El muro de Macri

Hay un muro imaginario que se ha levantado delante del Gobierno. La persistencia del conflicto docente le impide a Mauricio Macri avanzar con otras decisiones de gestión. O, al menos, tornarlas visibles para la sociedad con la intensidad que está pretendiendo. Ocurre con las líneas de créditos hipotecarios que recién fueron lanzados. O con la “revolución aérea” de las empresas de bajo costo. En ese caso, otras oscuridades empañan la iniciativa.
Tampoco existe el margen para empezar a diseñar una campaña –y las candidaturas– a la cual la voracidad del calendario le encoge el tiempo. En ese dilema no está solo: la oposición, sobre todo el peronismo en sus versiones diferentes, también asoma paralizada por su diáspora. Pero no alcanza como consuelo: Cambiemos, la coalición oficialista, se siente ahora en medio de un encierro.
Tal percepción explican, a lo mejor, fricciones banales que atraviesan el poder. O el tanteo también de alguna salida de emergencia. El Presidente volvió a quejarse la semana pasada por la parsimonia operativa del Gobierno. Marcos Peña, el jefe de Gabinete, hizo pública esa inquietud. ¿Algún retoque en el complejo sistema de administración que ideó Macri?. No habría que descartarlo. El Presidente se encargó también de apagar el debate interno que desató su presencia en el programa de televisión de Mirtha Legrand. Desde el radicalismo y la Coalición le endilgaron responsabilidad a Peña y al ecuatoriano Jaime Durán Barba. A Macri le pareció un episodio menor en comparación con otros problemas que le toca afrontar. Un rasgo de sensatez. El ingeniero rogaría que su principal problema fuera, de verdad, la conductora de televisión que no le dió tregua.
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Detrás del conflicto docente se esconde un desafío de mayor envergadura. Uno de ellos es el de la unidad de los grandes bloques sindicales y, a la vez, la inocultable competencia entre ellos. La dispersión facilitó la gobernabilidad de su primer año. Otro incordio es que la calle volvió a ser el teatro elegido por aquellos para dirimir sus fuerzas. En especial, de parte de la Confederación de Trabajadores de la Argentina (CTA) y del sindicalismo de izquierda dura. En esa orbe encajan los grupos piqueteros. El kirchnerismo está presente en todos ellos. También en la CTA.
El macrismo fue relativamente eficaz durante su primer año para evitar que los piquetes asolaran la Ciudad como sucede desde febrero. Pero por entonces la CTA no se había compactado y la CGT le había concedido al Presidente un tiempo razonable y responsable para permitir la gobernabilidad. Frente a la invasión callejera el Gobierno no sabe ahora como responder.
Macri conoce que si no se logra destrabar el conflicto docente será difícil correrle el velo a lo demás. Ese conflicto que al inicio estaba sólo latente en Buenos Aires podría tomar otra dinámica después de la gigantesca Marcha Federal de maestros en Plaza de Mayo. El impacto no habría sido provocado únicamente por el número de asistentes. También por el sobrevuelo de consignas y el contenido de los discursos que no denunciarían sólo una entendible diferencia en torno a los sueldos. Pareció abrirse además un abismo de raíces culturales sobre los caminos posibles a seguir para intentar un mejoramiento de la calidad educativa. El macrismo trata que ese tópico impregne el conflicto para que los salarios no monopolicen la discusión.
Aquel aparente abismo cultural se nutriría de ideologismo, de intereses políticos y oportunismo. Sonia Alesso, la titular de CTERA, fue la oradora central. Utilizó algunas palabras lógicamente fogosas para entusiasmar a la multitud. En su recorrido para hablar de la batalla educativa se le ocurrió una cita solitaria. Parafraseó a Fidel Castro. Tal vez haya sido casualidad. Carlos De Feo, el conductor de CONADU, abogó para que al Gobierno “le vaya mal”. Aunque aclaró, a modo de paraguas, que no desea su caída antes de tiempo.
La raíz del problema llegaría más abajo. Esos mismos dirigentes defendieron, con razón, la escuela pública pero también el nivel de enseñanza actual. Alertaron sobre una presunta ofensiva del macrismo para convertir lo público en privado. Quizás el Gobierno deba rendir aún examen acerca de sus verdaderas intenciones en ese terreno. Pero los dirigentes sindicales tampoco debieran abusar de la hipocresia. Alesso hizo gran parte de su carrera docente en una escuela privada en el oeste de Rosario. No habría dudas, en cambio, sobre la indiscutible tendencia privatizadora de la educación que reinó entre el 2003-2015. En la cual la mayoría de los gremios fueron socios, voluntarios o inconcientes. Las cifras oficiales de la época sirven para deslegitimar parte del relato K. En el ministerio de Educación está registrado, a nivel del ciclo primario, que la matriculación de alumnos en los colegios estatales decreció un 12% y en los privados aumentó un 23%. Acerca de la calidad educativa, los pocos resultados de las pruebas APRENDER resultan lapidarios. El 50% de los alumnos no alcanza a comprender los textos que lee. En el secundario, apenas un tercio completa su carrera.
Por lo visto, los propios gremios serán una puerta dificil de franquear para el Gobierno cuando pretenda avanzar con modificaciones de fondos en la metodología educativa. Ese representa un puerto que todavía está distante. Aunque el macrismo lo incluya en la resolución del conflicto. La perentoriedad radica en buscar una salida que no implique un retroceso. María Eugenia Vidal ha conseguido bastante con su pulseada: el ausentismo docente cayó hasta el 40%. Pero de allí no se movió la semana pasada. Sigue siendo una carga pesada para la gobernadora.
El escenario de la pelea está plagado de contradicciones. La marcha docente fue el mayor reto para el Gobierno. Se replicará durante la huelga nacional de la CGT a la que adhirió la CTA. Pero por primera vez en tres semanas existieron negociaciones informales y secretas entre las partes en litigio. En las cuales intervino incluso Roberto Baradel, titular de SUTEBA, el gremio más poderoso de Buenos Aires. “Si no hay acercamiento de esa manera es imposible que lo haya en las convocatorias formales. Con las cámaras de televisión esperando”, describió una de las tres principales espadas de Vidal. También es cierto que hubo en otras ocasiones guiños similares de Baradel. Pero luego el gremialista kirchnerista se endureció.
La tensión habría inducido a funcionarios macristas a sugerir gestos de pacificación de parte de Vidal. ¿Dejar sin efecto el adelanto salarial como premio al presentismo docente?. La gobernadora descartó esa posibilidad. Bramó. Aunque aceptó bajar su participación personal en el pleito. También ordenó revisar cuentas provinciales para detectar si sería posible mejorar el 19% con cláusula gatillo que ofertó la última vez. En el macrismo observaron con mucha atención el cierre que realizó Juan Schiaretti en Córdoba: fue 19.5%.
El conflicto con los docentes está limando en Buenos Aires más las imágenes de Macri y de Esteban Bullrich que la de Vidal. Un problema para conjeturas oficialistas de impulsar al ministro de Educación como candidato en octubre. El descenso de la gobernadora no perfora todavía los 4 o 5 puntos. El macrismo bonaerense hizo una prueba de labotarorio en Olavarría después de la tragedia en el recital del Indio Solari. Allí la gobernadora descendió 6 puntos, aunque conserva una ponderación cercana a los 70 puntos.
Cómo le ocurría a Cristina Fernández en su tiempo –hasta que se excedió en tensar la cuerda– a Macri también la oposición suele tenderle una mano en circunstancias apremiantes. Respecto del conflicto docente, la mayoría opositora ha sido moderada. El cristinismo y la izquierda son la excepción. La propia Cristina publicó su regodeo con la marcha docente. Aportes para Macri. En 2014, por cadena nacional, la ex presidenta vapuleó como nadie a los maestros por una medida de fuerza. Esa memoria no se pierde.
Los opositores tampoco capitalizaron la presencia de Peña en Diputados. El jefe de Gabinete dejó de ser un hombre dócil y replicó con vehemencia las interpelaciones desafiantes. Graciela Camaño y Felipe Solá, del Frente Renovador, salieron extrañamente de órbita. Las polémicas punzantes ocurrieron con Axel Kicillof. Los peronistas avezados prefirieron esfumarse. Anillo al dedo para Peña. En el recinto terminaron quedando apenas 84 diputados.
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El peronismo navega en una enorme confusión mientras Cristina define su destino. Afloró en la recordación del 24 de marzo: hasta el ultrakirchnerismo se dividió en tres. La presencia de la ex presidenta en las redes alcanza para que nadie se atreva a tomar una decisión. Eso habla del estado de las cosas. La imagen no sería muy distinta en Cambiemos. Otean con insistencia hacia Santa Cruz. El oficialismo igualmente cabildea. Amén del condicionamiento que significa la ex presidenta aguardan un mejoramiento del cuadro general.
Los integrantes de la mesa chica deliberaron la semana pasada. Estuvieron los radicales José Corral, Mario Negri, los macristas Peña, Rogelio Frigerio y Emilio Monzó y la delegada de Elisa Carrió, Maricel Etchecoin. Decidir, no se decidió nada. Pero todos rondaron el enigma alrededor de la líder de la Coalición. Ella afirmó que decidirá su futuro a solas con Macri. Despunta, pese a todo, una pista: su lugar sería Buenos Aires; su candidatura la primer diputación, no la senaduría.

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