Miguel Ragone salía de su casa en el centro salteño cuando dos tipos armados lo zamarrearon. Eran las ocho y media de la mañana del 11 de marzo de 1976, Ragone se sacudió como pudo los manotazos, se escabulló dentro de su Peugeot 504 y arrancó. Pero el escenario del escape estaba controlado, inmediatamente el auto de apoyo de la patota le cerró el paso y lo chocó a dos metros. El intento de fuga fue disciplinado de un disparo y Ragone arrancado de su auto y subido en otro. Sorprendido por los ruidos del choque, el almacenero de la esquina salió al auxilio corriendo en dirección a la casa de Ragone. Dos disparos detuvieron la marcha de Santiago Aredes, que murió inmediatamente. A pocos metros una mujer que de camino a su trabajo había contemplado de lejos la escena, se desplomaba inconsciente de un balazo en el brazo. <a href=»http://www.youtube.com/watch?v=B1T4maSKCsE&feature=related»>Chillaron las ruedas</a> de los autos y la turba endiablada desapareció dejando su mueca en la calle: un zapato de Ragone y manchas de sangre. Tres años antes Ragone había sido elegido gobernador de Salta con la friolera del 65 por ciento de los votos y se transformaba en ese momento en el primer ex gobernador desaparecido de la historia argentina.
<span style=»font-weight:bold;»>El crimen lleva impune 33 años, 27 de los cuales son bajo el régimen democrático, y hasta aquí nada indica que la Justicia salteña tenga interés en sentenciar a los culpables.</span>
<span style=»font-weight:bold;»>A esto lo sabe bien la familia de Ragone que logró el año pasado la intervención directa en el expediente de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y sólo así en junio pasado un juez subrogante, Julio Bavio, elevó la causa a juicio</span>. Antes, ya habían necesitado de la ayuda de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y de la <a href=»http://www.camdipsalta.gov.ar/parte2007/parte204.htm»>Cámara de Diputados</a> de Salta <a href=»http://noticias.iruya.com/content/view/714/504/»>para despegar</a> de la causa al juez federal Miguel Medina. La familia acusó directamente al magistrado de inducir las pruebas para beneficiar la impunidad de <span style=»font-weight:bold;»>Ricardo Lona, el juez federal del momento del hecho, que días después fuera ratificado por el golpe de Estado y luego redimido nuevamente por la democracia en 1983. Lona ejerció esa judicatura hasta mediados de los 90 y de ahí saltó a la Cámara Federal, desde donde renunció el 18 de febrero de 2004, <a href=»http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=574465″>acorralado</a> por causas de lesa humanidad</span>.
Medina fue Fiscal y luego juez de Instrucción en Metán en tiempos de la dictadura, y apoderado del PJ y del ex gobernador Juan Carlos Romero, con el regreso de la democracia. Había comenzado su carrera profesional procurando los asuntos de Raymundo Sosa, el abogado de Joaquín Guil cuya responsabilidad aparece vinculada a la mayoría de las causas por violaciones a los derechos humanos en Salta.
Guil circula como en casa por el palacio tribunalicio entregando y recibiendo un trato afable por doquier. Al punto tal que meses atrás <span style=»font-weight:bold;»>un secretario de Derechos Humanos del Juzgado de Medina, Emiliano Villazón, se negó a darle la mano durante una declaración y recibió como reproche el despido. El caso del objetor de conciencia está hoy en el Consejo de la Magistratura, como también <a href=»http://www.nuevodiariodesalta.com.ar/diario/archivo/noticias_v.asp?21673″>la denuncia del juez de la Corte Suprema salteña</a>, Abel Cornejo</span>, que acusa a Medina, a Guil y a Lona de llevar adelante una venganza mafiosa en su contra.
Como si a este culebrón judicial le faltara algo, la investigación judicial del crímen de Ragone está en un atolladero.
El Tribunal Federal que debe juzgar el crimen de Ragone se quedó sin jueces: <a href=»http://www.online-911.com/leer.php?s=1&id=2076&t=Narcotr%C3%A1fico:-detienen-por-coimas-a-un-juez-federal-de-Salta»><span style=»font-weight:bold;»>José Antonio Solá Torino</span></a> en estos momentos preso luego de ser descubierto en una escucha telefónica por la Policía de Seguridad Aeroportuaria mientras pedía 15 mil pesos y un auto a cambio de destrabar el pedido de captura de un narcotraficante, <span style=»font-weight:bold;»>Rogelio Saravia Toledo</span> se jubiló y <span style=»font-weight:bold;»>Roberto Frías</span> se excusó de intervenir en el juicio por amistad manifiesta con uno de los procesados, el ex jefe de Seguridad de la Policía de Salta, otra vez: Joaquín Guil.
El juez subrogante Bavio en junio también <a href=»http://www.eltribuno.info/salta/diario/2009/06/23/salta/va-a-juicio-oral-la-causa-por-la-desaparicion-de-ragone»>elevó a juicio</a> la responsabilidad del ex jefe del Tercer Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín Menéndez, del ex jefe del Ejército en Salta y ex gobernador, Carlos Alberto Mulhall, del ex jefe de la Policía de Salta, Miguel Gentil, de Jorge Héctor Zanetto (vinculado a la Triple A) y a los ex policías Andrés del Valle Soraire, Pedro Javier Herrera y Raúl Nelson Herrera. <span style=»font-weight:bold;»>En la megacausa aún restan definir otras responsabilidades, como las de Antonio Domingo Bussi, varias veces citado, pero aún no indagado por este asunto</span>.
La estrategia de Lona hasta aquí fue exitosa, el ex juez federal todoterreno logró que la denuncia en su contra se ventile por cuerdas separadas, garantizandose así la continuidad del derrotero de impunidad.
El gobierno de Ragone duró apenas un año y medio. El 23 de noviembre de 1974, con el país polarizado, Isabel Martínez de Perón ordenó la intervención de la provincia como venía haciéndolo con los gobernadores que se habían identificado con el ex presidente Cámpora. Para entonces, Ragone ya se había ganado el desprecio de <a href=»http://es.wikipedia.org/wiki/Club_20_de_Febrero»>la aristocracia</a>, de buena parte del clero y de la derecha vernácula, para quienes el gobernador era un comunista. El peor panorama se abría a los ojos de ese médico de pueblo de 54 años, que se había inciado en la política como discípulo de Ramón Carrillo y que había abrazado la causa de la resistencia peronista y con ella el reclamo de los sectores populares. Luego de la intervención federal, Ragone regresó al hospital a trabajar como médico. Días después una patota esperó por él en la puerta de su casa, el resto es historia conocida.
Treinta y tres años después, aquel entramado de poder que tumbó a Ragone se mantiene incolumne.