El viejo truco neo-con

El Gobierno yerra hasta de local, en la city. El éxito del paro, repercusiones. Impactos en la CGT y en el Gobierno. Paritarias en movimiento, de Camioneros a las revisiones. Pymes en dificultades, promesas huecas de Macri. Movilizaciones que consiguen cambios: Hospital de Florencio Varela, Conicet. La política neoconservadora, como siempre: ventajas para pocos, retrocesos para mayorías.
“La adhesión al credo neoliberal (…) convirtió a la economía argentina en una sucursal del casino especulativo internacional, empezando un ciclo incontenible de endeudamiento, desindustrialización, pobreza y paralización económica.”
Aldo Ferrer
El futuro de nuestro pasado
La cita de Aldo Ferrer, escrita en el año 2010, calza a medida con la coyuntura. Por otros caminos, refrendado por el voto popular, con novedades en la carrocería, el neo conservadorismo azota otra vez a la Argentina, produce males remanidos, consecuencia de acciones probadas antes.
El “modelo” macrista combinaba ingredientes trillados con una apuesta audaz al orden global. El oficialismo confiaba en la gran ayuda de los amigos: la derecha rampante, ramplona, hegemónica de los países centrales. La inversión extranjera recalaría en estas pampas, conmovida por el giro antipopulista en la región. La hipótesis descabellada se fundaba más en la fe que en los incentivos. Se homologó, con voluntarismo infantil, la adhesión ideológica con el móvil de lucro. Se diseñó un esquema muy propicio para la especulación financiera y desalentador para “hundir” capital en ese suelo. Se desreguló de modo salvaje, se dispensó de controles a los capitales golondrina.
La vereda de enfrente también juega. La clase trabajadora argentina y las instituciones laborales o sociales dificultaron que el presidente Mauricio Macri pudiera cumplir otro de sus objetivos fundacionales: la competitividad espuria. Hacer trizas los sueldos, las jubilaciones, las prestaciones sociales. Algo consiguió, de malas maneras, pero no bastante para “competir” con países que pagan miserias por el trabajo.
El esquema financiero, volátil y dependiente por idiosincrasia, saltó por los aires. El Gobierno acudió voluntaria y unilateralmente al Fondo Monetario Internacional (FMI). Renunció a variadas herramientas de política económica. Regresó al útero neo-con: a creer que el equilibrio fiscal es la panacea económica, el ajuste la garantía de tiempos mejores.
En estos días, se agregó una sorpresa al cuadro de bajón general. Se suponía, aún en tiendas adversas al oficialismo, que la llegada de la primera remesa del Fondo Monetario Internacional (FMI) calmaría las aguas en el circuito financiero. Nadie sensato esperaba implicancias en la economía real, revertir indicadores deprimentes. Pero, al menos, los dólares producirían paz en la zona sacra, la City financiera. Por ahora, la única tortuga hipotéticamente domesticada por el Gobierno sigue escapándose. El dólar trepa y trepa ante la impotencia o impericia del equipo económico de recambio. El riesgo país se dispara, el macrismo no halla paz ni volviendo al útero.
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Parazo general: El paro nacional, masivo, rotundo, pacífico a carta cabal,fue un éxito, dejó huella. La adhesión de millones de laburantes validó la táctica de unidad en la acción de las variadas vertientes de la Confederación General del Trabajo (CGT).
El Gobierno repitió cantando en canon el breviario de lugares comunes para estas tenidas: trató de frenarlo, lo menoscabó, clavó mirada y narrativa en los dirigentes y no en los ciudadanos, lo apodó “político”, escribió bullshit sobre sus costos.
Nada bastó para disimular lo evidente. La medida de fuerza cumplió todas sus funciones, desde dramatizar el repudio general a la política económica hasta servir como válvula de escape.
El resultado dejó huella, modificó la correlación de fuerzas entre oposición y oficialismo: nada tremendo, pero bastante dentro de lo posible.
El ecosistema motiva y explica la jugada colectiva. La desazón y la incertidumbre ranquean alto entre las percepciones mayoritarias. Las expectativas de la gente común caen en picada. La protesta canaliza el descontento preexistente. El orden de los factores explica la contundencia del producto.
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Paritarias activadas: Tras el llamativo aumento en paritarias que consiguió el siempre representativo Hugo Moyano, se van reabriendo otras. Ora por la “franquicia” de poder concertar un aumento adicional del 5 por ciento, que habilitó la Casa Rosada para frenar la huelga. Ora por las cláusulas de revisión que llegan pronto porque la involuntariamente cómica meta anual de inflación original está por ser superada en un semestre. Que no es el peor, según saben todos los actores.
Hasta la Confederación General de Empleados de Comercio, liderada por el eterno Armando Oriente Cavallieri,consigue que se tienda la mesa de negociación. La necesidad es muy fuerte: los empleados de comercio, con salario promedio bien bajo, penan para llegar a fin de mes.
La CGT que obtuvo un resuello y un mandato, apoyó la protesta de los trabajadores de Télam, 357 despedidos con pretextos fútiles. Se combinan el ajuste para ahorrar a costillas de los empleados públicos con la persecución a quien piensa distinto.
La cúpula de la central obrera recibió a los cesanteados, se mostró más firme que su promedio en tiempos recientes. También se solidarizó con los docentes reprimidos en Chubut. Les niegan cualquier aumento, los empujan a protestar en la calle bajo un frío impiadoso y los apalean.
Los despidos en Télam hacen sistema con un problema vasto: la embestida macrista contra medios opositores, asfixiándolos financieramente o persiguiendo en Tribunales a sus dueños.
La barbarie de la policía provincial en Chubut forma parte de otro fenómeno expandido. Los uniformados son avanzados de la política laboral de la Nación y demasiadas provincias. Actúan como brazo armado de ministerios de Trabajo propatronales, insensibles, poco dispuestos a implementar acciones paliativas de la crisis.
La movida de abolir de facto y de modo ilegal la Paritaria Nacional Docente desperdigó las tratativas en las provincias. Los docentes no se arredraron. Sin una cifra ordenadora de referencia, primaron la anarquía y la falta de acuerdos. El mapa es variopinto (hablamos de 24 distritos diferentes) pero las irrisorias ofertas de la mayoría de las provincias conjugadas con la inflación dejan a los maestros desvalidos.
Las carencias presupuestarias se contagian a la infraestructura, a los comedores escolares que “estiran” la comida aguando la sopa o los guisos, reduciendo el número de calorías por ración. Circunstancias ya vividas, años atrás, que se repiten con variaciones.
La falta de aptitud técnica de funcionarios de derecha y sin recorrido en la función pública agrava las dificultades, no necesariamente adrede.
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Pobre mi pyme querida: Las representaciones corporativas de los empresarios arman una maraña. La Asociación Empresaria Argentina (AEA) aglutina al establishment, desde Clarín a Techint. Tiene pocas fisuras, es macrista de la primera hora.
En el entramado de las pequeñas y medianas abundan las organizaciones, a menudo se superponen. Hoy en día, algo las unifica: las industrias y comercios locales, con escasas excepciones, atraviesan las de Caín.
La Corporación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) estimó en un comunicado flamante: “Mayo fue un mes muy difícil para el industrial Pyme porque se redujo la demanda, se deterioró la cadena de pagos y se recibieron muchos insumos y materias primas con aumentos, que, en un contexto de pérdida de poder adquisitivo de las familias y un mercado de consumo frenado, se hizo difícil trasladar a precios”. Tormenta perfecta, que se agravará en junio y el segundo semestre
Macri se costeó a un encuentro realizado el miércoles en la sede de CAME. Poco esfuerzo, queda a cuadras de la Casa Rosada. Palmeó el lomo de los emprendedores atribulados, los endiosó como grandes creadores de empleo. Les prometió poco, poquito y nada. Si se recuerda cuánto honra su palabra el presidente, cabe concluir que los empresarios seguirán en caída libre sin paracaídas.
Macri habló de una ley para Pymes, como si las normas repararan los desquicios de la acción económica. Hay que reconocerle constancia: sería la tercera que dicta en dos años y medio de mandato… se ve que no funcionan bien. La nueva ley se escribirá algún día, en una de esas.
Otros funcionarios deslizaron a periodistas “del palo” que se piensa en mecanismos para evitar que se sigan cayendo cadenas de pagos. Intereses que ellos ponderan bajos, el 29 por ciento anual. Para un comerciante o industrial en apuros, esa tasa es usura, expresión ajena al diccionario macrista, aunque afín a la praxis de sus funcionarios. El problema, en este aspecto como en tantos, es que el marco económico general admite pocos resquicios para políticas sectoriales reactivantes.
Con el consumo hacia abajo, las importaciones pum para arriba, el dólar estratosférico y el crédito bancario interruptus, los pequeños empresarios (que habrán votado a cuatro manos a Cambiemos en 2015) consumen a disgusto su porción diaria de Macrieconomía. Los compromisos con el FMI demarcan el terreno y los incluyen entre los perdedores de la nueva versión del modelo. Algunos se percatan, otros cerrarán o quebrarán antes de advertirlo: corsi e ricorsi de la autoconciencia del empresariado nacional.
Los popes de la Cámara Argentina de la Construcción recibieron al secretario general de la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA), Gerardo Martínez. La parálisis de la obra pública motiva una contingente y módica convivencia de clases. Decenas de miles de puestos de trabajo peligran. La perspectiva de retomar las convenciones colectivas sobrevoló el ámbito. Por interesante que sea la iniciativa, no creará trabajo ni los mejores salarios les servirán a los obreros desocupados. El personal de la construcción, mayormente, no tiene la estabilidad relativa de la relación de dependencia convencional. Cuando termina la obra, para de cobrar sueldo. Solo se emplea cuando hay actividad.
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Resistencia y gobernabilidad: La CGT exige un cambio de programa económico mientras los gremios pulsean cotidianamente para atenuar sus consecuencias. Le sacan canas verdes al equipazo de Macri pero contribuyen a la gobernabilidad. Los frenos a los despidos, la preservación de parte del poder adquisitivo, los rechazos a medidas aberrantes ayudan al gobierno porque canalizan la energía social y mitigan los daños.
Así sucedió en el Hospital El Cruce de Florencio Varela, un centro de excelencia enclavado en el Conurbano Bonaerense que atiende pacientes de todo el país. Un servicio público que es un orgullo, aunque sea poco conocido en la esfera mediática.
Las autoridades decidieron un recorte presupuestario de pesadilla, del orden del 42,8 por ciento. La movilización de profesionales de la salud, vecinos y pacientes fue inmediata, conmovedora y eficaz. La modalidad elegida, un abrazo solidario al Hospital, tuvo cobertura en medios no hegemónicos y notable repercusión en redes sociales.
Los ministros de Salud de la Nación y de Buenos Aires resolvieron dejar sin efecto el ajuste y ordenaron el cambio de las autoridades del Hospital, cuyo presupuesto es sostenido en parte por el Estado nacional y en parte por la provincia.
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La “racionalidad” de cerrar o destruir: Hagamos una relativa digresión, volviendo a los números. Un ajuste del 42,8 en un hospital no trasunta preocupación por el gasto superfluo o eficientismo. Equivale a cerrarlo o a desvirtuar su funcionamiento.
Poner de patitas en la calle al 40 por ciento de los trabajadores de Télam “garantiza” que la agencia estará imposibilitada de prestar servicios seriamente.
El ¡cero por ciento! de aumento a los becarios del Conicet humillaba y expulsaba a los científicos. Fue revisado, como consecuencia del activismo de los damnificados. Pero, de nuevo, desvalijar a los trabajadores, desguarnecer los ante la inflación no puede ser jamás un manejo racional del gasto. Es recorte terminal. En tres casos concretos, que confirman la regla, la lógica economicista se revela destructiva.
Las reacciones colectivas contra tamañas embestidas se multiplican. Imposible que las frenen en su totalidad, porque el modelo es rígido y las condicionalidades del FMI habilitan escaso margen de maniobra.
El antagonismo respecto del gobierno crece, se expande social y geográficamente. El paro de la CGT lo puso de manifiesto, empalmando con el sentimiento colectivo, poniendo “los fierros” de la organización a su servicio.
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Errores y aciertos: “El mundo” al que Macri quiso entrar le jugó varias malas pasadas. Casi todas, predecibles.
La historia ha probado, una y otra vez, el proteccionismo de los países dominantes.
El aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos estaba en el menú, era cuestión de tiempo, tenía que acontecer.
Fantasear que el gran capital preferiría el riesgo de la inversión productiva a la bicicleta financiera garantizada solo se puede justificar por exceso de candidez o de mala fe, usted dirá.
Pero la afligente situación actual tributa también a aciertos del oficialismo. Beneficios sectoriales, pongalé, arquetípicos de un gobierno de clase. Son diáfanos para quien quiera ver y no ocultar; antagónicos con el de otros sectores sociales. Refutan el mito del “gradualismo”.
En los dos meses iniciales, el gobierno bajó las retenciones, devaluó el peso, pagó a los fondos buitres sin pestañear ni regatear un centavo, encarceló a la dirigente social Milagro Sala. Se hicieron trizas regulaciones al flujo de capitales, al comercio interior, se sacrificó la Ley de Medios en el altar pagano de Clarín. Los pilares del modelo Cambiemos se edificaron en su primer verano. Garantizaron prosperidad para importantes sectores de la economía, represión para sus adversarios, concentración en la economía y los medios. Bastiones que se sostienen hasta hoy. Los ganadores del modelo medran desde el primer día.
El conjunto de perdedores engrosa mes a mes. Forzado por la necesidad de achicar gastos, Macri podría restar algún beneficio a los aliados: postergar la baja de las retenciones a exportaciones agropecuarias, aminorar la suba de los combustibles o las tarifas. Engordaron tanto, puede que deban hacer un rato de dieta.
La falsa hipótesis de un gobierno de derecha que mejora la vida a una cantidad apreciable de argentinos ya pasó a la historia. En ese sentido, nunca fue posible un macrismo exitoso aunque recién ahora quede tan claro. Pero en aumentar la desigualdad, la regresividad en la distribución del ingreso y favorecer a los sectores concentrados de la economía… en eso no falló.

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