El debate dominó la TV durante dos horas

Sólo América y Canal 26 lo transmitieron en vivo; llegaron a un pico de rating de 14 puntos; les ganaron a PPT y al fútbol
Poco antes de las 22.30, Luis Novaresio celebró ante las cámaras y los presentes en la Facultad de Derecho de la UBA un dato que ya se había hecho fuerte en las redes sociales: la emisión del debate por América superaba en audiencia televisiva al partido entre River e Independiente transmitido en el mismo horario por la TV Pública, que dejó en claro una vez más cuáles son sus prioridades.
La foto del rating de las 22.40 (Argentina Debate, 10; FPT, 9,9) fue una constante durante toda la noche. El líder del rating en la TV abierta fue Periodismo para todos, que en ese momento medía 11,6, pero sumados América y Canal 26 (la única señal de noticias que emitió el debate) se llegó a picos de 14 puntos, inalcanzables para el resto de los canales.
Este primer debate, que sólo se encendió en su segundo tramo y fue de menor a mayor en materia de cruces entre los candidatos, dejó también al descubierto la falta de entrenamiento que la TV local tiene en estas cuestiones y lo poco que la emisión de anoche asimiló de experiencias cercanas y concretas realizadas en los países donde este procedimiento es algo natural. También puso a la vista la importancia de las redes sociales en este momento televisivo: una placa fija mostró el hashtag #ArgentinaDebate, que a las 23, ya sobre el final, había alcanzado el medio millón de usuarios.
La transmisión televisiva se dividió en dos bloques exactos, con una sola y extensa pausa en la mitad, entre las 21.51 y las 22.03. Y cuidó, en general, todas las formalidades a través de un convencional juego de cámaras que alternó planos generales en las pausas y comienzos de cada bloque con primeros planos de cada candidato en el uso de la palabra y del moderador de turno.
Fuera de cámara
Pero así como vimos todo el tiempo al candidato cuando le tocaba hablar, no conocimos en ningún momento las reacciones de cada candidato a la hora de escuchar a sus pares. ¿Atención? ¿Indiferencia? ¿Enojo? Nunca supimos lo que cada gesto decía en ese momento, porque las cámaras nunca los tomaron en esa postura. Tampoco pudimos ver (como anotaron en Twitter quienes presenciaron el debate desde la Facultad de Derecho) si se sentaron o estuvieron de pie todo el tiempo.
El otro detalle que conspiró contra la mayor eficacia de la emisión fue la apuesta por una puesta en escena con predominio de los tonos oscuros (azules y negros) en la iluminación. Un detalle más apropiado para una conferencia o una colación de grados, pero escasamente atractivo para un debate político preelectoral.
El papel de los moderadores (los periodistas Marcelo Bonelli, Luis Novaresio y Rodolfo Barili) deberá ajustarse en la medida en que los debates preelectorales se conviertan en una costumbre. Los tres insistieron en que las reglas eran muy estrictas y quedaron establecidas de antemano, pero no se privaron de hacer constantes apelaciones emocionales impropias de una función que no demanda de ellos tanto protagonismo e informalidad, y sí discreción y rigor profesional.
Barili no pudo disimular sus nervios y Bonelli buscó la distensión con algún chiste poco adecuado para la ocasión. Novaresio, en tanto, se permitió casi fuera de programa hacer una serie de preguntas concretas que casi todos los candidatos sortearon. Entre ellas, quién será el ministro de Seguridad de su eventual gobierno y qué actitud tomarán sobre el aborto y la despenalización de drogas. Es pertinente que un moderador haga preguntas en un debate presidencial. El próximo debería incluir esa regla.

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