Pablo Echarri: «“Veo a la Argentina acercarse cada vez más a ser un país más justo”»

Mientras graba la nueva tira para Telefe, la comedia Mi amor, mi amor, Pablo Echarri señala que comenzó tarde su relación más fuerte con la política, pasados los cuarenta años, cuando conoció a Néstor Kirchner.
“Para hacer la nota podemos encontramos en el barcito que está frente a Endemol”, le dice Pablo Echarri a la cronista de Página/12, quien supo que el encuentro implicaría ser, una vez más, testigo de la más maravillosa expresión de cariño que se pueda tener por parte de la gente hacia el actor. No todos los actores toman las manifestaciones de afecto con esa paciencia y alegría. A muchos famosos, la popularidad les provoca tedio y fastidio. Pero él sonríe, tanto a la salida del teatro, cuando una gran marea de mujeres de todas las edades se apretuja y avanza para sacarse fotos y pedirle autógrafos, como cuando está en un bar o yendo a ver una película y lo abrazan, lo miman, le cuentan cuánto lo admiran y le piden, “si no es molestia”, sacarse una fotito juntos con el celular. “Pero claro que no es molestia, corazón”, aclara él. La escena se repite una y otra vez. Y a veces es un marido el que se acerca y pide: “Mi señora muere por vos, perdón: ¿no molesto si te saco una foto con ella?”. Y Pablo responde: “Es un placer”. Toma un licuado de albahaca con jengibre y se cierra su campera porque hay viento y siente frío. Hace un sutil movimiento de rotación de cuello y aclara: “Estoy loco de las cervicales, tengo que ir a ver hoy mismo a mi traumatólogo, el doctor Furman”. Apoya en la mesa los libretos de distintos capítulos de la nueva tira que hará para Telefe y que, como productor, está grabando desde hace ya tiempo. Pablo Echarri es protesorero de la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes (Sagai), la asociación civil sin fines de lucro que gestiona y administra colectivamente los derechos de propiedad intelectual de actores, bailarines y dobladores, cuyo presidente es Pepe Soriano, y cuenta orgulloso que si la Sagai existe fue gracias al decreto que firmó Néstor Kirchner.
–¿Qué título tiene la nueva tira que están grabando con producción suya para Telefe?
–El título es Mi amor, mi amor y les cuento que no será como El Elegido, porque está pensada más en tono de comedia. Es una comedia blanca con humor… y no va a tener el dramatismo que tenía El Elegido. Estamos trabajando mucho para que quede todo bien.
–¿Quiénes serán los protagonistas?
–Juan Gil Navarro, Jazmín Stuart y Brenda Gandini. También están Martín Seefeld, Federico D’Elía, Salo Pasik, José Luis Gioia, Cecilia Rosetto, Graciela Stefani, Marita Ballesteros, Vera Spinetta, Mariano Argento, Pasta Dioguardi y muchos otros.
–Representa una obra cada noche en la sala Pablo Picasso, y a veces con doble función, va todos los días a Endemol para la grabación de la nueva tira con producción suya, integra la comisión directiva de Sagai y tiene dos hijos pequeños. ¿A veces respira?
–(Risas.) Sí, trato… Estoy contracturado y tengo que ir a ver urgente a mi traumatólogo, pero estoy haciendo lo que me gusta. Estoy a full, tal cual, pero es algo que elijo hacer y eso está bueno. Después de El Elegido es la primera vez que hago algo en TV como productor.
–A juzgar por el título: Mi amor, mi amor, será una comedia romántica.
–Sí (risas), tendrá humor y también tendrá romanticismo. Yo creo que va a andar muy bien.
–Vayamos a la realidad nacional: ¿cuál es su opinión sobre Argentina?
–A la Argentina la veo acercarse cada vez más a ser un país más parejo, más justo. En general estoy de acuerdo con las líneas de gestión de este gobierno y con las formas de gestionar, también. Me parece que lo que hay es una gran capacidad de gestión.
–Y en el concierto de las naciones de la región: ¿cómo ve al país?
–Lo veo protagonista, junto con Venezuela, Ecuador, Brasil, Uruguay… Los veo realmente en una línea muy cercana, donde por primera vez se puede vislumbrar la idea de un bloque, más allá de la soledad en la que han actuado todos esos países que te he nombrado y el resto de la región a lo largo de los años. De alguna manera siempre separados, manejados por el poder económico que en algún momento venía de Europa y en otro de Estados Unidos.
–Una Latinoamérica unida es un sueño largamente anhelado.
–Sí, yo veo a Latinoamérica por primera vez unida y con deseos de seguir en esa línea. Creo que éste es el gran cambio que se está vislumbrando. Por eso apoyo este ideal. Tenemos que pensar en nosotros con un ideal de independencia y no de dependencia económica como lo hemos hecho históricamente. En este momento Cristina Kirchner refleja este deseo de libertad. Y básicamente lo que tengo es un deseo de libertad, de vivir en un país que piense, impulse y gestione una idea propia, la idea de región, pensando sobre todo en cuales son las carencias de su pueblo. Y este gobierno lo ha hecho y lo hace… esta línea política, el kirchnerismo, línea con la cual me identifico, lo ha hecho y piensa en los sectores más postergados. Y todo lo que queda por hacer en el país ya lo iremos haciendo entre todos.
–¿Usted apoyó al kirchnerismo desde el comienzo o fue un proceso?
–Pienso que fue un proceso. Yo no me vislumbraba como un hombre activamente militante, no lo era desde el comienzo… Observaba desde una forma más tibia y alejada los pasos y las decisiones que se tomaban, estaba teñido por los años del neoliberalismo y el descreimiento de lo que era el sector político. En la crisis del 2001 también había sido de la idea del “Que se vayan todos” y después vi que eso no ayudaba. Me di cuenta de que yo estaba equivocado. Empecé mi militancia tarde, muy tarde. No milité en mi juventud como hay que militar, cuando uno es joven. Yo ya era grande… Fue cuando me di cuenta de cómo son las cosas.
–¿Cuál era la orientación política de sus padres?
–Vengo de una familia radical, mi viejo era radical y, por lo tanto, antiperonista. Mi vieja estaba totalmente desligada de la política; ella era una mujer siempre preocupada por sus hijos. Pero mi viejo era un tipo muy formado, muy leído…
–¿Qué lo hizo cambiar de opinión con respecto a lo que usted pensaba de los políticos?
–Hace seis años nosotros formamos una comisión directiva con actores representativos y fuimos a peticionar al gobierno de Néstor Kirchner. Le planteamos las carencias que teníamos y la necesidad de defender el derecho de intérprete de los actores. El nos dijo: “Es patético discutir lo indiscutible, ustedes ya tienen este derecho”. Y me encontré con un político que al momento de tomar nuestro reclamo, en vez de darle la espalda a este sector como otros hicieron, lo resolvió. No tuvimos que pelear nada porque él estuvo de acuerdo, nos encontramos con una respuesta clara, concisa e inmediata por parte de Néstor Kirchner.
–¿Con quién fue a esa reunión?
–Con Pepe Soriano, Jorge Marrale, Martín Seefeld, Coco Sily, Julieta Díaz, Cacho Santoro y un grupo de compañeros que desde el primer momento empezaron a ponerse esta gestión al hombro. Con lo que nos encontramos fue con una respuesta absolutamente desinteresada. Por eso digo que soy peronista desde Néstor, en realidad no soy peronista, soy kirchnerista, aunque debería asumirme un poco como peronista… ¿no? Tiene que ver con apoyar ideales de izquierda, una izquierda moderada, más bien cercana al centro, como es en este caso…
–Finalmente lograron el objetivo, Sagai es un hecho y funciona muy bien.
–Sí, y lo que nos alegró mucho es que nunca nos pidieron nada a cambio. Eso fue definitivo en mi vida. Estar con un político que nos otorgó un derecho tan postergado y sin pedirnos nada a cambio, merecía que militara y cada uno milita desde donde puede. Viví en carne propia lo que es el resarcimiento histórico de un derecho tan postergado. Tenía la idea de que en la política te pedían siempre algo a cambio, pero no nos reclamaron que fuéramos a un acto ni nada y sentí que precisamente esa conducta ameritaba militar y por eso soy claro en el apoyo a este Gobierno, no me escondo. No tuve nunca aprietes de ningún tipo ni ningún cambio de favores. Por eso me deslumbré y quise participar. Mi cristalización concreta fue el día de la muerte de Néstor Kirchner. Siento haber despertado a los 41 años, tarde, muy tarde porque los militantes militan desde jóvenes, pero la juventud me agarró en tiempos de la dictadura, después el neoliberalismo, pero con Néstor Kirchner descubrí eso.
–¿Cuándo fue fundada la Sagai?
–Sagai, cuyo presidente es Pepe Soriano, fue fundada en julio de 2006, donde los socios fundadores constituyeron la entidad para hacer efectivo el derecho de propiedad intelectual reconocido en la Ley 11.723 desde 1933. Son 73 años de reclamo, pidiendo el cumplimiento de este derecho, desde 1933 hasta 2006 y Néstor lo resolvió enseguida. El Poder Ejecutivo Nacional, mediante Decreto 1914/06, reconoció a la entidad como la única autorizada para la gestión de estos derechos en el territorio nacional. Así nació la Sagai y luego vino la Fundación, una ONG creada para velar por la protección cultural y económica del actor.
–¿Cómo vivió la muerte de Néstor?
–Con mucho dolor. Fue algo muy fuerte. Recuerdo que fui invitado a 6,7,8 para contar lo que viví con él, para recordar nuestro acercamiento… cada vez que lo veía a Néstor siempre me hacía chistes de fútbol porque él era de Racing y yo soy de Independiente. Eso ayudaba al diálogo, al acercamiento. A partir de la muerte de Néstor mi compromiso con el Gobierno fue mucho mayor. Y con Néstor Kirchner me deslumbré, creía que los políticos eran unos corruptos que cobraban todo lo que hacían y Néstor no nos cobró nunca nada, al contrario, nos resolvió lo que llevábamos más de setenta años pidiendo los actores. Cuando murió Néstor sentí mucho dolor porque yo sabía que ese día se había ido un gran estadista.
–¿Cuál es su opinión sobre la ley de medios?
–Es una ley absolutamente necesaria para la multiplicidad de voces. Yo tengo la suerte de poder producir en un canal como Telefe que ya está instalado, dado que ya soy un actor de ahí y negocio las producciones porque ya estoy en el canal, pero un productor nuevo no lo tiene tan fácil. En Argentina la lucha de poderes es feroz, sobre todo desde la dictadura, y eso se está poniendo de manifiesto con lo que hacen algunos jueces… El Gobierno no lo ha tenido fácil y no será tan simple. Creo que éste es el comienzo y no sé si esto sucederá el 7 de diciembre pero ese día habrá una resolución. El tope que pone la ley a los medios, comparado con lo que sucede en otros lugares del mundo, es totalmente lógico. Argentina tiene la Corte Suprema más representativa que se pueda pedir, ha sido elegida de manera independiente, son jueces con reconocimiento, aceptados y admirados en muchas partes del mundo. Es una gran Corte Suprema, confío plenamente en la justicia de este país. Se está construyendo una justicia diferente. Los que están estudiando ahora para recibirse de abogados, los que serán jueces el día de mañana, serán mejores, cada vez mejores.
–En un momento de su vida usted tuvo un fuerte acercamiento con las Abuelas.
–Así es. Con Estela de Carlo-tto tuve mucha relación por la novela que hice: Montecristo. Y en ese período fue, precisamente, en el cual más chicos se encontraron. La protagonista era una hija apropiada y el hecho de haber puesto el tema en una novela hizo que se activara mucho la atención de los que tenían alguna duda, que el tema llegara al gran público como quizá antes no había llegado… Y ahí la conocí a Estela (se emociona al recordar ese día).
–¿Cómo fue la primera vez que vio a Estela de Carlotto?
–Fue al final de Montecristo. No la había visto hasta ese momento. Hicimos la presentación del último capítulo en el Luna Park y me morí de amor por ella. La vi sentada entre el público, disfrutando, aclamando, y ahí vi la humildad que tiene Estela. Con toda la admiración que siento por ella y por todas las Abuelas, pude ver el amor y la humildad que tiene. Luego tuve la oportunidad de conocerla más y charlar con ella. Es muy cariñosa, es un ser de luz. Estela es un ser absolutamente extraordinario. No hay mucho más que eso.
–¿Cree que aparecerán los 400 nietos y nietas que aún falta encontrar?
–La esperanza es lo último que se pierde. Sí, yo creo que van a seguir encontrándose nietos. Es un número grandísimo 400 pero estoy obligado a decirte que sí, que se van a encontrar, porque siempre tengo esperanza y porque la lucha de las Abuelas nunca puede ser en vano. Bueno, ya no lo es, ya no lo ha sido. Las Abuelas nos dieron una lección enorme de cómo el amor combate realmente al odio. De cómo poner la otra mejilla te eleva, te transforma en un ganador… y de cómo la venganza no significa realmente nada, la venganza es tu propio ocaso. Por eso ellas lo merecen todo. Cada vez que las veo siento un cariño muy grande.
–¿Qué piensa usted cuando ve gente manifestándose en un cacerolazo?
–En los cacerolazos veo gente con un alto grado de desconformidad que se manifiesta de la forma que puede. No tiene un representante político que le pueda llegar a dar fuerza. Sobre todo estamos asistiendo a la protesta de una clase media que piensa en sí misma. Y no está mal, pero no logra hacer foco en el enorme crecimiento de los sectores postergados de los que te hablo. Para que ellos puedan lograr la tranquilidad, el desarrollo, la vida que quieren vivir, es necesario que esos sectores que han sido históricamente postergados tengan su oportunidad y que por lo menos puedan cubrir sus necesidades básicas de alimentación, educación, atención médica, vivienda… Veo alguna clase media, no toda, enojada por no poder cumplir deseos mundanos como ciertos viajes, la dificultad para comprar dólares libremente y la forma que tiene para ahorrar…que yo lo considero importante para ellos pero absolutamente menor para lo que es el esquema general. Veo una derecha recalcitrante metida con esa clase media, y esa derecha empuja. En esa manifestación de cacerolas hay de todo y hay una derecha muy obtusa, muy cruel, que se mezcla con una clase media que no quiere esa crueldad. Hay una clase media que está disconforme por cosas personales pero no quieren lo mismo que quiere esa derecha. Esa clase media se queja por no poder comprar dólares. Lo que ellos no pueden ver es que este Gobierno trata de re-educar, de desbaratar un pensamiento, un mecanismo que debilita las posibilidades financieras del país. Cuando uno ahorra en dólares, cuando ahorra en una moneda que no se emite en el país, está restando, le está dando mucha inestabilidad al país. Hablo de la idea. La compra de dólares no es tan grave como la idea de que esos sectores no confíen en lo argentino.

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