Pablistas o errejonistas?

Por Lucía Tombesi

Recientemente cumplido su quinto aniversario como partido político, Podemos enfrenta hoy su mayor crisis desde su presentación en la política española. La consecuencia más notable de este período tumultuoso en el que se encuentra en estos días la agrupación es la separación, aparentemente, irremediable entre sus dos figuras centrales, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.

El movimiento protagonizado por los indignados del 15M en 2011, encontró como heredero y futuro representante institucional de las luchas en la calle a lo que llegaría a ser, un 17 de enero de 2014, Podemos. La crisis económica que atravesaba España y que no encontraba hace tiempo respuestas satisfactorias por los canales democráticos clásicos de la política local terminó por impulsar insurrecciones callejeras de miles de ciudadanos descreídos de sus representantes y, ciertamente, indignados, que estaban cansados de la vieja política española y que aclamaban a viva voz por una “Democracia Real Ya”, tal como se rezaba en las redes sociales.

La construcción de Podemos fue cemida, entonces, por las bases sentadas en el fenómeno de mayo de 2011. La motivación de recuperar la democracia perdida y, en el proceso, incluir de manera activa la participación ciudadana, fueron emblemas de la bandera que alzó el partido en sus primeras victorias electorales de 2015. Los resultados electorales que manejo Podemos irrumpieron en un sistema representativo que se percibía rígido y avejentado, encausado hasta el momento por el Partido Popular y el PSOE, personajes de un bipartidismo que era interrumpido por el surgimiento del partido de Iglesias, así como unos años antes por el de Ciudadanos por derecha.

Para 2016, Podemos se ubicaba ya como tercer fuerza, habiendo obtenido 5 millones de votos y las alcaldías de las ciudades más importantes del país, tales como Madrid, Barcelona y Cádiz, entre otras. Tras la continua llegada de buenas noticias desde el terreno electoral y las sucesivas victorias que venía obteniendo el partido de Iglesias, así como reconocidas interpelaciones en el parlamento de sus distintos diputados, que les ganaron fama, no tardó en llegar la idea de un acercamiento al PSOE de Pedro Sánchez, mismo cuando ya en ciertas ocasiones habían terminado por hacerlo en pos de restringir los espacios al PP en elecciones municipales.

La retórica del partido sufrió considerables modificaciones desde lo que fueron sus inicios hasta lo que imparten estos días: naciendo con un grito al cielo en defensa de la sufrida ciudadanía y de una España en la miseria, pasó a medir, e incluso, a poner públicamente en duda su categorización de izquierda; y estos cambios discursivos provenían de la misma lógica del acercamiento al partido de Sánchez. El nacimiento de Podemos como abanderado del movimiento de los indignados y de las manifestaciones del 15M debió de traducirse en demandas que pudieran no solo ser entendidas en un idioma institucional, sino que también en un acrecentamiento del caudal de votos, lo cual lógicamente significó una pérdida de su pureza original.

Esta dilución que podía observarse en el lineamiento del mismo partido terminó por traer aparejado el enfrentamiento de dos posiciones dentro de la propia formación: era necesario optar por un camino a seguir. Por un lado, se encontraba el ala más impermeable a nuevas maniobras electorales, ceñida con las ideas de una izquierda nítida, en las que se encontraba Iglesias y otros; y por el otro, junto a Errejón, un sector que defendía la permeabilidad del partido y que veía también con agrado la idea de una alianza con el Partido Socialista de Sanchez; idea que terminó por verse socavada por su contraria, pero que dejaría cuestiones sin resolver al seno de la cúpula partidaria.

En el congreso de Vistalegre II a fines del 2016 y principios del 2017, Iglesias logró demostrar una vez más su liderazgo y pasar así la alianza con la Izquierda Unida, convirtiéndose ahora en la coalición Unidos Podemos; imponiéndose el Podemos de izquierda y dejando de lado un Podemos moderado errejonista.

La crisis interna que se venía desarrollando dentro de Podemos provino entonces de una discusión tanto estratégica como ideología. Estaba en juego, por un lado, la manera de actuar del partido en el juego político, de alianzas y de listas de candidatos; y por el otro, se disputaba la rigidez ideológica con la que se podía manejar la agrupación a la hora de enfrentarse a problemas de la orden del dia. La ambivalencia con la que se manejó el partido en los últimos años es un ejemplo de los enfrentamientos internos que tuvo que sobrellevar para mantenerse como grupo homogéneo, circunstancia que duró hasta principios de 2019, cuando Errejón hizo pública su decisión de distanciarse del partido que cofundó para unirse a Manuela Carmena, alcaldesa de Madrid, en el proyecto Más Madrid.

El escándalo que se vive hoy a raíz de la dimisión del número dos de Podemos no es un caso aislado. Ramón Espinar, secretario general del partido en la Comunidad de Madrid, presentó también su carta de renuncia el pasado 25 de enero. El enfrentamiento que supondría una candidatura por fuera del partido del dúo Errejón-Carmena movilizó a los integrantes de Podemos e implicó la toma de posturas dentro de la misma formación.

La ruptura de Errejón y de Carmena de Unidos Podemos impulsó una serie de acusaciones públicas y de declaraciones peyorativas. La primera reacción del líder del partido y de sus seguidores fue de distanciarse del ex Secretario de análisis estratégico y cambio político, y apostar a encontrar un candidato para Madrid que le pueda hacer frente. Iglesias salió a decir que Carmena contaba con su apoyo pero diferenciaba sus ideas con Iñigo. “No doy crédito a que Manuela e Íñigo nos hayan ocultado que preparaban lanzar un proyecto electoral propio para la Comunidad de Madrid y que lo hayan anunciado por sorpresa. Nuestros inscritos se merecen más respeto” declaró en los medios Iglesias.

Tras el duelo de toda una agrupación por perder la presencia de Errejón en sus filas, la postura pública cambió y se muestran ahora más cercanos a encontrar un lugar de conciliación entre Podemos y el nuevo proyecto de Iñigo y Manuela en Madrid. La misma dirigencia del partido tiene que enfrentarse ahora a la toma de decisión tan discutida entre sus seguidores: apoyar al ex Podemos o presentarle la batalla en la urnas madrileñas.

Quedan cuatro meses hasta las tan esperadas elecciones de mayo en Madrid, por lo que falta mucho camino por recorrer en lo que refiere a la elección de alianzas y candidatos, así como en el futuro mismo de Podemos, de Iglesias y de Errejón. Lo que si termina por quedar claro, es que las disputas continuas y las peleas por el poder dentro de Podemos, que hasta principios de este año eran sospechadas e implícitas, hoy se terminaron por explicitar.

 

Acerca de Mariano Fraschini

Doctor en Ciencia Política y docente (UBA- UNSAM- FLACSO)

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