La Jornada: Bolivia hoy

G
abriela Oviedo es una escultural modelo y conductora de televisión boliviana de 1.82 metros de alto, tez clara y 28 años de edad. Nacida en la provincia de Santa Cruz, fue elegida en 2003 representante de la belleza de su país.
En 2004 Gabriela participó en el concurso Miss Universo. Allí le preguntaron cuál era uno de los conceptos erróneos más grandes que existían en su país. Con un inglés entrecortado respondió: Desafortunadamente, la gente que no conoce mucho sobre Bolivia piensa que todos somos indios. Es La Paz la imagen que refleja eso: gente pobre y gente de baja estatura y gente india… Yo soy del otro lado del país, del este, que no es frío, es muy caliente. Nosotros somos altos, somos gente blanca y sabemos inglés.
La respuesta de Gabriela, cargada de racismo, levantó una profunda ola de indignación en su país que la obligó a retirase del certamen. Dos de cada tres bolivianos son indígenas. Su contestación, sin embargo, no fue una ocurrencia aislada, sino el reflejo de la persistencia de una Bolivia de la blanquitud profundamente antindia. Una Bolivia que pervive hoy día, a pesar de los profundos cambios en curso y de la aprobación de una legislación contra el racismo.
No obstante la fuerza de la segregación racial, el 22 de enero de 2006 asumió la presidencia Evo Morales, indígena aymara y sindicalista cocalero. Desde entonces el Estado y la sociedad bolivianos han vivido una profunda transformación. El país se ha descolonizado. Los indios ocupan posiciones claves en el gabinete de gobierno y en las instituciones políticas, mientras su nivel y calidad de vida mejora notablemente.
En los últimos seis años Bolivia se ha convertido en uno de los países más exitosos de América Latina en mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Los indicadores económicos en baja del desempleo y disminución de la pobreza, así como en una mejor atención a la salud pública y en educación, son sobresalientes.
Entre 2005 y 2010 el porcentaje de población en pobreza moderada pasó de 60 a 49.6 por ciento, mientras la pobreza extrema disminuyó de 38 a 25 por ciento. De igual manera, la tasa de desempleo se redujo de 8.4 a 4 por ciento. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala que Bolivia es el país que más esfuerzos realiza por transferir recursos a la población vulnerable: 2.5 por ciento del PIB.
Según Andrea Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Bolivia es uno de los pocos países que han reducido la desigualdad (…); bajó enormemente la brecha entre los ricos y los pobres.
Una de las herramientas claves para reducir la pobreza ha sido la distribución expansiva del excedente económico entre la población, mediante la entrega de rentas y bonos como el Juancito Pinto y Juana Azurduy, la Renta Dignidad y los incrementos salariales. Estos bonos han permitido aumentar la matriculación escolar, ampliar la cobertura de pensiones públicas para aliviar la pobreza extrema entre los mayores de edad y entregar subsidios a madres no aseguradas para reducir la mortalidad infantil al expandir la atención prenatal y posnatal.
Bolivia ha sido declarada territorio libre de analfabetismo. La redistribución de la renta ha propiciado el crecimiento de 7 por ciento del consumo interno de electricidad, agua potable y gas doméstico entre sectores que antes no tenían acceso a esos servicios.
Durante 2011 su economía creció a 5.3 por ciento, 60 centésimas porcentuales por encima de la media de América Latina. No es un hecho fortuito. La economía se ha expandido de manera sostenida desde 2007, en promedio casi 4.5 por ciento anual.
Estos éxitos económicos y sociales se han conducido en una ruta alterna al neoliberalismo. El gobierno de Evo Morales hizo lo contrario a lo que el Consenso de Wahington recomienda: nacionalizó hidrocarburos, electricidad, telecomunicaciones y minería; renegoció la presencia de la inversión extranjera directa en el país; instrumentó una política fiscal expansiva y cerró las fronteras a la libre importación de productos sensibles. El Estado pasó a controlar 34 por ciento del PIB.
Pese a que el monto de las remesas disminuyó, Estados Unidos revocó las preferencias arancelarias de algunos productos y se produjo una recesión global, la economía boliviana ha tenido un desempeño excepcional. Los ingresos petroleros se triplicaron en relación con 2005. La recaudaciones tributarias se incrementaron. La balanza de pagos registra superávit. Las reservas internacionales han llegado a más de 12 mil millones de dólares. El sistema de créditos y ahorro bancario se ha bolivianizado y la deuda externa disminuido. La apuesta, ahora, es que durante los próximos cinco años Bolivia dé un gran salto industrial para que deje de ser un país que extrae recursos naturales y comience a exportar bienes de valor agregado.
Sin embargo, el horizonte boliviano no consiste en más progreso, sino en la forja de una economía alternativa desde los pueblos y naciones originales. En el centro de su propuesta se encuentra el Suma Qamaña, incorporado a la nueva Constitución, que se traduce como vivir bien, y que significa estar en armonía y equilibrio con los otros y con la naturaleza. Se trata de una propuesta que nace de la comunidad y está basada, no en la lógica de la rentabilidad económica, sino en la producción de satisfactores en consonancia con la naturaleza. Como ha dicho Evo Morales: No creemos en la concepción lineal y acumulativa del progreso y del desarrollo ilimitado a costa del otro y de la naturaleza. Vivir bien es pensar no sólo en términos e ingreso per cápita, sino de identidad cultural, de comunidad, de armonía entre nosotros y con nuestra Madre Tierra.
Raúl García Linera describe el proceso de transformación que se vive en su país como el inten
to de cambiarle el motor a un automóvil en marcha. Se trata, sin duda, de una apuesta genuina, audaz y esperanzadora.
C
omo tantas cosas que ha iniciado desde la ignorancia, cuando Calderón bautizó como guerra a su acometida contra el crimen ni idea tuvo de lo que hacía. Menos aún sabía de las implicaciones que una guerra, cualquier guerra, tiene sobre el pueblo y las estructuras de un Estado. Hoy está aprendiendo a costa de los mexicanos. Una muestra es Guadalajara.
Echó a andar una pesadilla, todavía no estimada en sus alcances, sin saber qué estaba haciendo. Sus asesores Sedena, Semar, SSP y PGR callaron obsecuentes y lo dejaron rodar. Esto se ha dicho mil veces, pero nunca serán demasiadas ante el brutal daño histórico del que no conocemos su alcance final.
Para el fin de esta administración, como resultado de la violencia que desató, habrán muerto 60 mil personas y resultado desplazadas, en busca de seguridad, más de 220 mil, sólo de Ciudad Juárez, según el Internal Displacement Monitoring Center, centro noruego especializado en la materia, que nos ha puesto en el mapa mundial de los desplazados junto con Somalia, Libia e Irak.
El ritornelo de Calderón es que no se puede dejar de combatir al crimen. Pues resulta que en más de cinco años nadie se lo ha pedido. Lo que hubiera sido deseable es que combatiera al crimen con un mínimo de perspicacia, inteligencia y cordura, lo que no hizo. Nos ha metido en una guerra totalmente atípica, pero en una guerra. Si alguien lo duda debe ver las escenas de los conflictos en Guadalajara. Que nos diga cuáles diferencias encuentra con lo visto en El Cairo, Irak o Afganistán. Hay beligerantes, hay muertos contendientes e inocentes, incluidos menores, hay uso de armas de guerra, de tácticas, operaciones o cómo se quieran llamar. Hay muerte, heridos, población que huye, destrucción de bienes de la población, ¿entonces?
Pero hay más: en Guadalajara, como se propaga en el país, hay un enorme desasosiego social. Se creó una sociedad del miedo y con ello un individualismo cruel y egoísta, una distensión de los tradicionales anudamientos sociales llamados cohesión, solidaridad, que fueron tan ricos de siempre en nuestra sociedad. Hoy parece que anímicamente el lema es sálvese quien pueda. Es el miedo actuando.
Las instituciones federales y estatales han sufrido merma en su prestigio y con toda razón. Como el Ejército y la Armada, la PGR, las policías, las procuradurías y tribunales locales no estaban preparados para el esfuerzo que sin cálculo se les exigió. El sistema penitenciario reventó. Reventó porque se le adjudicaron cargas de control que ni remotamente podría resistir. Como en pocos casos, la corrupción, maridada con la ineficiencia, déficit de infraestructura y la ausencia de sistemas tecnológicos, hizo explotar los ya existentes vicios. Así, la cadena prevención, procuración, proceso, sentencia y compurgación de penas sencillamente estalló en la cara de los mexicanos.
Éstos serían los daños más visibles. Hay otros de los que aún se habla poco: el desprestigio internacional, la pérdida de presencia moral en los organismos internacionales, el presupuesto público erogado, cuidadosamente disfrazado por la administración. La caída de la productividad en servicios, industria y campo, la pérdida de empleo por cierre de múltiples fuentes por la inviabilidad en que cayeron a causa de la inseguridad o bien por la extorsión, delito en plena expansión. El alza del crimen común, resultado de la corrupción oficial y de la impunidad, es otro resultante.
La inseguridad anímica de la población subsistirá mientras no haya un proyecto de reconstrucción de su cohesión. Subsistirá porque observa la destrucción moral de las estructuras oficiales, empezando por los máximos representantes del poder. La autoridad ante el pueblo perdió respetabilidad y confianza. La guerra dejará sentimientos que se proyectarán a futuras generaciones. Ya se produjeron grandes retrasos en la educación y cultura, daño mayor para los individuos desplazados. Se está formando un país con la sensibilidad de estar en riesgo permanente y a la defensiva, y creyente de que todo futuro es nefasto.
El inacabado balance será terriblemente negativo. No son solamente las lastimosas escenas de fuego y muertes de Guadalajara; ésas son lamentablemente repetitivas. Llegará el momento en que se organice, complemente y exponga tal arqueo, y en ese momento las responsabilidades de Calderón y su gabinete serán expuestas debidamente al juicio de la historia. ¡Se habla de acabar con la impunidad! Habría que empezar por ahí.
hienca@peodigy.net.mx

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