Mucho se habla del Conurbano en la política argentina. Siempre se habla de la influencia electoral de sus habitantes y sus intendentes. Se habló primero del avance del PRO sobre ese territorio, luego de la fuerte caída de la imagen presidencial allí. Unos hablan de la fortaleza del peronismo, otros critican la “conurbanización” del partido. En la prensa, en el discurso público, el Conurbano es una suerte de condensación del “drama argentino”: 700.000 desempleados, 3.800.000 pobres, cientos de fábricas cerradas. Se lo asocia a violencia, necesidades básica insatisfechas y desencanto. Un lugar lleno de countries y villas. Los que somos del Conurbano, los que nos criamos allí, sabemos que esa imagen no nos representa, que el Conurbano es también producción, trabajo, una amplia clase media, y una fuerte red de asociaciones civiles.
Muchos hablan del Conurbano. En paralelo, el Conurbano habla poco de sí mismo y de su lugar en la política argentina. Son recurrentes y bienvenidas las reuniones de los intendentes de la región, en la que exponen los graves problemas sociales y de infraestructura que experimentan sus distritos. Acciones, sin dudas, efectivas como lo ha demostrado el retroceso oficial en el último tarifazo del gas. El discurso de los intendentes está centrado en las urgencias ciudadanas, en visibilizar cómo desde los gobiernos locales se acciona para solucionarlas y lo poco que se hace desde otros niveles de gobierno. Lo que está en construcción es un discurso conurbano, una interpelación a la política nacional desde el Gran Buenos Aires que vaya más allá de la urgencia económica o de seguridad, en la que se visibilice como el entramado institucional que vincula el Conurbano con el país, la provincia y la ciudad lo limita y lo perjudica, que discuta cómo desarmar tres nudos político-institucionales que encorsetan el desarrollo de la región.
El Conurbano forma parte de la Región Metropolitana de Buenos Aires. Una metrópoli excepcional tanto por su peso en la población nacional (más de un tercio) como por su participación en el producto bruto interno (la mitad). A ese peso se le suma que no tiene metrópolis equivalentes en la federación. En ese sentido Argentina no es Brasil, ni EEUU. Hay una primacía absoluta. Este desafío, un desafío para el sistema de representación política, la estructura de recaudación y la distribución de fondos fiscales, históricamente se ha resuelto con una relación tendencialmente invertida: recursos políticos de la periferia – recursos económicos del centro. Esto se tradujo en una subrepresentación de la RMBA en las dos cámaras del Congreso Nacional y en desventajas en las coparticipación. Eso afecta al Conurbano tanto en la cantidad de representantes con los que cuenta en el Congreso Nacional como, indirectamente, vía la coparticipación nacional que recibe la provincia de Buenos Aires.
El Conurbano forma parte de la provincia de Buenos Aires. Aquí también sufre la subrepresentación y el reparto de coparticipación. Tres de cuatro bonaerenses viven en las secciones electorales 1°, 3° y 8° y son secciones claramente subrepresentadas en el ámbito legislativo provincial: apenas superan el 40% de las bancas. Por otro lado, el superávit relativo en el PBG con el que cuenta el interior bonaerense no se redistribuye hacia el Conurbano en forma solidaria vía coparticipación. Es un proceso geográficamente opuesto al que se da a nivel nacional. Los distritos del interior de la provincia reciben el doble de fondos por habitantes que los del conurbano. Esta desigualdad se explica por la fórmula polinómica que fija el porcentaje que debe recibir cada uno de los 135 municipios de la bonaerenses; una fórmula donde el peso de los criterios devolutivos y geográficos es más fuerte que los distributivos. 24 distritos del conurbano donde se concentran alrededor de dos tercios de la población provincial reciben menos de la mitad de los fondos coparticipables.
El Conurbano es la conurbación de la Ciudad de Buenos Aires. En un paper clásico de Pedro Pírez y Marcelo Escolar (La Cabeza de Goliat. Región Metropolitana y organización federal en Argentina), al que esta nota le debe gran parte de sus ideas, aparece muy bien sintetizado ese vínculo entre la Ciudad y su conurbación: la población que reside en la CABA tiene menores necesidades que aquella que lo hace en el GBA, cuenta con una mejor oferta de infraestructuras y servicios, al mismo tiempo que su gobierno local tiene un presupuesto mucho mayor para atender sus, relativamente menores, necesidades. A esto se debe sumar que alrededor del 50% de la fuerza de trabajo que genera la mitad del PBG metropolitano que se produce en CABA se compone por personas que residen en el GBA, casi un millón doscientas mil personas a cifras de 2017. Cuestión esta que impacta en lo productivo, en lo social, en lo recaudatorio, en las necesidades de infraestructura, y que le suma una atipicidad más al caso: más de un millón de personas producen, es decir, generan riqueza, en un distrito donde no habitan. ¿Debería, de alguna forma, CABA compensar a la GBA por eso? Al no existir una entidad política regional no existe instancia que pueda operar con un sentido de compensación o redistribución, en la RMBA no existe una función de redistribución. Como bien concluyen Pirez y Escolar: la pobreza metropolitana tiende a quedar como responsabilidad del gobierno provincial, mientras que su riqueza está a cargo de otra unidad federativa, la CABA.
De cara a las elecciones del año siguiente tal vez sea momento de que los gobiernos locales, las universidades del conurbano, las asociaciones civiles, fijen una agenda de discusión pública centrada en el Conurbano ya no como la suma de 40 distritos sino que como una región que necesita solucionar sus urgencias pero que también necesita de reformas institucionales pensadas para el mediano y largo plazo. Los nudos problemáticos presentados no son de fácil resolución, pero no por eso deben no considerarse. Finalmente, gran parte de los desafíos y problemáticas conurbanas encuentran parte importante de su base de sustentación ahí.
Muchos hablan del Conurbano. En paralelo, el Conurbano habla poco de sí mismo y de su lugar en la política argentina. Son recurrentes y bienvenidas las reuniones de los intendentes de la región, en la que exponen los graves problemas sociales y de infraestructura que experimentan sus distritos. Acciones, sin dudas, efectivas como lo ha demostrado el retroceso oficial en el último tarifazo del gas. El discurso de los intendentes está centrado en las urgencias ciudadanas, en visibilizar cómo desde los gobiernos locales se acciona para solucionarlas y lo poco que se hace desde otros niveles de gobierno. Lo que está en construcción es un discurso conurbano, una interpelación a la política nacional desde el Gran Buenos Aires que vaya más allá de la urgencia económica o de seguridad, en la que se visibilice como el entramado institucional que vincula el Conurbano con el país, la provincia y la ciudad lo limita y lo perjudica, que discuta cómo desarmar tres nudos político-institucionales que encorsetan el desarrollo de la región.
El Conurbano forma parte de la Región Metropolitana de Buenos Aires. Una metrópoli excepcional tanto por su peso en la población nacional (más de un tercio) como por su participación en el producto bruto interno (la mitad). A ese peso se le suma que no tiene metrópolis equivalentes en la federación. En ese sentido Argentina no es Brasil, ni EEUU. Hay una primacía absoluta. Este desafío, un desafío para el sistema de representación política, la estructura de recaudación y la distribución de fondos fiscales, históricamente se ha resuelto con una relación tendencialmente invertida: recursos políticos de la periferia – recursos económicos del centro. Esto se tradujo en una subrepresentación de la RMBA en las dos cámaras del Congreso Nacional y en desventajas en las coparticipación. Eso afecta al Conurbano tanto en la cantidad de representantes con los que cuenta en el Congreso Nacional como, indirectamente, vía la coparticipación nacional que recibe la provincia de Buenos Aires.
El Conurbano forma parte de la provincia de Buenos Aires. Aquí también sufre la subrepresentación y el reparto de coparticipación. Tres de cuatro bonaerenses viven en las secciones electorales 1°, 3° y 8° y son secciones claramente subrepresentadas en el ámbito legislativo provincial: apenas superan el 40% de las bancas. Por otro lado, el superávit relativo en el PBG con el que cuenta el interior bonaerense no se redistribuye hacia el Conurbano en forma solidaria vía coparticipación. Es un proceso geográficamente opuesto al que se da a nivel nacional. Los distritos del interior de la provincia reciben el doble de fondos por habitantes que los del conurbano. Esta desigualdad se explica por la fórmula polinómica que fija el porcentaje que debe recibir cada uno de los 135 municipios de la bonaerenses; una fórmula donde el peso de los criterios devolutivos y geográficos es más fuerte que los distributivos. 24 distritos del conurbano donde se concentran alrededor de dos tercios de la población provincial reciben menos de la mitad de los fondos coparticipables.
El Conurbano es la conurbación de la Ciudad de Buenos Aires. En un paper clásico de Pedro Pírez y Marcelo Escolar (La Cabeza de Goliat. Región Metropolitana y organización federal en Argentina), al que esta nota le debe gran parte de sus ideas, aparece muy bien sintetizado ese vínculo entre la Ciudad y su conurbación: la población que reside en la CABA tiene menores necesidades que aquella que lo hace en el GBA, cuenta con una mejor oferta de infraestructuras y servicios, al mismo tiempo que su gobierno local tiene un presupuesto mucho mayor para atender sus, relativamente menores, necesidades. A esto se debe sumar que alrededor del 50% de la fuerza de trabajo que genera la mitad del PBG metropolitano que se produce en CABA se compone por personas que residen en el GBA, casi un millón doscientas mil personas a cifras de 2017. Cuestión esta que impacta en lo productivo, en lo social, en lo recaudatorio, en las necesidades de infraestructura, y que le suma una atipicidad más al caso: más de un millón de personas producen, es decir, generan riqueza, en un distrito donde no habitan. ¿Debería, de alguna forma, CABA compensar a la GBA por eso? Al no existir una entidad política regional no existe instancia que pueda operar con un sentido de compensación o redistribución, en la RMBA no existe una función de redistribución. Como bien concluyen Pirez y Escolar: la pobreza metropolitana tiende a quedar como responsabilidad del gobierno provincial, mientras que su riqueza está a cargo de otra unidad federativa, la CABA.
De cara a las elecciones del año siguiente tal vez sea momento de que los gobiernos locales, las universidades del conurbano, las asociaciones civiles, fijen una agenda de discusión pública centrada en el Conurbano ya no como la suma de 40 distritos sino que como una región que necesita solucionar sus urgencias pero que también necesita de reformas institucionales pensadas para el mediano y largo plazo. Los nudos problemáticos presentados no son de fácil resolución, pero no por eso deben no considerarse. Finalmente, gran parte de los desafíos y problemáticas conurbanas encuentran parte importante de su base de sustentación ahí.