Innumerables lugares comunes me invaden en momentos de repasar la figura del extinto presidente Raúl Alfonsín, ahora que verdaderamente se impone el análisis de su figura.
Uno, “Tuvo aciertos y errores”. Otro, “He coincido en algunos puntos y no en otros” en cuanto a sus acciones y expresiones ideológicas.
Pero me voy a quedar con aquello de “recordar lo bueno y desechar lo malo”. Porque en lo bueno de Alfonsín hay mucho de apoyatura a todo aquello que siempre se intenta defender desde Artepolítica. Es su recuerdo, decididamente, referencia ineludible.
Para quien esto redacta Alfonsín fue un ejemplo en la defensa irrestricta del verbo político, la militancia y el debate ideológico. En ese marco, su figura creció trascendiendo aún los límites de su propio partido.
Paradojalmente su muerte, acaecida en inicios de una nueva campaña electoral, acerca un verano de reflexión, invita a pensar mas profundamente el escenario que se avecina en el futuro cercano. Se va un referente de la épica y la lucha por transformaciones estructurales, justo en tiempos en que la tecnocracia, los telepolíticos/empresariopolíticos, el ascetismo, lo espasmódico, la ausencia de dialéctica e iniciativa amenazan invadir la danza democrática cuando son en realidad valores que se llevan de los pelos con ella.
Repito, de acuerdo o no con la pulpa de sus iniciativas, Alfonsín fue un digno actor político con alternativas motorizadas de la mano del respeto a los principios, ideologías y valores. Nada menos que eso se puede exigir, para empezar a hablar de un líder: respeto a las convicciones.
Su bandera progresista en la interna radical y una oratoria que emocionaba han hecho de Alfonsín una mención obligada para los que pugnamos por banderas nacionales y populares. A favor de ellas es que abogó por república y democracia, muy lejos de los travestismos con que hoy se quiere disfrazar esos términos.
Si su partida sirve de algo, que sea para que se emprenda con ella el intento de recuperación de la épica que Alfonsín, a su modo, quiso difundir en su actuar. Fue parte, una más, de 25 años de fracasos en esos menesteres. Pero combatió, dio la pelea. Hoy huelga recordar el porque de los fracasos en sus buenas intenciones.
Un cuarto de siglo de prueba y error en cuanto a limpiar de simbolismo negativo el sentido de la lucha política y de infructuosos intentos de constituir sociedades menos esquilmantes de las mayorías populares.
Cuando esa batalla sea terminada creo que merecerá su cuota en la autoría. Porque, una vez logrado ese objetivo, seguramente, la democracia va a curar, va a educar y va a dar de comer.
(A su memoria estas humildes y sentidas líneas de un peronista que lo respetó. Sin dudas, descansará en paz).
Pablo Daniel Papini.-
Coincido con vos, creo que por otro lado debe ponderarse que Alfonsín le dió valor a la palabra democracia, le dio la importancia que debería haber tenido cuando se sanciono la Ley Saenz Peña hace casi un siglo, y lo mas importante es que le dio ese valor desde un partido que en su momento la había menospreciado -tocando la puerta de los cuarteles en el 55, en el 62 y en el 76, y aceptando eleccciones sin el peronismo-
Ayer recibi en la despedida el panfleto que repartieron los irrompibles… Me encuentro movilizada por la perdida de Don Raul Ricardo. He crecido en democracia, amando todo lo que ella nos regala y ese es mi agradecimiento mas grande a este hombre…que como yo y como ustedes vivio tambien en diyuntivas constantes pero permanecio fiel a sus ideas.
Los saludo y les agradezco las palabras que tambien me invitan a ser lanza de ese Quijote en la vida diaria defendiendo desde la tarea diaria la dignidad del hombre.
Con la democracia comemos, nos educamos y nos curamos… Sigamos trabajando por la justicia, en la practica de esta verdad que Don Raul nos ha dejado como legado.
Un abrazo