Hace algunos días, la justicia condenó a Cristian Aldana a mas de veinte años de prisión por los delitos de abuso sexual y corrupción de menores. Los casos tomaron relevancia no solo por la exposición mediática del músico sino porque las denunciantes, con el acompañamiento de los movimientos feministas, lograron hacer visible una arista necesaria para comprender lo que significa empezar a hablar y denunciar los abusos en el marco de (otra vez) una situación de desigualdad y sometimiento en función del poder, en este caso el de los «rockstar».
A raíz de lo sucedido en función de la decisión judicial, de las reacciones y respuestas que generó la misma, me permito pensar en abstracto en algo que se me presenta como una controversia ideológica: encontrar justicia es el equivalente a que una persona pase más de 20 años encerrada en una jaula. La condena para un violador es insertarlo en un sistema en el que sabemos que, para ser castigado, es a él al que van a violar sistemáticamente .
Insisto en un punto que me parece fundamental y tiene que ver con que este análisis no refiere al caso particular sino que se toma como punto de partida para intentar cuestionar la dinámica punitiva en su aspecto social e institucional, y preguntarnos si es ésta la justicia que queremos.
En principio, los hechos se me presentan como una lucha interna toda vez que también me alivia que los delitos de Aldana no hayan quedado impunes. Ahora bien, el acto de «festejar» (que es, de algún modo, entendible desde el punto de vista individual y colectivo) lo que luego se convertirá en la total des humanización de la persona privada de la libertad, es lo que me interpela. Ese carácter des humanizante, que existe únicamente con el sostén que le otorga nuestra legislación penal, es lo que invita a considerar si creemos que la efectivizacion de esas penas, en el marco de un sistema penitenciario que destruye mucho mas de lo que re inserta, es la herramienta mas eficaz para evitar que se cometan delitos sexuales. La reflexión es extensible a otro tipo de delitos porque el cuestionamiento se orienta hacia el esquema del sistema penal, pero los tomo como referencia los de índole sexual porque resulta interesante ver cómo el castigo institucional consiste en reproducir la violencia sexual pero ahora sobre el condenado .
Pensar porqué nos conformamos con un sistema que termina siendo mas perverso que justo es la propuesta. ¿Porqué creemos que esa jaula para personas será el lugar donde se resarcirá al Estado y/o a las víctimas?
Que pedir justicia sea igual a que las personas privadas de la libertad se deshumanicen y que todos sus derechos se vean reducidos no solo al ineficaz comportamiento del sistema,sino a los actos ultrajantes a los que esos individuos son sometidos, está socialmente aceptado y naturalizado. ¿ Cómo se articulan estas ideas con las demandas y los nuevos paradigmas que plantean los feminismos?
Me pregunto si esa es la justicia que queremos realmente.
En este punto es en el que sostengo que es una contradicción ser feminista y punitivista. Pero,por otra parte, la pena privativa de la libertad en condiciones aberrantes parece ser la única manera de hacer justicia que nos ofrece el sistema.
¿Será una tarea más del feminismo de construir y construir nuevos esquemas para la sanción de delitos?
Es hora de comenzar a replantearnos los modos de acción, la aplicación de penas y el correlato cultural de las mismas, porque seguir avalando los mecanismos actuales es similar a avalar lo que queremos erradicar. Es promover los actos que inversamente repudiamos, y cuya eliminación conlleva mucha militancia, mucho esfuerzo y una extensa lista de costos de toda índole.