Los plazos fijos en pesos del sector privado aumentaron el último mes desde el equivalente a 21.000 millones de dólares a 26.000 millones. El vertiginoso incremento es celebrado por el equipo económico como una demostración de su triunfo sobre la corrida cambiaria. Los ahorristas en lugar de comprar dólares ahora se apuran a depositar sus pesos en el banco para obtener tasas de interés de entre 45 y 55 por ciento anual, según los plazos de las colocaciones. Las entidades financieras pueden ofrecer esos rendimientos tentadores sin inconvenientes, porque después de tomar la plata se dan vuelta y se la prestan al Banco Central al 68 por ciento, que es la tasa que está pagando ahora por las Leliq que emite todos los días. Es decir, los bancos se fondean con los depósitos de la clase media y sectores adinerados, y después hacen un negocio fácil y redondo con el BCRA. ¿Qué podría salir mal? Como las tasas son tan elevadas, el stock de plazos fijos se multiplica de manera acelerada. La burbuja se infla rápido. Si se sostuviera en una hipótesis conservadora un aumento a razón del equivalente a 3000 millones de dólares mensuales, para abril serán unos 15.000 millones más, suponiendo que el valor de la divisa se mantenga bajo control. En ese caso el programa de estabilización deberá haber generado la confianza suficiente cuando ya esté en plena carrera el año electoral para que los depositantes no se acobarden y vuelvan a pasar a dólares las ganancias obtenidas. Con el equivalente a unos 50.000 millones de dólares en plazos fijos, el riesgo es que una porción significativa de esos ahorros abandone las colocaciones en pesos para volver a comprar divisas. Tal vez sería prudente ir rogando ahora para que no pasen cosas que despierten al monstruo. De lo contrario, los dólares prestados por el FMI no alcanzarán para evitar otra disparada del billete verde. ¿Y si empieza una corrida en esas circunstancias habrá posibilidad de frenarla o se repetirá la historia del Plan Primavera de Alfonsín-Sourrouille-Machinea? En aquel caso el dólar rompió todos los diques y la muy alta inflación se transformó en híper.
En el laboratorio montado por el Ministerio de Hacienda y el Banco Central, bajo la dirección del Fondo Monetario, las altas tasas de interés actuales, el torniquete monetario y la recesión económica provocarán un descenso de la inflación, por lo cual hacia finales del primer trimestre de 2019 podrán bajar las tasas entre 10 y 15 puntos, en tanto que la oferta de dólares estará asegurada con los desembolsos del organismo y la posterior liquidación de divisas de una buena cosecha. Los ahorristas, por lo tanto, mantendrán los pesos en los bancos y apostarán a un triunfo electoral del oficialismo para garantizar el rumbo de salida de la crisis. En 2020, con el proyecto de Cambiemos revalidado en las urnas, habrá un shock de confianza internacional que restablecerá el acceso a los mercados voluntarios de deuda y la economía crecerá a tasas del 9 por ciento. El segundo semestre, los brotes verdes y la lluvia de inversiones finalmente serán una realidad. ¿Qué podría salir mal?
En resumen, el plan del Gobierno es volver a diciembre de 2015. La desregulación cambiaria que permite comprar dólares sin ningún límite, la desregulación financiera que habilita la libre entrada y salida de capitales y la apertura importadora que doméstica la inflación serán la plataforma de un modelo de desarrollo, apalancado por las exportaciones, hasta que Argentina sea el supermercado del mundo. Es el mismo plan que llevó al país a la situación actual. Descansa sobre supuestos que en la práctica no se corroboraron:
La fuga de capitales barrió con la hipótesis de que la desregulación cambiaria no traería problemas porque los argentinos preferirían ahorrar en pesos, dada la garantía de estabilidad que les ofrece un gobierno pro mercado. Lo que ocurrió desde diciembre de 2015 fue que las compras de dólares crecieron de manera constante hasta que los inversores internacionales que financiaban la fiesta evaluaron que ya era demasiado riesgoso seguir comprando bonos argentinos, lo mismo que seguir apostando a la bicicleta financiera de las Lebac. Por lo tanto, cerraron el grifo al endeudamiento (enero de 2018) y liquidaron masivamente las Lebac para volver a posicionarse en dólares y salir del país (abril). Así fue como el dólar saltó hasta tocar 42 pesos y el Gobierno decidió recurrir al prestamista de última instancia, el FMI. La fuga no está resuelta. Las tasas de interés record solo la contienen transitoriamente, a un costo demoledor en materia de actividad económica, consumo y empleo.
La desregulación financiera demostró con todo su potencial los efectos devastadores que producen en una economía los capitales golondrina cuando huyen en bandada. El gobierno de Macri proveyó otro ejemplo para los libros de economía de lo inconveniente que resulta aumentar la dependencia del financiamiento especulativo. Esa situación se recrea ahora con las Leliq y las tasas del 68 por ciento. ¿Los inversores internacionales y los ahorristas en plazo fijo se quedarán a esperar el resultado de las elecciones presidenciales o en cuanto adviertan que existe algún riesgo interno o externo volverán a refugiarse en el dólar como hicieron históricamente en la Argentina? ¿El sector agropecuario liquidará las exportaciones de la buena cosecha o especulará reteniendo la producción a la espera de una devaluación brusca?
La apertura importadora no contuvo la inflación. La devaluación de la moneda y los incrementos de tarifas causaron los mayores incrementos de precios desde 2002. Ambos factores siguen presentes y alimentan alzas del IPC por arriba del 5 por ciento incluso en el actual contexto recesivo. La brecha entre la suba de precios mayoristas del 74 por ciento en los últimos doce meses (hasta septiembre) y los minoristas, con un alza del 40,5 por ciento, sigue descargando sobre estos últimos, como se advierte con el nuevo aumento de combustibles. Antes de fin de año también se ajustarán las prepagas y la telefonía celular, mientras que los aumentos en alimentos tampoco se detienen. En consecuencia, esperar un descenso abrupto de la inflación hasta pasado el verano -cuando además se ajustarán nuevamente las tarifas de electricidad y gas- parece poco consistente. En el esquema oficial, si la inflación no baja de modo significativo tampoco podrán hacerlo las tasas. Por lo tanto, la burbuja de los plazos fijos seguirá en ascenso, elevando la presión mientras corre el reloj hacia las elecciones. ¿Inversores externos y ahorristas se quedarán tranquilos con sus colocaciones en pesos o estarán atentos a la campana de largada para correr al dólar?
El shock de confianza que debía generar un gobierno de CEO, encabezado por una figura como Macri, nunca se produjo para que tuviera efectos en la economía real. Tampoco ocurrió con el primer acuerdo con el FMI, en tanto que el nuevo convenio refuerza los elementos recesivos, al punto que el propio organismo ahora estima que el PIB caerá 1,7 por ciento en 2019 si las cosas salen bien, y hasta 6,3 si salen mal.
La paz cambiaria con altas tasas de interés que tranquiliza estos días al Gobierno y a los economistas del mercado que lo acompañan, en resumen, luce amenazada por todos esos factores. El FMI lo resumió con la sentencia de que la sustentabilidad de la deuda tiene una probabilidad “no alta”. Desde la heterodoxia, Mercedes Marcó del Pont advirtió los riesgos en escena en el último informe de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE). “Desde nuestro punto de vista, no hay razones para pensar que la actual tranquilidad cambiaria –anclada en las súper tasas de interés y un horizonte de importantes desembolsos del FMI hasta marzo próximo– pueda prolongarse en el tiempo. El actual programa monetario está recreando una nueva burbuja en torno a las Leliq y los plazos fijos con elevada potencialidad desestabilizadora. Genera, en efecto, elevados excedentes financieros pasibles de dolarizarse y reactivar nuevas presiones cambiarias. Este escenario se torna más verosímil en el marco de un año electoral que, previsiblemente, transcurrirá en un contexto de deterioro en los indicadores de actividad económica y solvencia externa, combinados con una creciente conflictividad social”, explica. “No puede ignorarse que las elevadas tasas pagadas por las letras del BCRA y del Tesoro están regenerando cuantiosos excedentes financieros a ritmo acelerado. Por ejemplo, los depósitos a plazo fijo del sector privado, que hacia fines de septiembre equivalían a 21.000 millones de dólares, un mes más tarde ya representaban el equivalente a 26.000 millones”, refuerza. La burbuja de las tasas y los plazos fijos por ahora le permite a Macri ocuparse de la final de la Copa Libertadores. Dijo que es lo único que le quita el sueño.
En el laboratorio montado por el Ministerio de Hacienda y el Banco Central, bajo la dirección del Fondo Monetario, las altas tasas de interés actuales, el torniquete monetario y la recesión económica provocarán un descenso de la inflación, por lo cual hacia finales del primer trimestre de 2019 podrán bajar las tasas entre 10 y 15 puntos, en tanto que la oferta de dólares estará asegurada con los desembolsos del organismo y la posterior liquidación de divisas de una buena cosecha. Los ahorristas, por lo tanto, mantendrán los pesos en los bancos y apostarán a un triunfo electoral del oficialismo para garantizar el rumbo de salida de la crisis. En 2020, con el proyecto de Cambiemos revalidado en las urnas, habrá un shock de confianza internacional que restablecerá el acceso a los mercados voluntarios de deuda y la economía crecerá a tasas del 9 por ciento. El segundo semestre, los brotes verdes y la lluvia de inversiones finalmente serán una realidad. ¿Qué podría salir mal?
En resumen, el plan del Gobierno es volver a diciembre de 2015. La desregulación cambiaria que permite comprar dólares sin ningún límite, la desregulación financiera que habilita la libre entrada y salida de capitales y la apertura importadora que doméstica la inflación serán la plataforma de un modelo de desarrollo, apalancado por las exportaciones, hasta que Argentina sea el supermercado del mundo. Es el mismo plan que llevó al país a la situación actual. Descansa sobre supuestos que en la práctica no se corroboraron:
La fuga de capitales barrió con la hipótesis de que la desregulación cambiaria no traería problemas porque los argentinos preferirían ahorrar en pesos, dada la garantía de estabilidad que les ofrece un gobierno pro mercado. Lo que ocurrió desde diciembre de 2015 fue que las compras de dólares crecieron de manera constante hasta que los inversores internacionales que financiaban la fiesta evaluaron que ya era demasiado riesgoso seguir comprando bonos argentinos, lo mismo que seguir apostando a la bicicleta financiera de las Lebac. Por lo tanto, cerraron el grifo al endeudamiento (enero de 2018) y liquidaron masivamente las Lebac para volver a posicionarse en dólares y salir del país (abril). Así fue como el dólar saltó hasta tocar 42 pesos y el Gobierno decidió recurrir al prestamista de última instancia, el FMI. La fuga no está resuelta. Las tasas de interés record solo la contienen transitoriamente, a un costo demoledor en materia de actividad económica, consumo y empleo.
La desregulación financiera demostró con todo su potencial los efectos devastadores que producen en una economía los capitales golondrina cuando huyen en bandada. El gobierno de Macri proveyó otro ejemplo para los libros de economía de lo inconveniente que resulta aumentar la dependencia del financiamiento especulativo. Esa situación se recrea ahora con las Leliq y las tasas del 68 por ciento. ¿Los inversores internacionales y los ahorristas en plazo fijo se quedarán a esperar el resultado de las elecciones presidenciales o en cuanto adviertan que existe algún riesgo interno o externo volverán a refugiarse en el dólar como hicieron históricamente en la Argentina? ¿El sector agropecuario liquidará las exportaciones de la buena cosecha o especulará reteniendo la producción a la espera de una devaluación brusca?
La apertura importadora no contuvo la inflación. La devaluación de la moneda y los incrementos de tarifas causaron los mayores incrementos de precios desde 2002. Ambos factores siguen presentes y alimentan alzas del IPC por arriba del 5 por ciento incluso en el actual contexto recesivo. La brecha entre la suba de precios mayoristas del 74 por ciento en los últimos doce meses (hasta septiembre) y los minoristas, con un alza del 40,5 por ciento, sigue descargando sobre estos últimos, como se advierte con el nuevo aumento de combustibles. Antes de fin de año también se ajustarán las prepagas y la telefonía celular, mientras que los aumentos en alimentos tampoco se detienen. En consecuencia, esperar un descenso abrupto de la inflación hasta pasado el verano -cuando además se ajustarán nuevamente las tarifas de electricidad y gas- parece poco consistente. En el esquema oficial, si la inflación no baja de modo significativo tampoco podrán hacerlo las tasas. Por lo tanto, la burbuja de los plazos fijos seguirá en ascenso, elevando la presión mientras corre el reloj hacia las elecciones. ¿Inversores externos y ahorristas se quedarán tranquilos con sus colocaciones en pesos o estarán atentos a la campana de largada para correr al dólar?
El shock de confianza que debía generar un gobierno de CEO, encabezado por una figura como Macri, nunca se produjo para que tuviera efectos en la economía real. Tampoco ocurrió con el primer acuerdo con el FMI, en tanto que el nuevo convenio refuerza los elementos recesivos, al punto que el propio organismo ahora estima que el PIB caerá 1,7 por ciento en 2019 si las cosas salen bien, y hasta 6,3 si salen mal.
La paz cambiaria con altas tasas de interés que tranquiliza estos días al Gobierno y a los economistas del mercado que lo acompañan, en resumen, luce amenazada por todos esos factores. El FMI lo resumió con la sentencia de que la sustentabilidad de la deuda tiene una probabilidad “no alta”. Desde la heterodoxia, Mercedes Marcó del Pont advirtió los riesgos en escena en el último informe de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE). “Desde nuestro punto de vista, no hay razones para pensar que la actual tranquilidad cambiaria –anclada en las súper tasas de interés y un horizonte de importantes desembolsos del FMI hasta marzo próximo– pueda prolongarse en el tiempo. El actual programa monetario está recreando una nueva burbuja en torno a las Leliq y los plazos fijos con elevada potencialidad desestabilizadora. Genera, en efecto, elevados excedentes financieros pasibles de dolarizarse y reactivar nuevas presiones cambiarias. Este escenario se torna más verosímil en el marco de un año electoral que, previsiblemente, transcurrirá en un contexto de deterioro en los indicadores de actividad económica y solvencia externa, combinados con una creciente conflictividad social”, explica. “No puede ignorarse que las elevadas tasas pagadas por las letras del BCRA y del Tesoro están regenerando cuantiosos excedentes financieros a ritmo acelerado. Por ejemplo, los depósitos a plazo fijo del sector privado, que hacia fines de septiembre equivalían a 21.000 millones de dólares, un mes más tarde ya representaban el equivalente a 26.000 millones”, refuerza. La burbuja de las tasas y los plazos fijos por ahora le permite a Macri ocuparse de la final de la Copa Libertadores. Dijo que es lo único que le quita el sueño.