Macri, más combativo: la revolución de la alegría puede esperar

Hay una rutina que Mauricio Macri no abandona. Los viernes por la mañana, antes de iniciar cualquier actividad oficial, mantiene un encuentro a solas con su maestra budista. Pero la armonización no basta para estos tiempos. El Presidente está menos tolerante con los errores de sus ministros y no luce tan propenso a escuchar las críticas. ¿Será la conflictividad social en aumento lo que tanto lo inquieta? No hay dudas de que ese es un motivo, pero no es el único. Su semblante se altera, por ejemplo, cuando escucha en televisión que alguien habla de hechos de corrupción en su Gobierno. «Eso, directamente, lo saca», cuenta uno de sus colaboradores históricos. En el fondo, lo que emerge después de un año y dos meses de gestión es un Presidente que empieza a cambiar de piel: menos dispuesto a tomarse a la ligera las protestas y el conflicto docente -situaciones que hasta semanas atrás interpretaba como «la resistencia al cambio»-, le pidió a María Eugenia Vidal que no afloje con la política salarial y aumentó la presión sobre Horacio Rodríguez Larreta para que impida situaciones como el despliegue de carpas en la 9 de Julio.
«No dan para mucho más este tipo de protestas. Hay que ir poniendo límites», le habría dicho a su sucesor en la jefatura de Gobierno. Hay cierto malestar de Macri con Rodríguez Larreta en ese punto. No sólo de Macri: funcionarios nacionales se quejan por lo bajo de que le transfirieron la Policía Federal pensando en que iba a haber un control mayor en las calles. El primer mandatario ha comentado en conversaciones reservadas que a más de uno le vendría bien encender los televisores en Londres, Río de Janeiro o Chile para constatar cómo actúa la Policía. Se queja, eso sí, de lo que considera posiciones ambiguas del argentino medio y, también, de lo que él bautizó como el círculo rojo: según su visión, viven alertándolo sobre los riesgos de reprimir a quienes cortan calles, pero también le reprochan si les da vía libre y no aplica la ley. Funcionarios que charlaron con Macri en las últimas horas se tentaron con su reflexión: «No puedo hipnotizar a todos los manifestantes y sacarlos como si nada. No soy Tu Sam».
Con Vidal habló el lunes para comunicarle que necesitaba que Sergio Cassinoti dejara la presidencia de IOMA para hacerse cargo del PAMI. Ninguna gracia le causó a la gobernadora esa decisión. Dicen que Macri tampoco le dio mucho lugar para la queja: simplemente le dijo que lo necesitaba. El Presidente ha destacado siempre la labor de Carlos Regazzoni. Lo considera un hombre valioso y honesto. Sin embargo, no está del todo claro por qué dejó el PAMI, aunque en Olivos repetían que, más que echarlo, la determinación se tomó de común acuerdo. «A lo mejor Carlos no estaba del todo convencido de su función y eligió terminar una etapa», deslizaron en la Casa Rosada apenas se conoció la noticia.
En la charla que mantuvieron el lunes -y que luego siguieron por chat-, Vidal le expresó a su jefe político la preocupación por algunas situaciones en el Conurbano. Cerca de la mandataria sostienen que hay cuestiones urgentes que derivan del rumbo de la economía y se muestran preocupados por el impacto que podría tener en las urnas. A ese cuadro habría que sumarle el descontento por el parate en las clases, que afecta en general a los sectores más humildes. El Presidente dice ser consciente del agobio de la gente, pero repite a toda hora que la economía está dando señales de recuperación y que es cuestión de esperar. «El rumbo es el que elegimos y no lo vamos a cambiar. En eso Mauricio está más firme que nunca», dicen quienes charlan con él.
Piqueteros, una buena parte de la oposición y del sindicalismo y un sector de la Justicia encabezado por Alejandra Gils Carbó representan para el Ejecutivo cuatro patas de una misma mesa. Macri y su Gabinete manejan la tesis de que todos ellos apuestan a una salida anticipada del poder. «Tienen la fantasía del helicóptero», se oyó ayer en una reunión en la quinta de Olivos. Los ojos sobre los movimientos de la Procuradora nunca se retiran: en la cúspide del poder no descansarán hasta verla lejos de su cargo. «Estamos trabajando en eso», afirman, misteriosos.
El Presidente confía, en base los trabajos que hace y analiza el equipo de Jaime Durán Barba, que la mayoría de los argentinos entiende que son momentos difíciles y necesarios para volver a crecer. Los macristas observan una dicotomía entre la sociedad y, otra vez, el círculo rojo, del que Macri parecería tomar cada vez más distancia. «Todos nos preguntan cuándo arranca la economía y Mauricio les responde: hay gente que está esperando que arranque desde el ’83», dicen en el entorno presidencial. La idea que buscan transmitir es que el crecimiento se irá viendo por sectores, poco a poco, y sin pausa.
«Todas las dudas se van a despejar si ganamos las legislativas. La gente deberá elegir entre profundizar el cambio o volver al pasado», confían. A propósito: Macri asegura no haber tomado ninguna decisión electoral. Y cuando en círculos cerrados le preguntan por la presión que ejerce Elisa Carrió se desentiende: «Las decisiones finales sobre las candidaturas las voy a tomar yo. Soy el Presidente».

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