Cuando un médico le corta la pierna a un paciente, sabe que no volverá a caminar o correr normalmente pero eso no le preocupa. Lo da por hecho. Sino que realiza la amputación porque cree que es la única forma de salvarle la vida y porque la situación es extrema. Cuando el Gobierno mantiene durante meses y meses las tasas de interés en niveles tan elevados, sabe qué le está haciendo un daño terrible a la economía: cae el consumo, los salarios, la inversión, la actividad y que todo será peor, pero eso no le preocupa. Lo da por hecho. Sino que lo hace porque la situación es extrema y quiere evitar una catástrofe. En las dos circunstancias funciona la misma lógica: se toma una acción desesperada y terrible porque si no todo puede ser infinitamente peor. Se habla de vida o muerte.
Si se tuviera que juzgar a Macri por los resultados obtenidos hasta ahora y los recursos utilizados durante el proceso, parecería que el plan consistió simplemente en endeudar al país para comprar habichuelas mágicas. Ya que todos los frentes económicos están mucho peor de los recibidos, siendo el estado de situación muy vulnerable y precario. De este modo, existen al menos ocho formas en las que todo finalmente pueda estallar, pudiendo resultar las medidas extremas aplicadas hasta ahora por el Gobierno como inconducentes para evitar una explosión. Repasemos dichas vulnerabilidades y su virtual resolución.
Shock deflacionario: un nuevo plan Bonex
El número de Leliqs no ha parado de crecer, siendo letras de promesa de emisión futura. La pregunta que sobrevuela el mercado es qué hará si las renovaciones de ese instrumento cayeran: hasta ahora sólo se pagaron las Leliqs con más Leliqs, pero en algún momento alguien querrá cobrarlas y cambiarlas a dólares, protegiéndose. Una de las resoluciones de esta eventual situación es que el gobierno decida pagarles a los bancos de manera compulsiva con un bono a 10 años, como ocurrió en 1989 con el plan Bonex o en 2002 con el corralón. Esto sería una solución extrema, deflacionaria, que quitaría el grueso del circulante y terminaría con las dudas sobre la deuda o quiebra posible del Banco Central.
Shock hiperinflacionario: construir un nuevo equilibrio
La otra alternativa frente a la caída de las renovaciones sería que el Banco Central imprimiera compulsivamente para repagar sus compromisos. Eso sí, al costo de desencadenar una hiperinflación por 3 meses. Si bien sería algo duro, sería una forma de resolver la situación financiera del Central. Como dice la teoría monetarista que tanto sigue el Gobierno y el FMI, a veces una crisis es la mejor forma de incendiar todo para luego reconstruir un nuevo sistema de precios relativos y terminar de licuar el déficit fiscal. El Rodrigazo de 1975 o la híper de febrero de 1990 fueron “soluciones” en este sentido.
Default total, parcial o reestructuración
Hasta ahora el Gobierno no declaró el default formalmente porque ha contado con la indispensable ayuda del FMI. El problema es que la ayuda no ha resuelto los problemas sino que está manteniendo artificialmente vivo a un paciente por dos cosas. Primero, el dinero del Fondo no alcanza para cubrir todos los vencimientos de deuda de este año, sino que necesita una tasa de renovación por encima del 54%. Es decir, este año el riesgo de default existe. Segundo, aún en un escenario optimista, el mercado se pregunta qué pasará en 2020 cuando las ayudas del FMI se interrumpan, puesto que las cuentas para continuar pagando no cierran. Allí, las estrategias serían tres: declarar un default total, uno parcial (solo para algunos bonos) o bien tratar de hacer una renegociación voluntaria de la deuda. En todo caso, las tres opciones son terribles, quedando las dudas sobre las tasas, plazos y montos. Estas fueron resoluciones que se intentaron en 1982, 1988, 2001 y en 2014.
Fuerte salto cambiario
Como dijimos, el dólar esta ficticiamente mantenido con tasas elevadísimas en pesos. Esto seguirá hasta que algunos jugadores en Londres o New York decidan «volar a la calidad», haciendo saltar todo por los aires: con el acuerdo con el FMI, el Banco Central se ató de manos a la hora de frenar una corrida. El dólar no está planchado porque haya renacido la confianza en la economía, sino porque las altas tasas que se pagan en pesos permiten hacer el carry trade o bicicleta financiera por un tiempo. Pero no podrá durar todo el año. Son ladrillos que le siguen poniendo sobre la tapa de la olla en estado de implosión. Las corridas de 1989, 2001 y las del año pasado son ejemplos claros de lo que puede pasar. Puesto que un nuevo “sudden stop” (reversión de los flujos de capitales hacia los países centrales) no podría “tolerar” una nueva caída de la demanda de activos argentinos.
El FMI le suelta la mano al Gobierno
Se mencionó más arriba que por la única razón por la cual el Gobierno no cayó en default ni tuvo nuevas corridas cambiarias ha sido el sostén del FMI. Pero el Fondo en 2001 así como el Banco Mundial en 1989 no cumplieron lo acordado con sendos gobiernos, donde, más allá de lo firmado, terminaron dejándolos caer. Aquí las dudas se deben a tres escenarios: 1) Que la crisis se desarrolle con tanta fuerza que el FMI decida retirar su ayuda, puesto que la dinámica podría resultar indetenible aún con los desembolsos; 2) Que el Gobierno no pueda cumplir su compromiso de “déficit cero”, algo que es el principal temor hoy: dada la dinámica de la recesión, la recaudación cae más rápido que el producto haciendo cada vez más difícil cumplir el programa fiscal y temiendo que el Fondo no dé por cumplidos los compromisos; 3) Que el Gobierno abiertamente rompa el acuerdo: ya sea para subir el gasto y no perder las elecciones o bien porque quiera intervenir en alguna corrida vendiendo más dólares de los permitidos, sin respetar el programa monetario. En cualquier caso, si el FMI se retira, el Gobierno no podría resistirlo.
Retorno del cepo cambiario
Hace unos meses Carlos Melconian advirtió que si el nuevo acuerdo con el Fondo fallaba vendría la “morenización” de la economía. Es decir, las recetas del exsecretario de Comercio Interior Guillermo Moreno: que vuelva el cepo para impedir las compras masivas de dólares, nuevas subas de las retenciones (o directamente la nacionalización del comercio exterior) o bien nuevos controles de capitales. Para un gobierno liberal como el de Macri, esto sería un duro golpe difícil de digerir.
La impredecible dinámica electoral
El 2019 será un maratón electoral que hará danzar a los mercados, haciendo subir el riesgo y el nerviosismo. A su vez, el inicio del calendario arranca mal para el Gobierno: en la primera elección a principios de marzo, no luce como favorito en Neuquén; también proyecta perder en mayo tanto en La Pampa como en la vital Córdoba. En junio, se pronostica que perderá en Santa Fe, Entre Ríos, San Juan y Chubut. Mientras que un posible triunfo del peronismo ya sea en la provincia de Buenos Aires o en la Nación seguramente generen estragos al por mayor. Aun en años en que las elecciones presidenciales estuvieron cantadas y la economía andaba bien, como 2007 o 2011, la fuga y la dolarización de portafolios fueron impresionantes. En 2018, sin ser año electoral, la fuga rondó los u$s 30 mil millones, proyectando ser el piso de lo que podría ser superado este año.
Una rebelión popular
Si bien esta no es una causa económica, igualmente podría tener efectos económicos. Hasta ahora la situación social no parece anticipar ningún estallido. Pero la sociedad argentina es cambiante e impredecible. Los tarifazos, las caídas salariales, el aumento del desempleo y la pobreza, así como una palpable desmejora social parecen abonar las condiciones para algún tipo de protesta popular masiva, saqueos o rebeliones. Esto podría asustar a los mercados, encendiendo la mecha para que ocurra alguna de las catástrofes arriba mencionadas.
Como vemos la situación viene difícil y los flancos vulnerables son muchos. Lo cual obligará al gobierno a estar atento para no cometer nuevos errores no forzados. Puesto que un nuevo error podría volver a abrir las puertas del infierno. Ojalá entonces que el Gobierno tome nota de las precariedades existentes y evite que la economía se desmorone.
* Economista. Doctor en Ciencias Sociales. Autor del libro Camino al colapso. Cómo llegamos los argentinos al 2001
Si se tuviera que juzgar a Macri por los resultados obtenidos hasta ahora y los recursos utilizados durante el proceso, parecería que el plan consistió simplemente en endeudar al país para comprar habichuelas mágicas. Ya que todos los frentes económicos están mucho peor de los recibidos, siendo el estado de situación muy vulnerable y precario. De este modo, existen al menos ocho formas en las que todo finalmente pueda estallar, pudiendo resultar las medidas extremas aplicadas hasta ahora por el Gobierno como inconducentes para evitar una explosión. Repasemos dichas vulnerabilidades y su virtual resolución.
Shock deflacionario: un nuevo plan Bonex
El número de Leliqs no ha parado de crecer, siendo letras de promesa de emisión futura. La pregunta que sobrevuela el mercado es qué hará si las renovaciones de ese instrumento cayeran: hasta ahora sólo se pagaron las Leliqs con más Leliqs, pero en algún momento alguien querrá cobrarlas y cambiarlas a dólares, protegiéndose. Una de las resoluciones de esta eventual situación es que el gobierno decida pagarles a los bancos de manera compulsiva con un bono a 10 años, como ocurrió en 1989 con el plan Bonex o en 2002 con el corralón. Esto sería una solución extrema, deflacionaria, que quitaría el grueso del circulante y terminaría con las dudas sobre la deuda o quiebra posible del Banco Central.
Shock hiperinflacionario: construir un nuevo equilibrio
La otra alternativa frente a la caída de las renovaciones sería que el Banco Central imprimiera compulsivamente para repagar sus compromisos. Eso sí, al costo de desencadenar una hiperinflación por 3 meses. Si bien sería algo duro, sería una forma de resolver la situación financiera del Central. Como dice la teoría monetarista que tanto sigue el Gobierno y el FMI, a veces una crisis es la mejor forma de incendiar todo para luego reconstruir un nuevo sistema de precios relativos y terminar de licuar el déficit fiscal. El Rodrigazo de 1975 o la híper de febrero de 1990 fueron “soluciones” en este sentido.
Default total, parcial o reestructuración
Hasta ahora el Gobierno no declaró el default formalmente porque ha contado con la indispensable ayuda del FMI. El problema es que la ayuda no ha resuelto los problemas sino que está manteniendo artificialmente vivo a un paciente por dos cosas. Primero, el dinero del Fondo no alcanza para cubrir todos los vencimientos de deuda de este año, sino que necesita una tasa de renovación por encima del 54%. Es decir, este año el riesgo de default existe. Segundo, aún en un escenario optimista, el mercado se pregunta qué pasará en 2020 cuando las ayudas del FMI se interrumpan, puesto que las cuentas para continuar pagando no cierran. Allí, las estrategias serían tres: declarar un default total, uno parcial (solo para algunos bonos) o bien tratar de hacer una renegociación voluntaria de la deuda. En todo caso, las tres opciones son terribles, quedando las dudas sobre las tasas, plazos y montos. Estas fueron resoluciones que se intentaron en 1982, 1988, 2001 y en 2014.
Fuerte salto cambiario
Como dijimos, el dólar esta ficticiamente mantenido con tasas elevadísimas en pesos. Esto seguirá hasta que algunos jugadores en Londres o New York decidan «volar a la calidad», haciendo saltar todo por los aires: con el acuerdo con el FMI, el Banco Central se ató de manos a la hora de frenar una corrida. El dólar no está planchado porque haya renacido la confianza en la economía, sino porque las altas tasas que se pagan en pesos permiten hacer el carry trade o bicicleta financiera por un tiempo. Pero no podrá durar todo el año. Son ladrillos que le siguen poniendo sobre la tapa de la olla en estado de implosión. Las corridas de 1989, 2001 y las del año pasado son ejemplos claros de lo que puede pasar. Puesto que un nuevo “sudden stop” (reversión de los flujos de capitales hacia los países centrales) no podría “tolerar” una nueva caída de la demanda de activos argentinos.
El FMI le suelta la mano al Gobierno
Se mencionó más arriba que por la única razón por la cual el Gobierno no cayó en default ni tuvo nuevas corridas cambiarias ha sido el sostén del FMI. Pero el Fondo en 2001 así como el Banco Mundial en 1989 no cumplieron lo acordado con sendos gobiernos, donde, más allá de lo firmado, terminaron dejándolos caer. Aquí las dudas se deben a tres escenarios: 1) Que la crisis se desarrolle con tanta fuerza que el FMI decida retirar su ayuda, puesto que la dinámica podría resultar indetenible aún con los desembolsos; 2) Que el Gobierno no pueda cumplir su compromiso de “déficit cero”, algo que es el principal temor hoy: dada la dinámica de la recesión, la recaudación cae más rápido que el producto haciendo cada vez más difícil cumplir el programa fiscal y temiendo que el Fondo no dé por cumplidos los compromisos; 3) Que el Gobierno abiertamente rompa el acuerdo: ya sea para subir el gasto y no perder las elecciones o bien porque quiera intervenir en alguna corrida vendiendo más dólares de los permitidos, sin respetar el programa monetario. En cualquier caso, si el FMI se retira, el Gobierno no podría resistirlo.
Retorno del cepo cambiario
Hace unos meses Carlos Melconian advirtió que si el nuevo acuerdo con el Fondo fallaba vendría la “morenización” de la economía. Es decir, las recetas del exsecretario de Comercio Interior Guillermo Moreno: que vuelva el cepo para impedir las compras masivas de dólares, nuevas subas de las retenciones (o directamente la nacionalización del comercio exterior) o bien nuevos controles de capitales. Para un gobierno liberal como el de Macri, esto sería un duro golpe difícil de digerir.
La impredecible dinámica electoral
El 2019 será un maratón electoral que hará danzar a los mercados, haciendo subir el riesgo y el nerviosismo. A su vez, el inicio del calendario arranca mal para el Gobierno: en la primera elección a principios de marzo, no luce como favorito en Neuquén; también proyecta perder en mayo tanto en La Pampa como en la vital Córdoba. En junio, se pronostica que perderá en Santa Fe, Entre Ríos, San Juan y Chubut. Mientras que un posible triunfo del peronismo ya sea en la provincia de Buenos Aires o en la Nación seguramente generen estragos al por mayor. Aun en años en que las elecciones presidenciales estuvieron cantadas y la economía andaba bien, como 2007 o 2011, la fuga y la dolarización de portafolios fueron impresionantes. En 2018, sin ser año electoral, la fuga rondó los u$s 30 mil millones, proyectando ser el piso de lo que podría ser superado este año.
Una rebelión popular
Si bien esta no es una causa económica, igualmente podría tener efectos económicos. Hasta ahora la situación social no parece anticipar ningún estallido. Pero la sociedad argentina es cambiante e impredecible. Los tarifazos, las caídas salariales, el aumento del desempleo y la pobreza, así como una palpable desmejora social parecen abonar las condiciones para algún tipo de protesta popular masiva, saqueos o rebeliones. Esto podría asustar a los mercados, encendiendo la mecha para que ocurra alguna de las catástrofes arriba mencionadas.
Como vemos la situación viene difícil y los flancos vulnerables son muchos. Lo cual obligará al gobierno a estar atento para no cometer nuevos errores no forzados. Puesto que un nuevo error podría volver a abrir las puertas del infierno. Ojalá entonces que el Gobierno tome nota de las precariedades existentes y evite que la economía se desmorone.
* Economista. Doctor en Ciencias Sociales. Autor del libro Camino al colapso. Cómo llegamos los argentinos al 2001