Bombas y bombas, hay lugares donde no paran de explotar. Indonesia es uno de ellos. Hace poco dos hoteles fueron el objetivo de fundamentalistas musulmanes. Afganistan es otro de esos sitios donde los aviones no tripulados, muy bien documentados por Hernan Zin en su blog, asesinan a centenares de personas, al igual que Irak o Pakistan donde los combates están a la orden del día.
En África, Sudán está en una interminable guerra de bombas entre los guerrilleros de Darfur y los estatales de Jartum. Somalia vive en constante lucha entre distintos clanes. Si hasta un periodista del foreing policy, el único que pudo estar en el país durante auge de los ataques piratas, aseguró que debió contratar a un grupo de mercenarios que lo defendiesen de las balas de sus pares.
Más cerca en el Mundo, México es el centro de una batalla interminable entre el Gobierno y los carteles del narcotráfico que esta semana tuvo su epicentro en el Estado de Michocatan contra la mafia denominada “La Familia”, cuyo jefe sostuvo que el presidente de ese país, Felipe Calderon, tendría que negociar con ellos para solucionar los problemas con el pretexto de que si lo sacan atrás igual vendrá otro como él.
Es que, como en todas las guerras, las balas y las bombas vuelan por un tiempo determinado hasta que llegan los verdaderos beneficiados de los conflictos que tras bambalinas hacen los números que a veces le dan que no siempre una buena batalla es rentable.