Un pleno a la cosecha récord y las primeras grietas del Plan Lagarde

Pulverizado por la corrida cambiaria el «plan Perdurar», como rebautizó Carlos Melconian al híbrido al que Marcos Peña y Jaime Durán Barba solían aludir como gradualismo, el Gobierno puso proa hacia un nuevo norte, menos ambicioso: el plan Lagarde. Aunque los técnicos del Fondo Monetario renieguen por escrito de su autoría, el programa fue redactado a cuatro manos entre el Ministerio de Hacienda y el cuartel general de la calle 19, en Washington. Su piedra basal es la devaluación, que empezó a forzar un ajuste del gasto público y de las importaciones a la vez, a caballo de la recesión. Su única perspectiva de éxito (modesto, con un crecimiento del 2%) es una nueva cosecha récord, que recoja más de 130 millones de toneladas de granos en la campaña 2018/2019.
En el mundo de los negocios crece la convicción de que Mauricio Macri decidió apostar todo su capital político a ese pleno. Interpretan que eso hizo crujir al nacer al plan Lagarde, que contemplaba congelar la rebaja de retenciones a la exportación de soja al menos por un año. Algunos, como el vicepresidente de la UIA y jefe del B-20, Daniel Funes de Rioja, comparten el lance: «¡Mirá si otra vez una buena cosecha nos salva a todos, como en el final de Plata Dulce!», repetía risueño el abogado anteayer, después de un almuerzo bien regado en el restaurante central de la Rural. Afuera llovía, como en la ficción. Solo que allí el amigo de Arteche (Carlos Bonifatti, interpretado por Federico Luppi) terminaba preso.

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