Vidal hace campaña al borde del abismo

La economía no arranca y la corrupción todavía no fue castigada. La inseguridad no afloja y la inflación está bajando pero los precios quedaron allá arriba. Cristina es candidata y Massa también. Ese es el panorama de salida para la elección de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires. Si querés llorar, llorá.
María Eugenia Vidal no llora pero se preocupa. Y se ocupa. Ya se puso al frente de la campaña. Baja línea y pone el cuerpo. Es la carta ganadora del oficialismo, pero hoy nadie le puede asegurar que con eso alcance. Juega ella, juegan otros y juegan además sobre los votantes factores materiales y emocionales que no dependen de su voluntad. La moneda está en el aire.
Las encuestas hasta ahora dieron una foto provisoria del escenario electoral. Las que son confiables para el Gobierno lo muestran en paridad con Cristina, dentro del margen de error. Cualquiera puede estar dos puntos arriba o dos puntos abajo. Parece lo mismo pero no es. Para los que juegan a ganador, perder siempre es perder. No existen las derrotas convenientes. Salvo en el discurso de los que hoy están en problemas y necesitan creer en una eventual reorientación del voto entre las PASO de agosto y la elección de octubre, frente al fantasma del regreso de Cristina.
Lo cierto es que la campaña todavía no empezó. Sólo hubo lanzamiento de candidaturas y los primeros actos. Lo que emerge en los sondeos es el estado de ánimo de la sociedad. Ahí es donde el Gobierno hace bien en preocuparse, pasada la insolvente euforia inicial por la partición en tres del voto peronista en la Provincia.
Vidal y su jefe de Gabinete Federico Salvai trabajan sobre la idea de una campaña muy corta hasta las PASO. Faltan apenas cuatro semanas para esa gran encuesta nacional. El secretario de Comunicación Federico Suárez, que timonea el equipo de estrategia, explica que va a ser más corta todavía. Recién el lunes 24 los spots de propaganda electoral van a inundar la televisión. Ese día la elección empezará a meterse en la cabeza de la gente, que ahora tiene su energía puesta en problemas más terrenales.
Dos semanas: la última de julio y la primera de agosto. Ahí se va a configurar la imagen de opinión pública más cercana a lo que suceda el día de la votación, una semana después. Habrá que mirar las encuestas de ese momento.
Lo que está claro hoy es que Cambiemos y Cristina tienen piso y techo definidos: un núcleo duro de adherentes y una zona de la sociedad que no los votaría ni a cañón. Los sondeos muestran que más del 90% de quienes votan a Cristina no cambiarían jamás de opinión: eso es tener núcleo duro. A la vez, como marca electoral Cambiemos supera el 35% de apoyo, con ventaja clara sobre cualquier otra. Son datos parciales, piezas de un rompecabezas que está por armarse.
Massa fluctúa más que sus dos grandes oponentes. Arranca desde atrás y es el que más puede ganar o perder apoyos. Va a castigar a unos y a otros. Su sueño es colarse en el segundo puesto de las PASO mandando al Gobierno al tercer, desastroso, casillero. ¿Podrá hacerlo? Mejor no decir que no sin pensarlo. Por eso Cristina necesita que Massa crezca para quitarle votos a Cambiemos y Cambiemos busca confrontarlo con dureza para evitar esa fuga.
Vidal puso en práctica este capítulo táctico. Con Cristina, en cambio, se propusieron no chocar de frente. Semanas atrás pronosticaban una campaña sucia y agresiva. Hoy dicen esperar otra cosa. Por lo que harán ellos mismos y porque Cristina pone cara de buena, Según dicen, es una cuestión de economía de esfuerzo. La gente sabe quién es Cristina y cuánto tiene que ver con la corrupción, pero un 30% la vota igual, explica Federico Suárez. No tienen que sobreactuar la diferencia: somos su contracara, por eso la gente nos eligió y estamos gobernando.
Un dato que no se dice: tanta polarización con Cristina, incentivada desde la Casa Rosada, terminó mejorando la instalación de la ex Presidenta. Según algunos estudios, a este ritmo no le sería imposible romper el encapsulamiento en un tercio del electorado. Si Cristina se arrima al 35%, agarrate. Cambiemos debería conseguir una identificación absoluta de sus candidatos, Esteban Bullrich y Gladys González, con la marca partidaria y sobre todo con Vidal, para ganar la elección. Y hay muy poco tiempo, lo dicen ellos mismos.
En el equipo de Vidal creen que Cristina va a jugar a la ausencia, con apariciones dosificadas para cuidar su porción electoral monolítica y quizás inelástica. Peleándonos con ella no vamos a convencer a nadie y el riesgo es que al final nos vean a todos iguales, señalan. Si se discute todo el tiempo con Cristina se discute sobre el pasado, y en el pasado la que gana es ella. Nosotros tenemos que darle contenido a la esperanza, apuntan los macristas bonaerenses.
Para que la decisión de no confrontar con Cristina se cumpla hace falta una disciplina perfecta de los candidatos y referentes. La tentación está a la mano y la avalancha de causas judiciales por la corrupción kirchnerista dan pasto todos los días. Vidal ya caminó ese borde tan angosto, en reportajes televisivos recientes, y consiguió esquivar el precipicio tentador. Habrá que ver si Mauricio Macri y Elisa Carrió mantienen esa conducta. Son las otras dos referencias potentes en una campaña con trascendencia, presupuesto y consecuencias de orden nacional.
Macri tiene una inquina macerada por años con Cristina, que ella retribuye con todo entusiasmo e igual intensidad. Muchas veces en privado y algunas también el público, al Presidente se le trasluce la bronca calabresa. Si es buen alumno en campaña tendrá que contenerse hasta después de octubre.
Carrió, que es tan ingobernable como sensata, maneja con maestría el azote de su verbo. Cristina y Massa van a estar en su campo de tiro. Siempre atiende primero la necesidad estratégica del colectivo al que pertenece, pero de ella no puede esperarse un proselitismo pasteurizado. No sería Lilita.
El fortalecimiento político y una imagen positiva superior a la de Macri le permiten a la Gobernadora consolidar y ampliar su espacio respecto de la Casa Rosada. Eso se trasluce, por ejemplo, en el diseño de la propaganda oficial. La idea fuerza “haciendo lo que hay que hacer”, que nutre la difusión nacional de las obras públicas, es considerada en el gobierno bonaerense como un tanto fría y distante. Argumentan: también te podrían decir que haciendo lo que hay que hacer aumentamos las tarifas. Eso no estaría bueno.
El equipo de Vidal adoptó una línea propia que pone el eje en la cercanía, la contención y el trabajo en equipo, que hace una semana está muy visible en las pantallas. Hay allí ideas de Jaime Durán Barba y la realización es del publicista Juan “Papón” Ricciarelli. Son audacias posibles: si hay disenso, Macri respalda a Vidal en todo.
La estrategia macrista divide el voto en cinco categorías: duro, blando, posible, difícil e imposible. El voto duro necesita ser confortado y confirmado y el voto blando puede asegurarse con un mensaje adecuado y referentes que establezcan proximidad con el votante. Ahí está la masa principal del apoyo electoral.
Al voto imposible –el de Cristina, el de la izquierda- no tiene sentido tratar de conquistarlo y el difícil requiere de demasiado costo en tiempo y recursos para buscarlo a esta altura. El centro de la estrategia apunta entonces al voto posible. El que hoy no está, pero que podría alcanzarse o recuperarse.
Aquí es donde la tecnología electoral del macrismo pone en juego sus mejores insumos. Para detectar el voto posible aplican una técnica que ya usaron en la elección ganadora de 2015. Cruzan datos del censo de población, los resultados de cada mesa de votación en las últimas dos elecciones y otros estudios propios, incluyendo encuestas presenciales sistemáticas.
Ese trabajo, donde confluyen sociólogos y especialistas en estadística y datos, les permite tener “individualizado” al votante posible. No con nombre y apellido sino geo-referenciado. De tal modo, pueden saturar con su mensaje electoral a distritos y barrios muy puntuales en ciudades del interior y el Gran Buenos Aires.
El cálculo que hacen es sencillo. Para salir victoriosos en octubre necesitan volver a ganar en los 69 municipios bonaerenses que gobierna Cambiemos y perder por menos que hace dos años en los 66 que gobiernan otras fuerzas, empezando por el kirchnerismo.
Mirado desde el formato clásico de la acción política, es fácil el escepticismo o la ironía ante esta tecnología. Pero habría que recordar que a esta gente le hacían burlas por sus timbreos. Y hoy gobiernan el país.
Por eso están sentados sobre el poder del Estado, el gran constructor de la política.

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