Lo que importa es la seguridad

Editorial
Los datos en materia de seguridad son dramáticos. Confirman que es muy equivocado relativizarlos, decir que son un problema de sensación térmica, o que son un invento de la prensa, como lo han hecho en todos estos años los principales dirigentes frenteamplistas.
lun jul 14 2014
Primero, el deterioro es de largo plazo pero se ha agravado con la izquierda en el poder. Las siguientes cifras lo ilustran: en 1987 se registraron 1.721 rapiñas, mientras que en 2013 se registró la impresionante cifra de 16.686. En 2005, se denunciaron 8.352 rapiñas. La cifra de hurtos se ha multiplicado por ocho en una perspectiva de veinticinco años, alcanzando un total cercano a los 94.000 denunciados en 2012 (en 1986 se registraron 11.735 de estos delitos). Aquí importa tener presente que se calcula en un 40% los delitos que ocurren y que ya la gente ni siquiera denuncia. Seguramente entonces hoy estemos por encima de 23.000 rapiñas y de 130.000 hurtos reales por año.
Por supuesto, todo el argumento de que quienes roban lo hacen por ser pobres, y que la culpa de esa situación es del «neoliberalismo de los años noventa», tan usado por la izquierda, resulta completamente endeble. En 1987, el 35,6% de los uruguayos vivía por debajo de la línea de pobreza, casi la misma cifra que en 2005, pero había 7 veces menos rapiñas que en ese año. En 2013, los pobres fueron 11,5% del total. A pesar de haber tres veces menos pobres que en 2005, las rapiñas denunciadas fueron en 2013 el doble que las de 2005.
Las cifras de homicidios, que responden más a la realidad de todos los días porque son prácticamente inocultables, también muestran un país violento. En 1986 se registraron 165 homicidios, contra los 267 consumados en 2012 según fuentes oficiales, y los 289 que contabilizó la organización especializada Fundapro para ese año. Si la tendencia de homicidios del primer semestre se mantiene, 2014 cerrará con una cifra total de 256 según Fundapro, por lo que se habrá confirmado el aumento en la cantidad de homicidios, sobre todo en Montevideo, que se viene dando desde 2012.
Precisamente en 2012, según Fundapro, ocurrió que la tasa de homicidios cada 100.000 habitantes de Montevideo fue más del doble que la de San Pablo, y fue prácticamente el triple que la de Nueva York. ¡Aquello de que Montevideo es una ciudad tranquila y segura, es algo del pasado! Según un documento interno del gobierno del que tuvo noticia la prensa a mediados de 2013, en algunas áreas de la capital la Policía registra índices de 70 homicidios cada 100 mil habitantes al año, una cifra similar a la de países centroamericanos, que son los que tienen los guarismos más altos del mundo. Hoy, no pasa semana en la que no haya al menos dos o tres casos de homicidios de personas menores de 30 años en los barrios populares de Montevideo.
Este es el país de verdad. En estos últimos cinco años, no hay nadie que no haya sufrido directamente o a través de algún familiar o de algún amigo, al menos un problema de inseguridad, sobre todo si vive en Montevideo. La gente común y corriente, y sobre todo las clases medias y populares, sufren un estado de emergencia en este tema.
Frente al asalto y asesinato de un empresario por un depósito bancario la semana pasada en un concurrido centro de compras en hora pico, el ministro del Interior afirmó que fue un robo «como tantos otros». El subsecretario, Jorge Vázquez, recomendó que cuando se use dinero en efectivo se haga en volúmenes pequeños para evitar a la delincuencia, e instó a evitar una misma rutina al momento de depositar dinero. Son todas declaraciones que parecen bromas de muy mal gusto. Pero fueron dichas en serio.
Mientras que todo esto ocurre, el hermano del subsecretario que es el candidato del Frente Amplio a la Presidencia, hace su campaña sin hablar de estos asuntos. Habla sí de un plan nacional de cuidados y de unas tablets para jubilados con botón de pánico. Plantea una reforma constitucional por temas electorales, como si eso fuera realmente importante hoy en día para el país. O se toma un 137 en hora de poco tránsito, para parecer popular. En vez de explicitar un programa concreto que enfrente esta grave realidad, distrae la atención.
Vázquez cree que no hay que detenerse porque vamos bien. En verdad, hace una campaña electoral en un mundo paralelo. Está fuera de la realidad.

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