Veinticuatro fragmentos del rompecabezas

La diputada Elisa Carrió, chaqueña de nacimiento, cabildeaba entre ser candidata en la provincia de Buenos Aires o en la Ciudad Autónoma (CABA). Por una vez, para variar, optó por lo previsible: encabezará la boleta de diputados nacionales porteños para hacerle frente al ex ministro y ex embajador Martín Lousteau. La contienda divide a la coalición Cambiemos y a la Unión Cívica Radical. No habrá Primarias Abiertas (PASO) entrambos, competirán en la elección general.
Algunos dirigentes boinas blancas optan por un relativo secesionismo, en busca de “volver a ser una opción de poder” según dixit Enrique Nosiglia, uno de los promotores de Lousteau. Otros se enrolan detrás de Lilita, tragando saliva y preparándose a ser objeto pasivo de su personalismo: Jesús Rodríguez entre ellos.
Carrió ningunea a Lousteau que fue su pollo poco tiempo atrás. Lousteau luego aceptó la embajada en Estados Unidos de la que volvió en el momento oportuno sorprendiendo solo a los estrategas macristas, que no tienen un pelo de zonzos pero que en este caso se quedaron dormidos. El creador de la Resolución 125 es un abandonador serial que ya dejó atrás al kirchnerismo, a Carrió, a un bonito laburo de temporada (política) baja en Washington y va por más.
Aspira a crecer en la Capital, tras dar un batacazo en el ballotage para Jefe de Gobierno en 2015. No le alcanzó para llegar pero sí para ponerle los pelos de punta (o algo así) a Horacio Rodríguez Larreta.
Cambiemos genera, al menos hasta el cierre de esta edición, una particular interna en el bastión de PRO. Hay otras, alguna mencionaremos en esta nota.
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Frazada corta: La carestía de candidatxs con gravitación propia es una carencia transversal: aqueja a varios partidos, en surtidos distritos. Cambiemos contaba con Carrió en dos, misión imposible. Al elegir, Carrió dejó un espacio vacío, difícil de llenar con la llegada de otro amigo. Para empeorar la dificultad la líder de la Coalición Cívica fumigó a varios, fiel a su idiosincrasia. Se expandió al gabinete de Vidal, con especial énfasis en el ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, a quien vinculó con el narcotráfico. Vidal retrucó mostrándose con el ministro. La ocasión, decidida al efecto, fue la presentación de una reforma legal que incluye exigencia de declaraciones juradas patrimoniales y exámenes sorpresivos de consumo de estupefacientes para funcionarios o autoridades policiales que, se supone, combaten ese “flagelo”. Opinable por demás la ligazón entre consumo personal y tráfico: no es ese el afán principal de Vidal. Se trata de hacer campaña, interpelar a la opinión pública.
Aliada ardua es Carrió, imposible en encasillar en tipologías preexistentes. De cualquier modo, conviene no exagerar. Tiene arrestos de francotiradora pero quien la entroniza, también la avala. Cuando el presidente Mauricio Macri la unge candidata valida su ofensiva contra el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti. La historia se resignifica, en tramos diferentes. Aunque no haya existido un acuerdo originario (dato que este cronista no puede ratificar ni negar) apoyarla hoy en día es “comprarla llave en mano”. La movida concuerda con el programa oficialista: hace sistema con la brutal ofensiva del Gobierno contra parte del Poder Judicial y la Procuradora General Alejandra Gils Carbó.
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No hay pago como mi pago: Se votará en 24 provincias, eligiendo autoridades legislativas locales y nacionales. Se renuevan la mitad de la Cámara de Diputados (en todas las provincias) y un tercio del Senado (en ocho). No hay candidaturas votadas a padrón nacional.
En dos provincias, gestionadas por radicales atípicos, se renuevan gobernadores: Corrientes y Santiago del Estero.
Cada distrito es un mundo aparte, ninguno vale como muestra representativa del conjunto. Desentrañar el sentido de los votos y bancas conseguidos en 24 padrones es peliagudo y siempre da para disputas interpretativas posteriores.
De cualquier forma, desde 1985 en adelante, las elecciones legislativas emitieron veredictos claros sobre los oficialismos nacionales. Y las de “medio término” predijeron (o mejor prefiguraron) el resultado de las presidenciales de dos años después, con una sola excepción relativa. Fue en 2009 cuando el kirchnerismo perdió por un pelito en provincia de Buenos Aires, ganó por poco en el total “nacional”… pero la lectura marcó derrota. En 2011 se tomó revancha: es el único caso, hasta ahora. El que perdió medio término, empezó su partida de la Casa Rosada, sabiéndolo o no.
Las PASO nacionales se realizarán en agosto, la votación en octubre. El calendario estará jalonado por otros comicios, acomodados por los ejecutivos de las provincias y aún de municipios. Es una “ventaja deportiva” de los oficialismos locales, consecuencia del federalismo. Está de moda hacer panegíricos del sistema federal, tanto como despotricar por esa consecuencia. Como fuera, cada cual atiende su juego y busca su conveniencia.
Vamos a un par de ejemplos.
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Desdoblamiento duplicado: En Corrientes, ya se dijo, se elige el Ejecutivo de la provincia, también el de la capital. En un diseño relativamente habitual, están en manos de fuerzas diferentes. El peronista Fabián Ríos es alcalde y puede pugnar por la reelección. Lo hará y ya fijó fecha separada de las compulsas nacionales. Será a principios de junio.
El gobernador radical Ricardo Colombí, en cambio, está impedido constitucionalmente para revalidarse. La búsqueda del delfín aviva la interna y lo induce a diferir, por ahora, la fijación de la convocatoria que, seguramente, estará desdoblada.
El peronismo cuenta con un candidato potente: el senador y ex intendente de Corrientes Carlos Espínola. “Camau” y su elenco están negociando para sumar a la fórmula o en otro cargo electivo importante al ex senador radical Nito Artaza. Para terminar de complejizar el TEG, Artaza revista ahora, de mala gana, en el Frente Renovador que responde al diputado nacional Sergio Massa.
Las alquimias están en el orden del día. Conformar un frente sirve para aspirar a conquistar un territorio o conservarlo, como veremos ya mismo.
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Veinte partidos y un gobernador: El gobernador peronista de Chaco, Oscar Domingo Peppo, anticipó las elecciones para la Unicameral de su provincia. Es uno de los dos más potentes dirigentes peronistas del distrito. El otro es su predecesor, ex Jefe de Gabinete nacional y actual intendente de Resistencia, Jorge Capitanich, un cuadro con proyección nacional.
El peronismo comanda una coalición desde que “Coqui” Capitanich accedió al gobierno en 2007. Se llama “Chaco Merece más” y contiene 20 partidos, un abanico multicolor.
El Viernes Santo se cerraron las listas. La decisión (o “la lapicera”, en jerga) quedó en manos de Peppo, un tributo al peso del Ejecutivo. La boleta para la Unicameral muestra su preeminencia aunque “contiene” a otros sectores que incluyen al kirchnerismo, aliados como los ex radicales de FORJA y aún una representante de la etnia qom.
De nuevo: ninguna provincia es igual a otra pero hay tendencias (acaso constantes) observables. Una es el peso de los gobernadores (aun)que, en general, están muy apretados financieramente. Es el modelo existente, en parte heredado del kirchnerismo pero agravado por la política económica macrista. La baja de retenciones a la soja priva a las provincias de parte del fondo que distribuía parte de su recaudación. La devastación de las economías regionales añade dificultades. Los mandatarios locales deben reunirse onda 20 de cada mes con el ministro del Interior Rogelio Frigerio. De ahí que les caiga simpático o, por lo menos, que no lo enfrenten con ahínco.
Todo modo, para sobrevivir, negociar y pulsear hasta 2019 necesitan diferenciarse, conservar el dominio en sus bastiones. Contarlo en blanco y negro es imposible aunque sea ejercicio común de tantos opineitors.
La historia electoral de Chaco desde 1983 registra alternancia entre el peronismo, el radicalismo y hasta una gobernación de raíz procesista. Los peronistas mantienen 55 de 69 intendencias pero el ex gobernador Ángel Rozas, ahora senador, conserva una cuota significativa de poder. Tanto que, unido a la correligionaria Aida Ayala (ex intendenta de Resistencia, ahora funcionaria nacional) se quedó con “el sello” y el armado de las listas de Cambiemos. Dejó afuera, stricto sensu, al ARI de Carrió (que algo preserva) y al PRO. Los aliados patalearon puertas adentro y acudieron a Tribunales pidiendo la nulidad de la movida. Perdieron y diz que desde Nación les ordenan que vuelvan al redil común, esquilmados.
Traducido al refranero popular: en todas partes se cuecen habas. Dicho en savoir faire político: nadie se exilia de una coalición de gobierno… mientras conserve primacía y poder.
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El frentismo y la identidad: Llamemos Frente para la Victoria (FpV) al dispositivo electoral del kirchnerismo aunque, posiblemente, esa sigla encabece contadas listas en los comicios nacionales. Es tributo a cambios en las correlaciones de fuerzas: en la interna del Partido Justicialista (PJ) y frente a los adversarios políticos.
El FpV, opina quien esto escribe, subestimó a Cambiemos en la previa de las presidenciales y ahora corre el riesgo de menospreciar las consecuencias de su derrota y del cambio de escenarios, nacional e internacional.
Referir la derrota solo al engaño, la defección de las clases medias o el apoyo de los medios es reduccionista, más allá de que algunos de esos factores gravitaron mucho. También deberían repensarse errores y carencias propios, como paso necesario para presentar una propuesta renovadora y reconquistar el favor de las mayorías.
Atribuir la diáspora de cuadros, legisladores o gobernantes solo a defecciones o bajezas personales es ignorar que esos procesos son casi ineludibles tras perder la hegemonía democrática.
Suponer que el macrismo ha sido desenmascarado, que ha perdido (ya) todo peso electoral y que su caudal “volverá” al espacio nacional popular es otro desvío mecanicista posible.
Son válidos, esenciales, los cuestionamientos a un proyecto de país para pocos, la redistribución regresiva del ingreso, el paraíso de la bicicleta financiera en dólares, los brotes autoritarios y hasta la inflación son indiscutibles… pero no terminan de configurar una oferta electoral inclusiva.
Si de oponerse a un proyecto neoconservador (o hasta de resistirlo dentro de la institucionalidad) se trata el frentismo es el comienzo de la respuesta de cajón. Quedan pendientes, nada menos, los retos y los engorros de conformarlo, fijar sus fronteras para que sea amplio y no fofo.
El tema da para más que este párrafo y será objeto de abordajes en otras columnas. De momento, solo agregaremos que el frentismo parece la herramienta ineludible para conservar territorios (como en Chaco), conquistarlos (como Corrientes), recobrarlos (Buenos Aires). O hasta para terciar con decoro como en la CABA.
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Al final está el pueblo: Votaciones en muchos domingos, muchos confines, para cargos muy disímiles. ¿Cómo puede ser legible un rompecabezas con 24 fragmentos, apenas para empezar la cuenta? La respuesta está en la experiencia concreta: siempre ocurrió así.
Ciertamente, si la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner (se) “jugara” en la provincia de Buenos Aires, cesaría cualquier duda. Si Cristina ganara o perdiera, el dato sería central para reconfigurar el escenario político. Es una líder referencial, para sus partidarios y sus rivales. Pero ha dejado vacante hasta hoy, la conducción del sector que le responde, hasta ahora el más masivo y movilizado de la política nacional sin dejar de ser minoría.
Pero aún si Cristina no diera ese paso, la presencia popular en las urnas es un factor determinante del futuro. Cuando vota, el pueblo ejerce poder, reorganiza las instituciones, se implica y se expresa.
Esa presencia es la que embellece y da sentido al universo (a menudo confuso o taimado) de los “armados”, los pactos, las roscas y las intrigas de la política electoral. Que, como todo, son discutibles pero que no deberían suscitar indignaciones con frecuencia tan exageradas como berretas. Sobran motivos para indignarse en la Argentina, las peripecias del juego electoral no debería engrosar esa ominosa lista.

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