteo con respecto a un tema que más o menos tengo visto que son los blogs. Para el tema mediático en sí, y en toda su dimensión, hay carreras de grado. No me atrevería a hacerme cargo de tanto.

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