El grito sagrado

El texto siguiente fue publicado el 29/08/04, en pleno auge del blumberguismo. Aunque muy devaluada en números, la actual campaña por la «inseguridad» justifica la reiteración.

El jueves a la noche, en el acto convocado por el señor Blumberg y antes de la alocución del adalid de la seguridad, tres oficiantes de distintas religiones dirigieron sus edificantes palabras a la concurrencia. El hecho no merecería más que la distraída atención que le brindaron las crónicas periodísticas, si no fuera por la ocurrencia de uno de los predicadores.

Correspondió al rabino (su nombre pasó piadosamente desapercibido) ofrecer la propuesta más original del acto. Postuló un cambio en la letra del Himno Nacional: donde Vicente López y Planes escribió ‘Oíd, mortales, el grito sagrado, libertad, libertad, libertad’, el orador sagrado propuso cantar desde ahora ‘Oíd, mortales, el grito sagrado, seguridad, seguridad, seguridad’.

Sin duda influido por los desatinos que perpetraba el Coro Kennedy en ese mismo tiempo y lugar, el buen hombre no advirtió que su propuesta de letra no se ajusta a la música. Este dislate poético-musical no es, sin embargo, lo peor de su formulación.

Cuando la sabiduría popular dictaminó que los niños y los locos dicen la verdad, anticipaba el descubrimiento el inconsciente. Cuando éste, harto de inhibiciones, sale a la superficie, el hablante (cual un niño o un loco) revela la verdad profunda que lleva adentro. En este caso, el proponente plantó en la tribuna lo que piensan muchos de los concurrentes al acto, gente mayoritariamente de edad mediana para arriba y de condición socioeconómica ídem. La libertad es incompatible con la seguridad; sacrifiquemos la primera para gozar de la segunda. Por supuesto, se trata de la seguridad de ellos, la de quienes tienen asegurado el techo, la comida de hoy y de mañana y algunas otras comodidades de la vida.

Cambiar la libertad por la seguridad guarda una llamativa consonancia con la furia que expresó el señor Blumberg, unos minutos después, contra ‘los derechos humanos’, furia ruidosamente festejada por el público.

Se discute si el señor Blumberg es de derecha. El mismo se ha definido como ‘de centro, tirando a la izquierda’ (clara demostración de cómo se ha devaluado la palabra ‘izquierda’ después de frepasos, aris y otros experimentos por el estilo). Algunos apologistas de Blumberg lo definen como ajeno a la política. Lo que, en realidad, quiere decir que es un representante de ese ‘sentido común’ que, desde Gramsci, sabemos que es la simple expresión de la ideología de la clase dominante.

Por eso, en el movimiento que encabeza el señor Blumberg, lo peor no es él, ni siquiera algunos ultraderechistas asumidos que lo utilizan como mascarón de proa. Lo peor son los seguidores, los que se arremolinan frente a su tribuna y festejan con alborozo al que, como hombre cualquiera, los expresa en sus miedos y odios, los expresa en su sentido común. Lo peor es la ‘gente decente’, que bien gustaría de retirar del Himno las jacobinas invocaciones a la libertad y la igualdad, para cantar la gloria de la seguridad de las panzas llenas.

3 comentarios en «El grito sagrado»

  1. Perdone que le baje un poco el nivel a la cuestión, pero tengo que reconocerle una virtud al rabino Bergman.
    Es un tarado, y no lo disimula en lo más mínimo, como bien lo demuestra la cara de tarado que tiene. La sinceridad es una gran virtud.
    Saludos

  2. Coincido totalmente con Mariano en que el rabino Bergman es un tarado. Sólo un tarado no se da cuenta que los que lo invitan hoy a los actos de derecha a favor del campo y contra la inseguridad, son en un 90 por ciento antisemitas, que no dudarían en mandarlo a una cámara de gas si él osara pasarse de bando y hacer campaña para los Kirchner. Él cree que los usa para su campaña sionista pro masacre en Palestina, pero no, ellos lo usan a él para disimular su condición de dinosaurios.
    En otro nivel, tan tarados como Bergman son Vilma Ripoll, Claudio Lozano y demás progres que aguardan su ministerio en el próximo gobierno encabezado por la alianza pro/campestre. Bergman y ellos desaparecerán de los medios como por arte de magia cuando todo vuelva a la «normalidad».

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