Hoy arrancó temprano. En realidad arrancó a la misma hora de todos los días. Pero hoy es un día especial y la actividad ya era febril casi desde el momento en que saltó de la cama a las pantuflas que la separan de los fríos baldozones, viejos y despintados. Si se quiere, el movimiento también es una manera de mostrarle los colmillos al frío, que en esta época arrecia. Eso sí, no hay trajín mañanero que alcance si no se la acompaña con un mate cocido bien caliente.
Primero tuvo que reavivar el rescoldo que apenas conserva vestigios del fuego y el calor que anoche hizo posible la cena. Bueno, cena, una forma de decir; se “robó” unas tapas de las que había preparado y otro poco de pino para hacerle unas empanadas al Marito y a la Patri. El Marito dice que las empanadas son la comida que más le gusta, y una vez lo escuchó decirle a la Patri, mientras los dos hacían la tarea, que las empanadas de la mami eran mejores que las de Celestino, el de la despensa. Ella estaba lavando lavando los guardapolvos en el fuentón, de espaldas, y no quiso darse vuelta. Pensaba que si dejaba seguir la conversación, podían llegar otros halagos del Marito, que como todos los chicos de su edad, los varoncitos, es tan parco para decir lo que siente. Pero no. La conversación de los chicos siguió por otros rumbos y ella, Francisca, se dio cuenta que nunca había lavado los guardapolvos con tantas ganas.
Ahora, buscando debajo de la cocina unos tronquitos empieza a hacer cuentas de que va a haber que terminar de hachar lo que haya en el galpón, que debe ser lo último, y hacerse una ida a lo del Turco con la carretilla para traer el piquillín ese que le mandan de Roca, ideal para los fuegos largos y rendidores que pide este invierno.
El desayuno de Francisca no tanto, pero el de los chicos tiene que ser bueno porque hoy es un día infinito. Viernes 25 de mayo. Y ya hace como un mes la señorita Marta la hizo llamar junto a otros padres a la escuela para organizar una feria de empanadas y platos. La idea, anunció, es recaudar fondos para refaccionar los baños de la escuela. Y comentó que iban a agregar algo más, una kermesse o una peña para que la gente se quede un rato más y gaste unos pesitos extra. Ya muchos bajaron de la veranada y en su mayoría andan de bolsillos generosos.
Y además es cierto que los baños son un desastre. Ya están viejos y muy baqueteados. Especialmente el de los hombres, que tiene algunos mingitorios rajados y aguanta como puede. Francisca no deja de preguntarse cómo es posible que los varoncitos puedan dejar los baños en ese estado. Benavídez, el puntero que viene de Jacobacci de vez en cuando, pero especialmente cerca de las elecciones, en una reunión hace un par de meses dijo que iba a ver si podía gestionar los sanitarios con “la provincia”. Pero, como siempre, también dijo que iba a hacer todo lo posible pero que “no podía prometer nada”. Lo dijo como lo dice siempre, arqueando las cejas y mostrando las palmas de las manos. No, si nunca promete nada, sonríe pícaramente Francisca Ayllapán.
Y cuando sonríe Francisca, con esa sonrisa generosa, se le nota la ausencia de un par de dientes aquí y allá. Ya su mama le había anticipado que a diferencia de los huincas, el problema de ellos son los dientes. Un médico, un dentista, hace algunos años, había andado por la zona y había dicho que la cuestión estaba en el agua. Muy pura, dijo, muy buena, pero sin sales ni calcio. Les dejó unos frasquitos con gotas para agregarle al agua que toman los chicos. Duraron poco. Pero el dentista, rosarino según recuerdan, duró menos. Dicen que se fue a Esquel… y ya nunca volvió.
Así que la mañana viene “linda”. Mandar los chicos a la escuela, lo de siempre con la casa, el caballo, las gallinas y los conejos y encima cerrar con repulgue y freír unas 10 docenas de empanadas. Por suerte arregló con Irma, la mamá del Carlos para que se venga y hacer el trabajo juntas. Van a usar la grasa de pella que les trajo Mario, el marido, del pueblo. Tiene buena pinta y las va a dejar bien sequitas. Irma alguna vez le dijo que pusieran un negocio de empanadas y ella hasta lo pensó, seriamente allá por el 2002, cuando la crisis. Pero tenía que ser en el pueblo para que tuviera movimiento, y no se les ocurrió cómo. La Irma siempre dice a quien quiera oírla, habladora por demás la Irma, que Francisca heredó la mano de la abuela para las empanadas y la cocina y decía, “apenas se corra la voz de que las empanadas las hacés vos, en el pueblo nos dejan con el agua pa`l mate.”
Los chicos desayunan ñaco, que con este frío el mate cocido no alcanza. Un buen ñaco y pan tostado. Y si todavía les queda hambre ahí sí un mate cocido. Es largo el día. Y todavía hay que arrimarle la ración al caballo y el maíz a las gallinas.
…
Con el sol ya alto y la chata cargada se van con Irma a la escuela, que todavía está tranquila. Son de las primeras en llegar. Llevan la olla grande, la grasa, las bandejas con las empanadas listas para freír, los trastos y un poco de harina y pino por si se quedan cortas. La señorita Marta les organiza todo en la cocina y recomienda usar dos mecheros al mismo tiempo, para tener buen fuego, pero se apura cuando se da cuenta de que es hora de ir al patio a empezar el acto, que ya están casi todos los padres. Francisca le pregunta a Irma si la puede dejar un poquito a cargo, que va al baño. Pero hasta Irma sabe que la Francisca en realidad va al patio a ver el acto. Sabe del orgullo de la Francisca por la Patri, la menor, que este año es escolta de la bandera. Salió mucho más aplicada que el Marito, que siempre está jugando a la pelota con los amigos. Además Francisca le prestó un viejo disfraz que le había hecho al Marito hace muchos años para uno de los chiquitos de Mabel, que actúa de granadero. Y quiere ayudarla a prendérselo, que va con alfileres por todos lados, no sea cosa que se le salga o se le desprenda en pleno acto.
Como escondida atrás de una columna, siempre un poco tímida, Francisca se acomoda y observa con curiosidad cada detalle. Siente otra vez un nudo en la garganta cuando entra la bandera de ceremonia y la Patri atrás, siempre tan seria, como ofuscada. Y se le escapa una carcajada cuando lo ve entrar al negrito que pregona pastelitos calientes para quemarse los dientes. Nervioso y perdido se olvida todo el diálogo con la negrita lavandera. Pero la señorita Marta siempre está ahí para salvar a las almas en pena. Esta vez le toca a un negrito con olor a corcho quemado. Mucho antes que termine el acto rumbea de vuelta a la cocina donde la Irma maniobra con la olla llena de grasa arriba de las hornallas.
-Llegaron unos guitarreros que estaban de paso por Jacobacci y van a colaborar con la fiesta, ah! y dos padres hombres se han encargado de las carreras de embolsados y los juegos- Este es, palabras más, palabras menos, el resumen de noticias importantes del día para Irma y Francisca. Al rato la señorita Marta viene acompañada por la Patri y la Juli, que van a ser las que ayuden en la venta de empanadas. Apenas la señorita termina con las instrucciones básicas, unaservilletaporempanadaparalosquellevan individualybandejitadecartónchicaparalosquellevanmediadocenaygrandeparalosdedocenacompletayfíjensé-DAR-BIEN-EL-VUELTO, quenonospaseloquenospasólaúltimavez, se marcha. Entonces la Francisca le pide a la Patri que se acerque a ayudarla con la espumadera. La Patri se arrima y cuando la tiene a tiro, a buena distancia de los oídos de la Irma y del que dirán, con firmeza pero no sin cierta amargura le descerraja un “¿y por qué no cantás el himno vos? ¿que no sabés mover los labios?…” La Patri, que tiene diez, cien, mil razones para no cantar esa canción símbolo de un país que intentó exterminar a sus antecesores, que los persiguió, que los enfermó, que los alcoholizó, que los aisló y que ahora los sumerge en el más indiferente olvido, sólo atina a una razón simple porque sabe que para su madre, para la Francisca, las únicas excusas válidas hubieran sido la muerte, o una mudez subrepticia. “…Porque me duele la garganta…” dice, y baja la vista buscando sus ya raídas zapatillas.
Hermosa postal…seguramente la Patri se acuerda haber escuchado a la abuela hablar el mapuzungun mientras dormia, unico momento en que no sentia miedo y verguenza la abuela…
Gracias, Laura. Me encantaría que la postal también haya gatillado en alguien la pregunta asociada a por qué ciertos sectores logran con tanta «eficacia» una apropiación tan presta y uniforme de algunos símbolos identitarios como los patrios, cuando algunas realidades muestran que la identificación REAL más fuerte aparece en capas más humildes.