El poder y la esperanza


Quisiera decir dos palabras sobre una cuestión a la que los resultados electorales en Argentina han vuelto a dar alas. Se trata de la posibilidad o no de zanjar definitivamente la cuestión de la represión genocida en Argentina durante las décadas de los setenta y los ochenta.

En esta ocasión, lo que desata mi respuesta es un artículo publicado por la “popular” Pilar Rahola en el diario El País, periódico que nos tiene acostumbrados a una buena dosis de tergiversaciones cuando se trata de ofrecer su imaginario sobre Sudamérica.

Pero para que el asunto no suene a propaganda sin fondo, recordemos que los más importantes opinólogos sobre nuestro continente son grotescos enemigos del chavismo, y sus secuaces izquierdistas. ¿Cómo olvidar la semblanza que nos ofreció Vargas Llosas del criollo astuto y mentiroso de Morales? ¿Qué hacer con la justificación que nos ofreció recientemente ante el golpe en Honduras? ¿Qué decir de su vergonzante aparición mediática desafiando a un presidente constitucional a entrar en debate con él mismo en un programa televisivo al que había sido invitada la oposición, por el propio Chávez, a debatir el modelo revolucionario? ¿Qué hacer con los eruditos contrastes de Moisés Naím entre Venezuela y la teocracia Iraní? ¿Qué hacer con sus propias apreciaciones sobre el golpe de estado en Honduras, su feliz enjuiciamiento de Zelaya en las páginas del periódico? ¿Qué hacer con los muchos y reiterados intentos por parte de esta gente por defender modelos caducados y denostados en un continente arrasado por la especulación y la traición de sus intelectuales más afamados en Europa y Norteamérica?

Pero eso no sería nada si acaso los contrincantes políticos en el continente estuvieran tratados con la misma vara. Pero es impensable pasar por alto el trato de favor que han recibido Alan García y Álvaro Uribe Velez, quienes una y otra vez, especialmente este último, recibe los favores de la empresa editorial. No cabe decir una palabra más sobre el asunto. Si los presidentes de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Honduras, para poner algunos ejemplos, pueden ser acusados de sospechosas actividades contra la propiedad privada, o son objeto de indignadas denuncias debido a su manipulación “populista”, sus enemigos políticos (el caso de Uribe es desopilante) se encuentran acusados y procesados en algunos casos por crímenes de lesa humanidad.

¿Acaso hemos olvidado el centenar de indígenas asesinados en la selva peruana? ¿Qué dijo Vargas Llosas sobre estos asuntos que están ocurriendo en su propio país? Poca cosa, porque sus actividades libertarias se encuentran en Caracas, defendiendo los intereses de las familias adineradas que ahora se resisten al proceso de transformación social que el pueblo de Venezuela ha decidido llevar a cabo. Tampoco queda muy claro cual es su posición respecto al golpe en Honduras, en cuanto señala como improlija la actividad de los golpistas, pero acusa como culpable del golpe las ansias reivindicadoras de quienes se dejan adoctrinar por el gurú Chávez.

Todo esto me hace acordar al modo en el cual se culpaba hace unos años a las mujeres violadas por llevar minifaldas, pero la comparación no debería tomarse al pie de la letra, lo que pretende en todo caso es dejar constancia de la malquerencia del firmante.

Todo esto para ponernos sobre aviso que no se trata de un artículo cualquiera el firmado por la señora Rahola, sino uno más de los muchos artículos que el equipo de EL PAÍS considera útil para llevar a cabo su actividad desestabilizadora en la región. La razón del asunto es muy sencilla, la búsqueda de condiciones favorables para el grupo PRISA y los consorcios asociados. Aquí todo se mezcla, política, ética, sexualidad y dinero. El engranaje de mentiras se encuentra al servicio del asalto al poder.

El artículo es impecable. Como buena periodista, Rahola es imparcial desde el comienzo. Firma su simpatía hacia el partido de Macri llamando a Michetti una de las mentes más brillantes de la Argentina actual, para luego dejar en claro que lo que le atrae de esta mujer es la capacidad de navegar las aguas que su propia patria inauguró con la famosa “transición”.

El artículo pretende ser una radiografía del alma de los argentinos, y acaba siendo un encefalograma de la derecha española más rancia y autoritaria. Olvidar, olvidar, olvidar es el estribillo que promueve, y nos lo vende prometiendo que el olvido todo lo cura, que la España de hoy (que en realidad es la de ayer, porque quien querría hoy vivir en esta España que estamos contemplando azorados, corrupta y decadente, podrida y débil en sus instituciones, dormida su población ante el saqueo sistemático al que se ve sometida con la complicidad de sus políticos que se quedan con las migajas de la fiesta).

Rahola pretende que los argentinos deben tomar nota y ejemplo de España. Pretende que la “transición” fue causa de paz y de alegría para la España sobre la que llovían el 25% de su PBI de las arcas europeas, la España hipotecada del derroche y la pandereta, la España que prefirió apostar por el ladrillo a la excelencia. Pero nada de esto parece molestar a la política devenida periodista que anima las mañanas de TV3. Porque comparada con la Argentina que sus ojos contempla, España es un paraiso.

La Argentina es un lodazal, nos dice, del que los argentinos no quieren salir. Llenos de odio y de revanchismo, la Argentina de hoy es una mezcla de atracción y repulsión para el extranjero que visita el país con mirada objetiva y desprejuiciada. Y nos compara con la transición chilena y uruguaya que supieron, nos dice Rahola, negociar un futuro. ¿Acaso se esta refiriendo Rahola a la impunidad que se le prodigo a Pinochet que se murió con las botas puestas pese a un número inconcebible de pruebas en su contra? ¿No deberíamos estar negociando en otros lugares del mundo una transición sin justicia como la que ella promueve? ¿A quién defiende Rahola? ¿Cuál es su verdadero mensaje?

Recordemos que Rahola es una invitada habitual en el programa de Grondona. Recordemos que pertenece al exclusivo y selecto grupo de amigos del periodista argentino. Recordemos sus destempladas risotadas y su escasa compasión durante la masacre Israelí en Palestina. Recordemos su posición frente a la izquierda latinoamericana. Y para aquellos que la conocemos desde Catalunya, recordemos el trato que tiene reservado para nuestras repúblicas cuando se refiere a sus asuntos internos.

Haciéndose eco de la posición de muchos simpatizantes PRO y otra gente del montón, Rahola propone una equiparación de la violencia guerrillera con el terror del Estado. Su justicia es salómonica, y por lo tanto es injusticia.

Para empezar miremos con detenimiento la España que la señora Rahola pretende vendernos: En menos de veinticuatro horas, ETA ha realizado dos atentados con víctimas mortales. ¿Cómo es posible que ETA siga atentando? En los últimos meses, docenas de dirigentes han sido encarcelados, se ha proscrito su ala política y han sido judicializadas las organizaciones abertzales. Un informe reciente sostiene que dos tercios de los jóvenes vascos no condenan o simpatizan con la violencia en Euskadi. ¿A qué se debe? ¿Cómo es posible que sigan existiendo estas rabias, estos odios, este deseo de revanchas en una sociedad que dice haber realizado una exitosa transición? ¿Qué pasa con Catalunya? ¿A quién le habla Rahola cuando escribe en el diario El País? Seguro que no le habla a los españoles, porque la transición de este país esta lejos de ser un lecho de flores. No sólo ETA, sino toda la política española se encuentra contaminada por el pasado, un pasado inarticulado y fantasmal que se traduce en superficialidad a falta de contenidos reales debido al silenciamiento explícito que se pide a España respecto al ayer.

Para acabar, permítanme que diga dos palabras más sobre el pasado. El pasado no desaparece. Se transforma. Ni siquiera el perdón, como señaló en su día Hans Jonas, puede hacer que el pasado desaparezca. El perdón es un don que ofrece la víctima, no un derecho del victimario.
Sin embargo, el pasado puede ser superado. Lo que se juzga en Argentina no es la violencia per se, sino la violencia de estado. Eso significa algo muy sencillo de entender para quien tenga interés de mantener una distinción de justicia irrenunciable. Cuando los gobiernos constitucionales o las Fuerzas Armadas asesinan a individuos indefensos a sangre fría, cuando los someten a tortura, cuando esconden sus cadáveres, cuando roban a sus hijos y a sus nietos, cuando pervierten la identidad y someten a la población al terror, lo que se pone en cuestión no es la violencia, sino la traición.

No me interesa ahora mismo juzgar a los grupos guerrilleros. Creo que no debería estar en la agenda política, como no debería estar en la agenda política juzgar las decisiones de Zelaya o los propósitos de Chávez cuando nos enfrentamos a la encrucijada de juzgar un golpe de Estado de un gobierno elegido democráticamente por el pueblo, y ampliamente apoyado por ese pueblo en sucesivas consultas populares. Lo que nos interesa es la traición que aquellos que se encuentran en el poder realizan contra los ciudadanos, al ejercitar violencia sobre estos, indefensos ante el poder aterrador que tienen a su disposición.

El pasado sólo puede superarse con un juramento, con la convicción absoluta y sin peros de que jamás, bajo ninguna circunstancia, seríamos capaces de participar, apoyar o simpatizar con ejercicios de aberración semejante. Cuando alguien ofrece un pero, es que aún pretende justificar el pasado, de ahí que las declaraciones de Rahola, como las reiteradas insinuaciones de mentes “clarividentes” como Michetti y otros representantes de PRO, siguen siendo la prueba de su tibieza ante el horror, y la posibilidad latente de que se ejercite en el futuro una colaboración pasiva como la que muchos de sus “conocidos” ejercitaron cuando los crímenes se cometían.

4 comentarios en «El poder y la esperanza»

  1. Pocas veces he visto un tratamiento tan claro del tema.
    En cuanto se exhiben las omisiones, silencios y peticiones de principio subyacentes en sus juicios y condenas, quedan los Vargas Llosa, Rahola, Rozitchner, Grondonas (la lista es interminable), expuestos en toda su patética desnudez como lenguaraces del imperio.

  2. Los «lenguaraces del imperio» callarán cuando la gesta bolivariana del «ex» golpista Chavez, de la mano de la teocracia iraní, lo derrote definitivamente.
    Mientras tanto, países decadentes como Chile, Brasil y Uruguay intentarán mostrarnos que hacen las cosas mejor que nosotros… ¡Ja! no saben que Dios es argentino…

    1. Me parece que no estoy a la altura de su ironía. Debería tomarse el trabajo de utilizar argumentos de menor sofisticación para que podamos abrir el debate. A cambio le prometo tomar en serio sus argumentos y responder sin utilizar giros reiterados como la divinidad del ego argentino y cosas por el estilo. No creo que pretenda disminuir la seriedad del asunto que tratamos. Le puedo asegurar que si se da un paseo por la hemeroteca se sorprenderá como yo acerca de los muchos desequilibrios que se reflejan en las cuotas de noticias y el modo que se organizan en la página. Eso lo convencerá de que no es vano el intento de refutar o distinguir argumentos.
      Si lo he entendido bien, me endilga calificaciones que no he utilizado. Debería releer la nota, y responder con más esfuerzo a mi razonamiento.
      Muchas gracias

      1. Gracias por tu modestia respecto de mis ironías.
        Me causan mucho desagrado los regímenes «populares» que surgen desde la violencia, para luego ser aceptados y admirados, cuando no endiosados por los pueblos (Hitler, Mussolini, Ceaucescu, Tito, Mao, Stalin, Castro, Chavez). La ignorancia y la pobreza, o a veces el odio como políticas de estado me indignan.
        El ejemplo de Chavez es claro: golpista devenido en líder popular con aspiraciones de líder subcontinental. Patético.
        Sobre las hemerotecas, me preocupa la parte de ellas que apoyan caudillejos que solo traen pobreza y más ignorancia
        pero que tienen como principal «virtud» declamar en contra del «imperio» mientras le venden (a veces regalan) sus recursos naturales. Me preocupan tanto como la otra parte de la hemeroteca que aún suspira por el Consenso de Washington y las eternas deudas externas a tasas impagables.
        Sobre la divinidad del ego argentino, es esta una marca de nuestro ADN, lamentablemente.
        Lo peor es que hay algo de razón: gozamos de gobiernos que precisamente por la mano de Dios no logran peores resultados con sus nefastas políticas que solo «redistribuyen» pobreza e ignorancia.
        Y finalmente, quiero aclarar que parte de mi respuesta era sobre el comentario de Político Aficionado.
        Saludos

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