Artepolítica https://artepolitica.com Artepolítica es un blog colectivo. Los que lo hacemos estamos interesados en la política, la economía, el periodismo y toda aquella disciplina que opere, constituya y modifique la esfera pública. Deseamos que sea un espacio de intercambio y debate crítico para pensar nuestra Argentina y nuestro mundo. Estás invitad@, <a href="http://artepolitica.com/wp-login.php?action=register">participá</a>. Sun, 29 Aug 2021 12:37:54 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.1.1 All right https://artepolitica.com/articulos/all-right/ https://artepolitica.com/articulos/all-right/#respond Sun, 29 Aug 2021 12:37:53 +0000 https://artepolitica.com/?p=105883 Es imposible por estos días abrir un diario, entrar a un sitio de noticias o clickear en una revista sin ver una nota o un perfil dedicado a algún libertario o representante del macrismo extremo. El encuadre es siempre el mismo: “No estamos de acuerdo y no lo votaríamos, pero miren qué fascinante que es”. Y continúa: “Puede ser misógino, antisemita, antivacunas, predicar el darwinismo social más descarnado, pero nadie puede negar que tiene algunos argumentos y que ahora sí están convenciendo a la sociedad”. Se nos describe con admiración su manejo de las “nuevas tecnologías”, de “las redes”, y se nos alerta que “tiene millones de seguidores en Youtube”. Se nos dice que son antisistema, que conectan con la juventud, que expresan rebeldía, que dan vía al desencanto, que tienen visión de futuro. La cobertura tiene una mezcla de alarma, distanciamiento irónico y celebración de la pura novedad. Se ha decretado que la nueva derecha será “la gran ganadora” o “la sensación” de las próximas elecciones que (hay que recordar) aún no sucedieron.

Esta nueva derecha, sin embargo, sería algo así como post-nueva derecha o nueva-nuevaderecha. En sólo cuatro años, lo que era nuevo se transformó en ¿viejo?, y lo nuevo se ubicó en otro lado. Vayamos más lejos todavía. Año 1985. Medios de comunicación se hacen eco del triunfo de UPAU, la organización estudiantil ligada a la UCeDé, en la Facultad de Derecho de la UBA. Año 1992: una revista pone en tapa la nota: “Triunfa, gana en las encuestas, será intendente”, y dice: “En mi casa manda mi marido”. La entrevistada es Adelina D’Alessio de Viola, emergente dirigente de la UCeDé que entonces es presentada como joven, mediática y aspiracional. Año 2015. Nos presentan a referentes del PRO como Piter Robledo como una de las caras de la nueva derecha. 

No se trata simplemente de decir “la nueva derecha no es nueva” o que no puede protagonizar éxitos políticos y electorales -¡Claro que puede! ¡Lo ha hecho!-. Esto sería un argumento pueril y pedestre. Pero nada es nunca totalmente nuevo en política y nunca nada es totalmente viejo. Claramente, Milei no es Adelina. 

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PERÓN, EL PERONISMO Y LA ECOLOGÍA. ¿Una nueva alianza con el agronegocio del Consejo Agroindustrial Argentino? https://artepolitica.com/comunidad/peron-el-peronismo-y-la-ecologia-una-nueva-alianza-con-el-agronegocio-del-consejo-agroindustrial-argentino/ https://artepolitica.com/comunidad/peron-el-peronismo-y-la-ecologia-una-nueva-alianza-con-el-agronegocio-del-consejo-agroindustrial-argentino/#respond Tue, 08 Sep 2020 00:08:21 +0000 http://artepolitica.com/?p=105879

“Los hombres no siempre toman en serio a sus grandes
pensadores, aunque aparentemente los admiren mucho”
Sigmund Freud, Psicología de las masas

1) El mensaje ambiental de Perón
Algunos lectores de mi entrada anterior se preguntaron por la mención que en el diálogo con Enrique Viale hicimos del “Mensaje ambiental a los pueblos y gobiernos del mundo”, un escrito que Perón dio a conocer desde su exilio de Madrid en el mes de febrero de 1972, pocos meses antes de la Cumbre de la Tierra de Estocolmo, la primera conferencia de Naciones Unidas sobre medio ambiente. Como se trata de un documento no tenido en cuenta como merecería en la práctica política posterior, y dada su extraordinaria vigencia cuando se están por decidir hoy en el país rumbos que pueden comprometer nuestro futuro, me pareció oportuno reseñarlo.
“Un peligro mayor afecta a toda la humanidad y pone en peligro su misma supervivencia” –alerta Perón desde el comienzo, y para plantear la extensión realista del asunto advierte que el tema “van más allá de lo estrictamente político (…) supera las divisiones partidarias o ideológicas, y entra en la esfera de las relaciones de la humanidad con la naturaleza. Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biósfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobrestimación de la tecnología”. Recordemos que se trata de una exhortación que Perón lanzó en el año 1972, de modo que advirtamos el delicado estado de situación actual cuando los pasos que ha dado nuestra civilización en estos cincuenta años no han hecho sino redoblar esa apuesta suicida. Apela en el texto a los hombres de la ciencia y de la política; les reclama “invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional”. “El ser humano –dice- ya no puede ser concebido independientemente del medio ambiente (…) Es una poderosa fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra, sólo puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas décadas (…) No ha llegado a comprender que los recursos vitales para él y sus descendientes derivan de la naturaleza, y no de su poder mental (…) En el último siglo ha saqueado continentes enteros y le han bastado un par de décadas para convertir ríos y mares en basurales, el aire de las grandes ciudades en un gas tóxico y espeso…”.
Sus reflexiones sobre el escenario en el cual se despliegan estas dilapidaciones -las “sociedades de consumo”, a las que llama “sistemas sociales de despilfarro masivo”-, retoman viejas cuestiones planteadas ya en 1949, en “La comunidad organizada”. Adelanta asuntos que son de consideración reciente, como la obsolescencia programada de los artículos tecnológicos, los automóviles eléctricos o la depredación del sur global teorizada en los contemporáneos estudios postcoloniales: “Se despilfarra mediante la producción de bienes necesarios o superfluos y, entre estos, a los que deberían ser de consumo duradero con toda intención se les asigna cierta vida porque la renovación produce utilidades. Se gastan millones en inversiones para cambiar el aspecto de los artículos, pero no para reemplazar los bienes dañinos para la salud humana, y hasta se apela a nuevos procedimientos tóxicos para satisfacer la vanidad humana. Como ejemplo bastan los autos actuales que debieran haber sido reemplazados por otros con motores eléctricos (…) No menos grave resulta el hecho de que los sistemas sociales de despilfarro de los países tecnológicamente más avanzados, funcionen mediante el consumo de ingentes recursos naturales aportados por el Tercer Mundo”.
Como se ve, se trata de un documento completamente extraordinario que enmarca la preocupación ambiental en el complejo y verdadero entramado económico, demográfico, tecno-científico, geopolítico, filosófico.
“Lo peor es que, debido a la existencia de poderosos intereses creados o por la falsa creencia generalizada de que los recursos naturales vitales para el hombre son inagotables, este estado de cosas tiende a agravarse (…) El ser humano cegado por el espejismo de la tecnología, ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia. Y así, mientras llega a la luna gracias a la cibernética, la nueva metalurgia, combustibles poderosos, la electrónica y una serie de conocimientos teóricos fabulosos, mata el oxígeno que respira, el agua que bebe y el suelo que le da de comer, y eleva la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas”.
Que un dirigente político plantee la noción de calentamiento global y cambio climático en los primeros años de la década del ´70, nos da una idea de la perspectiva aguda y de largo plazo de Perón.
Luego de reseñar el exterminio de especies terrestres y marinas, la contaminación de las aguas por los derrames y la exploración petrolera “sin tomar medidas de protección de la fauna y flora”, Perón alerta sobre la desertificación de “extensas zonas otrora fértiles del globo”. Aquí expone su crítica a la llamada “revolución verde” –escéptico a las promesas de los fabulosos rendimientos de ese giro agroindustrial, que no alteran la injusta distribución de esa superproducción- y una preocupación que hoy resulta desoladora si cotejamos la transformación devastadora que experimentó la agricultura argentina desde la década del ´90: “La erosión provocada por el cultivo irracional o por la supresión de la vegetación natural se ha convertido en un problema mundial, y se pretende reemplazar con productos químicos el ciclo biológico del suelo, uno de los más complejos de la naturaleza…”. No es difícil imaginar sus conclusiones si apreciara, por ejemplo, los 20 millones de hectáreas del monocultivo de soja de nuestro país –extendidas sobre casi el 60% de la tierra cultivable, luego de una destrucción demencial de montes nativos-, sobre las que se rocían cerca de 300 millones de litros de herbicidas, insecticidas y fertilizantes sintéticos.
Llegado este punto del documento, Perón invoca una racionalidad política urgente, un logos sustentable para la vida en el planeta: “A la irracionalidad del suicidio colectivo debemos responder con la racionalidad del deseo de supervivencia”. Le pide especialmente a la dirigencia política de los países industrializados una “revolución mental”, que implique por un lado “una modificación de las estructuras sociales y productivas” (que no priorice la acumulación descabellada, sino la “satisfacción de las necesidades esenciales del ser humano, el racionamiento del consumo de recursos naturales y la disminución al mínimo posible de la contaminación ambiental”) y, por otra, “una convivencia biológica dentro de la humanidad y entre la humanidad y el resto de la naturaleza”, ya que el ser humano debe “comprender que no puede reemplazar a la naturaleza en el mantenimiento de un adecuado ciclo biológico general; que la tecnología es un arma de doble filo, que el llamado progreso debe tener un límite y que incluso habrá que renunciar a alguna de las comodidades que nos ha brindado la civilización. La naturaleza debe ser restaurada en todo lo posible”.
Para dar una noción cabal de la urgencia de este asunto asegura: “Este no es un problema más de la humanidad; es EL problema”.
El documento concluye con unas “consideraciones para nuestros países del Tercer Mundo: debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los centros de alta tecnología a donde rige la economía de mercado (…) Cada gramo de materia prima que se dejan arrebatar hoy los países del Tercer Mundo equivale a kilos de alimentos que dejarán de producir mañana. De nada vale que evitemos el éxodo de nuestros recursos naturales si seguimos aferrados a métodos de desarrollo, preconizados por esos mismos monopolios, que significan la negación de un uso racional de aquellos recursos (…) La Humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma”.

2) Política agraria peronista
Este pronunciamiento de Perón sorprendió a muchos; algunos lo consideraron esotérico, un síntoma aislado de su senilidad. Sin embargo, si se lo mira bien se encuentra en la línea de los planteos de “La Comunidad Organizada” y de una serie de medidas de sus gobiernos que tuvieron un inequívoco sentido: bregar contra la concentración de la propiedad rural, cuidar la fertilidad del suelo, promover una acción colonizadora contra el latifundio, dotar de mayor estabilidad a los chacareros (evitando desalojos, congelando cánones de arriendo o creando tribunales del agro que velaran por los derechos de arrendatarios y aparceros), impulsar -si no una reforma agraria- una política desde el Banco Nación y el Consejo Agrario Nacional para la formación de cooperativas de pequeños productores y facilitar el acceso a la propiedad de la tierra para quienes la trabajaran, especialmente para los jóvenes agrarios, cuidando el arraigo de los obreros rurales.
“Poblar el interior, racionalizar las explotaciones agrarias, subdividir la tierra y estabilizar a la población rural…”. Estos fueron los fundamentos de la demanda del Banco Nación en el gobierno peronista que propulsó la expropiación del campo “Elisa”, de los Bemberg.
A esto sumó una política de control nacional del comercio exterior de la producción de granos –mediante el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI), creado en 1946-, consciente de los riesgos que implicaba dejar ese tráfico estratégico en las manos especulativas de los grandes actores del agro.
Y para reafirmar esta línea, recordemos el Estatuto del Perón Rural (decreto 28.169/44), una de las primeras legislaciones que reconocieron los derechos de un sujeto social hasta entonces olvidado: salario mínimo, condiciones de alimentación, vivienda, horarios de trabajo, indemnizaciones, asistencia médica, descanso dominical, vacaciones pagas para los trabajadores rurales.
Cuando Perón reforma la Constitucional en 1949, establece que el Estado debe “fiscalizar la distribución y la utilización del campo e intervenir con el objeto de desarrollar e incrementar su rendimiento en interés de la comunidad, y procurar a cada labriego o familia labriega la posibilidad de convertirse en propietario de la tierra que cultiva” (artículo 38) –lo que coincide con la visión que hasta el mismo Sarmiento tenía sobre una racional distribución en la tenencia de la tierra: “He aquí el gaucho argentino de ayer, con casa en que vivir, con un pedazo de tierra para hacerla producir alimentos para toda su familia” (véase la ley de tierras que impulsó el sanjuanino antes de su presidencia, plasmada en el llamado “Programa de Chivilcoy”, 1868). Considere el liberalismo estas cuestiones, sin soponcios ni estertores de comunismos y Venezuelas, y recuerde que hasta uno de sus padres pensadores pregonaba por una sensata relación entre tierra, techo y producción de alimentos.
Hubo entonces en la política agropecuaria peronista un marcado sesgo, una preocupación por el sector social a resguardar (el peón, el chacarero, el pequeño aparcero, la cooperativa) y –en el mismo sentido- una advertencia del riesgo respecto de la gran escala del “cultivo irracional” basado en la “sobreestimación de la tecnología”, plataformas de los “monopolios internacionales que alimentan un tipo absurdo de industrialización y desarrollo de los centros de alta tecnología”, que llevan inexorablemente a la depredación de los ecosistemas.
Teniendo en cuenta estas cuestiones no fue sino un gesto de coherencia que al asumir su tercera presidencia planteara el 1° de mayo de 1974 ante el Congreso de la Nación, que “la lucha por la liberación es en gran medida lucha también por los recursos y la preservación ecológica”, creando en ese mandato la primer Secretaría de Medio Ambiente de América Latina, a quien le otorgó poderes de supervisión sobre otras áreas de gobierno (como producción o minería), y designando al frente de la Secretaría de Agricultura y Ganadería –ya en 1973- a un tipo como Horacio Giberti. Desde allí se suspendieron los juicios de desalojos a los chacareros, y se crearon dos organismos estatales claves para regular la estructura de costos y precios en carnes (la Junta Nacional de Carnes –que resguardó a consumidores y productores de la imposición de los sectores más concentrados de la cadena), y la de cereales y oleaginosas, con la Junta Nacional de Granos, apoyando a pequeños y medianos productores e incentivando las cooperativas. En el año 1974, esa misma Secretaría promovió una ley muy resistida por las patronales agrarias (la 20.538), que gravaba la renta normal de las explotaciones para castigar al latifundio, y una “ley Agraria” dirigida a discutir la distribución y tenencia de la tierra y la conservación del suelo, que contemplaba incluso la posibilidad de expropiar las propiedades con suelos erosionados, y asignarlos a colonos agrarios nacionales (la ley limitaba a los extranjeros la adquisición de tierras). Entonces: resguardo a pequeños y medianos, limitación a la extranjerización de tierras, cuidado de la fertilidad del suelo, soberanía alimentaria.
No se trata de considerar que en este tema Perón haya sido un líder exento de contradicciones, porque el ámbito de su acción no fue la química pura sino la turbulenta dinámica de la política nacional. Lo que planteamos es la insistencia de muy precisos trazos identitarios del peronismo respecto del tema rural, que no pueden soslayarse sin lesionar también los fundamentos que constituyen su doctrina.

3) La situación actual del sector agropecuario
El último censo agropecuario de 2018 señaló que desde 2002 desaparecieron 82.652 explotaciones agropecuarias (en la década del noventa, quebraron 103 mil), por lo que en los últimos 30 años se liquidaron casi 200 mil chacras mixtas. El cálculo que hizo el dirigente agrario Pedro Peretti (Movimiento Arraigo) indica que aquello significó la pérdida de más de 900 mil puestos de trabajo en el sector rural.
A partir de la década del 90 se produjo una extraordinaria expansión agrícola –particularmente a partir de 1996 con la llegada de la semilla de soja transgénica y su paquete tecnológico, de la mano de la multinacional Monsanto. Esa innovación tecnológica (el experimento de modificar genéticamente un organismo, insertándole genes de otra especie –“la tecnología es un arma de doble filo, el llamado progreso debe tener un límite”, advertía Perón), permitió extender la frontera agrícola mucho más allá de la pampa húmeda, experiencia que nos colocó entre los diez países que más deforestaron en el mundo: arrasamos con 3 millones de hectáreas de bosques nativos para plantar básicamente soja y maíz transgénicos. Quien no establezca una relación directa entre este boom agrario (“marcha suicida” –tal vez diría Perón-) y el cambio climático, con sus consecuencias de enormes sequías e inundaciones, es un ignorante o un malintencionado. Lo mismo puede decirse del pasmoso crecimiento del cáncer en las localidades rurales desde que aterrizó este “cultivo irracional” (sigamos citando al general), ya que dicho paquete tecnológico requiere ingentes litros de agroquímicos. Al respecto pueden consultarse los estudios de Andrés Carrasco sobre los nexos entre aquella enfermedad y la acción del glifosato –el herbicida estrella de Monsanto que mata casi todo menos la soja transgénica- y los estudios epidemiológicos en zonas rurales de Damián Verseñasi (Facultad de Medicina de Rosario) y Medardo Ávila Vázquez (Red de Médicos de Pueblos Fumigados y ex subsecretario de Salud de Córdoba).
Dicha expansión agrícola destinada en su mayoría a producir forraje para animales de otros países y biocombustibles, aparejó, entre tantas consecuencias, dos muy importantes: por un lado, expulsó a la ganadería del campo, llevándola a insólitas zonas como los humedales litoraleños (que hoy arden por incendios intencionados) o confinándola en insalubres y estrechos corrales llamados feddlots, hacinamiento que demanda el suministro de alimentos industrializados para un ganado que ya no camina ni come pasturas naturales, colosales dosis de antibióticos y un complejo manejo sanitario de sus estiércoles; por otra, una acentuación de nuestro perfil exportador de bienes primarios, concentrando en un puñado de grandes empresas la producción granaria y la propiedad de la tierra (llegamos a un escenario en el cual el 2 % de los grandes sojeros produce la mitad de esa producción), proceso que fue acompañado con una significativa desnacionalización del capital agroindustrial: de las 50 empresas líderes, el 66 % es de capital extranjero, según el Centro Interdisciplinario de Estudios Agrarios –cosa que le aporta una cuota de humor al flamear de banderas argentinas en las manifestaciones del “campo”, desde la 125 a Vicentín.
Una tercera consecuencia: estas formidables extensiones agrarias -a diferencia de la pequeña y mediana producción rural- precisa una bajísima aplicación de mano de obra: una sofisticada máquina manejada por un tractorista y un teléfono celular con GPS pueden ser suficientes para miles de hectáreas, con lo cual el estanciero, el rentista o el inversor del pool de siembra pueden perfectamente residir a cientos de kilómetros del surco, inscribiéndose en la vieja tradición latifundista pampeana, a lo Nicolás Anchorena quien –según escribió Tulio Halperin Dongui al estudiar la formación de la clase terrateniente bonaerense- se jactaba de no haber puesto jamás una bota en ninguna de sus estancias. Este marcado sesgo ausentista del responsable de la producción (reitero: a menudo un grupo de inversores que colocan sus activos financieros en la soja cuando mañana pueden hacerlo en la palma aceitera, en bonos de deuda pública o en multimedios de comunicación), explica su desinterés por el destino del territorio en el que se desarrolla esa práctica: las condiciones laborales o la salud de sus agentes o de la población lindante, su despreocupación por la pérdida de la fertilidad del suelo y los procesos que llevan a la desertificación de la que hablaba Juan Perón hace 50 años –confirmada con estudios recientes (cf. las investigaciones del ingeniero Walter Pengue sobre la alarmante degradación del suelo argentino por acción de esta agricultura tan menesterosa de insumos químicos).
Es que ese campo agroindustrial dejó de producir alimentos, para generar commodities agrícolas que cotizan en las bolsas de cereales –lo cual importa un cambio de perspectiva difícil de exagerar-. Ese campo agroindustrial lesionó de muerte a muchas economías regionales, desterró campesinos, comunidades de pueblos originarios, tamberos, apicultores, horticultores, chacareros, peones rurales. ¿Cómo se cree que se fueron nutriendo los 4416 asentamientos consignados en el Registro Nacional de Barrios Populares, que ocupan hoy los cordones periurbanos de las grandes ciudades?
“Poblar el interior, racionalizar las explotaciones agrarias, subdividir la tierra y estabilizar la población rural…” –se aspiró en aquellos gobiernos peronistas. Todo al revés.
Sumemos a este panorama que esta concentración de tierras y producción agrícola en grandes emporios rurales empoderó a un sector de manera descomunal e hizo al país cada vez más dependiente de la liquidación de sus cosechas, con la paradoja que el Estado Nacional resignó soberanía al dejar en las propias manos de las cuatro o cinco acopiadoras y exportadoras la facultad de decirnos con una simple declaración jurada cuántas toneladas se despachan (y, por ende, tributan por retenciones) por puertos privados. No es de sorprender que la evasión y elusión tributaria del sector se calcule en millones. Como la fuga de capitales.
“Métodos de desarrollo preconizados por esos mismos monopolios, que significan la negación de un uso racional de los recursos naturales” –decía el general Perón.

4) ¿Asociarse al Consejo Agroindustrial Argentino?
Desde el mes de julio de este año, un puñado de dirigentes agroindustriales -titulares de las casi 50 grandes cámaras empresarias ligadas al sector rural-, se reunió con la vicepresidenta Cristina Fernández, con el presidente de la Cámara de Diputados Sergio Massa, con referentes de la oposición, con el canciller Felipe Solá y los ministros del área, con cuatro gobernadores y con el mismo presidente de la Nación Alberto Fernández. En esta recorrida con rápidas puertas abiertas de despachos oficiales, presentaron un plan de reactivación tras la pandemia, al que bautizaron “Estrategia agroindustrial exportadora inclusiva, sustentable y federal –plan 2020/2030”; prometen aumentar las exportaciones anuales (hasta llegar a 100 mil millones en 2030), generar empleo (cerca de 900 mil) y prescindir de subsidios del Estado. Todo ello “de forma sustentable, cuidando el ambiente con prácticas y procesos que no impacten en el ecosistema”. Así lo declaró José Martins, portavoz del Consejo y titular de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, quien brega por sancionar pronto una Ley de Desarrollo Agroindustrial Exportador: “lograr un consenso para avanzar en medidas que permitan al sector agroindustrial despegar y actuar como reactivador de la economía”.
Los empresarios salieron satisfechos: “Necesitamos que produzcan ya” –les dijo el presidente tras felicitarlos en la reunión- ya que “en toda la agroindustria hay una gran posibilidad de exportaciones”. Les prometió en las próximas horas designar un equipo que redacte un proyecto de ley según la propuesta del Consejo y enviarlo para su tratamiento y aprobación al Congreso Nacional.
El titular del bloque de diputados de la oposición, Mario Negri, coincidió: “Al campo hay que ayudarlo con medidas que le permitan seguir desarrollándose. Apoyaremos la propuesta del Consejo Agroindustrial en el Congreso Nacional. El desarrollo del campo es vital para un país que necesita exportar más”.
La noticia fue festejada por casi todos los medios: una “nueva” entidad rural irrumpe en la escena política ofreciendo millones en divisas y empleos, sin pedir subsidios estatales y cuidando el ambiente. “Necesitamos que produzcan ya” –claro. Pero ¿quiénes son?, ¿qué “campo” representan?, ¿en qué consisten sus prácticas agrarias? En fin, ¿se trata realmente de una novedad en la producción rural nacional?
Cuando vemos las cámaras empresariales que componen el flamante Consejo Agroindustrial Argentino, las preguntas se van aclarando. Aquí reconocemos a los grandes productores de soja (ACSOJA) y maíz (MAIZAR), los puertos privados (CPPC), la “nueva” Mesa de Enlace sin la Sociedad Rural (CONINAGRO, Federación Agraria y Confederaciones Rurales Argentinas, los mismos que hace poco se juntaron para festejar los diez años de la caída de la 125), los fabricantes de maquinaria agrícola (CAFMA), los industriales de agroquímicos y fertilizantes (nucleados en CIAFA y CASAFE –que declara en su página que “no se conoce un herbicida más seguro e inocuo que el glifosato”), los productores de feedlot (CAF) y de pollos industriales (agrupados en CAPIA y CEPA), las entidades que representan el monocultivo forestal e impulsan una ambientalmente cuestionada ley de Bosques Implantados (reunidos en AFOA), los exportadores de cereales (CEC) y carnes (ABC), los acopiadores y la industria molinera (FAIM), las bolsas cerealeras de Buenos Aires, Bahía Blanca, Córdoba, Entre Ríos y Córdoba, y las de Comercio de Chaco, Rosario y Santa Fe, las corporaciones de nutrición animal (CAENA), las semilleras con directivos de las multinacionales Monsanto y Syngenta (nucleados en ASA), la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (AACREA) –una de las impulsoras de la ley de semillas Bayer-Monsanto-, el poderoso polo aceitero nucleado en CIARA, los mercados que negocian contratos a futuro de commodities del agro (ROFEX y MATba).
Como se ve, no son actores nuevos ni flamantes emprendedores. En tiempos de crisis, se juntan para cantar la misma canción: divisas por sus saldos exportables, volumen de cosechas, miles de hectáreas cultivadas, kilos de carne producida industrialmente, innovación biotecnológica. Algún experto en comunicación les sugirió cambiar su nombre corporativo e incorporar las palabras “federal” y “sustentable” a su propuesta, pero piden lo de siempre: venias para robustecer su posición en el mercado a expensas de medianos y chicos, protección fiscal por diez años, deducir ganancias si aplican más fertilizantes y su gran sueño: “nos encantaría que fuesen a cero las retenciones, pero no podemos pedirlo en un país que está al borde de colapso…el objetivo es trabajar en conjunto para que desaparezcan” –confesó Martins.
En fin, no representan al “campo”, sino al conocido complejo agroexportador primario y concentrado que describimos en el punto anterior, en cuyas prácticas debe buscarse la otra cara del volumen, las divisas y los miles de hectáreas cultivadas: su responsabilidad por el desastre ambiental y sanitario que sufrió nuestro territorio, las injusticias sociales derivadas, los desequilibrios demográficos, el aumento del precio de los alimentos en nuestras mesas.
Lamentablemente muchas de estas tragedias ocurrieron durante dos administraciones justicialistas. Es hora de releer aquel mensaje de Perón y examinar críticamente las políticas agrarias de los últimos años. Entonces, preguntarnos: ¿debe un gobierno peronista considerarlos aliados? ¿No volvimos para ser mejores?

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“LOS MAPAS DE LA POBREZA COINCIDEN CON LOS MAPAS DE LA CONTAMINACIÓN AMBIENTAL” https://artepolitica.com/comunidad/los-mapas-de-la-pobreza-coinciden-con-los-mapas-de-la-contaminacion-ambiental/ https://artepolitica.com/comunidad/los-mapas-de-la-pobreza-coinciden-con-los-mapas-de-la-contaminacion-ambiental/#respond Thu, 13 Aug 2020 15:44:07 +0000 http://artepolitica.com/?p=105871 DIÁLOGO CON ENRIQUE VIALE, ABOGADO AMBIENTALISTA

AMBIENTALISMO POPULAR-MEGAFACTORÍAS DE CERDOS-PANDEMIA

Cuando se desarrollaba la Cuarta Cumbre sobre el Cambio Climático en el entonces Centro Municipal de Exposiciones, al lado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, alguien le dijo a un estudiante de abogacía que miraba en los pasillos: “¿Querés entrar?”. Y entró. Era el año 1998 y el estudiante era Enrique “Quique” Viale. “Siempre supe que el derecho no lo iba a ejercer de manera normal, sino relacionándolo con lo social. En ese momento le encontré una vuelta de tuerca: lo socio-ambiental. Ahí me empecé a interesar…”. Unos años después de esa entrada, Viale fundaba la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas (2004), asesoraba a la Comisión de Ambiente y Desarrollo Sustentable del Senado de la Nación, litigaba en numerosas causas por daño y recomposición ambiental contra la Barrick (como abogado de la Asamblea del pueblo de Jáchal, San Juan, por los derrames de cianuro en la mina Veladero), contra Monsanto, Chevron, el grupo inmobiliario IRSA, o participaba en la histórica causa que tramita ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación por el saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo.
“Cuando egresé en el año 2000 hice un postgrado llamado Régimen Jurídico de los Recursos Naturales y empecé a contactarme con asambleas de distintas partes del país que venían luchando contra la megaminería, etc. Me especialicé a la fuerza”.
Atravesamos un año absolutamente excepcional para los debates socio-ambientales; no sólo por la irrupción de la pandemia del COVID-19 que al interrogar sus causas es imposible no hacer foco en la depredación de la naturaleza, sino por la multitudinaria movilización en defensa del agua a principios de año en Mendoza, por el intenso debate sobre la posible instalación de mega-factorías de cerdos debido a la peste que diezmó la población porcina de China, y –por estas horas, con el humo en Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe- con el debate de una ley de humedales que ponga límite a los demenciales incendios promovidos por productores rurales.
Por eso nos resultó propicia la ocasión para sostener una conversación con Enrique Viale.
-Tal vez no es tan conocido un pronunciamiento muy lúcido de Perón del año 1972 sobre la cuestión ambiental. Más allá de aquel mensaje, ¿cómo pensás la relación que existe entre la cuestión ambiental y los partidos que a grandes rasgos podríamos inscribir en la tradición del peronismo, los movimientos nacionales y populares, los partidos progresistas, etc.?
“El pronunciamiento de Perón de 1972 ante la Cumbre de la Tierra, en Estocolmo, es un documento que no sólo mantiene actualidad en 2020, sino que es de vanguardia. Lamento que no sea tan conocido, incluso dentro del peronismo; pareciera que en el peronismo no pudiera haber una corriente que pudiera ver este tema con otros ojos. El documento es de una potencia extraordinaria, de una visión de estadista única, que anticipaba cada uno de los conflictos y nos señalaba además cómo superarlos. Salvo Pino Solanas y algún otro, la verdad que dentro del peronismo se han hecho y se hacen bastante los tontos con ese documento. Hay gente joven que le está hoy dando una vuelta de tuerca, como Leonardo Groso (presidente de la comisión de Ambiente en la Cámara de Diputados de la Nación) etc., pero la mayoría mira para otro lado. Ese documento es complementado con la encíclica Laudato si, del papa Francisco, del año 2015: uno de los documentos más extraordinarios del siglo XXI, con una fuerte inspiración en esa carta de Perón. Es muy interesante. Le cuesta a los progresismos darse cuenta de esto porque tienen esa vieja creencia -superada hace 30 años (incluso el documento de Perón la supera)-, de que primero tenemos que atender lo social y después veremos lo ambiental, como si no tuvieran las mismas causas, como si las causas de la degradación ambiental no fueran las causas de la degradación social, como si los mapas de la pobreza no coincidieran con los mapas de la contaminación, como si no conocieran la historia de América Latina y su rol de exportadora de naturaleza, una historia de saqueo y contaminación. Eso es lo que realmente me preocupa y me alarma”.

-Asistimos a un debate interesante en la Argentina y en el mundo que conjuga la justicia social, los derechos a una distribución de la riqueza, con la protección del ambiente, ¿podemos definir que estamos ante el nacimiento de un ambientalismo popular? Y, en su caso, ¿en qué consiste para vos?
“Creo que el ambientalismo popular nació hace mucho tiempo; estaba concentrado o resultó difícil popularizarlo, pero fue la experiencia de las asambleas ciudadanas en muchos países, de los campesinos y las comunidades indígenas que vienen luchando y defendiendo su territorio. Esto tiene una larga historia no sólo en nuestro país, sino en toda América Latina. No es casual que América Latina sea la región donde más defensores ambientales o defensores de la naturaleza han sido asesinados. Muere asesinado uno cada dos días. Una locura. Este ambientalismo popular existe. Muchas veces es ninguneado por la prensa hegemónica, pero también por los sectores progresistas que lo relativizan. En el último tiempo esto ha empezado a cambiar y ya no es tan fácil ridiculizar ni invisibilizar a estos sectores”.

-Por estos días, adquirió cierta relevancia pública un acuerdo con China para la instalación de granjas industriales de cerdos –debido a la proliferación en aquel país de la peste porcina africana que diezmó su población porcina. Tu visión de esta perspectiva.

“Lo que trascendió del acuerdo con China para la instalación de mega-factorías de cerdos en nuestro país, realmente nos alarma, nos asusta y por eso iniciamos una campaña para ponerle luz pública y promover un debate nacional en ese sentido. Ni siquiera es que China les va a comprar a nuestros productores más carne y así aumentar nuestras exportaciones, sino que China quiere instalar, como enclaves de exportación, estas mega-factorías de carne porcina. Lo que implica varias capas de alarma. La primera es que estamos en el medio, sufriendo la peor parte de una pandemia, de un virus zoonótico, de un virus que saltó de los animales a los humanos por este tipo de producciones. ¿En este contexto nosotros vamos a instalar aquí esas fábricas de pandemias? Mega-granjas con miles y miles de animales hacinados, ¿nos parece razonable o por lo menos merecería un debate público? Otra capa es seguir con la misma historia: primarizar nuestra economía como la única forma de desarrollo. No hay creatividad en buscar otras formas o posibilidades de superar nuestros índices de pobreza que se ven acentuados, obviamente, por la pandemia, en todo el mundo y en la Argentina también. Esto preocupa porque parece que deberíamos acentuar las cosas que nos trajeron hasta acá. Para salir de la pobreza que aparejó el modelo primario del agronegocio, megaminería y fracking, la solución sería más agronegocio más megaminería y más fracking. Es para pensarlo”.

-La pandemia del Covid-19 representa una oportunidad para repensar las cuestiones ambientales, ya que se escuchan voces que ligan esta enfermedad a la devastación del planeta. Más allá de la ansiosa y entendible espera de una vacuna que ponga fin a la pandemia, ¿en dónde para vos es conveniente poner el foco para profundizar en la reflexión de sus causas o de las causas de futuras pandemias?

“Cuando empezó esto, en las primeras semanas empezamos a reflexionar con Maristella Svampa (con quien estamos por sacar juntos un libro en septiembre). La pandemia nos hace pensar nuestra propia existencia y teniendo en cuenta que el virus reconoce claros orígenes en la degradación socio-ambiental, esto nos debería además permitir reflexionar sobre nuestros medios de vida, sobre nuestros modos de producción y sobre nuestro modo de relacionarnos con la naturaleza. Propusimos entonces juntar justicia social con justicia ecológica y plantear un gran Pacto Eco-social y Económico para la post-pandemia, acordado por toda la sociedad y el Estado, consistente en cinco puntos. No es para nada un pacto verde, ecológico, solamente, sino que lo primero que plantea es un Ingreso Ciudadano Universal para que toda persona por el sólo hecho de existir pueda tener una mínima renta para garantizar sus condiciones dignas de vida. También propusimos una auditoría y suspensión de la deuda externa, repensar el modelo tributario argentino que es absolutamente injusto y promover –es el momento- un impuesto a las grandes fortunas. También un sistema nacional de cuidados para cuidar a los sectores más vulnerables de la sociedad, tan importante en estos momentos y proporcionalmente tan injusto al recaer sobre las mujeres. Y el quinto punto –el más ecológico, si se quiere- es una transformación socio-ecológica radical. Nosotros creemos que puede contribuir a la recuperación económica transformar nuestros sistemas de vida, nuestras formas de habitar el país –un país absolutamente urbano con el 92 % de la población que vive en ciudades (el promedio mundial es del 54 %), lo cual es absolutamente inviable. Hay que generar condiciones para la vuelta a las pequeñas y medianas localidades, generando cordones agroecológicos en las ciudades que den trabajo, arraigo y una mejor educación y salud. Tenemos que garantizar que la gente no tenga que venir a hacinarse en las grandes ciudades, justamente donde estamos viviendo las peores consecuencias de la pandemia, como el área metropolitana de Buenos Aires. Es el momento de esto y de una transformación del sistema energético que puede generar miles de puestos de trabajo. Repensar nuestros modelos productivos es clave.

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El Instrumento Parásito https://artepolitica.com/comunidad/el-instrumento-parasito/ https://artepolitica.com/comunidad/el-instrumento-parasito/#respond Thu, 16 Jul 2020 13:52:49 +0000 http://artepolitica.com/?p=105843

Ya ha acontecido un octavo del gobierno de Alberto Fernández, la mitad del cual está siendo transitado bajo la pandemia del Covid-19. En medio de esta complejísima situación le tocó empezar a dar a conocer su impronta. Marcada por buenas intenciones pero poca acción. Donde tiende a querer conformar a todos, cosa que suele dejar a todos disconformes. El hacer siempre implica alterar algún interés. Pero como se autopercibe con poco margen para operar cree necesario pactar con sectores irreconciliables.

Obviamente Fernández fue seleccionado por rosquero, dialoguista y conciliador. Pero no es necesariamente moderado como cuestionan. Sino que empieza con una impronta que se va desinflando de a poco. Es un presidente que comunica muy bien pero va detrás de la agenda que le imponen otros. De CFK que solo hablaba en cadena nacional y Macri que lo hacía con sus chupamedias, pasamos a un Alberto que habla con todos todo el tiempo. Eso en principio es positivo porque implica un cambio de lógica pero termina generando mucho desgaste y deja mucho margen para el equivocó y la tergiversación.

Es cierto que tuvieron que comenzar a gobernar en la emergencia. Se hizo bastante a pesar de contar con las arcas vacías . Pero cuando empezaba a despegar se impuso la pandemia que no dejó ningún rincón de la tierra sin afectar. A la calamitosa situación dejada por Macri se le sumó el Covid-19 que prolongó y expandió la política del parche. Donde no hay caminos buenos ya que hagan lo que hagan las consecuencias psico-socio-económicas serán dramáticas. Donde el desastre es mundial y la improvisación inevitable ante un virus muy contagioso y desconocido. 

Esto se transforma en un terreno muy fértil para una oposición rancia y deshinibida encabezada por el ex-presidente que no tiene ningún tipo de escrúpulos. Una derecha extrema irresponsable especialista en cubrir sus objetivos con excelente comunicación, muchos recursos y con una audacia admirable.

Es así como en medio de tantas intenciones empantanadas se movió una ficha en contra del adversario político. Se expusó lo iniciado en la Causa D’Alessio: toda una red de espionaje ilegal con vínculos directos con Macri. Nada nuevo en el horizonte. Si cuando gobernaba la ciudad, ni bien pudo, construyó un precario aparato paralelo de inteligencia, cómo no va a hacer pleno uso de todos los fierros de inteligencia disponibles en la Nación. Pareciera que forma parte del morbo del poder.

Habiendo tanta desidia en el accionar de Macri, ¿por qué será que siempre se avanza con causas de este tipo? Aunque con el espionaje ilegal haya corrupción es más difícil de percibir para el pueblo que un ex funcionario K tirando bolsos con millones en un convento. Aunque lo de Macri fue un plan sistemático no deja ser una práctica que de alguna manera todos los oficialismos aprovecharon y forma parte de una riña política que solo le importa a los involucrados. 

Pero si para algo sirve es para tomar real dimensión de la calaña de este personaje. Su modo de hacer política y negocios está basado en toda clase de prácticas mafiosas bajo el soporte de la mentira y el ocultamiento propagados por la pope de la prensa comercial que ya se encuentra demasiado involucrada. Empresarios periodísticos que están tan enamorados de sí mismo que se creen por encima de la igualdad ante la ley. Todo enmarcado en un show de victimización patética.

Macri y su trup obtienen tal cobertura porque los dueños de los medios forman parte de la élite económica nacional a la que el experimento macrista se propuso representar para obtener la plataforma estatal desde donde magnificar sus propios negociados. Todo a cambio de condicionar al país a los interés de EEUU y sus tentáculos financieros. El líder del PRO fue el instrumento local que supieron conseguir en este momento histórico dentro del tablero mundial. 

Al arribar a la presidencia utilizó todos los resortes disponibles a piaccere creando la legalidad necesaria o forzándola hasta romperla. Pero su dificultad reside en que detrás de su característico discurso básico, cínico y superficial se encuentra una brutalidad insaciable que lo empuja hacia lo grotesco: El intento de autoperdonarse la deuda por la concesión del Correo Argentino que vació y quebró. El blanqueo de plata sucia de su familia por decreto. El pasamanos de empresas suyas en el negocio de la energía eólica. La venta de su empresa Autopistas del Sol una vez que su gobierno le pagó una supuesta deuda y aumentó los peajes de forma descomunal. Macri en persona extorsionó a los dos dueños de C5N para que se alineen a su gobierno o se quedarían con sus empresas. Ambos terminaron presos por una causa ficticia. El pacto con el empresario energético Marcelo Mindlin para que sea su testaferro simulando una nueva venta de IECSA a cambio del aumento exponencial de los precios de la energía. El tarifazo resultó ser solo el aumento del margen de ganancias de sus socios, amigos y testaferros dueños del negocio de la energía en el AMBA.

Hizo lo mismo con su línea aérea MacAir vendiéndola de forma ficticia a Avianca a un precio inflado porque ya tenían garantizadas la concesión de las mejores rutas. Terminó quebrándola al final de su mandato dejando a todos sus empleados en la calle. Es siempre el mismo modus operandi. Concesiones amañadas, obras incumplidas, sobreprecios, endeudamiento temerario, evasión impositiva, vaciamiento y fuga de capitales a través de operaciones financieras truchas con ramificaciones en cuentas offshore controladas por empresas fantasmas. Y si se puede que todo el costo lo asuma el Estado (el conjunto de toda la sociedad).

El Caso Vicentin es un eslabón más de esta misma cadena. Durante el gobierno de Macri la agroexportadora contrajo deuda por 1.350 millones de dólares. A su vez le fue muy bien en estos años. Con una facturación anual promedio de 4.000 millones de dólares. Solo entre julio y septiembre del 2019 ingresaron a sus arcas 800 millones de dólares más otros 122 millones por la venta de sus acciones de Renova a Glencore a principios de diciembre.

El Banco Nación, trasgrediendo las normas internas y del Banco Central, se transformó  en el mayor acreedor de Vicentín con 150 millones de dólares otorgados durante el gobierno de Cambiemos a riesgo de desfinanciar al propio banco. Luego de las PASO donde Macri fue derrotado de forma contundente la empresa dejó de pagar sus obligaciones. El presidente del Banco Nación, a pesar de la negativa de su junta directiva, insistió en retomar el financiamiento. Lo más grosero fue que luego de la confirmación del triunfo del Frente de Todos en primera vuelta, con el país ya quebrado, le otorgó a Vicentín 26 créditos en un mes por un total de 86 millones de dólares. ¿Tendrá algo que ver que el CEO de Vicentín haya sido el mayor aportante a la campaña de Juntos por el Cambio con casi 20 millones de pesos?

En combinación publica-privada luego de la derrota en las PASO comenzó el proceso de aceleración del fraude para finalmente hacer desaparecer todo el dinero través de redes offshores en el exterior y declararse en “estrés financiero” dejando a dos mil acreedores colgados. Los sinvergüenza de Vicentín empezaron a registrar sus bienes como donaciones para que no se los puedan rematar y su CEO fue a pedirle al nuevo presidente que el Estado los salve para que ellos puedan continuar disfrutando de su fortuna. Pareciera ser que Vicentín era privilegiada por el gobierno anterior porque, si llegaba a reelegir, la agroexportadora iba a ser el instrumento mediante el cual Macri iba a intentar que su propio grupo económico controle el principal negocio de exportación del país. Un negociado más.

Cuando tuvo la chance de ser presidente hizo exactamente lo mismo. Primero construyó todo el marco regulatorio para tomar deuda compulsivamente para financiar la fuga. Cuando se quedó sin más crédito fue al prestamista de última instancia, el FMI, que le dió el 60% de todo su capital por orden directa de EEUU. A pesar de fugar el primer desembolso completo en menos de tres meses el FMI le siguió dándo dinero hasta que Macri anunció su imposibilidad de pagar. Allí perdió las elecciones y le entregado el país, llave en mano, a Alberto Fernández. 

Si uno indaga en sus orígenes ve clara su procedencia. Del lado materno una familia terrateniente parte de la clase parasitaria que vive sin trabajar, dueña de las extensas tierras de la zona núcleo. Del lado paterno no hay pruebas pero tampoco dudas del nexo con la Ndrangheta calabresa, la mafia más diversificada y globalizada del mundo. En Macri se conjuga un experimento oligarca ejecutado mediante mecanismos mafiosos. Clasista en lo económico-social y criminal en lo político-institucional.

Es un instrumento parásito que va aspirando todo lo que está a su paso dejando tierra arrasada sin importarle nada ni nadie. Pero pareciera que la táctica elegida por Alberto para neutralizar a semejante instrumento es no profundizar en las responsabilidades para tratar de atraer a los factores de poder con el objetivo de dejar a Macri solo con un puñado de personajes marginales de la política y los medios. Puede ser la táctica correcta pero ya se lo subestimo bastante en el pasado y el resto es historia. Siempre hubo miles de internas dentro del PRO pero jamás hubo fisuras. Pensar que pueden arrebatarle el liderazgo del macrismo a Macri es lisérgico. Es todo lo horroroso que fue descripto pero al mismo tiempo un audaz político electoralista y un gran lobbista de negocios que consiguió 150 mil millones de dólares para unos pocos que vamos a terminar pagando todos. Y si vuelve no será tan terrible como fue sino que será muchísimo peor.

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La sumisión como ideal democrático de la derecha https://artepolitica.com/comunidad/la-sumision-como-ideal-democratico-de-la-derecha/ https://artepolitica.com/comunidad/la-sumision-como-ideal-democratico-de-la-derecha/#respond Wed, 15 Jul 2020 16:45:48 +0000 http://artepolitica.com/?p=105856 “Los ojos del patrón tienen dos ángeles
desvelados de miedo…”.
Jaime Dávalos, Temor del sábado

I) La obra que se representa dramáticamente por estas horas con un elenco limitado de actores y dos o tres locaciones (un set de televisión, las redes sociales, la manifestación cacerolera), consta de una serie de actos que muestra una trama repetida, más allá de variaciones en la puesta en escena. Veamos algunas de ellas:
Primer acto: Ocurre el homicidio del ex funcionario kirchnerista Fabián Gutiérrez en ocasión de lo que parece ser un robo o su tentativa.
Segundo acto: Antes siquiera del arribo del patrullero con el forense a la escena del crimen, la alianza de la oposición arrecia las redes sociales y lanza un comunicado alertando que se trata de un crimen político de la mafia kirchnerista y acusa, de modo general, al gobierno nacional y a la vicepresidenta, en particular.
Tercer acto: El presidente de la Nación califica esta rápida imputación como miserable y canalla.
Cuarto y último acto: Los dirigentes opositores se sienten dolorosamente agraviados por esta ofensa del presidente y lo acusan de abuso de poder.
“Si te vas a poner así cada vez que te acuso de mandar a matar a alguien, no vamos a poder conversar bien…”. (Inmejorable resumen de Marcelo Leiras en un tweet).
Una leve variación de esta comedia dramática:
Primer acto: Se descubre por estos días una serie de operaciones de espionaje ilegal de la Agencia Federal de Investigaciones bajo la administración Macri. Una de esas maniobras irregulares tuvo como blanco al Sindicato de Camioneros, a Hugo y a Pablo Moyano. Las revelaciones indican que se pretendía su encarcelamiento a como dé lugar –no otro era el cometido de los espías-; para ello, presionaron jueces y testigos, escucharon ilegalmente las comunicaciones de los sindicalistas, llegaron incluso a allanar la sede gremial con infructuosos resultados.
Segundo acto: Interrogado por la prensa acerca de lo que se acaba de conocer, Pablo Moyano manifestó su deseo que el juez actúe con la celeridad que la gravedad del caso impone.
Tercer acto: El agente periodístico Luis Majul, protagonista activo en la maniobra según se descubre hoy, cita o tergiversa (la diferencia en esta obra carece de importancia) las declaraciones de Pablo Moyano. En primer plano, Majul mira a la cámara, realiza una serie de muecas como dando a entender que está todo dicho, y concluye: “Ya empezaron los aprietes de los Moyano”.
No quiero aburrir con ejemplos de otras puestas, pero hay una que merece agregarse. La protagonizó una periodista de noticiero en un reportaje al presidente sobre la estatización de la empresa en quiebra Vicentín. No preguntó sino que calificó esa acción de gobierno como “preocupante en el clima de negocios”, “polémica y cuestionable intervención de una empresa”, “comprometedora del derecho a la propiedad privada garantizado por la Constitución”. Cuando el mandatario replicó señalando los excesos de adjetivación y mostrándole su poca argumentación legal, la reportera declaró al día siguiente haber sido “humillada y víctima de una violencia totalmente feroz” ejercida por el presidente.
Si tales respuestas fueron ejercicios de abuso, apriete o humillación violenta y feroz, ¿qué tipo de contestaciones hubiesen satisfecho las reglas del juego democrático para esta gente?, ¿qué formas hubiesen sido las deseables, según los ofendidos?

II) El clima político que pretende instalar la oposición acérrima (dejemos para otra ocasión discernir los distintos estilos de sus dirigentes, si existe un ala blanda y una dura o si, en verdad, son momentos discursivos empleados según la oportunidad), el clima –decía- es de dramática alarma: asistimos al riesgo inminente de un quiebre del sistema democrático. Un periodista dice: “¡¡Están incendiando campos, están matando gente!!”. Una ola de expropiaciones y atropellos inaugurada por un giro chavista del presidente que en realidad no es el presidente, sino mero simulacro, da cuenta del momento de excepción trágica que vivimos. ¿Dónde ocurre esto?, ¿quiénes mueren?, ¿a manos de quién? La obra se exime de precisiones; lo que está claro es que no se aguanta más. Antes un intelectual ya había llamado a la rebelión, mientras otros ahora van rompiendo –es que todos estamos hartos e indignados- un camión de exteriores de un canal de televisión apostado en una manifestación convocada contra el atropello a la libertades, incluso la de prensa –cosa que supieron en carne propia los trabajadores del susodicho camión de exteriores.
Puede interpretarse que esa irritabilidad imbécil es pura apariencia y que la imputación de despotismo al gobierno del Frente de Todos es una absurda y violenta farsa urdida por actores que no creen seriamente en esa calificación. Sin embargo me inclino a pensar que hay un núcleo verdadero en tales reacciones, originado en pavores auténticos.

III) Las expresiones de la derecha política han concebido un marco en el cual suponen que deben desarrollarse adecuadamente las relaciones entre los distintos sectores del país. Más allá de sus invocaciones liberales, ese marco establece firmes relaciones de dominación. Mientras dicha dominación regula ajustadamente los vínculos de los actores sociales, reinan en el país la Democracia, la República, las Instituciones y otras opulentas abstracciones que segregan sus sesos. Ahora bien, cuando una expresión política que representa los intereses de los actores sociales dominados adquiere relevancia pública y despliega sus demandas o procura su satisfacción, todo ese reino entra en peligro, se aprieta a las apuradas el botón antipánico y se escuchan todas las alarmas de inminencias despóticas.
Me explico con un par de ejemplos. El senador y patrón azucarero Robustiano Patrón Costas dijo a mitad del siglo pasado que lo que “nunca le iba a perdonar a Perón es que durante su gobierno el negrito que venía a pelear por su salario se atrevía a mirarnos a los ojos. ¡Ya no pedía, discutía!”. ¿Qué es lo intolerable, lo imperdonable? Que aquel sujeto del que se espera sumisión, de pronto alce la vista y sus demandas. Porque ese orden social fue alterado, el gobierno peronista no forma parte de la democracia, Perón fue un tirano, etc. No creo que finjan, lo han creído, lo creen, les genera auténtico odio y temen sinceramente que aquel espectro cobre vida en la política argentina, como cuando Alberto Fernández osó levantar el dedo en un debate o Cristina Fernández alzaba su tono de voz.
Doy otro ejemplo. Al comienzo de esta cuarentena se produjo un anodino acto bestial: un morocho portero de un edificio le indicó a un rubio sujeto recién llegado al país que debía guardar la cuarentena, que no debía salir. La rubia furia desencadenada molió a trompadas al morocho. ¿Lo intolerable? Claramente, que un negro se corra del esperado lugar de sumisión que el orden social le asigna e intente regular la libertad del rubio. Eso indigna, es ofensivo, genera temor.
La derecha postula esa concepción de dominación y sumisión tanto cuando trata con los actores nacionales, como cuando lo hace con potencias extranjeras. Todos recordamos la resbalosa situación de Mauricio Macri al conmemorar un aniversario de la independencia ante el rey de España. No pudo evocar valentía o arrojo de nuestros próceres; imaginó angustia: “Qué angustia, querido rey…” –balbuceó su subordinación genuflexa y tal vez por esa frase debería recordarse su presidencia. Similar obediencia mostró su ministro de hacienda, De Prat Gay, ante el Foro de la Nueva Economía en los salones del Hotel Ritz de Madrid: “Quiero pedir disculpas por los últimos años. Sé de los abusos que han sufrido los capitales españoles y les agradezco la paciencia”. Indulgencia plena, suplicó.
Este es el marco que entienden debe regular el orden democrático en las relaciones exteriores e interiores del país: ante el poder del capital, sumisión. Todo posicionamiento distinto –sea una expropiación, el anuncio de un impuesto a la riqueza, la fortaleza gremial, la línea editorial crítica de un canal de TV., etc.-, es sentido sinceramente como peligroso y disruptivo. Como aquellos hombres degradados al machismo que aborrecen y temen la vitalidad femenina, es lógico que la derecha argentina experimente ese auténtico sentimiento de odio brotado del pánico, cuando aquello que suponían destinado al sometimiento, cobra dinamismo, decisión autónoma, fuerza.
Tal vez sea de utilidad tener en cuenta estas cuestiones cuando se busca diálogo y consenso con ellos.
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MIGUEL GALVÁN, RAMONA MEDINA, GEORGE FLOYD. TIERRA, AGUA, AIRE https://artepolitica.com/comunidad/miguel-galvan-ramona-medina-george-floyd-tierra-agua-aire/ https://artepolitica.com/comunidad/miguel-galvan-ramona-medina-george-floyd-tierra-agua-aire/#respond Mon, 08 Jun 2020 16:01:09 +0000 http://artepolitica.com/?p=105831

Tierra

Miguel Galván era un campesino indígena de la etnia Lule-Vilela; tenía 40 años y trabajaba con su hermano Rafael en las tierras donde siempre vivieron sus antepasados, el paraje Simbol, en la provincia de Santiago del Estero, en el límite de Salta y Chaco. Una empresa agropecuaria con el curioso nombre de “La Paz, sociedad anónima”, decidió alambrar ese territorio y los denunció por usurpadores. Entonces comenzó el asedio. Fueron tiempos de hostigamiento, de exigencias de desalojo, de amenazas de muerte. Fueron tiempos de alertas del MOCASE –el Movimiento Campesino de Santiago del Estero, Vía Campesina, que integraban los Galván-, mientras la policía de Taco Pozo o de Monte Quemado, el gobierno provincial, los tribunales, permanecían en una indiferencia muy parecida a la complicidad. Una tarde los miembros de un Comité de Crisis del gobierno santiagueño llegaron a la comunidad de El Simbol; luego redactaron un informe: «Un párrafo aparte merece la situación de gravedad que significa el conflicto latente, relatado por pobladores, poniendo en riesgo constante sus bienes y la vida de las familias». Tan aparte habrá quedado ese párrafo que las palabras “gravedad”, “conflicto latente” y “riesgo de vida” -vaciadas de su valor premonitorio-, no tuvieron otro destino que su guarda cuidadosa en un cajón de una oficina pública. “Los compañeros defendían el territorio” –dijo Deolinda Carrizo, del MOCASE, al relatar el crimen que presentimos-, “se la hacían difícil al empresario y a sus matones, entonces Riso se llegó a la siesta, lo encontró solo al Miguel cuando daba agua a los animales y lo acuchilló”. La muerte de Galván no fue la primera ni la última; es apenas una hebra más de una inmensa trama que agónicamente tejen aquellos que mueren con una sencilla palabra en la boca: tierra.

Agua.

Ramona Medina trajinaba sus 42 años por los estrechos pasillos de una villa conocida por un número -el 31-, por un nombre honroso –Carlos Mujica- y por ser el ávido desvelo del negocio inmobiliario de la ciudad de Buenos Aires. Referente de la organización barrial La Poderosa, coordinaba el área de Salud de la Casa de las Mujeres y Disidencias de la villa, y sostuvo por años un conflicto con el gobierno de la opulenta Capital Federal, reclamando la incumplida promesa de relocalizar su vivienda. Cuando arreció la pandemia, esa infortunada casa 79 de la manzana 35, habitada por ocho personas -cinco de ellas con riesgo de salud (la propia Ramona era insulinodependiente)-, no tenía suministro de agua. Todos recordamos sus ojos de implorante vehemencia en un video, abriendo una canilla seca: “Ocho días sin agua y nos piden que nos lavemos las manos… Nos piden que no salgamos a la calle, pero ¿¡cómo pretenden que no salgamos si tenemos que ir todos los días a comprar agua o a esperar que un compañero la traiga…!? Ya no sé de qué forma pedirles… No se puede vivir más en estas condiciones. Hay un virus que nos está consumiendo…!”. No olvidamos a Ramona mirando a la cámara cuando su voz ya era un quebranto, hablándole a Diego Santilli, el vicejefe de gobierno que declaró solucionado el tema: “Lo invito a ese señor a que venga a mi casa y se quede un día para ver el terror, el miedo a contagiarse, la desesperación de no tener agua”. Advertir esto y morir sucedieron en un pestañeo apenas. “Nos cansamos de gritar durante dos meses, todo eso que no quisieron escuchar” –escribió entonces La Poderosa: “¡Ramona no se murió! A Ramona la mataron los dueños del silencio, los cómplices de la indiferencia, los mudos de la justicia…”. Una fotografía suya ha sido muy difundida: una familia en torno de una mesa, el piberío, la pobreza…, ella en primer plano, bien parada, nos interpela con su mirada. Sólo eso. Es posible suponer que en su sueño postrero, llegando a los instantes finales de su luchada existencia, Ramona haya continuado clamando por algo tan simple: agua.

Aire.

George Floyd había nacido en un barrio negro del sur de Houston –Texas- en los Estados Unidos de Norteamérica. Como tantos de los suyos, contaba con una especial destreza en los deportes (la Universidad del estado de La Florida le llegó a otorgar una beca para jugar al básquet) y en la música, gustaba del hip-hop y logró codearse con gente de renombre. Como tantos de los negros –inmensamente pobres-, el arco de su vida lo topó con una acusación de robo a mano armada y con una sentencia a cinco años de prisión. Buscó luego cambiar su horizonte migrando a Minneapolis, donde trabajó como seguridad en una tienda de Salvation Army, como camionero y como portero en el Conga Latin Bistro. Los que lo conocieron dijeron que “Big Floyd” –así lo apodaban por su gran estatura- era una persona entrañable y pacífica: un gigante amable, decían. Se ha conocido un video en el que deja clara su aversión por las armas de fuego, hace un llamamiento a los pibes negros para que se aparten de la violencia y “vuelvan a casa”. La pandemia lo dejó sin trabajo y la fatalidad lo cruzó con una patrulla policial que lo acusó de haber pagado en una tienda con un billete falso. Los breves o infinitos instantes en los que se consumen trágicamente los 46 años de su vida, han sido transmitidos a todo el planeta mediante un teléfono móvil –extrañas consecuencias de los avances tecnológicos-. El resuelto oficial blanco que lo arrestó, Derek Chauvin, tenía al menos 20 denuncias por su accionar violento y tal vez no era muy distinto del resto de la fuerza ni del prototipo del policía de las series televisivas norteamericanas que infectan al mundo con esa barbarie presentada como valentía y arrojo. Allí tenemos entonces la rodilla impávida de Chauvin sobre el cuello de un George Floyd que suplica, como una letanía infinita, I can’t breathe, no puedo respirar, una, dos, mil veces, hasta que ese ruego dejó ese cuerpo y se transformó en consigna, bandera, grito enfurecido en el cuerpo de miles que tomaron las calles y la palabra. Una de las más vibrantes, la de Tamika Mallory, militante del feminismo, por el control de armas y del movimiento Black lives matter, (Las vidas negras importan), dijo tras el crimen: “La razón por la que se están quemando edificios no es sólo por nuestro hermano, George Floyd, sino porque la gente está diciendo ya basta. No somos responsables por la enfermedad mental que han infligido a nuestro pueblo las instituciones del gobierno estadounidense… No nos hablen de los saqueos. Son ustedes los que han saqueado. EEUU ha saqueado a los negros y a los pueblos indígenas cuando llegaron aquí por primera vez. Saquear es lo que hacen ustedes…”. George Floyd murió implorando por tan poco, por lo más sencillo y vital que al final de sus días llenaba su pecho: aire.

Muchos nos preguntamos lo que pasará cuando la memoria colectiva logre apreciar que la rodilla que mató a Floyd, los brazos que dejaron sin agua a la villa 31 y la mano que empuñó el cuchillo que tronchó la vida de Miguel Galván, pertenecen a un mismo cuerpo.

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CUATRO NOTAS MUY INTRODUCTORIAS ECOLOGÍA Y PANDEMIA https://artepolitica.com/comunidad/cuatro-notas-muy-introductorias-ecologia-y-pandemia/ https://artepolitica.com/comunidad/cuatro-notas-muy-introductorias-ecologia-y-pandemia/#respond Wed, 20 May 2020 18:01:43 +0000 http://artepolitica.com/?p=105829 «Si va a voltear un quebracho,
llora su sangre primero…»
Manuel Castilla, Maturana

I) Lo que se llama “gestión de la pandemia”, por razones de urgencia muy entendibles, ocupa el primer plano de la información. Nos enteramos de cifras de muertos e infectados, de esquemas que grafican la curva de crecimiento epidemiológico, de los efectos de las distintas políticas sanitarias aplicadas en el mundo, escuchamos expertos que nos hablan del comportamiento del virus o nos esperanzan con los avances de una terapéutica o una vacuna, pero todo bajo una penumbra angustiosa que impide ver con alguna claridad qué futuro nos espera. Esa inmensa concentración de información suministrada por los grandes medios sobre la existencia del virus y los módicos cuidados de defensa, contrasta con la escasez de informes que divulguen las investigaciones en torno a las causas de esta pandemia (dejamos de lado las especulaciones conspirativas de inspiración bélica -“virus chino”, arma diseñada en un laboratorio, etc.- o xenofóbica –relatos costumbristas acerca de los aborrecibles gustos orientales de ingerir murciélagos). Tal vez la escasa divulgación de las indagaciones serias sobre el origen de la pandemia (repito: abundan informaciones centradas en cifras y anhelantes del próximo remedio que la industria farmacológica lance para su control), forme parte del mismo dispositivo de pensamiento y de acción que disparó la propagación de este virus.

II) Si dedicamos algún tiempo a leer los informes de los que han estudiado seriamente la difusión pandémica de este nuevo coronavirus, advertimos dos cuestiones. Primero, que a pesar de la aparición fulgurante y repentina de la infección, no fue una sorpresa. Se lo esperaba. Era cuestión de tiempo, de oportunidad, de condiciones de propagación, pero numerosas investigaciones sobre salud pública alertaban sobre un peligro de esta naturaleza. Esos estudios advertían y dirigían sus miradas a las condiciones de producción para el brote de una enfermedad global. Segundo, este nuevo coronavirus forma serie con otras irrupciones de virus zoonóticos (que saltan de los animales a los humanos), cada vez más frecuentes y riesgosos: desde 2009 con la gripe A H1N1 -bautizada asépticamente así para no nombrarla como gripe porcina-, la gripe aviar, el ébola, el síndrome respiratorio agudo grave (SARS), el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS). En todos los casos que se rastrean sus orígenes, se llega a patógenos existentes y contenidos en ecosistemas salvajes -alejados de los grandes centros urbanos- pero donde la intervención humana fue drástica y decisiva. En efecto, los que han estudiado el asunto concluyen que dicha intervención humana llegó a ciertos confines naturales en los que esos patógenos se encontraban encerrados gracias a complejas tramas ecológicas que mantenían equilibrios inmunitarios muy precisos, abrió sus puertas, tendió puentes y… los liberó. Hemos dicho “intervención humana”, pero seamos precisos: “Crece la bibliografía sobre sanidad pública y animal que sugiere que los actuales patrones de explotación agroeconómica aumentan el riesgo de una nueva pandemia, ya sea provocado por un virus de ARN como el ébola o el SARS o por cualquier otro patógeno (…) Existe la posibilidad de que alguno de estos brotes iguale la escala de la pandemia de gripe de 1918, de alcance planetario y tasas elevadas de incapacidad y mortalidad”. Esta advertencia de Rob Wallace –no la primera- en un escrito sobre las condiciones del brote de ébola, fue publicada en julio de 2019.
En consecuencia, a los dos puntos que antes planteamos (que esta pandemia no fue un acontecimiento inesperado o sorpresivo y que es necesario ubicarla en la serie de las epidemias zoonóticas antes mencionadas), sumemos un tercero: los actuales patrones de explotación agroeconómica.

III) ¿A qué patrones agroeconómicos se refiere Wallace -y tantos otros indagadores serios? (pueden seguirse sus publicaciones, por ejemplo, en el sitio www.biodiversidadla.org). A un tipo industrial de agricultura que se “viralizó” (valga aquí el término más que nunca) en las últimas décadas y que avanza de un modo contundente pero irreflexivo sobre territorios naturales (bosques, montes, selvas), convirtiéndolos en enormes extensiones de monocultivos, muchos de ellos destinados a forraje, alimento para un ganado que ya no habita en el campo. Los grandes desiertos verdes de soja transgénica en nuestro país son la expresión de este proceso global, pero en cada región este mismo patrón de explotación agrícola asume características y consecuencias propias; por ejemplo, el nombrado Wallace estudió la correlación entre, por un lado, la destrucción de miles de hectáreas de selva africana para el cultivo industrial de palma aceitera y, por otro, el brote del ébola. Los seres vivos que habitaban en esos reservorios naturales de gran biodiversidad, si no mueren, se ven precisados a migrar, también –claro- los patógenos, por ejemplo los virus que vivían en los organismos-huésped en los que habitaban. De modo que la extensión de la frontera agropecuaria sobre montes, bosques y selvas, produce entre sus múltiples impactos negativos uno sanitario, consistente en los efectos de retorno de todo aquello que dicho avance trastocó en su equilibrio y contención. Si completamos este cuadro con la existencia de enormes campos de concentración de animales para consumo humano (los llamados feedlot de vacunos, cerdos o pollos), donde la búsqueda de rápida rentabilidad se asienta en el hacinamiento y el suministro de ingentes dosis de antibióticos para prevenir enfermedades y estimular el crecimiento, se conforma un inmejorable caldo de cultivo para la resistencia, replicación y mutación viral. Este peligro ya lo había advertido la Organización Mundial de la Salud en 2017, tras constatar que el 80 % del consumo total de antibióticos de importancia médica se vuelca a la producción animal intensiva, principalmente para estimular el crecimiento en animales.
Ubiquemos en este contexto el siguiente dato sobre la actual pandemia: existen estudios que sugieren que entre el murciélago y el humano existieron animales huéspedes intermedios que permitieron el salto zoonótico del SARS-CoV-2; entre los animales que pudieron cumplir esa función de eslabón, se cuentan por millones los que se crían en granjas industriales en China. Cuando los estudiosos reparan que los cerdos y los humanos tienen sistemas inmunológicos muy semejantes -lo que facilita el cruce del virus entre las dos especies- y que la provincia de Hubei, donde se encuentra Wuhan, es una de las cinco mayores productoras de cerdos de China, la sospecha se robustece. Articulemos este dato, entonces, con las dos cuestiones que planteamos anteriormente: la liberación de los patógenos contenidos en reservorios naturales diezmados por la extensión de la frontera agropecuaria y la producción industrial de animales para consumo humano. Si alguien planteara que la producción intensiva de animales conduce a la producción intensiva de una plaga, no andaría errado. “Cualquiera que intente comprender por qué los virus se están volviendo más peligrosos debe investigar el modelo industrial en la agricultura y, más en concreto, en la producción ganadera” –decía Wallace. Dijimos anteriormente que esta pandemia no fue sorpresiva para quienes seguían la pista de los enormes impactos ecológicos que conlleva este modelo agroganadero: en el año 2008 un informe de la organización Grain advertía que la industrialización y la consolidación corporativa de la producción de carne genera los mayores riesgos para la aparición de pandemias mundiales.
Para llegar a la cuarta y última nota, apuntemos un elemento más sobre este patrón agroeconómico. La aplicación de sofisticados avances tecnológicos y la concentración de tierras en pocas manos (los llamados pooles de siembra son la expresión agronómica de la concentración global del capital), conduce a una agricultura sin campesinos (mano de obra innecesaria para este modelo), que deben migrar integrando los monstruosos hacinamientos periurbanos de las grandes ciudades.

IV) Una cuarta y última nota debe contemplar, entonces, el papel que cumplen dichas aglomeraciones humanas en la rápida dispersión de cualquier enfermedad, aglomeraciones que replican de modo inquietante aquellos campos de concentración de las actuales explotaciones de la ganadería industrial. La respuesta es evidente ni bien repasamos el mapa mundial y constatamos la velocidad y alcance de los contagios en las ciudades de mayor densidad poblacional. La chispa pudo encenderse en muchos sitios, pero queda por saber si la provincia de Hubei –con el patrón de explotación agroganadero que mencionamos, con una superficie 15 veces menor que la de nuestro país, pero que alberga a 15 millones más de habitantes-, no ofrecía las mejores condiciones para la producción de un brote pandémico.
La Argentina presenta hoy exacerbada hasta el paroxismo la matriz unitaria triunfante en 1852, una mega-ciudad puerto de espaldas a la Nación, que concentra en pocas pero grandes ciudades –satélites de ese puerto- al 93 % de la población (muy superior al promedio de urbanización mundial). No es posible interpretar estos datos sin correlacionarlos con el proyecto basado en la primarización económica y el extractivismo que vacía la vida rural de trabajadores y fuerza los hacinamientos periurbanos. No puede sorprendernos entonces que cerca del 75% de los contagios se esté dando, y de modo creciente, en el área metropolitana de Buenos Aires.
Mientras muchas preguntas aguardan sus respuestas, tal vez sea hora de cuestionar lo que este modelo de explotación agroganadero está haciendo con los pilares que sostienen la condición de la vida en nuestro planeta, ni más ni menos.

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¿Cambiará el mundo después del coronavirus? https://artepolitica.com/articulos/cambiara-el-mundo-despues-del-coronavirus/ https://artepolitica.com/articulos/cambiara-el-mundo-despues-del-coronavirus/#respond Wed, 08 Apr 2020 21:43:02 +0000 http://artepolitica.com/?p=105823 (Publicado originalmente aquí)

A los 8 años rompí en un llanto de esos que solo se detienen para tomar aire y seguir llorando. Como sucede en esos casos, vino de la nada como un visitante inesperado que cae en altas horas de la noche sin previo aviso. Encerrado en una casa vacía con una ventana que daba a los árboles del campo de mis abuelos.

Lloraba y lloraba sin parar con mi madre golpeando la puerta preocupada. Hasta que me contuvo con un abrazo. De un momento a otro, me había dado cuenta de algo que para mí era terrorífico con tan pocos años. Mi madre, padre y abuelos, en algún momento no iban a estar conmigo. Había conocido la existencia de la muerte.

Unos años más tarde mi abuelo murió de una forma dolorosa. Y de nuevo el vacío de una existencia presente hasta hace minutos no dejaba de irse. Los afectos que mueren (o se pierden) están en los lugares que ocuparon y llenaron de experiencia como si éstos fueran una caja de recuerdos que se revuelve una y otra vez.

Hace pocos días, la amenaza de vivir ese vacío se convirtió en real para millones de personas. Los celulares se llenaron de mensajes de preocupación sobre familiares cercanos dentro de la población en riesgo. Países enteros se sentaron en las salas de sus casas a ver por televisión los partes de guerra sobre la lucha contra el coronavirus.

La finitud de la vida puso en compás de espera todo lo demás. Puso en su lugar, y en orden, lo importante sobre lo accesorio.

Después de todo, no hay nada que una más que la muerte, no hay nada más que divida más que la muerte. No hay nada que genere más vacío que la muerte. Ahí donde aflora lo mejor y lo peor de los humanos. Ahí donde todos lloramos solo tomando aire para seguir envueltos en mocos y dolor.

Bitácora del coronavirus

El virus SARSCoV-2 que produce la enfermedad COV-9, conocida como coronavirus, se cobró sus primeras víctimas en el mercado de pescado de Hubei, capital de la región de Wuhan en China. El paciente cero no existe todavía en una historia clínica. Por lo que el presidente estadounidense, Donald Trump, lo llamó un “virus chino” antes de desdecirse. Mientras que Beijing se pregunta si, en realidad, el virus fue llevado al mercado por militares estadounidenses en los juegos militares de Wuhan, organizados en septiembre, unos meses antes del primer brote

Su aparición el 19 de noviembre dio lugar a un reflejo automático de las autoridades chinas: esconder el coronavirus de la luz pública para que no arruinara los negocios. La locomotora china no va a vapor con 1.386 millones de personas en cuarentena. Desde el 11 de diciembre hasta el 21 de enero, el gobierno del país amonestó a siete médicos por informar sobre la rápida propagación del coronavirus y la transmisión entre humanos. Trágicamente Li Wenliang, uno de ellos, murió el 6 de febrero conectado a una maquina por estar enfermo de coronavirus.

Unos días antes, 22 millones de chinos se pusieron en cuarentena en Wuhan. “La epidemia es un demonio y no podemos dejar que este demonio se esconda”, declaró el presidente chino Xi Jiping en un llamado a realizar una “guerra popular” contra el virus. Así fue como comenzó una intensa búsqueda de la muerte como si fuera una especie de juego del gato y el ratón.

La cuarentena colectiva dio paso a otra fase mucho más fina: la de detección de los posibles infectados y luego la de sus últimos contactos. Según el reportero de Zigor Aldama: “China puso el Gran Hermano-su sistema de vigilancia y control de la población- al servicio de su sistema de salud”. La herramienta para hacerlo fue una aplicación oficial, que junto a inteligencia artificial y un código QR, cruza información con la base de datos de la Comisión de Sanidad o la Policía. China así sabe hasta cuando un ciudadano chino se mueve, o se saca una muela del juicio.

Con eso establece una especie de semáforos según Aldama: : “el código verde, que abre las puertas de todos los servicios, se concede solo a quienes en los últimos 14 días no han visitado ninguna zona de riesgo; el código amarillo, que restringe el acceso a servicios no esenciales, lo reciben quienes se han movido en las últimas dos semanas pero no han visitado las regiones más afectadas; y el código rojo indica que el usuario debe permanecer en cuarentena. Saltársela puede ser castigado a través del código penal”.

Buscar la muerte y mirarla a la cara para detenerla a tiempo.

De las calles vacías a la cuarentena, crónica de una libertad en tragedia.

La vida se detuvo, de repente, en una semana para quienes estamos en cuarentena. Hace poco, cuando se conoció el primer caso de coronavirus en Venezuela, los barbijos aparecían en las fotos de Wuhan como una fantasía distópica. Hoy si alguien por la calle hace sus compras sin barbijos, el resto lo mira como si fuera un apestado. Las miradas vigilan la higiene de las demás, y las distancias se cuidan celosamente. El lavado de manos es un asunto de importancia, no un vídeo pedagógico para enseñar en la escuela a los niños.

La vida transcurre entre cuatro paredes mientras en la calle se busca al coronavirus. El gobierno de Venezuela, bloqueado por Estados Unidos, organiza test masivos casa por casa con kits enviados por China y la Organización Mundial de la Salud. Realiza consultas a través de una plataforma social, el sistema Patria, para determinar los posibles casos y luego determinar con quienes estuvieron en contacto. El país se prepara con la ayuda de los médicos comunitarios de Cuba para aislar los focos de infección. “Romper la cadena de transmisión”, como recomienda la OMS.

Con más de 100 casos, los accesos a las principales ciudades, y todas las regiones del país están bloqueadas por militares. El país en movimiento, aún dañado por siete años de crisis, se organiza para llevarle comida a los más ancianos y repartir bolsas con alimentos a las familias para que sobrelleven la cuarentena. Los Consejos Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), armados para afrontar una hambruna en 2016, son la vanguardia en un país donde se pretende evitar que hospitales públicos, dañados en su infraestructura y con pocas camas, colapsen engrosando las cifras de mortalidad de la pandemia.

Médicos comunitarios hacen casa por casa en la Comuna Altos de Lidece en Caracas (Rossana Silva)

Los carros de policías informan con megáfonos que los negocios deben cerrar a las doce del mediodía, y las milicias bolivarianas patrullan las calles controlando que solo los comercios de alimentos y medicinas estén abiertos. Venezuela lleva más de diez años preparándose para una invasión de su principal enemigo, Estados Unidos. Pero antes parece haberse adelantado un enemigo invisible que combate casi con las mismas armas de organización política con las que se sostiene en el poder el gobierno de Nicolás Maduro.

“Volveremos a la normalidad, pero será una normalidad vigilada. Todo cambió en el mundo con la pandemia”, afirmó el presidente en una llamada por teléfono al canal estatal venezolano VTV.

En ese mundo, los casos de coronavirus en 16 días pasaron de 100 mil a más de 600 mil en todo el mundo agravando aún más el panorama ¿pero qué pasó para que sucediera esto?

Europa se convirtió en el epicentro de la pandemia con Italia en el primer puesto con más de 100 mil casos, y 11.581 muertos, una cifra que se multiplica día a día. Seguida de una España que se dirige hacia el mismo camino con una curva de casos que abarrota los hospitales de pacientes. Los gobiernos, como en China, se negaron a medidas restrictivas, como cuarentena y distanciamiento social, para no detener la economía.

Boris Johnson, el primer ministro de Gran Bretaña, incluso propuso como estrategia dejar que sus ciudadanos se infecten y conviertan en inmunes. Varios días después desistió de una idea que según algunos cálculos habría dejado un potencial de 510 mil muertos según la OMS. Habrá querido quizás emular a cuando Winston Curchill se negó a paralizar la vida del país en 1952 por una neblina tóxica, producida por el clima y las fábricas que usaban carbón, dejando un total de 12 mil muertos. La historia es cruel a veces con las repeticiones: Johnson y Churchill son del mismo partido conservador. Dos semanas después, el confinamiento es un hecho en Gran Bretaña igual que lo serán los británicos muertos por tomar tarde la medida. Y Boris Johnson ha dado positivo de coronavirus.

Italia, el país con más infectados del mundo, pasó de 2.222 a 6.078 muertos en una semana con cementerios como Bergamo que no dan abasto. Los cadáveres se envían fuera de la ciudad en camiones militares para ser cremados. Los médicos y enfermeros jubilados se suman a la lucha porque el personal sanitario está sobrepasado por la crisis. Lloran en los pasillos de los hospitales desconsoladamente.

Pero en Lombardía, una de las regiones más afectadas, el 40% de sus ciudadanos siguen saliendo a la calle irrespetando la cuarentena. “Los rociaremos con lanzallamas si lo siguen haciendo”, les advirtió uno de los alcaldes de esta región. Quizás el cuadro sería mucho menos grave si unas semanas antes se hubiera suspendido el partido de fútbol Atalanta-Milán, considerado una de las principales fuentes de contagio. Se sabe por la experiencia de Wuhan que cuánto más infectados más se multiplican los contagios.

La decisión de poner en cuarentena Italia se tomó demasiado tarde al igual que en España, donde adultos mayores son encontrados muertos (y abandonados) en asilos de ancianos. Se elige en los hospitales sobrepasados por la pandemia quien vive y quien muere según la expectativa de vida de los pacientes. Los sistemas de salud pública de Italia y España son víctimas, además, de los continuos recortes de la clase política del país para pagar sus deuda.

En este contexto, ¿no se pudo haber prevenido esta tragedia como se intenta hacer en un país bloqueado como Venezuela?

Sí, pero es aún más complejo.

Ninguno de los gobiernos europeos quiso parar la economía con una cuarentena. Pero tampoco enfrentar el malestar de sus ciudadanos acostumbrados a vivir en una irrestricta libertad. Los sacrificios colectivos de la Segunda Guerra Mundial quedan muy lejos para esta sociedad europea que se ve unida a un destino común que limita los deseos individuales de sus ciudadanos.

Estar en cuarentena es vivir con limitaciones, y en modo de sobrevivencia. Gobernar desbordado por una pandemia es administrar lo escaso; las camas, los barbijos, los medicamentos, los enfermeros, médicos, los ataúdes. Y ninguna nación europea ha enfrentado un contexto así en tiempos recientes, como lo ha hecho la sociedad venezolana con apagones, amenazas de guerra, y decisiones de vida o muerte en ámbitos como la salud y la alimentación.

Las calles vacías son abandonar la vida para encerrarla en una casa, pero son un sacrificio colectivo para dejar en soledad a un virus que solo así se puede encontrar.

La razón sanitaria de una pandemia elimina, por un minuto, los muros, y las barreras invisibles, entre clases. Quienes se sienten intocables por tener dinero, y nunca vivieron a vida o muerte ninguna crisis anterior, están en el mismo peldaño que los más pobres. Sobresalen como sucede en América Latina por ser viajeros como Carmela Hontou, la paciente cero de Uruguay, que vienen de Europa sin tomar ningún recaudo, y con síntomas, esparcen el virus en casamientos de élite, o a sus propias mucamas. Quedan marcados por un virus que les molesta más que el coronavirus: el juicio popular de la sociedad a la que infectan. La pandemia desviste la soberbia de pudientes y la sirve a la mesa sin sus privilegios de clase.

La ironía es otro virus que se esparce por todo el mundo. A principios de marzo, el Congreso de Acción Política Conservadora (CPAC) recibió a miles de políticos de ultraderecha de todo el mundo con Donald Trump como anfitrión. Quiso el destino que uno de los asistentes estrechara la mano a medio mundo, entre ellos cuatro congresistas de Estados Unidos y el director de la organización en Estados Unidos, Matt Schlapp , quien tuvo contacto con Trump. El Congreso puede haberse convertido en una fuente contagio tan grande como el partido de Atalanta-Valencia en Milán.

Luego Trump recibió con su equipo a Jair Bolsonaro. Siete días después, 23 integrantes de la comitiva del brasileño tienen coronavirus. A veces el destino tiene deseos misteriosos. Como si ensañara con quienes calificaron al coronavirus como “no más que una gripecita”. Argumento que según Trump y Bolsonaro justifica que no se paralice la economía de ambos países con cuarentenas, o limitaciones. Pero más que el destino parece ser la razón.

Corea del Sur, Taiwán y Singapur aplicaron medidas de distanciamiento social combinadas con el uso de base de datos e inteligencia artificial. El Gran Hermano asiático de esa forma logró contener la expansión del coronavirus en estos países, sin necesidad de una cuarentena tan extrema como en China. Solo actuaron a tiempo, con la experiencia de haber luchado contra enfermedades infecciosas en el pasado. Las lecciones estaban ahí, pero pocos líderes quisieron tomarlas. Ninguno se quiso dejar llevar por la razón agravando aún más el problema.

Estados Unidos, al escribir estas líneas es el epicentro de la pandemia yendo tranquilo a los más de 200 mil casos para final del mes de marzo. Los llamados al servicio de emergencia de Nueva York son los más numerosos desde los atentados a las Torres Gemelas. El país no tiene las mascarillas suficientes para sus médicos, y los estados más afectados se pelean porque le manden insumos. La economía camina directo a una recesión tan grande que el propio Trump ordenó, junto con el Congreso, inyectarle 2 billones de dólares a la economía para salvar empresas y bancos en riesgo.

Al parecer, el principio de hacer dinero rápido y fácil conspira contra el hecho de simplemente poder hacerlo. Por eso vemos cálculos de un minuto y medio de distancia de Trump, Bolsonaro o Boris Johnson que inmediatamente vuelan por los aires. Son sinónimos de una época donde prevalecieron los hombres de lo rápido y ahora por haberse convertido ello en la forma de vida predilecta de la humanidad.

Pero las consecuencias de estas decisiones son bastantes reales. Se estima que 25 millones de personas pueden quedar sin empleo. Que los trabajadores pueden perder 3,4 billones de dólares. Desde Alemania hasta Argentina anuncian planes masivos de inyecciones de dinero a la economía para evitarlo. Las preguntas no son ni cuándo, ni dónde, sino cuánto. ¿Cuánto costará esta crisis? ¿Cuánto pasará hasta que vuelva a cobrar mi salario? ¿Cuánto será lo que pueda aguantar sin pagar mis deudas? ¿Cuánto? ¿Cuánto?

Se ensayan conclusiones y sentencias apresuradas. Es el comienzo de una nueva época. El ocaso de Estados Unidos y el ascenso de China. La vuelta de los Estados presentes y el fin de lo privado sobre lo público, al artista antes conocido como neoliberalismo. El mundo cambió y cambió para siempre, se dice una y otra vez. Pero en esa repetición se esconde un trauma, una serie de hechos que no vemos por lo que son porque estamos imbuidos en ellos.

Con la caída de las Torres Gemelas millones de personas vieron como algo cambiaba en vivo y directo. Pero con el coronavirus el miedo a contagiarse está dentro de nuestros cuerpos, de nuestras familias. No importa si es una de las pandemias con la tasa de mortalidad más baja de la humanidad. Si no que está aquí y ahora. Y el miedo es combustible de grandes cambios. Porque con temor se aceptan cuestiones que antes hubiesen sido impensables. Entonces caben más las preguntas que respuestas sobre hacia dónde vamos.

¿Un mundo donde los gobiernos trabajen más unidos contra los desafíos de la humanidad como esta pandemia? ¿O uno donde países como Alemania y Francia se reserven vender medicamentos y mascarillas a España para atender a sus poblaciones? ¿Uno dónde los países se peleen por quien tiene la primera vacuna para venderla a buen precio en el mercado? ¿O uno donde compartir el conocimiento de la lucha contra enfermedades se vuelva la norma en vez de la excepción?

 

¿Un mundo donde los Estados salven a las familias que no tienen ingresos para pagar sus deudas? ¿O uno donde solo sean rescatados los bancos y las grandes empresas? ¿Uno en el que los privados paguen más impuestos para tener sistemas de salud y educación de calidad? ¿O uno donde estos siempre sean las variables de ajuste? ¿Uno en el que los Estados vuelvan a hacerse cargo de áreas estratégicas de sus países para financiar la salida a esta crisis? ¿O uno en el que la solución sea eliminar las pocas regulaciones que quedan para que los privados inviertan?

¿La crisis será un detonante para que las empresas reduzcan masivamente costos sustituyendo empleo humano por inteligencia artificial o robótica? ¿Se cumplirá la profecía de que para 2025 se pierdan 75 millones de empleo por la automatización?

Quien tenga certezas sobre estas preguntas, en un momento tan incierto, es posible que sea un charlatán. Porque en esta angustia existencial que nos atraviesa, que nos definen como seres humanos, los cambios tal vez pasen más por el lado de la continuidad que por lo nuevo.

La continuidad de viles farmacéuticas que buscan vender los medicamentos para el coronavirus al mayor precio posible, la continuidad de millones de personas que se ayudan entre sí para que nadie se quede sin un familiar querido, la continuidad de líderes políticos que piden a los abuelos sacrificarse por la economía de sus nietos, la continuidad de médicos de lejanas latitudes que respondieron el llamado para atender a personas que ni siquiera deberían tener nombre.

Una continuidad en permanente conflicto entre la solidaridad y el interés individual.

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COVID-19, la política como el arte de «lo posible» y la crisis como su espejo https://artepolitica.com/articulos/covid-19-la-politica-como-el-arte-de-lo-posible-y-la-crisis-como-su-espejo/ https://artepolitica.com/articulos/covid-19-la-politica-como-el-arte-de-lo-posible-y-la-crisis-como-su-espejo/#respond Wed, 08 Apr 2020 21:21:31 +0000 http://artepolitica.com/?p=105820  

Por Leila Mucarsel

Juan Domingo Perón definía a la política como “el arte de lo posible”. Si miramos el devenir de la historia podemos comprender a lo que se refería el General: en cada lugar y cada tiempo, los hombres y mujeres, los Pueblos (en mayúscula), sus marchas y contramarchas, sus revoluciones (en minúscula, porque son siempre imperfectas) y sus gobiernos, han transformado la realidad en formas a veces solo unos días antes, impensadas. Del mismo modo, han fracasado, fallado, demorado, retrocedido, caído y se han vuelto a levantar. El punto, la línea, que separa lo posible de lo imposible es siempre incierto, móvil, cambiante. En ocasiones parecíamos a punto de tocar el otro lado de esa línea con las yemas de los dedos y de un segundo al otro nos arrebataron esa posibilidad.  Y la política, siempre en el medio. La política como actividad humana, el oficio más antiguo (más antiguo que la prostitución, como dice el politólogo Andrés Malamud), es siempre la mano que dibuja, desdibuja y corre esa línea, en base a un lienzo que viene dado por las circunstancias, claro está. Allí el arte.

Otra forma de decir esto, como subrayaron varias pensadoras, es que “lo político” pertenece al universo de lo contingente. En lógica, la contingencia es la característica de algo en cuanto a que puede ser o no ser, dependiendo del caso: algo que no es necesario, pero sí posible.

Traigo esta reflexión a colación de lo que está sucediendo hoy en el mundo a partir de la irrupción del coronavirus. Las crisis, las catástrofes naturales o humanas (si es que se puede definir con precisión el origen de estas) y las guerras han sido históricamente espacios de excepción, “lugares” y “tiempos” donde los hechos impactan tan fuerte en la realidad que las reglas que delimitan lo posible y lo imposible suelen caer como piezas de un dominó. Estas situaciones están muy cercanas a lo que describíamos de la política, porque se vuelven oportunidades para cuestionar y repensar lo imposible. Podríamos decir que, si la política es el arte de lo posible, las crisis sistémicas son un reflejo de lo que es posible. Una grieta que permite vislumbrar capacidades, formas de hacer las cosas que estaban ocultas o prohibidas. Un momento de excepción donde se puede avanzar en direcciones antes impensadas. Son además un tiempo donde caen los velos: el rey mercado, desnudo, nos deja desprotegidos, corre en pánico, nos deja sin laburo y hasta nos sube el precio del alcohol en gel y los alimentos.

Siempre el resultante de una crisis tendrá componentes esencialmente políticos. Bien lo ilustran los resultados ante las dispares respuestas de Argentina vs. Brasil, o Alemania vs. EEUU. Como alertaba Byung-Chul Han, “la revolución será humana”, o no será. Nada cambiará definitivamente por la pandemia en sí misma. Los cambios que la crisis avizora como imprescindibles, empezando por la necesidad de repensar fuertemente el capitalismo financiero y potenciar el rol del Estado en las sociedades actuales, pueden o no suceder. Dependerá de la capacidad política de quienes buscamos un mundo más justo. La experiencia histórica muestra la capacidad del capitalismo para adaptarse luego de crisis sistémicas e incluso volcarlas a su favor reforzando la concentración y el poderío de unos pocos en desmedro de las mayorías. Sin ir muy lejos, tras la profunda crisis financiera global iniciada en 2008, la economía pre-COVID19 mostraba rasgos muy similares a la que dio origen al colapso.

Quiero terminar llevando estas preguntas en torno a lo posible y lo imposible al plano de la economía. El paradigma neoliberal, aún vivo y coleando, se impuso en base a una construcción teórica-política basada en la idea de que en economía hay ciertas cosas que no se pueden discutir: el tristemente célebre There Is No Alternative de Thatcher. En el plano académico, se hizo durante décadas un trabajo minucioso por instaurar supuestas leyes de cumplimiento universal en torno a cómo funcionan las economías, de base marginalista, y sintetizadas por Milton Friedman, discípulo de Von Hayek. Estas reglas, si bien se han demostrado mil veces falsas y lo que es peor, han llevado innumerables veces a países al hambre y la miseria a partir de las políticas que inspiraron, siguen aún hoy siendo pregonadas como dogmas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Troika Europea.

Una de esas reglas de oro del neoliberalismo tiene que ver con la necesidad de reducir al mínimo el rol del Estado y del gasto (inversión) pública. En el mundo actual está resurgiendo con claridad la importancia que tienen los Estados para la vida cotidiana, la organización e incluso la continuidad de las sociedades actuales. En este mundo, los fondos, los recursos financieros y materiales que siempre parecen escasear, de repente aparecen. Es lo mismo que sucede en tiempos de guerra, pensémoslo: nunca faltan recursos para la guerra. Sin lugar a dudas, esta crisis muestra que el espacio para las políticas económicas es mucho más amplio que en el que habitualmente nos quieren hacer creer, incluso en los países periféricos.

Estamos en un momento del mundo donde ha quedado en evidencia que los Estados son los únicos actores capaces de liderar la tarea colectiva de cuidarnos, en un tiempo donde la solidaridad entre los seres humanos vuelve a ser imperiosa, como marcó el Papa Francisco, “nadie se salva solo”. La Argentina está haciendo un soberbio esfuerzo por cuidar a su gente, con un Estado presente y activo que demuestra de lo que somos capaces, y nos coloca entre los países que son ejemplo en un mundo en caos.

¿Estaremos en condiciones de poner en marcha planes tan audaces como los actuales una vez pasada la pandemia? Recordemos, las crisis son también espejo de lo posible, nos muestran de lo que somos capaces, nos muestran que los recursos humanos y financieros están cuando la realidad apremia. Se trata de entender que otros de los problemas que nos acechan, como la desigualdad y el cambio climático, son igual o más perniciosos que el virus. ¿Seremos capaces de actuar antes de que sea demasiado tarde? ¿Cómo sostener esa sensación que hoy está en el aire de que en cierta manera todo se puede hacer si se trata de responder a la crisis? Es urgente crear un sentido colectivo en torno a objetivos ambiciosos que nos unan para alcanzarlos, Misiones (en el sentido de Mazzucato) que permitan direccionar el desarrollo en las direcciones socialmente definidas como prioritarias, como lo es hoy frenar al coronavirus, o terminar para siempre con el hambre en la Argentina. Pero, como, nuevos pactos sociales que partan de rediscutir cómo se reparten los riesgos y beneficios entre los actores públicos y privados, que rehúyen a pagar impuestos, pero hoy claman por el accionar estatal. Para ello, es clave defender que los Estados son mucho más que los bomberos del sistema cuando hay crisis, o “prestamistas de último recurso”, son los organizadores sociales por excelencia, y más aún, moldear con su accionar nuevos mercados y realidades en defensa del bien común. Son quizás la institución que mayor capacidad, legitimidad y recursos necesita en un mundo donde la complejidad es enorme y crisis como esta serán cada vez más frecuentes. Que se puede, se puede, te lo digo un fin de semana donde los bancos están abiertos en la Argentina, las fronteras cerradas en plena ‘Era de la globalización’, y más de mil millones de personas en todo el mundo sin salir de sus casas.

 

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Las personas encarceladas también son personas https://artepolitica.com/articulos/las-personas-encarceladas-tambien-son-personas/ https://artepolitica.com/articulos/las-personas-encarceladas-tambien-son-personas/#respond Thu, 02 Apr 2020 15:23:21 +0000 http://artepolitica.com/?p=105619 La Argentina, y quienes vivimos en su territorio, nos enfrentamos actualmente a una pandemia de carácter internacional como es el COVID-19.

Y cuando digo quienes vivimos en su territorio, me refiero también a aquellas personas que se encuentran privadas de su libertad, por diversas razones, en instituciones carcelarias de nuestro país.

A principios del año 2019 el ex Ministro de Justicia, Germán Garavano, decretó la emergencia en materia carcelaria, pues, como tantos otros Estados, Argentina cuenta con más personas detenidas de las que puede albergar asegurando sus derechos y garantías1.

La superpoblación carcelaria – tanto en cárceles federales como provinciales – es el reconocimiento del Estado de su incapacidad o imposibilidad de asegurar condiciones de salubridad e higiene mínimas a las personas que allí se encuentran alojadas, circunstancia que, frente a una pandemia de características desconocidas hasta el momento, nos obliga a contemplar la problemática desde la óptica de la prevención y el reaseguro de los Derechos Humanos de los internos que allí residen.

Sin embargo, y pese a las recomendaciones elaboradas por distintas instituciones y organismos2, en los días que han pasado, hemos recibido la noticia de excarcelaciones y prisiones domiciliarias que han sido denegadas, en particular, a personas que revisten criterios acreditados de población de riesgo.

Se multiplican las resoluciones que las distintas esferas judiciales disponen la prevención y el cuidado de sus empleados y operadores afines, sin embargo, no se extreman los criterios ni se disponen medidas concretas para disminuir sensiblemente la población carcelaria – por lo menos a niveles máximos tolerables evitando la superpoblación – y se mantienen a merced del avance del virus – algo que indefectiblemente sucederá más temprano que tarde – poblaciones sensibles cuya consecuencia de contagio puede, previsiblemente, implicar la muerte.

Personas mayores, casos de hipertensión, diabetes, inmunodeprimidos, enfermedades respiratorias, son algunos de los criterios que deberían abordarse preventiva y prioritariamente para disminuir sensiblemente la superpoblación que actualmente azota las cárceles argentinas, con la pretensión de incorporar, en plena pandemia, aquellos casos de personas que por ejemplo, incumplen la cuarentena o cometen delitos en el transcurso de ésta.

Asimismo, delitos cuyas penas resulten leves, internos con salidas transitorias, personas que no han sido condenadas3y que se encuentran preventivamente detenidas, muchas veces con criterios por demás arbitrarios y violentando garantías constitucionales -, deberían conformar un segundo grupo de análisis que permita reducir los riesgos al interior de los penales argentinos.

En el mundo ya existen casos de contagios efectivos al interior de los complejos penitenciarios, registrándose por ejemplo, la muerte de un adulto mayor en Francia, la liberación de detenidos con criterios de vulnerabilidad en Estados Unidos, la detención domiciliaria de personas detenidas preventivamente sin condena en Canadá, entre otra decena de casos internacionales.

En el Complejo Federal Penitenciario Federal de Ezeiza, ya se detectaron dos casos sospechosos de coronavirus, y en Brasil se confirmaron fugas masivas de penales debido a las restricciones impuestas en el marco de la pandemia COVID-19.

Para finalizar, creo que es necesario realizar dos reflexiones centrales.

En primer lugar, es posible concluir que el fenómeno del encarcelamiento masivo de personas lleva a una sobredimensión del sistema punitivo que gran parte de los Estados modernos evidentemente no han podido resolver hasta la fecha, evidenciando sistemas sobresaturados que frente a circunstancias excepcionales permiten observar graves violaciones a los Derechos Humanos, como son la falta de higiene, salubridad y educación, entre otras.

En segundo lugar, que las autoridades judiciales a cargo del encarcelamiento de personas en nuestro país deben determinar, más temprano que tarde, criterios concretos y aplicables para poner a resguardo en el transcurso de la pandemia, cuanto menos, la población de riesgo y las personas que no implican peligros concretos para terceros, previniendo brotes de contagio al interior de los complejos, algo que, conforme las resoluciones tomadas por diversos Tribunales en los últimos días, no pareciera ser el criterio a seguir por las autoridades, que muchas veces, siquiera han pisado un penal en años – si es que alguna vez lo han hecho -.

Por ejemplo, en vez de limitar las salidas transitorias de internos que han logrado acceder a esa instancia de re-socialización, se dispongan medidas alternativas que permitan, cuanto menos en el transcurso de la pandemia, su externación4.

Los esfuerzos debieran de ponerse, de manera inmediata, en reducir la superpoblación, asegurar condiciones mínimas de higiene y seguridad, y prevenir específicamente las poblaciones de riesgo – que no son sólo, adultos mayores, sino madres, personas inmunodeprimidas, entre otros casos -, si no queremos asistir a consecuencias cuyos costos políticos y en materia de vigencia de los derechos humanos, serán irremontables.

La existencia de una grave crisis de salud a nivel mundial quizás sea la oportunidad que tantos y tantas esperábamos para que la Justicia argentina encare una seria reforma del sistema penitenciario en nuestro país, reduciendo los casos de prisiones preventivas sin condena, reduciendo los plazos de encarcelamiento, promoviendo medidas alternativas a la prisión, y asegurando, en consecuencia, cárceles sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla exija, hará responsable al juez que la autorice – art. 18 Constitución Nacional -.

3 El porcentaje de internos en condición preventiva en sistemas federales llega incluso al 60% del total, con efectos concretos en particular, sobre la población femenina y diversidades, https://ppn.gov.ar/institucional/noticias/1984-sobre-el-uso-exacerbado-de-la-prision-preventiva

4 De lo contrario, en su mayor parte, las medidas sólo tienen como objetivo restringir las visitas, el acceso a sus abogados/as, las salidas transitorias, es decir, restringir aún más los pocos derechos con los que cuentan los internos, cuando el criterio debiera de ser, el opuesto, en particular para personas que no revisten riesgos ciertos para terceros.

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