DerGhougassian: “No hay que quitarle importancia a la capacidad movilizadora que tienen las ideologías extremistas”

Por Gabriela Vulcano
Khatchik DerGhougassian considera que la falta de resolución de la crisis entre Israel y Palestina está en el origen de los conflictos vigentes en Medio Oriente.
Con precisión y sin medias tintas, el profesor de la Universidad de San Andrés y especialista en temas de seguridad internacional Khatchik DerGhougassian aborda la crisis de los refugiados y el conflicto en Medio Oriente en el marco de la puja entre Israel y Palestina. Señala la responsabilidad de Europa y Estados Unidos, pero también la de los países del Golfo. Sobre la situación puntual en Siria desestima la relevancia de los grupos opositores al gobierno de Bashar al–Assad, a excepción del Estado Islámico, a la vez que destaca el rol de los kurdos. “Los verdaderos factores de poder son el régimen y los grupos islamistas”, afirma.
–¿En qué medida la crisis humanitaria en Medio Oriente es resultado de las reiteradas intervenciones de Estados Unidos y Europa en países como Irak, Libia y Siria?
–Las potencias occidentales coloniales en el pasado y a Estados Unidos que hoy reemplazó a las potencias coloniales tienen una grave responsabilidad en su rol en la política internacional. Sin embargo, no son las únicas responsables por la crisis de los refugiados, la crisis humanitaria y los conflictos en el Medio Oriente. También hay procesos internos. No hay un sólo factor que pueda explicar lo que está sucediendo. En Medio Oriente estaban convencidos de que si se resolvía el conflicto palestino-israelí con un Estado palestino independiente se iba a terminar con el conflicto de Medio Oriente. Si el curso de la historia hubiera sido distinto en 1993, si no hubieran asesinado a (Isaac) Rabin, si las visiones más radicales–extremistas–fundamentalistas–religiosas de la tierra donde viven dos pueblos no hubieran perjudicado el proceso, y si hubiera voluntad y determinación de parte de quienes empezaron este proceso, fundamentalmente de Estados Unidos; la situación habría sido distinta en Medio Oriente.
–Entonces el conflicto que hoy presenciamos en Medio Oriente está vinculado directamente con la falta de resolución del conflicto palestino-israelí…
–Tiene mucho que ver. En algún momento éste era el conflicto de Medio Oriente, ya no. Sin embargo, el problema viene de antes, de la forma en que después de la caída de la Unión Soviética se decidió el destino de lo que eran las provincias árabes del imperio Otomano, donde la construcción de las fronteras de los Estados fueron literalmente diseños coloniales y no permitieron que –como pasó en Europa en el siglo XVII o en el resto del mundo en el siglo XVIII y XIX– el proceso de la formación del Estado territorial tuviera un desarrollo natural donde las luchas y la guerra crearon las fronteras. Estas fronteras fueron impuestas por un diseño de un pacto secreto entre Gran Bretaña y Francia para repartir la dominación de estos territorios.
–¿El conflicto entre Israel y Palestina es irresoluble?
–Las aspiraciones de los pueblos, las luchas y los proyectos políticas existen pero no quiere decir que inevitablemente llevan al conflicto. Una de las razones de este conflicto es que Gran Bretaña –que asume un mandato en aquél entonces– no brinda una solución en Palestina, ya sea por falta de capacidad, voluntad política o cálculos propios a su proyección de poder. Tampoco hubo una voluntad después de 1948 de parte de Estados Unidos y la Unión Soviética, ni de los actores locales de encontrar una solución a un pueblo que se había quedado sin Estado y territorio.
–¿Qué otras problemáticas profundizaron el conflicto en Medio Oriente?
–El otro gran tema en el conflicto que vivimos hoy en Medio Oriente es que aparece el Islam porque la forma en que los países implementaron políticas de secularización no generó un proceso social que terminara de convencer sobre la forma en que se llevó adelante ese proceso. Hay un fuerte anclaje identitario del Islam en buena parte de la sociedad de Medio Oriente. A su vez el Islam se divide entre una mayoría Sunni y una minoría Shia. Una división que por largos siglos se desestimó, sin embargo a partir de 1979 el triunfo de la revolución islámica en Irán sorprendió a todo el mundo. Desde el primer momento empezaron a hablar del Islam y muy pocos se dieron cuenta en ese momento que esta revolución era una revolución Shia, que generó mucha preocupación en quienes seguían el Islam Sunni, como los países del Golfo. Luego, en los 80, la guerra en Afganistán contra la ocupación soviética forjó la idea de que si el Islam podía derrocar a un imperio podía hacerlo con otro también, por lo tanto se planteó que la solución de los árabes y los pueblos de Medio Oriente pasa por el restablecimiento del Islam.
–En 2013 se frenó la invasión a Siria, sin embargo ese mismo año la Unión Europea autorizó el envío de armamento a los sectores opositores de ese país, ¿podemos catalogar eso como un modo alternativo de intervención?
–No estoy tan seguro de que hubiera una decisión de intervenir militarmente en Siria en 2013, por lo menos por parte de la administración de (Barack) Obama. El incidente químico en 2013 nadie sabe cómo se produjo. No estoy sugiriendo ninguna teoría conspirativa pero puede haber sido cualquier cosa, incluyendo una falta en la cadena de mando. La no intervención fue un éxito de Obama. No se metió en un lío en el que no sabía cómo iba a terminar, sobre todo con la participación rusa, y logró que Bashar al–Assad se deshiciera de sus armas químicas. Pero esto no terminó con el conflicto en Siria. Es cierto que el régimen de al–Assad es un régimen autoritario que tiene su responsabilidad en la situación del país, pero también hay que decir que hay años de una retórica contra un régimen que resistió e hizo fracasar todos los planes que tenía occidente en Medio Oriente. Había una presión de la opinión pública e intereses para ir contra al–Assad pero al mismo tiempo ir contra él significaba apoyar a los islamistas, entonces inventaron grupos opositores que no son islamistas. No existen estos grupos, no tienen ninguna relevancia ni espacio. Son los que están en los centros europeos o fuera de Siria que hacen muy buenos informes porque son defensores de los derechos humanos pero no son factores de poder en el país. Los factores de poder son el régimen y los grupos islamistas. Y los kurdos en el norte. El tema de las armas es uno de los grandes dilemas en occidente. Todo el mundo sabe que la financiación, la facilitación de la logística y hasta el reclutamiento de los combatientes del Estado Islámico y otros grupos proviene de países del Golfo, de Arabia Saudí y de la sociedad de Turquía. Hay mucha simpatía por la causa del califato en las sociedades. No la mayoría, pero hay gente que aporta, otra que va y otra que apoya.
–¿La intervención externa en Medio Oriente tiene como objetivo apropiarse de los recursos naturales, favorecer el negocio armamentístico o responde a razones geopoliticas?
–La respuesta más fácil es todo eso. En primer lugar, pareciera que lo que llamamos comunidad internacional, Estados Unidos, sus aliados europeos y Rusia, se han agotado de pensar una solución del conflicto de Medio Oriente por la complejidad y por resistencias muy fuertes de Israel y Arabia Saudí al acuerdo aparentemente beneficioso para todos como es el acuerdo nuclear con Irán. Quienes están decidiendo sin tener un plan en el Medio Oriente son los actores locales, fundamentalmente Turquía, Irán y Arabia Saudí. Pero quienes sí tienen un plan concreto y final es el Estado Islámico, que busca recrear el califato. Son creyentes y van hasta las últimas consecuencias. Y no hay que quitarle importancia a la capacidad movilizadora que tienen las ideologías extremistas y sobre todo aquellas que tienen una impronta religiosa en momentos de crisis y convulsiones geopolíticas. Es el único que tiene un rol a ocupar, quizás los kurdos son otros de los actores que tienen como objetivo tener un Estado independiente.
–¿Qué rol tienen los kurdos en el conflicto en Siria?
–El pueblo kurdo siempre fue un pueblo disperso entre Turquía, Irak, Siria e Irán. Al pueblo kurdo se le da un Estado independiente con el tratado de Sevres. En 1925 empieza un levantamiento de los kurdos en Turquía porque el proyecto de Mustafá Kemal de homogeneizar la sociedad turca le negó a los kurdos el derecho de una identidad propia. En todos los países donde estaban los kurdos nadie le reconocía ninguna autonomía y eran reprimidos. Si bien en el caso de Siria los kurdos tampoco tenían derecho de una autonomía; a mediados de los 80, cuando el régimen del padre del actual presidente sirio tuvo problemas con Turquía apoyó a la guerrilla kurda en ese país y le dió refugio en Siria. En 1998 Turquía amenazó con una guerra contra Siria y al–Assad no tuvo otra alternativa que echar a Abdulá Ocalan del país, que fue capturado por los turcos y cumple una condena perpetua. Cuando empezaron todas estas convulsiones en Siria, los kurdos nunca dejaron de perseguir su objetivo de autonomía. A los islamistas no les interesa hacer alianzas y tomaron a los kurdos también como sus enemigos y esto llevó a los kurdos a armarse y un punto de inflexión fue la ciudad de Kobani, donde la victoria de los kurdos paró el avance de los islamistas.
La ayuda no debe ser militarizada
“La solución de la crisis de los refugiados pasa por la resolución del conflicto o una intervención humanitaria”, sentencia Khatchik DerGhougassian. Y rápidamente aclara: “Hay que quitarle a la ayuda humanitaria el aspecto militarizado”.
Además de los millones de desplazados y las pérdidas humanas, el doctor en Estudios Internacionales de la Universidad de Miami subraya “la destrucción del patrimonio de la humanidad que está llevando adelante”. “¿A ver si esto sucede en los grandes museos como el Louvre o British Museum? Palmira es una joya de la civilización humana y la están destruyendo”, dice.
“Argentina, Brasil y Uruguay –más allá de abrir sus fronteras para recibir refugiados de una manera bien pensada– tienen que tener un perfil más alto en el contexto internacional. Europa va a recibir 120, 170 mil refugiados. En Turquía hay dos millones, en el Líbano hay un millón y en Jordania hay 700 mil. En los demás países árabes, como Arabia Saudí o los Emiratos Árabes, no hay ni siquiera un refugiado. Alguien tiene que decirlo y hacerse cargo”, explica.
Y advierte sobre las posibles consecuencias de los miedos que persisten entre los europeos: “En muchos sectores de los países de Europa le echan la culpa a los inmigrantes de la situación socio–económicas por la que están pasando. Hay algunos riesgos justificados, los islamistas pueden aprovechar esta situación para hacer un atentado y generar mayor islamofobia. Y esos miedos se manipulan por una extrema derecha y si sucede un atentado las sociedades no van a querer a los refugiados”.
Las “revueltas árabes” por mayor apertura
Khatchik DerGhougassian prefiere no hablar de “Primavera Árabe”, sino de “revueltas árabes”. “Todos los países árabes tienen condiciones socio–económicas que pueden provocar estas revueltas porque en todos los países árabes que tenían una riqueza fenomenal quedaban atrás en desarrollo humano de los países africanos. El terreno estaba fértil”, analiza, en alusión al modo en que un reclamo por mayor apertura democrática derivó en múltiples conflictos con el involucramiento de diversos actores.
“Las revueltas árabes tenían una causalidad fuertemente anclada en la situación socio–económica y el deseo de mayor democracia en países donde había una juventud instruida, conectada al mundo y que vivía en países donde la liberalización de la economía en la década del 90 llevó a que los sectores dominantes se enriqueciera en forma vislumbrante mientras las condiciones de vida de la población se deterioraba cada vez más”, detalla.
Y diferencia el caso sirio: “En 2011, grupos de derechos humanos de Siria empezaron a hacer circular una llamada de movilización contra el régimen pidiendo mayor democratización. Pero esa llamada no tuvo éxito, la gente no salió por el despliegue de las fuerzas de seguridad y porque relativamente en los últimos diez años todo un sector de la población, la clase media, mejoró su condición económica. En marzo empezó una segunda manifestación, el reclamo no era de mayor democratización sino que tenía un carácter sectario, se hablaba en contra de los alauitas. La sectarización del conflicto estaba presente, hay sectores que fomentaron esto y muy pronto los islamistas habían copado toda la resistencia”.
¿POR QUÉ SOY DOCENTE?
“Hice el doctorado para consolidarme en la carrera de docencia”
Khatchik DerGhougassian afirma que siempre le gustó la docencia universitaria e investigación. “Cuando las oportunidades se presentaron para hacer un posgrado primero, luego empezar a dar clases e involucrarme en distintos proyectos tanto en la Argentina como afuera, no dudé en aceptar las propuestas”, cuenta. Y añade: “Hice el doctorado para seguir y consolidarme en la carrera de docencia e investigación”.
SI NO, HUBIERA SIDO CINEASTA
“En el arte cinematográfico es donde más me sentiría a gusto”
Además de la docencia, se desempeñó como periodista, reportero, columnista, editor y corresponsal. Sin embargo, uno de sus sueños es dedicarse al cine. “La arqueología me interesó muchísimo en mi adolescencia, pero es el arte cinematográfico, desde la escritura del guión hasta la dirección de una película y la crítica de películas, el campo donde más me sentiría a gusto después de la docencia y la investigación universitaria”, cuenta.

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