Restos de asombro. La democracia como inseguridad

Por Luis Wainer

El asombro en democracia guarda siempre un resto para mostrarse en situaciones puntuales, donde la cuerda se tensa porque no hay mucho más tiempo para buscar soluciones conocidas, que se sabe ya no funcionan o funcionan para en breve dejar de hacerlo. Porque cuando determinadas acciones regulares, aún desestabilizadoras se convierten en esperables, repetidas y pagan poco a sus mentores, es necesario entonces quemar ese ahorro que se guarda el asombro. Hay que gastar ese ahorro que estaba tan bien guardado, tanto que lo habíamos perdido de vista.

Las coyunturas políticas tienen eso: uno se acostumbra rápidamente al tiempo que le toca y olvida que lo que se acomodó como patrimonio de otro tiempo, rápidamente puede ser sustancia de este. Como  una síntesis de lo virtuoso de la democracia y de los peligros que conlleva, cuando su mapa también lo habitan grupos de poder con o sin legitimidad. Los treinta años de democracia representan un cúmulo profundo de tales síntesis entre los poderes formalmente legítimos y aquellos que se han legitimado por su propio poder de presión. Y el problema es que cuando estos últimos presionan con éxito reconocen su verdadero poder y pueden ostentarlo.

Eso tiene que ver con la democracia, no como concepto sino como acción y cambio. Quizás el contraste que anunciaba ayer ese riesgo de la pantalla partida entre el discurso de la presidenta y una potencial secuencia de situaciones de saqueos y violencia, es la democracia en toda su dimensión. No porque esencialmente la democracia sea acción de gobierno y caos, sino porque nos ofrece en algunos momentos, todas sus posibilidades, incluso cuando lo que nos muestra también son elementos que reposan en sus márgenes y rozan con lo antidemocrático; sus extremos, sus peligros, sus consensos antinaturales, sus engaños, su imposibilidad en tanto regulación de lo diverso. Y la reserva antidemocrática en el discurso democrático.

No creo que no haya sustrato sociológico, económico, político e histórico para dotar esos peligros de otras argumentaciones, ni que la extorsión política y policial no engrane con demandas latentes más o menos legítimas; digo que además podemos ver, más allá de tales argumentos, cómo la democracia puede presentar en una irreconciliable pantalla partida toda la evidencia de que el consenso sobre una forma de gobierno -en el mejor de los casos- es un conflicto más o menos permanente en el cual conviven situaciones nada democráticas. En ese juego hay poder y el poder va tirando más fichas sobre el tablero.

Ahí es cuando el asombro pasa a cobrar, porque supo volver a la escena. Se guardó, armó juego y jugó: recupera la acción, arma agenda y gana terreno sobre lo tradicionalmente impensado y lo que se empieza a pensar. En la democracia que conocemos aquello inesperado se convierte muy rápidamente en categoría de uso común. En estos días las fuerzas policiales por múltiples motivos corrieron el límite del asombro. Claro que ese límite no lo empujan solas. Entonces uno tiene la obligación de forzar un relato con más elementos que los epocales. Quizás se complejiza la democracia en esa acción, quizás corra riesgos.

Las fuerzas policiales mostraron las armas para guardarlas. Mostraron lo que puede suceder cuando las armas se tienen y cuando las armas se guardan desafiando el monopolio estatal. Con todo lo que implica una acción de tal envergadura que es capaz de generar tal pánico y su posterior reclamo de acción por parte de los asustados: esas armas que se guardan, esa escena que se muestra vacía y que la sociedad estaría reclamando que rápidamente vuelvan a ocupar. Valiosa expertise para relegitimarse ante una sociedad que no muestra orgullo por sus fuerzas de seguridad, aun cuando las quiera siempre cerca y actuando.

15 comentarios en «Restos de asombro. La democracia como inseguridad»

  1. Hola, Luis

    Un interesante enfoque: la democracia es inseguridad. Es puja de poderes, es desequilibrio porque siempre se está moviendo. Como estado de las cosas, no puede ser segura ni estable. Una dictadura sí puede ser una estado de cosas seguro y estable.

    La encrucijada (o una de las encrucijadas, mejor dicho) está en que las personas reclamamos y necesitamos una seguridad básica, en todos los aspectos de nuestras vidas (no sólo esa seguridad de la que se ¿ocupan? las fuerzas policiales), cuando, al mismo tiempo, el propio sistema democrático necesariamente es inestable. La cuestión es cómo se conjugan ambas cosas.

    Saludos.
    Esther

    PD: Isabel, acuerdo con vos…

  2. La percepción de alguna gente, que puede atribuir erróneamente la inseguridad al sistema democrático, tiene que ver con la veta «abolicionista» de algún progresismo.
    Ahora seguramente lo vamos a ver en su máxima expresión en el proyecto de eforma del código penal, pero ya lo veníamos viendo en la praxias de jueces y fiscales, y en la caprichosa interpretación de normas.

  3. Y sobre la policía, «nadie» vió cómo se fue corrompiendo con el correr de los años. Ni que las comisarías se licitan.

    Ni la complicidad con los empresarios y funcionarios corruptos que ya eran cosa vieja en tiempos de Cromagnon. Nada.

    Y hoy resulta que «el rey está desnudo» porque los polis decentes quieren plata honesta.

    Bienvenidos al mundo real.

  4. Hola, Mariano y David, si ambos se refieren a mi comentario: entiendo que Luis está colocando el acuartelamiento policial dentro de una idea más general.

    Es en ese marco, el que por lo menos entendí yo, que escribí:
    «Un interesante enfoque: la democracia es inseguridad».

    En el segundo párrafo lo aclaro en el segundo paréntesis.

    Uma democracia segura, en estos términos, vendría a eer un oxímoron, tanto como lo es una vida segura.

    Saludos.
    Esther

    1. Hola, Esther:

      La vida es insegura por naturaleza.

      Alguien dijo: «La vida es lo que nos pasa mientras hacemos planes»

      Sin embargo hay sistemas políticos democráticos que son en general mucho más seguros que los países inestables, subdesarrollados, y ampliamente permisivos con el delito (tanto el gubernamental como el de los ciudadanos individuales y/o bandas violentas, y que a veces se asocian y/o confunden).

      También hay dictaduras en las que es aconsejable portarse bien (China, Corea del Norte, Cuba, Irán). Allí existe la pena de muerte sumaria.

      Ningún hincha de fútbol (ni nadie) cortaría una calle y mucho menos rompería un Mac Donalds (o tal vez se llame Lin Xiao Donalds) en China.

      El oxímoron sería, a mi modo de ver, la conjunción entre la democracia débil y corrupta y la seguridad ciudadana.

      Ayer escuché a una persona muy relacionada con instituciones sociales que me dijo: «Estamos alertas para alrededor del 20 por un posible pogrom contra los negocios chinos».

      La sola palabra «pogrom» me dejó helado.

      1. David, seguimos sin entendernos,jaja.

        Hablo de un sistema seguro en términos de que no es solamente un sistema donde no haya «delito»; es también un sistema donde tengas seguridad en el trabajo, en la empresa, en las diversiones, en la educación, en la cultura, en lo moral, en la salud, en la tecnología, etc. Por eso, una democracia, en tanto sistema que representa adecuadamente una sociedad, nunca puede ser segura porque, como bien decís, la vida es insegura y lo es porque es cambiante y está en continuo desequilibrio con el entorno.

        Una dictadura ofrece mayor seguridad en cualquiera de los ámbitos porque fija esa aleatoridad, esa mutabilidad, ese desequilibrio que tiene toda sociedad por estar constituida por seres vivos. La fija (la destruye, entonces).

        Con respecto al resto de tu comentario, se refiere justamente a lo que digo aquí:
        «La encrucijada (o una de las encrucijadas, mejor dicho) está en que las personas reclamamos y necesitamos una seguridad básica, en todos los aspectos de nuestras vidas (no sólo esa seguridad de la que se ¿ocupan? las fuerzas policiales), cuando, al mismo tiempo, el propio sistema democrático necesariamente es inestable. La cuestión es cómo se conjugan ambas cosas».

        La cuestión está en cómo se resuelve la encrucijada entre la inseguridad normal de una sociedad viva (y por ende desequilibrada, cambiante, compleja) con la necesidad de cada individuo de una cierta seguridad (de una cierta estabilidad).

        Acuerdo con que, en cuanto a seguridad ante el delito, hay democracias que han logrado sistemas mucho mejores que los nuestros. También acuerdo con que hay un problema de corrupción importante; una red que conecta el delito, la policía, el poder judicial y el poder político. No es que esto sea nuevo, es viejísimo; tampoco es algo que hayamos inventado los argentinos. El caso es que estamos en una situación más conflictiva (mucho más) que en otras épocas porque el dinero que se mueve es enorme y las redes son internacionales.

        A mí también me espanta la palabra «pogrom». Buena parte del miedo que tengo (y del que no puedo terminar de salir) es el haber observado cómo se destruye la «civilización» en apenas unas horas. De pronto hay personas, en las redes sociales, llamando a armarse y matar a cualquiera. De pronto aflora con toda fuerza la discriminación, la xenofobia, el racismo. Esas cosas que los argentinos solemos presumir de «no tener», pero que sí tenemos. Aparece el «negro de mierda» como culpable de todos los males. Leí que está dando vueltas un juego on line para «matar saqueadores».
        Nunca como en momentos de crisis se necesita más el que seamos responsables. No sólo los políticos, los jueces y los uniformados con armas, también todos los integrantes de la sociedad.

        Saludos.
        Esther

      2. Esther:

        Coincido contigo en la amplitud del término «seguridad».

        Sucede que los sucesos de los últimos días están más ligados a lo delictual que a lo laboral, o educativo, o lúdico, salud, tecnología, etc.

        Saludos.

  5. menos mal que David no penso en el modelo de la democracia:EEUU.Decir que la vida es insegura por naturaleza es percibirla como un hecho biologico y primitivo.Su relativa verdad,dada la presion del tiempo,olvida que la civilizacion y la cultura,que avanzan dificultosamente pero avanzan tienden a asegurar las condiciones de vida,si no para todos,cada vez a mas personas.Y ese es el sentido de la politica tambien.Lo que ocurre es detras de las aseveraciones siempre existe una vision filosofica-antropologica que responde a cuestiones de base como las caracteristicas humanas o de las leyes o de los gobiernos y sobre la relacion posible entre igualdad y lbertad.

    1. De acuerdo con David. Es mas facil controlar la seguridad en dictaduras como las que mencionó. Pero tambien se puede hacer, y se hace en muchos lados, en democracia.

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