Palabras y silencios sobre el hambre, Página/12.
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Palabras y silencios sobre el hambre, Página/12.
Barcia hace lo mismo que critica para minimizar la gravedad de la tasa de muertes por desnutrición que, se olvida de mencionar, aumentó durante el 2008. Como buen kirchnerista se ampara en los indicadores del peor momento de la crisis del 2001 de modo de adjudicarle al gobierno algun «logro» en lo social. Para el caso, durante los primeros años menemistas la tasa de desnutrición infantil era inferior a la actual.
Totalmente de acuerdo con Laura. Quisiera hacer un añadido de algo que ya escribí en el post que se dedica a la nota de Julio Raffo aparecida junto con esa.
En general, la mortalidad y la morbilidad infantil por desnutrición disminuyen ligeramente cuando hay crecimiento porque disminuye la pobreza. Hay una mejora de la alimentación y la calidad alimentaria, aunque a veces insuficiente, lo que, por otra parte, tampoco evita la morbilidad derivada de episodios anteriores de desnutrición crónica, de los que nadie habla ni se ocupa. También la mortalidad y la morbilidad por desnutrición disminuyen un poco más cuando hay organizaciones sociales que la combaten, en la medida que se intenta proveer alimentos focalizadamente en áreas de exclusión.
Pero ninguna de esas cosas termina con la morbilidad y la mortalidad estructuralmente porque, en el momento que vuelve a incrementar la pobreza, vuelve a incrementarse la tasa de mortalidad y la tasa de morbilidad. Tampoco altera mucho la fotografía allí donde hay pobreza extrema. Pensar que la mortalidad y la morbilidad por desnutrición desciende de manera estable si no cambian las condiciones estructurales o no hay políticas sociales y de salud constantes al respecto, que reequilibren los efectos del ciclo económico, es una zoncera derivada de la ignorancia.
Por otra parte, los episodios de desnutrición se acumulan sobre otros episodios de desnutrición anteriores. Y la morbilidad, además, se acumula em el tiempo y generacionalmente. Lo que no afecta sólo a los niños. El problema afecta a otros grupos de población, como los ancianos, que tienden a la “subnutrición” cuando los precios de los alimentos suben. En un país donde las dos terceras partes de los ancianos tienen jubilaciones menores al salario mínimo, es un problema oculto, del que tampoco nadie habla.
Asimismo, el concepto de mortalidad infantil y morbilidad infantil asociada con la pobreza es bastante más amplio que el asociado con la desnutrición aguda o crónica: si pasamos de un concepto a otro, pasamos de una estimación de 8 niños muertos por día a una cifra mayor. Si les interesa pueden leer toda la literatura médica relacionada con la mortalidad y la morbilidad asociada con la pobreza, que la hay y mucha.
El gobierno, en seis años, no movió ni un dedo para afrontar en serio el problema de la mortalidad y la morbilidad infantiles asociadas a la pobreza. El descenso se debió, en todo caso, al crecimiento económico y la labor de las organizaciones sociales. Ni siquiera tenemos un relevamiento estadístico suficiente para hacer epidemiología rigurosa de la desnutrición crónica y otras enfermedades asociadas con la pobreza. Algunas organizaciones sociales intentan elaborar un Mapa del Hambre, pero apenas llega a 40.000 familias, sin que sepamos cuáles son los centenares de miles de familias pueden estar afectadas por problemas de desnutrición crónica o aguda. Lo que vemos en hospitales y centros ambulatorios nos dice que debe haber muchísimas más. Las cifras son estimativas y, posiblemente, a la baja. Nadie puede asegurar en cuanto descendió, teniendo en cuenta la pobreza extrema estructural en muchas áreas: hay estimaciones un poco más optimistas, otras menos. En el NOA hubo más de un problema de manipulación de estadísticas por parte de gobiernos provinciales, que alteran el cómputo. Se excluye a los segmentos de población que no tienen contacto con los sistemas de salud o sociales. Y lo que está sucediendo en Salta, sólo para poner un ejemplo, es una vergüenza.
Lo paradójico es que bastante fácil combatir la desnutrición crónica con políticas sociales universales y políticas de salud efectivas con un sistema único de salud. Si no se hace es porque no hay voluntad política: al fin y al cabo, los pobres no tienen voz. Hace decenios que sólo hablan a través de algunos ventrílocuos, que son los mismos que luego no construyen hospitales o los construyen sin dotación, sin presupuesto ni tecnología, sin ninguna idea de cómo se hace política de salud, o que montan negocios legales, paralegales e ilegales en torno a la salud. Los mismos que mantienen infraestructuras de salud que se caen a pedazos. Convertir el descenso de la mortalidad infantil por desnutrición del 2003 al 2006 en un “mérito” del gobierno, que no hizo nada, y además confundir mortalidad y morbilidad, es de un cinismo que no tiene nombre, mero comercio retórico sobre la vida y la salud humana. Desde el 2007, la mortalidad empezó a crecer de nuevo. De la morbilidad, ni hablemos.
Quizá, en lugar de tanta politiquería de cuarta, habría que empezar a pensar en los problemas del mundo real. Al menos, las denuncias de Pino Solanas ponen encima de la mesa estos problemas, como las denuncias de organizaciones sociales de todo tipo y color. Ciertamente, si no hay políticas sociales universales y un sistema único de salud, no vamos a ninguna parte. La labor del gobierno durante años fue ignorar la desnutrición, lo que no me extraña de un gobierno que es capaz de mentir sobre las mismas estadísticas de pobreza para obtener “réditos” políticos. Los medios dejaron de hablar de eso y al gobierno ya le iba bien.
No sé si callar es ser cómplice. Tampoco todo el mundo puede hablar de todo. Pero deformar como hace Brieva sí que es una canallada.
Ah, soy médica. De ahí la extensión del mensaje.