El fracaso con el dólar debilita a Marcos Peña y Luis Caputo

Marcos Peña y Luis Caputo tienen en común ser personas muy talentosas y con mucho sentido común. Pero también comparten un déficit: sus talentos los llevan en ocasiones a subestimar las complejidades de la política y sobreestimar su fuerza de voluntad. No es por casualidad entonces que en lo que hasta ahora eran indiscutiblemente muy buenos estén fracasando ante una crisis de confianza más desafiante y persistente de lo previsto.
Peña fue el artífice de un muy eficaz sistema de comunicación que ya no comunica.
Él mismo es víctima de este giro de los acontecimientos: dice algo y se entiende lo contrario. Acaba de lanzar la frase “esto no es un fracaso” y dio a entender justamente lo opuesto, en la última de una serie de intervenciones públicas fallidas. Hasta el mejor diseño fracasa si no se adapta a las circunstancias, y el diseño comunicacional y de gestión del Gobierno ha venido resistiendo una necesaria adaptación ya durante demasiado tiempo.
Caputo es un brillante bróker al que los mercados vienen torciendo el brazo una y otra vez hasta exponer y extremar todas las debilidades que reviste su nuevo rol, el de guardián monetario en un país en que nadie cree en su moneda. Descubrió tarde que no es lo mismo estar de uno que del otro lado del mostrador.

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