Scioli ante el riesgo del “abrazo del oso”

Con el amplio triunfo del gobernador Urtubey en las PASO salteñas, el kirchnerismo buscará imprimirle al resultado una proyección nacional que no tiene: Salta es el 3% del padrón nacional. Eso sí: Scioli se quedó “con la foto” del hombre al que dio su apoyo y festejó, además, haber derrotado al senador Juan Carlos Romero, alineado con el massismo. El pulso electoral, en verdad, pasa por otros horizontes. Las encuestas marcan que la Presidenta se recuperó ya de la merma sufrida por efecto arrastre de la muerte del fiscal Nisman. En su momento, Cristina dijo que podía ser suicidio o crimen. Suele practicar con eficacia el arte del disimulo. Lo hizo en la última cadena nacional cuando elogió uno de los pocos indicadores positivos de la economía de los últimos tiempos: la suba de 22% en la venta de motos que trajo marzo. Su temperamento la traiciona y salió a desafiar a los medios que dijeron que el repunte se había producido tras las caídas que el sector había registrado en enero y febrero.
Como buena guerrera de la política, dobló la apuesta y conjeturó que esa baja se asoció a que la gente estaba gastando la plata en sus vacaciones. Sin embargo, según el último relevamiento conocido (año 2013) de la Encuesta de Viajes y Turismo de los Hogares hecha por el Ministerio de Turismo, el 53,2% de la gente no logra hacer un sólo viaje turístico en el año, ni siquiera por una noche. Y en el 75% de los casos es por falta de dinero.
Pero la Presidenta está en campaña, no se detendrá en datos certeros y buscará sumar votos en defensa propia, como sea. Eso incluye su nueva tertulia con Francisco, para el 7 de junio. En la Casa Rosada especulan con que esa foto será un aval del Papa. Vale recordar que aquellas mismas encuestas que señalan la recuperación de imagen presidencial son las que también señalan un fuerte rechazo a su figura en términos electorales. No hace mucho indicaban un 70% de oposición, ahora fluctúan alrededor de un 60%, según quien las confeccione.
La pregunta del millón es si con esos pronósticos, que ella no ignora, se arriesgará a exponerse como primera candidata al Parlasur o a diputada en la provincia de Buenos Aires. Se asegurará una banca y el cartel de jefa partidaria, pero podría desfavorecer al candidato presidencial en el que finalmente pose su dedo y compartir una eventual derrota. Esa ambigüedad para navegar en aguas turbulentas ha sido siempre uno de sus talentos. ¿Prevalecerá su orgullo personal o su agresivo instinto político? ¿Le estará reservando a Scioli, ungido al parecer en los números, el “abrazo del oso”, el navajazo final a las aspiraciones presidenciales del hombre que ella y Néstor Kirchner humillaron con crueldad tantas veces en público y degradaron en privado?
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