Soja: el derrumbe

ARMSTRONG.- Abel levanta la vista, mira alrededor de un local semivacío y cuenta: «Acá antes había unas 70 personas al mediodía; ahora son 10 o 12». Lo dice resignado, fastidiado. Abel atiende en un restaurante ubicado sobre la ruta 9 y ensaya una explicación por la baja en el número de comensales en un lugar por donde pasan viajantes, vendedores de insumos para el campo, camioneros, productores agropecuarios, turistas. «La causa de lo que estamos viviendo no es que ahora por acá pasa la autopista. No. Es por la terrible caída del precio de la soja», afirma.
A 20 kilómetros de esta ciudad, en Las Parejas, en la concesionaria multimarcas de Matías Filomeni no hay nadie consultando por el precio de un auto o una camioneta. Pasan los minutos, y nada. Ningún interesado. No es hoy: es todos los días. A Filomeni sólo lo acompaña un amigo. «Desde enero sólo vendí dos chatas, cuando debería estar en 10 o 15. Los gringos ya no compran nada», cuenta. Las chatas son las camionetas, cuya demanda, según Filomeni, está en franco descenso. No es un dato más: las chatas fueron uno de los símbolos del boom de la soja.
Fernando Tomasini, un productor de la zona, confirma con su caso esta tendencia: «Este año la idea era cambiar la camioneta, pero hemos desistido».
En Armstrong y Las Parejas, dos ciudades del sur santafecino con poco más de 12.000 habitantes, centro del mayor polo de fabricación de maquinaria agrícola y de tierras ricas y altamente productivas, hubo una época en que la soja generó una revolución, como en prácticamente toda la pampa húmeda.
Fue entre 2004 y principios de 2008. Con la bonanza de los altos precios internacionales, el productor invertía y con él se beneficiaba la actividad comercial local; las industrias de maquinaria agrícola no daban abasto, y hasta faltaban operarios para cubrir puestos. A pasos acelerados crecían los proyectos de construcción. Todas las actividades vinculadas con el agro vivían un frenesí.
En el Mercado de Chicago, la soja pasó de 558,06 dólares por tonelada a fines de mayo a 334,46 a fines de septiembre
En 2008, la pelea del Gobierno con el campo por las retenciones móviles enfrió ese clima, algo que se agravó en los últimos años. Y la fenomenal baja del precio de la soja desde mayo pasado fue el golpe de gracia. En el Mercado de Chicago, la oleaginosa pasó de 558,06 dólares por tonelada a fines de mayo a 334,46 a fines de septiembre.
Cayó 223 dólares. Mientras tanto, aquí, descontadas las retenciones, retrocedió en el mismo lapso de US$ 331 a un piso de 261. Bajó 70 dólares por tonelada y los productores vieron cómo se desvalorizaba su última cosecha, con casi 21 millones de toneladas aún sin vender, en casi US$ 1500 millones. Pero, además, a los productores se les abrieron interrogantes en la nueva siembra que ya ha empezado.
De maná para el productor y cientos de ciudades como Armstrong, Las Parejas o Bell Ville, esta última en el sur de Córdoba, la soja se hizo un pochoclo. Con ingresos restringidos, el productor invierte menos y esto repercute en toda la actividad. Cae la producción y la venta de maquinaria, se reduce la jornada laboral, los trabajadores tienen menos dinero para gastar, la actividad en los comercios se resiente, de los concesionarios ya no salen camionetas como antes, en las parrillas a la vera de las rutas hay muchas mesas vacías…
«La rueda del campo se transformó en no virtuosa», resume Cristián Zárate, un productor de Armstrong, para graficar el impacto que tiene la brutal caída del precio de la soja.
Cristián Zárate, productor de Armstrong: «La rueda del campo se transformó en no virtuosa»
Si Abel en el restaurante o Filomeni en el concesionario miden el efecto cascada de la soja por la menor cantidad de comensales o las pocas camionetas que se comercializan, Analía Conese, integrante de una familia que tiene un supermercado al que van operarios de fábricas de maquinaria al mediodía, cuando termina el turno de la mañana, tiene otro termómetro para hacerlo. «Notamos que disminuyó la cantidad de empleados que vienen de las fábricas a comprar comida elaborada», apuntó esta supermercadista de Las Parejas. «También cambiaron los hábitos de consumo en general. De los vinos buenos se pasó a las bebidas más económicas.»
En el Centro Comercial y de Servicios de Las Parejas, un zapatero que tenía un mes completo para la reparación de zapatos usados pasó a tres meses. Vende menos calzados nuevos y repara más. Es otra particular forma en que se manifiesta aquí la menor actividad.
Gustavo Garnica, presidente de esa entidad, le pone números a la baja del consumo. Muestra una estadística de una entidad regional que agrupa a 33 centros comerciales del sur santafecino, que muestra una merma desde enero de entre 5 y 8% en el sector comercial en general. Sin embargo, dice que el motivo no es tanto el precio de la soja, sino «la inflación, que golpea el bolsillo de la gente».
En Las Parejas, hay más de un centenar de firmas, entre fabricantes y agropartistas, vinculadas a la maquinaria agrícola. Ocupan no menos de 1700 operarios que dependen de que a sus empleadores les vaya bien con las ventas. Los empresarios de este sector dependen de que los productores compren. La industria sufre y es por la caída de las ventas a causa de la retracción de los productores.
En Armstrong, por ejemplo, hay más de 40 fábricas, y otras 20 o 25 firmas que proveen partes. Hay unos 1600 operarios vinculados a esta actividad, sobre una población total de 12.500 habitantes.
«El productor está demandando un 30 a 40% menos que en un año normal», señaló Raúl Crucianelli, titular de la fábrica de sembradoras que lleva su apellido. Por la siembra, es época de ventas de estos equipos. Pero aún tiene en stock entre máquinas ya terminadas o en proceso algo más de 30 unidades. En su fábrica hay 120 empleados. «En lo que menos se piensa es en quitar horas de trabajo», dice Crucianelli, aunque admite: «A lo mejor tendremos que disminuir horas, pero no el sueldo. En la industria se refleja lo que pasa en el campo».
Crucianelli además es presidente del Centro Comercial, Industrial y Rural, y explica que «en la actividad comercial del pueblo también se refleja la menor rentabilidad del campo». Alexis Ciccarelli, de una ferretería para el agro y la industria, lo pone en cifras: «La venta bajó entre 35 y 40 por ciento».
Ricardo Ricci, fabricante de autopartes hidráulicas: «En estos momentos, cero inversión»
Por menor demanda de maquinaria agrícola, Ricardo Ricci, fabricante de autopartes hidráulicas, acumula un stock de 14.000 cilindros. «Son cuatro meses sin vender y tengo 40 empleados. Pensaba comprar un torno nuevo, de entre 70.000 y 100.000 dólares, pero lo frené. En estos momentos, cero inversión», se lamenta.
Nelso Bernardi es presidente de BMB, una fábrica que hace, entre otros productos, tolvas para el transporte de la cosecha. Hace unos años, planeó una inversión de $ 4 millones para trasladar su empresa al parque industrial de Armstrong. Pero empezaron a caer las ventas y no la pudo terminar. «Ésta es la nave donde falta el 30% de la inversión», dice. Mientras muestra una instalación casi vacía.
En Las Parejas, Ariel Repetto, que con Agromaq fabrica tolvas para semillas y fertilizantes, no oculta su preocupación. «Estamos en plena temporada, justo cuando la gente se prepara para la siembra, y las ventas son bajas. La caída de la soja fue fundamental en esto y también el problema de los campos con exceso de agua en Buenos Aires. Estamos un 30% por debajo de lo normal y nos vimos obligados a reducir horas», sintetiza. Repetto preveía celebrar con una fiesta los 25 años de su empresa. Desistió.
En Bell Ville, por la caída de las ventas, Mainero, una de las principales fábricas de maquinaria agrícola del país, estuvo desde el 6 del actual trabajando 12 horas menos por semana. Empleados y delegados advirtieron que, si bien la firma comprometió el pago del 50% de los salarios caídos, con esa medida el ingreso se achicó un 20%. En tanto, luego de una nueva reunión con la empresa realizada el lunes, se flexibilizó la reducción y ahora tendrán 8 horas menos por semana de actividad. «Yo me estaba haciendo la casa, poniendo el piso del comedor y revocando, y ahora tuve que parar todo», ilustra Alberto Obregón, un empleado con 31 años de antigüedad en la empresa. «Pensaba cambiar el auto, pero no lo voy a hacer», cuenta Luis Marroncle, otro trabajador.
Roberto Mansilla ve peligrar sus habituales vacaciones en las sierras cordobesas. «Yo salía a mediados de enero, pero con esto no se va a poder», dice. «Es una situación muy complicada.»
Por la baja del precio, el productor se resiste a vender la soja que almacena de la última cosecha, y la que vende lo hace con cuentagotas para gastos cotidianos o comprar insumos de la nueva campaña. Sin ventas, los transportistas no tiene qué llevar en sus camiones.
«Nuestra actividad bajó casi 80% desde mayo. El productor no vende por el precio. Teníamos unos 15 viajes por mes y ahora estamos en cuatro o cinco», grafican Diego Núñez y Ariel Sanoni, del Centro de Transportistas Armstrong. Y alertan: «Los choferes se están quedando sin trabajo».
Martín Elías, del Centro de Distribución de Cargas de Bell Ville, ve un panorama similar. «Estamos pendientes de que el productor y el acopio vendan. Hay camiones que hace 30 a 40 días no viajan.» Muestra una playa con una treintena de camiones parados.
En su actividad, Elías también compra silo bolsas usados para una firma que los recicla, pero en las últimas semanas no los consigue porque los productores no comercializan el grano almacenado.
Martín Elías, del Centro de Distribución de Cargas de Bell Ville: «Hay camiones que hace 30 a 40 días no viajan»
En los pueblos vinculados al agro, hay temor por la pérdida de empleos, algo que, según los productores, ya se está dando. «En el último mes, unas 20 a 25 personas me vinieron a pedir trabajo para lo que sea», cuenta Nelso Branchesi, productor y contratista de recolección de cosecha de granos en Las Parejas.
«Yo tengo una fábrica de alimento balanceado en el campo y estaba por comprar una peletizadora [equipo para prensar el balanceado], una máquina de un millón de pesos, para poder vender ese alimento a otros productores, pero postergué la inversión. Es una lástima. Tengo un empleado y podrían haber sido dos más», relata el productor Cristián Zárate. En los números de los productores, un camión con 30 toneladas de soja que antes representaba 80.000 pesos ahora no llega a 63.000.
Carlos Strologo es productor y contratista. Trabaja con dos sembradoras y dos cosechadoras. En algún momento, hizo inversiones para modernizar su parque de maquinaria. Ahora advierte: «Este año, con estos precios de la soja, no voy a renovar nada».
Una sembradora cuesta unos 100.000 dólares y una cosechadora, no menos de 400.000. Nelso Branchesi se quedó con soja para renovar una cosechadora y un tractor. Pero con la baja del precio cambió de plan. «Cuando la quise cambiar, la cosechadora valía 320.000 dólares y ahora, 480.000. ¿Cómo la voy a renovar ahora? La reserva que me quedó de soja se me está yendo como agua en gastos diarios, pago de insumos y personal», explica.
Hugo Bezzi, productor en tierras propias y arrendadas, proyectaba aumentar la superficie en la zona de Las Parejas. «Si podía, iba a crecer en área alquilada, pero este año no puedo. Estamos en un momento ajustado en la rentabilidad. El año pasado vendías la soja a 350 dólares y ahora está en torno a los 230 [la próxima cosecha]», detalla. Aquí, alquilar cuesta unos 500 dólares por hectárea. Cuentan que pagando ese valor de alquiler en maíz los números no dan y en soja están al límite. De todos modos, la inversión en soja es por lo menos la mitad que en el maíz. A su lado, Horacio Ciancio se queja de que la soja vale muy poco, y comenta: «Tenía un proyecto de agroturismo con cabañas en el campo, pero esto me hizo archivarlo».
Mario Torassa se suma a la charla y habla de las retenciones con las cuales el Gobierno se lleva el 35% de lo producido. «Con un buen precio, la presión impositiva se nota menos, pero ahora el impacto es mayor.» Ciancio interrumpe: «Hay que sacarlas ya».
El cimbronazo en los precios afecta aún más a productores chicos. Horacio Peroni, gerente de la Cooperativa Agrícola Ganadera de Armstrong, donde la explotación rural como mucho supera las 100 hectáreas, aporta un dato. Productores de 30 a 60 hectáreas que depositaron allí 80 toneladas de soja las tienen para vivir en los próximos meses. Antes las destinaban a inversiones. «Hasta el año pasado, de esas 80 toneladas, 30 las usaban para insumos y el resto para vivir en los próximos seis meses, hasta la nueva cosecha. Ahora, las 80 toneladas las necesitan para el día tras día. Creo que en enero vamos a tener que financiarlos para vivir si se les termina la soja.»
Carlos Citeroni es productor, presidente de esa cooperativa y también se desempeña como vendedor de seguros. Sobre esta última actividad, observa que el productor baja el costo. Si antes aseguraba la soja contra granizo para un rinde de 3500 kilos, ahora lo hace por 2500 kilos.
En Armstrong o en Las Parejas descartan que vayan a quedar campos sin sembrar. Pero en Bell Ville advierten que hay tierras sin arrendarse, en especial con menor potencial para soja o que sufrieron inundaciones, y corren ese riesgo de que no se trabajen este año. «Tal vez pueda quedar un 10%», calcula Adrián Gabrieloni, contratista.
«Hay productores medianos que se retiran y dejan campos», alerta Federico Proietti, productor. «Yo tenía posibilidades de tomar campos nuevos en alquiler, pero el número no cierra con la baja de los precios», agrega Juan Quaglia, presidente de la Sociedad Rural de Bell Ville.
Apogeo y caída del precio de la oleaginosa
609,2
Dólares por tonelada
Fue el primer récord. Ese valor lo alcanzó el 3 de julio de 2008 en el mercado de Chicago.
Conflicto
Mientras el precio de la soja llegaba a ese récord en Estados Unidos, estallaba la pelea entre el Gobierno y el campo por las retenciones móviles.
650,7
Dólares por tonelada
Por una feroz sequía en los Estados Unidos, el precio de la soja alcanzó el récord máximo en Chicago el 4 de septiembre de 2012.
223
Dólares por tonelada
Fue la pérdida que tuvo en cuatro meses en el mercado de Chicago. La previsión de una cosecha récord en Estados Unidos y la caída de la actividad económica mundial son los principales motivos del derrumbe.

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