Desde que en abril pasado empezó a ser expuesta la crisis, se puso en este espacio la lupa sobre una tensión en el corazón del poder macrista, poco explorada más allá de PERFIL. Esta semana tuvo un capítulo inquietante. Hasta peligroso, digamos.
La gobernadora Vidal (respaldada principalmente por Rodríguez Larreta y Nicolás Caputo, hermano del alma presidencial) viene pidiendo más política y más cambios en el Gobierno, que incluyan acuerdos concretos con el peronismo. Macri y su general más verticalista, Marcos Peña, resisten esta demanda interna. Como si no bastara la externa, ahora con la distinguida señora Lagarde como cabeza visible.
En el fondo, lo que Vidal & Cía. cuestionan es cómo se toman las decisiones y se reparte el poder en la administración nacional. La crisis puso en crisis un modelo de gestión concentrado en la Jefatura de Gabinete.
Los cortocircuitos que habían trascendido no pasaban de gestos y discusiones privadas. Vidal y Larreta decidieron dar un paso más allá en público con sus posturas contrarias a la interrupción voluntaria del embarazo, a tono con las buenas migas que tejieron con la Iglesia y el papa Francisco. Peña ratificó su fama de “hereje” en esos pasillos canónicos, al clamar que el Presidente no vetará la legalización del aborto si el Congreso la aprueba.
La gobernadora Vidal (respaldada principalmente por Rodríguez Larreta y Nicolás Caputo, hermano del alma presidencial) viene pidiendo más política y más cambios en el Gobierno, que incluyan acuerdos concretos con el peronismo. Macri y su general más verticalista, Marcos Peña, resisten esta demanda interna. Como si no bastara la externa, ahora con la distinguida señora Lagarde como cabeza visible.
En el fondo, lo que Vidal & Cía. cuestionan es cómo se toman las decisiones y se reparte el poder en la administración nacional. La crisis puso en crisis un modelo de gestión concentrado en la Jefatura de Gabinete.
Los cortocircuitos que habían trascendido no pasaban de gestos y discusiones privadas. Vidal y Larreta decidieron dar un paso más allá en público con sus posturas contrarias a la interrupción voluntaria del embarazo, a tono con las buenas migas que tejieron con la Iglesia y el papa Francisco. Peña ratificó su fama de “hereje” en esos pasillos canónicos, al clamar que el Presidente no vetará la legalización del aborto si el Congreso la aprueba.