El vice de Dilma es de temer

EL MUNDO › MICHEL TEMER CONTRIBUYE AL DEBILITAMIENTO DE LA PRESIDENTA
Luego de avisarle el viernes pasado a la cadena Globo, a través de emisarios, que está “harto” de su jefa (Rousseff), el vicepresidente de Brasil renunció al cargo de coordinador político del gabinete.
Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
A la paraguaya. Con su renuncia ayer al cargo de coordinador político del gabinete el vicepresidente Michel Temer, perteneciente al Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), contribuyó al debilitamiento de su superior, la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT) por quien guarda una lealtad aparentemente próxima a cero.
Temer, electo vicepresidente en octubre de 2014 dentro de la fórmula encabezada por Rousseff, había sido convocado para desempeñarse como coordinador en abril ante la insurrección del Congreso comandado por dos miembros del PMDB, los “pemedebistas” Renán Calheiros, jefe del Senado, y Eduardo Cunha, a cargo de Diputados.
Luego de avisarle el viernes pasado a la cadena Globo, a través de emisarios, que está “harto” de su jefa y así instalar el tema en las portadas del fin de semana, Temer formalizó ayer su decisión durante un almuerzo con la presidenta, el minsitro de la Casa Civil, Aloízio Mercadante (PT), hombre de confianza de Dilma, y el titular de Aviación Civil, Eliseu Padilha (PMDB), un aliado del vicepresidente.
El gobierno buscó minimizar el impacto negativo en una conferencia de prensa ofrecida en el Palacio del Planalto por los ministros Nelson Barbosa y Gilberto Kassab, los que elogiaron la colaboración “permanente” dada por Temer y su disposición de trabajar por el éxito de la administración. Por cierto, Temer, respetado por su astucia, no había comunicado públicamente su salida hasta el cierre de esta crónica.
La noticia se convirtió en el hecho político del día y equiparó al derrumbe de la Bolsa de China, principal socio comercial de Brasil, y su repercusión sobre las acciones de la petrolera estatal Petrobras y la minera privada Vale, grandes exportadores hacia la potencia asiática.
La preocupación observada en el Planalto contrastaba con el ánimo imperante entre algunos caciques como Eduardo Cunha, el titular de Diputados en cuyo escritorio están guardados varios pedidos de impeachment.
“La salida de él (Temer) de la articulación política, si es confirmada, es una buena señal”, afirmó Cunha, del PMDB, impulsor de una ruptura orgánica de su partido con el gobierno. Y recordó, o más bien amenazó, que todavía no tomó una decisión “técnica” sobre los proyectos de impeachment pero que en su momento lo hará.
Golpismos
En el amasijo de planes desestabilizadores que están en gestación no es sencillo identificar lealtades claras o permanentes: lo que hay son acuerdos eclécticos donde cada uno busca sacar la mejor tajada en una administración que surja después de una eventual expulsión de la presidenta elegida hace 10 meses por 54 millones de ciudadanos.
A los efectos de poner el caso brasileño en el contexto latinoamericano se podría señalar (a riesgo de caer en un simplismo) que se observan dos caminos: el urgente, o a la venezolana, que impulsa la caída de Dilma en lo inmediato, lo que podría sustanciarse a través de un impeachment seguido por una convocatoria a elecciones quizá en 2016. Los adscriptos a esta fórmula son el ex candidato presidencial, amigo de la ultraderecha venezolana Aécio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña, y Eduardo Cunha. Ambos debilitados políticamente: Neves, porque su propuesta no es respaldada por otros caciques del PSDB, y Cunha luego de que la Procuraduría lo acusó, el jueves pasado, de cobrar 40 millones de dólares en sobornos que en parte fueron lavados (bendecidos) en cuentas de una iglesia evangélica.
La otra fórmula destituyente, o a la “paraguaya”, pretende ser más institucionalista buscando hacer sangrar a la jefa de Estado hasta que, doblegada, renuncie y asuma su vice Michel Temer.
Haberle soltado la mano a Dilma ayer en medio del río revuelto de la ingobernabilidad emparienta a Temer con el ex vicepresidente paraguayo Federico Franco, convertido en jefe de Estado luego del derrocamiento de su superior Fernando Lugo en julio de 2012, contra el que había conspirado. El proceso contra el obispo progresista no respetó su derecho de defensa ni se sustentó en pruebas sobre la violación de la Constitución. Todo lo cual no impidió a Franco ser presidente.
El caso paraguayo no es idéntico al brasileño, porque los requisitos del juicio político y sus consecuencias son distintos en cada país.
Aun así se ven equivalencias políticas: puesto que en Brasilia, como antes en Asunción, se busca una apariencia institucional a lo que al final de cuentas es un golpe de nuevo tipo. Que ya fue denunciado en Brasilia por los presidentes Cristina Fernández y Nicolás Maduro el 17 de julio durante la 48ª cumbre del Mercosur en la que ambos se refirieron, sin hacerlo explícito, a la desestabilización brasileña.
Y esta conjetural ascensión de Michel Temer a la presidencia a través del golpe blanco, que necesita de la improbable renuncia de Dilma, contaría con algún tipo de acuerdo de sectores importantes del PMDB y de primeras espadas del PSDB, como el ex mandatario Fernando Henrique Cardoso, el que hace una semana demandó la declinación de la mandataria a cuyo gobierno calificó como “ilegítimo”.

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