Nicolás Casullo, con la agudeza que lo caracterizaba, señalaba insistentemente en los meses previos a su lamentada muerte la trampa que constituía el término «consenso». Por citar un ejemplo, en una nota de Página/12 del 20 de abril de 2008 decía que «el vocablo ‘consenso’, al parecer naïf, pero que hoy sirve para nombrar una suerte falaz de “mundo-todos-de-acuerdo”, pero mundo al que sin embargo le faltan todos los que no están invitados en esa mesa. Y donde tampoco sobreviven los temas “desaparecidos”, que ni siquiera parecen estar en la memoria de las cosas».
La trampa del consenso fue especialmente articulada en la Argentina para enfrentar, precisamente, la resurrección de ciertas disputas políticas. Disputas que eran realmente esos «desaparecidos» de los que hablaba Casullo en la vida política argentina de las últimas décadas. Como todo ente ideológico, cuando se vuelve socialmente útil se instala en todas las esferas de la sociedad, por lo que no solamente vamos a escuchar hablar de consenso en problemas de política nacional, sino también en internacional, espectáculos, deportes, etc. Se quieren sacar aquí algunas conclusiones útiles para pensar la política argentina a partir de la presencia mediática del término “consenso”. Se cree aquí que, en este sentido, el diario Clarín es representativo tanto de la vida mediática de la Argentina, al ser el diario de mayor tirada, como de las voces opositoras al proyecto nacional, por ser quien las articula en un discurso homogéneo. El siguiente cuadro muestra el promedio de apariciones diarias del término en el periódico desde el comienzo de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner el 10 de diciembre de 2007 hasta el día de hoy, día del bicentenario, 25 de mayo de 2010.
Algunas observaciones:
1) El concepto no es productivo en el primer tramo del gobierno de Cristina Fernández (cierto nivel inicial es esperable por la necesidad de cierto consenso de parte de un gobierno que recién asume). Tiene una crecida importante en marzo de 2008, que se repite intermitentemente (nótese que de este período es la publicación del citado artículo de Casullo), pero el auge principal se da a finales de junio (una crecida rapidísima que lleva al pico máximo de un promedio de casi seis apariciones diarias). Precisamente entre el 27/6 y el 6/7 el término florece en el matutino. Las fechas dan un idea clara de qué es lo que aglutina está creciente apelación al consenso: el 10 de marzo de 2008 se firmó la resolución 125/08, de retenciones móviles, y entre el 30/6 y el 5/7 se debatió en diputados, donde consiguió la media sanción, pero con menos votos de los esperados, lo que permitía predecir que no sobreviviría al senado. De hecho, el segundo gran protagonismo del término se da alrededor del 16 de julio, día de la derrota de la ley, con el voto no positivo del vicepresidente.
2) Se puede observar cómo el debate por las retenciones instala el tópico del consenso, que va a mantener una regularidad de apariciones mucho mayor de la que había tenido antes del conflicto. La apelación al consenso por parte de la oposición va a ser una constante durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, contrapartida necesaria de la intención de instalar la certeza de vivir en un régimen autoritario cuasi dictatorial, revestida del absurdo reclamo por una libertad de expresión supuestamente mancillada desde la Casa Rosada.
3) Hay un solo período en el que las apariciones del término vuelven al bajo nivel previo al conflicto por las retenciones: el que va de mediados de diciembre de 2009 hasta, aproximadamente, fines de marzo de 2010. Otra vez, el contexto no es azarozo: el 14 de diciembre de 2009 la presidenta presentó por Cadena Nacional el Fondo del Bicentenario, medida sobre la cual giraría una furiosa ofensiva opositora que intentaría acorralar al gobierno hasta dejarlo sin aire. La estrategia dejaba de ser la de proponerse como democráticos y pluralistas que apelaban al diálogo, sino el ataque directo destituyente. En este sentido, la instalación de una lógica del consenso resultaba improductiva. La edición de la revista Noticias del 5 de marzo de 2010 titula «Infantocracia», y señala la inmadurez de la clase política argentina. Lo novedoso es que, por primera vez, la oposición cae en la volteada, y es un claro síntoma de que la conducta absurdamente intransigente de las fuerzas opositoras ya no tiene legitimidad y aceptación. Lo que se hace evidente en el hecho de que se trata de un período de fuerte recuperación del kirchnerismo, creciendo vertiginosamente en las encuestas de imagen y generando multitudinarias manifestaciones a favor del proyecto nacional. Todo pareciera indicar que cuando el discurso instalado es confrontativo, crece el gobierno. Cuando es el del consenso, crece la oposición.
4) En las últimas semanas, como se puede ver, las apelaciones a la necesidad de consenso reaparecen en el escenario. Leo los titulares de Clarin.com de hoy, día del bicentenario. «También en el Tedeum oficial, la Iglesia hizo un fuerte llamado al diálogo». «Bergoglio: ‘El país pide un clima social y espiritual distinto'» (y allí en el copete se aclara que habla de la necesidad de «superar el estado de permanente confrontación»). «En medio de los festejos, Macri pidió ‘bajar el nivel de conflicto'». Evidentemente, la oposición se reacomoda en la postura que mejor le sienta, y mejores resultados le ha dado. Será cuestión de no permitir que vuelva a avanzar sobre esos términos.
Se pueden ver nítidamente, entonces, dos formas opuestas de entender la praxis política: como una correlación de fuerzas basada en la confrontación de ideales o como una permanente articulación de acuerdos y consensos. La revisión hecha indica que cuando se impone la segunda, las reivindicaciones del campo popular retroceden, y avanzan en cambio cuando la vida política se entiende en términos confrontativos. Esta observación no es un mero azar: la negación de una lógica confrontativa y el acento puesto sobre la necesidad de acuerdos implica la aceptación de una de las premisas ideológicas fundamentales articuladas por la lógica neoliberal en el mundo: la de la muerte de las ideologías. Si no existe una oposición básica entre principios, proyectos y voluntades enfrentados en virtud de reivindicaciones políticas que son irreconciliables con otras, la lucha de fuerzas se transforma en no más que un mezquino regateo por el reparto de fuerzas que obedece a ambiciones personales de poder de dirigentes ambiciosos y egoístas y no al intento de construir sociedades de signo muy diverso. Es necesario, entonces, reivindicar enérgicamente la existencia de ideologías opuestas irreconciliables que necesariamente van a luchar por el poder en una lógica política confrontativa. El estado de situación, profundamente injusto y desigual, debe ser conservado intacto para algunos, y para otros
-para nosotos- debe ser sometido a una transformación fundamental que defienda los derechos de los sectores más postergados y vulnerables. Quienes defendemos esto y quienes defienden aquello no podremos jamás conciliar, estaremos siempre enfrentados, confrontando, en veredas opuestas.
Es en este sentido que se plantea el escenario actual: en virtud de las reivindicaciones fundamentales de los derechos populares conseguidas en los últimos años por el actual gobierno nacional, la discusión se ha reinstalado y ha resurgido una confrontación real, entre los intereses de los sectores conservadores dominantes y las medidas progresistas y redistributivas de los últimos años, que vulneran sus intereses. La confrontación, entonces, no es un rasgo de carácter del matrimonio Kirchner, no es el resultado de una supuesta (y absurda) voluntad dictatorial. Es un hecho real, un dato de la realidad, es la existencia concreta de dos políticas enfrentadas.
En este sentido, es necesario pensar cómo se articula una matriz ideológica de condena moral de la lógica confrontativa. ¿Por qué se siente que la confrontación es siempre mala, peligrosa? El filósofo esloveno Slavoj Zizek, en una de sus conferencias en Buenos Aires, analiza el rechazo de la violencia como un síntoma fundamental de la cultura posmoderna y neoliberal. El hecho violento implica siempre una voluntad de transformación del otro, un intento de penetrar en la lógica del otro e intervenir en su vida. La violencia se encarna en el derecho y la voluntad de los seres humanos de interevnir en la vida de los otros seres humanos. Jamás será aceptada por una lógica eminentemente individualista, como es la de nuestro tiempo, en la que el derecho del sujeto sobre sí mismo como individuo aislado y autosuficiente, jamás entra en colisión con el otro, en la que el ideal es la no influencia mutua entre las personas. La violencia es una ruptura de nuestra frontera individual que invade el fuero íntimo, personal, aislado.
Es interesante ver que la política cultural del kirchnerismo y de los sectores de la cultura cercanos al gobierno han promovido en los últimos años una reconsideración de la lógica de la violencia, encarnada principalmente en una reivindicación de la militancia de los años setenta. Por dar algunos ejemplo, en este período ha florecido el cine, desde los subisidios del INCAA, que revisita el período de la lucha revolucionaria; La Gaby y Trelew, documentales que rescatan desde una retórica casi épica hitos fundamentales de la guerrilla argentina son, quizás, los ejemplos más sobresalientes. La reedición de La Voluntad, libro que es ya un clásico sobre el tema, en volúmenes más económicos y de mucha mayor tirada que en la impresión original, también es un síntoma en este sentido, así como los suplementos de José Pablo Feinmann en Página/12, la aparición de la publicación periódica Lucha armada en la Argentina y el discurso con el que se ha articulado la defensa de los derechos humanos, que se corre de la apelación instalada a una supuesta inocencia de los desaparecidos, como si la militancia fuera culpable.
No pretendo con esto reivindicar la posibilidad de sostener una lucha armada en la Argentina actual. La lógica imperante nos indica claramente lo contrario, tanto en el contexto argentino como en la forma del surgimiento actual de las izquierdas latinoamericanas. La violencia física no es el camino, y eso es claro y no se discute aquí. Pero sí es preciso revisar esta valoración de la violencia, porque su misma suerte sufre cualquier lógica de confrontación. Si las políticas se definen en términos de contradicción, necesariamente una debe vencer y por lo tanto imponerse sobre el otro, intervenir en la vida del otro. Si la resolución 125, por ejemplo, era confrontativa, y por eso peligrosa, era porque penetraba, invadía el terreno individual del sujeto agrario (en particular su bolsillo). Supuestamente, una lógica consensual implica un acuerdo mutuo en el que nadie impone su postura, y por lo tanto nadie se ve invadido por la intervención política del otro. El problema central de esta concepción, y se vuelve así a la necesidad de reinstalar la oposición ideológica, es que mantener al otro intacto, no intervenir en su estado de cosas, es necesariamente no provocar transformaciones sustanciales, lo que no podemos aceptar en una sociedad injusta y desigual, que necesita urgentemente ser transformada.
Se trata, entonces, de la confrontación entre la intangibilidad de los seres humanos y la necesidad de reconfigurar la sociedad de manera más justa y equitativa. Se trata, básicamente, de decidir entre el derecho de los poderosos de mantener sus privilegios y el derecho legítimo del pueblo de reivindicar las banderas de la justicia social, la equidad y la igualdad. El bolsillo de los que concentran la economía o la dignidad de los trabajadores. No nos dejemos engañar entonces con los cantos de sirena supuestamente democráticos del consenso, no aceptemos la imposición del diálogo con aquellos con los que no hay nada que dialogar y digamos que la confrontación legítima se plantea, entonces, en términos de ellos o nosotros.
la paz de Kant era la propia del mundo burgues en auge.Con la dialectica hegeliana pasamos a moverle el piso y hablar de tesis y antitesis.La dinamica de la confrontacion aparece en escena,aunque el racionalismo todavia imperante busca y confia en una sintesis.Esa dinamica y las crisis del capitalismo nos trajeron la violencia del siglo XX.En Argentina Aramburu y Udelpa quisieron lograra una sintesis entre peronismo y antiperonismo…Fracaso.El peronismo a su vez pretende ser una sintesis superadora entre los intereses capitalistas y de los trabajadores…hasta ahora exitosa.
Volviendo a la filosofia Sartre hablo de «las manos sucias»,es decir de la necesidad de ser violento para conseguir el cambio revolucionario.La propuesta de Ticruz,que defiende el punto de vista de los K.con la confrontacion como necesaria y fertil,se opone al consenso,pero lo entiende como un proceso pasivo,aburrido,debil,inoperante.Creo que se puede entender de otra manera.
Desde una óptica absolutamente peronista, no sé si puedo concordar con que el peronismo es una síntesis superadora entre los intereses del capital y los de la clase trabajadora. Con perdón de la óptica marxista (Puigross, entre tantos otros, no veía contradicción), no ha resuelto la lucha de clases, ni puede ser resuelta. La muestra está en que, cuando la correlación de fuerzas se inclinó hacia las tentativas revolucionarias y populares, el movimiento, la llamada «bolsa de gatos», estalló en mil pedazos. Ahora tratamos de recomponerla.
En cuanto a la posibilidad de entender el consenso de otra manera, es posible, aunque preferiría usar un término como «negociación». Porque no anula las tensiones del proceso, y porque no ha sido tan cooptado por ciertos sectores. Desde ya, nadie propone ese supuesto jacobinismo a la marchanta que nos endilgaba Asis hace unos años, pero tampoco asumir tan fácilmente ese «todos» que se porpone también a la marchanta como una síntesis imposible y, probablemente, indeseable. El Gran acuerdo nacional ya trae malos recuerdos, no le cambiemos el nombre por el de consenso para borrar las fuertes dicotomías políticas que mantienen las fuerzas de este país.
Cuando describís la realidad en base a modelos teóricos de pensadores en su mayoría muertos hace décadas y la realidad se amolda perfectamente a ese esquema… deberías tener cuidado.
Hegel nunca conoció a Peron. De haberlo hecho se hubiera dedicado a la horticultura luego de conocer a un hombre que podía deglutir tesis, antitesis, sintesis sin problema alguno.
No creo haberme basado en Hegel para decir nada, lo cíté una vez. Y de hecho en el artículo cito un filósofo contemporáneo. De todas formas, ¿qué debo entender? ¿Cada diez años hay que quemar los estantes de las bibliotecas? ¿O sólo cada cien? ¿De verdad se puede sostener que Hegel ya no sirve? De hecho, mirá a tu alrededor: la dialéctica del oprimido está por todos lados más viva que nunca. Si no no se explica el Monumento a los españoles.
En que estamos: violencia o no violencia? Hay una ambigüedad en el texto.
Esa reivindiación a la tangibilidad tambien vale para los otros. Se puede plantear dicotomias semejantes pero diferentes (republica vs vasallamiento instituciones, orden vs caos, etc), y reivindicar la accion directa, pero en sentido inverso al que tal vez estas procurando. Vale también?
No era mi intención ser ambiguo, al contrario. Hay dos preguntas distintas. 1) ¿la violencia es un camino para la vida política de la Argentina actual? No. De ninguna manera. Desde ningún punto de vista. 2) ¿La violencia es filosóficamente un mal en sí mismo, nunca reivindicable en ningún rincón del espacio y de la historia? Tampoco, eso es lo que intentaba poner en disputa. La violencia revolucionario es reivindicable enciertos contextos, y en particular en nuestro pasado.
Sobre todo, porque hay una trampa ideológica que expresa en parte Zizek y que hay que desandar: la lógica de la no violencia se pone por igual a la violencia física y a la verbal, a la confrontación armada y a la política. En la valoración ideológica que hagamos de uno y otro concepto, asociados como están, se juega la suerte de ambos, y por lo tanto la posibilidad de cuestionar una política basada en el consenso (porque también ahí está el problema, una cuestión es si consensuamos o no, y otra cosa si consideramos que el consenso es la política en sí misma, si es su base).
Por supuesto que esa tangibilidad también vale para los otros. Eso es lo que se da, precisaente, en un ámbito de confrontación. Pero esto merece una aclaración fundamental en virtud de nuestro terrible pasado histórico: no implica que vale todo. Hay derechos humanos, en principio.
Es curioso que se apele al No diálogo justo cuando el gobierno no tiene mayoria en el Congreso.
Pero además, quienes son Ellos? Clarin? las oposiciones varias? los que no reivindican la violencia? el establishment?
Y que es mejor una AUH por decreto ,que puede ser barrida por el próximo PE o una que salga por ley
y que la convierta en un derecho?
Si no dialogas con el que piensa distinto como lo podes convencer de que se sume al gobierno,que lo apoye,que lo vote?
Me da la impresión que con este tipo de planteos es imposible constriur una mayoria.
Son varias preguntas, respondo una por una:
1) Nada de lo dicho implica uan apelación al no diálogo. Sólo dice que dialogar no implica llegar a un acuerdo necesariamente, y que eso no es objetable. Si no, la democracia termina siendo el sistema por el cual un partido accede al poder por mayoría para gobernar según los criterios de la minoría que no pudo vencerla. Y la revisión de los hechos que muestra mi artículo demuestra que los momentos históricos no coinciden con lo que decís: esta apelación a la posibilidad de confrontar es muy anterior al 28 de junio pasado.
2) Coincido en que ese «ellos» es algo que se debe trabajar para dejar mejor definido. es complejo, como siempre fue complejo definir al gorilismo. Pero es no implica que no sepamos más o menos de qué se trata.
3) La verdad, de la AUH lo primero que me importa es que exista y que tenga el peso en la vida de los trabajadores que demustra estar teniendo, la cuestión de forma es secundaria. ¿aldría por ley? No sé por qué, pero tengo mis serias dudas.
4) Por supuesto hay que dialogar para construir una mayoría. pero mayoría es la mayor parte de la población, no toda la población. No se puede convocar a todo el mundo, ni se quiere hacerlo, y hay sectores con los que la única lógica posible es confrontativa.
y me falto el comentario psiologico y sus consecuencias «pedagogicas».Debemos ser coherentes:el respeto por el otro no significa avasallarlo,no da derecho a la violencia,porque mas bien lo destruis.El secreto de una buena relacion humana es desarrollar en el otro lo que puede dar y no pretender de el lo que no puede dar.Por ese camino fracasamos.Y esa consideracion es la base de la democracia y nos aparta del autoritarismo.
En cuanto a este comentario, podría decir que estoy de acuerdo, aunque con uan colección de matices que habría que charlar más en detallle, donde probablemente aparezcan las diferencias. Perdámosle el miedo, por otra parte, a la lucha. Competir por el poder no es avasallar al otro, es disputarle capital político. E incluso se puede pretender arrancárselo por completo. Esa es la arena en la que jugamos, no habrá que tenerle miedo. Si el otroe s políticamente representativo, logrará mantener el capital con le que cuenta. Si no, no tiene por qué.
ticruz:
No tengo dudas de la lucidez de Nicolás Casullo, cuya desaparición nos deja sin una voz que siempre supo, comprometiéndose con las luchas populares, no doblegarse ante los poderes, cualquiera que fueren ellos a cada rato me pregunta sobre lo que pensaría sobre distintos hechos de nuestra actualidad.-
Y el mismo Casullo refiriéndose al populismo, nos ha advertido sobre los peligros de la confrontación permanente y escribirá que “…la fundamentación de lo político sólo desde el conflicto y la contienda como señal sustancial y constante, que no tiene mayores reaseguros en cuanto a las violencias que pueden desencadenar, y por ende establecer una brumosa frontera entre política y guerra social potencial” (En: Las cuestiones. FCE. Bs. As. 20907. Pág.227).-
Tu post parece indicar en parte una reivindicación de las luchas de los 70, pero no debes olvidar que tal reivindicación por el gobierno ha sido totalmente acrítica, olvidando que la violencia de esos años ha sido muy bien criticada desde la misma Revista Lucha Armada que citas. Recuerdo entre otros artículos el de Héctor Schmucler, Notas para recordar la revolución, (nº 3) donde nos recuerda que “el revolucionario actúa como profeta pero no acepta que lo es y por eso no cree en Dios. Lo remplaza. Cuando ya es Dios, cuando ya es origen de las profecías, usa su ilimitada libertad para instituir el mundo, pero cree hacerlo en nombre de un destino al que sirve. Por eso no se siente responsable de sus actos.” Que es la forma como los Kirchner reivindican la militancia.- También los artículos de Pilar Calveiro, en el número 4, y las notas sobre la polémica originada en la carta de Oscar Del Barco, sobre el “no matarás”.-
También José Pablo Feinmann critica a esa militancia “Cuando la elite se aísla de las masas, pierde su corazón, sólo se queda con su cabeza”.- Al aislarse de las masas se llega al vanguardismo, la soberbia, el descalabro ideológico y el extravío. La izquierda peronista –dice- conocían mal al pueblo peronista, pero “los Montoneros lo conocían peor: “Matar a Rucci fue el paradigma de ese desconocimiento. Estaba mucho más cerca del pueblo peronista Rucci negociando con Gelbard y Perón la Ley de Contratos de Trabajo que los iracundos Montoneros asesinándolo.” – (En: La sangre derramada. Ensayo sobre la violencia política. Ariel. Bs.As. 1999. págs. 89/90.-)
No todo puede ser confrontación, ya sabemos lo que nos ocurrió cuando la sociedad reivindicó a la violencia como partera de la historia.- ¿Qué hacemos con los «ellos», con los «otros»?
Saludos.-
Estoy plenamente de acuerdo en casi todo, aclaro algunas cuestiones que no tanto, o que se e entendió mal.
Por supuesto que nadie propone sólo violencia, ni sólo confrontación. No es lo que propongo yo, ni mi artículo, ni mucho menos el gobierno nacional. Sí en realidad sectores de la oposición, desde Duhalde a Carrió. Lo único que yo trato de decir es que la confrontación en determinadas circunstancias es legítima y no hay que rechazarla de plano ni valorarla siempre negativamente, como se hace. Nada más.
Coincido con esos cuestionamientos. Algunos más que otros, desde ya (los de Calveiro nunca me resultaron muy seductores, por ejemplo). Le respondo a Schmucler con el artículo de Lukács sobre el revolucionario como héroe trágico: el que se hace cargo del otro cargando con la responsabilidad de equivocarse. En la película de Olievr Stone hay una frase de Chávez en ese sentido muy impactante.
No creo que sea como vos decís el tipo de reivindicación que los K hacen de los ’70. Me parece que se trata, sobre todo, de una reivindicación tímida que no puede llegar a un estado crítico porque todavía está en pañales. Sobre todo, porque partimos de muy abajo, los ’70 fueron muy olvidados en la vida política argentina.
Y ojo, estoy de acuerdo con las críticas, y también creo que hay ahí un momento historico a reivindicar fuertemente. Nunca estuvimos más cerca de la revolución que el 25 de mayo del ’73, y lo que lo rodea no es para rechazarla tan rápidamente.
ticruz:
Yo también entiendo que el conflicto hace a la vida en democracia, por eso los sistemas autoritarios impoponen el orden, acallan las voces críticas, persiguen a los disidentes, eliminan las organizaciones de la sociedad civil, etc. Pero el conflicto no implica la violencia y si a veces la provoca siempre se la debe rechazar.
Disiento totalmente con vos en lo referente a la cercanía de la revolución el 25 de mayo de 1973, eso que vos crees es lo que magistralmente ha estudiado Hugo Vezzetti e identificado como el «imaginario de la revolución», imaginario que se lo creyeron tanto los revolucionarios como los contrarevolucionarios y ya sabemos en que terminó todo. Presumo que has leido los artículos de Vezzetti en Lucha Armada y Punto de Vista y sus dos libros publicados por siglo XXI, en su defecto, adelante.-
El 25 de Mayo de 1973 triunfó la resistencia peronista, iniciada en 1955, y que en parte derivó hacia las organizaciones revolucionarias cuando Perón, que se había alejado de W. Cooke especialmente cuando este se acercó a la revolución cubana, se vistió de socialista, pero antes del triunfo camporista, ya todo estaba cocinado en el sentido que le dió Perón a la revolución con su regreso.La crónica de Alberto Lapolla sobre esos años: Kronos: Historia de las luchas y organizaciones revolucionarias de los años setenta, es indicativa sobre los propósitos de Perón y el acuerdo que éste había llegado con Lanusse por intermedio de Gelbard.- Igual el tema es muy interesante y merecería un buen post.-
Saludos.-
Francisco:creo que Peron tambien esta muerto.Cuando cito filospfps es porque expresaron ideas major que yo y aunque te cueste aceptarlo todavia algunas surven y tienen vigencia.En la historia ubiversal Peron es un poroto al lado de Hegel.
tener cuidado es tener respeto.de otro modo funciona como amenaza.
Sí Isabel. No se quien sos, donde vivis ni cuanto calzas. Pero de algún modo te estoy amenazando.
Tenían entre 5 y 9 años, y sus padres decidimos que tenían que dejar de solucionar sus asuntos a los golpes o por intermedio de nosotros. De modo que empezamos a responderles «pónganse de acuerdo». No funcionó, apenas enriquecimos el vocabulario de sus gritos: – «¡Ponete de acuerdo!» – «¡No, vos ponete de acuerdo!»
Nos tomó algún tiempo explicarles que para ponerse de acuerdo, alguien tenía que ceder. Finalmente lo entendieron, pero tampoco funcionó: los más chicos terminaban cedíendo siempre y la más grande nunca.
Creo firmemente en ponerse de acuerdo, cuando se puede. Pero generalmente no se puede, cada uno trata de imponer su punto de vista.
Cuando ponerse de acuerdo falla, creo firmemente que la solución es la negociación: yo cedo en esto que a vos te resulta muy importante y a mí no tanto. A cambio, vos cedés en esto que yo considero principalísimo y vos considerás secundario. Vos me votás este proyecto mío, a cambio de que yo te vote este proyecto tuyo (teniendo siempre en cuenta la importancia relativa que le damos cada uno a estos temas). Esa es la única forma práctica de avanzar solucionando entredichos.
El sistema requiere, como condición absoluta, que esos desacuerdos no sean simultáneamente el centro de los intereses o de la ideología de ambos bandos. Es decir, en temas económicos no funciona entre comunistas y neoliberales.
En general, las preocupaciones básicas de los peronistas son sociales y económicas, mientras que los radicales tienen preocupaciones centradas en lo institucional y lo legal. Entonces – en teoría – no debería ser tan difícil para los peronistas ceder en ciertas pretensiones legalistas de los radicales, a cambio de que éstos cedan a ciertas ambiciones sociales de los peronistas.
Esa solución no es la más generalizada por dos razones: en primer lugar, entre nosotros la política es vista como un enfrentamiento total, en que casi tan importante como lograr nuestros objetivos es derrotar a nuestros adversarios; de modo que la acción política se convierte en negación del otro. En esas condiciones es muy difícil avanzar en acuerdos de canje.
El otro problema es que, junto con este arte de la negociación, suele desarrollarse tanto o más rápidamente uno muy asociado a la misma técnica: el negociado. «Te cambio esta ley que necesito por un beneficio para vos y tus amigos.»
Cuando no hay otra solución, cuando no funciona ni el acuerdo ni le negociación por escalas de intereses, la solución que funciona es la más obvia, la que actualmente predomina entre nosotros: la regla de la mayoría. «Tengo un diputado más y un senador más que vos, así que me quedo con todo y vos con nada.»
Marcelo
Me parece que los primeros dos párrafos de tu respuesta van un poco en desacuerdo con lo demás.
El respeto de los radicales por las instituciones es una vieja farsa de la Argentina que no tiene pies ni cabeza y que es funcional a meter al peronismo en la vieja dicotomía reaccionaria de civilización o barbarie. Basta ver un congreso de la FUA (donde además de gobernarlo radicales, lo gobiernan los radicales supuestamente más cultos, porque son los de nivel universitario) para ver que esa institucionalidad es una mentira.
No digo que los radicales respeten las instituciones, sino que el centro del mundo para los radicales es la política, las instituciones. La política se agota en sí misma. No les importa mucho si el resultado de su institucionalismo es la injusticia social, o que se detenga el crecimiento económico. A los radicales les importa alcanzar el gobierno, si se puede, tratando de conservar las formas. Su política económica no les importa, ponen a Pugliese o a Cavallo, les da igual, porque ese no es el centro de sus intereses.
En fin, les interesa la política, apostrofan a los demás en nombre de las insticiones. No actúan para conseguir resultados palpables a nuvel comunidad, actúan para conseguir resultados políticos para ellos y resultados institucionales para el país. En ese orden.
Marcelo
cuidando que la mayoria no se logre por compra-venta…
En ese caso deja de ser la regla de la mayoría, y pasa a ser la aberración de la negociación, descripta en el párrafo anterior. O, más bien, la deformación de la negociación se transforma en la aberración de la regla de la mayoría.
En cualquier caso, el riesgo siempre es la deformación de un principio de resolución de conflictos, trasnformando un conflicto de intereses o de idelogías en una mercancía. Incluso en el caso del idealizado consenso.
Marcelo
El discurso sobre el consenso tuvo un episodio dramático en el voto de Cobos. Éste había exigido que la salida de la crisis se lograra por “consenso”. Ahora bien, para votar «sí», evidentemente no había consenso, ya que el sí ganó por sólo tres votos en Diputados y empató en el Senado. Pero Cobos no sólo no votó «sí». Cobos votó «no».
Para el «no», ¿había consenso?
Marcelo
Absurdo, concuerdo plenamente. Como corresponde teniendo ambos un nick gauchesco.
¿Curioso, no? ¿Provocaré mucho si digo que martín Fierro hubiera votado la 125?
Martín Fierro no hubiese estado en el congreso, si el viejo vizcacha, que seguro votaba sí.
¿te la das de represor Francisco,o es una joda?
ticruz:ya pase la decada del 70 y sufri la represion,no le temo a la lucha,si a mi conciencia.
«La violencia física no es el camino, y eso es claro y no se discute aquí. Pero sí es preciso revisar esta valoración de la violencia, porque su misma suerte sufre cualquier lógica de confrontación. Si las políticas se definen en términos de contradicción, necesariamente una debe vencer y por lo tanto imponerse sobre el otro, intervenir en la vida del otro. Si la resolución 125, por ejemplo, era confrontativa, y por eso peligrosa, era porque penetraba, invadía el terreno individual del sujeto agrario (en particular su bolsillo). Supuestamente, una lógica consensual implica un acuerdo mutuo en el que nadie impone su postura, y por lo tanto nadie se ve invadido por la intervención política del otro. El problema central de esta concepción, y se vuelve así a la necesidad de reinstalar la oposición ideológica, es que mantener al otro intacto, no intervenir en su estado de cosas, es necesariamente no provocar transformaciones sustanciales, lo que no podemos aceptar en una sociedad injusta y desigual, que necesita urgentemente ser transformada».
Yo creo que ese párrafo es el mejor resumen del texto.
La vida en sociedad la va de una dinámica constante e incesante de derechos que, ejercitados todos al máximo, llevados todos a su plenitud, derivarán inexorablemente en choques, pujas, fricciones, dialécticas. Porque es imposible que todos se puedan llevar todo lo que, en ideal, les correspondería. En algún momento, dos, o más, querrán lo mismo.
Y no es nada raro, es la razón de ser del estado de derecho. El derecho laboral, por ejemplo, se nutre de esta dinámica: conflicto – ley – conflicto. De no anteceder el conflicto, las regulaciones no tendrían razón de ser. Es muy antojadizo suponer que se puede prever en las normas el devenir social a futuro de un modo perfecto e inalterable. Cambia, todo cambia, y juegan los deseos y las necesidades.
Negar la violencia en el sentido que la pretende reivindicar el texto, es negar la democracia. Con todo lo extremista que pueda sonar el enunciado.
Me explico: No nacemos en la igualdad, y eso condiciona y determina el modo en que vamos a poder desarrollar los derechos que en teoría, solo en teoría, todos tenemos por la perorata de que todos nacemos iguales y demás. La desigualdad es norma. Ahora, uno puede asumir que eso es normal, natural, y entonces no hará nada, asumirá que debe dejar que todo se desarrolle tal como está, lo que en los hechos significará operar directamente en favor de quien se halla en mejor posición.
Del otro lado, uno puede revelarse contra lo actual e intentar irrumpir en esa realidad, operando para cambiarla. ¿Que nos hace suponer que quienes vienen siendo beneficiados por un estado de cosas determinado, van a aceptar feliz y tranquilamente que alguien venga a querer cambiar un negocio que les está dando resultados? La violencia, vale repetir que siempre entendida en el sentido digamos poético del término, es inevitable.
La disyuntiva es evitar la violencia y que todo permanezca inalterable; o entrar a interpelar esa realidad. Una necesita de la otra, indefectiblemente. En el disgusto que se siente por una de las alternativas, está la razón de ser de adherir a la otra. Y he ahí, digamos, Conservadores y Progresistas. Por llamarlo de alguna manera, muy livianamente, y sin el más mínimo rigor de profundidad, pero es así que yo me lo explico en líneas generales hasta que tenga el tiempo que tuvo Marx para ponerme a teorizar.
Saludos.
Me encatnta tu respuesta, me parece que evidentemente estamos pensando en la misma sintonía. Agrego algo en la misma línea: florecieron en este post los textos que sostienen que la violencia actualmente no es el camino. Cosa en la que estamos todos de acuerdo, pareciera. Cuando uno se ocpua tanto de defender algo que nadie discute, ahí hay un síntoma. Evidentemente hay otras cosas que están cayendo en la volteada, que vuelven ciertas afirmaciones tan incómodas.
ticruz y Pablo D:
Me parece que si estamos de acuerdo en rechazar la violencia física, tendríamos que hacer un esfuercito y eliminar la palabra violencia, usando por ejemplo confrontación.- Es perfectamente entendible la postura de que se debe serguir transitando el camino necesario para eliminar las desigualdades e injusticias, pero la palabra violencia, especialmente en nuestra sociedad, que la experimentó de distintas formas desde demasiado tiempo, trae demasiados malos recuerdos, especialmente para quienes tenemos algunos años más, además de que lamentablemente siempre parece estar ahi, como esperando, y todo los días vemos como se reacciona violentamente ante distintos acontecimientos.- Utilizar la palabra violencia y luego tener que explicar a que nos referimos no me parece muy inteligente.- La experiencia de la violencia que sufrió nuestro país sí debe estar siempre presente en nuestra memoria como una luz roja que nos ayudará a que lo que contruyamos perdure: lo que se consigue con la violencia, luego cuando la ruleta de la historia gire nuevamente, es muy probable que se pierda y vuelva a poder de los antes derrotados.-
Saludos.-
lo que Pablo D confunde es la desigualdad natural con la desigualdad legal-social.Por supuesto que todos somos distintos,pero de lo que se trata es de lograr la iguadad de oportunidades y derechos.Y esa es la base de la democracia real.
Tampoco conviene confundir violencia con movimiento y aun con agresion.Las tendencias naturales del ser humano pasan a ser destructivas cuando las frutraciones del medio social desesperan al sujeto.
En cuanto a lo que recuerda Daio tambien me preocupa tomar al «nunca mas»como luz roja para los queremos el cambio social,incluso sugiriendo que se «puede dar vuelta la tortilla».Para algunos nunca mas significa no se volvera a reprimir como se hizo;para otros significa no pretendan volver a la guerrilla o al accionar armado.
Justamente contra lo que dice Daio es que quiero polemizar, si se me disculpa lo frontal del asunto. Reconozco que la violencia no es el camino hoy, en este espacio y en esta circunstancia. Justamente lo que no quiero es eliminar a la palabra violencia del mapa. Por eso no quiero renunciar a ella, ni cambiarla por otra, como Daio sugiere. Porque además, no estoy tan seguro de que la mirada retrospectiva resulte tan negativo como sostiene: la violencia nos dio la independencia, la revolución cubana, Campora, entre otras muchas cosas que juzgo positivas. Coincido con la interpretación de isabel del nunca más, plenamente. Yo estoy entre los primeros, creo entender que ella también.
Ticruz: Bien, ya quedó más claro: «la violencia no es el camino hoy…», siempre queda abierta esa posibilidad para vos. Una postura.
Recuerdo que si bien la violencia nos dió a Cámpora, también nos dió a López Rega y compañía, que a su vez nos dieron a Videla y lo que ya sabemos.-
Isabel:
El «Nunca más» fue un nunca más a la violencia política cualquiera que fuere el orígen de la misma y fueren sus autores. Nada tuvo que ver con el progreso, con el cambio y el seguir intentando disminuir las desigualdades sociales.-
Saludos.-
la violencia no puede»borrarse del mapa»asi como asi.Estamos lejos de su desaparicion,pero existe tambien la posibilidad de un dialogo,de aprender a escuchar,de ser mas racionales y a la vez odiarnos menos.