El agitado fantasma de la «prohibición» de importaciones puso en primer plano, de nuevo, el debate sobre la competitividad de la economía argentina.
En resumen: los sectores de mayor agregación de valor en nuestra economía son menos productivos que los de otros países, con cuya producción compite la nuestra. Esa diferencia de productividad, que vuelve más caros a nuestros productos en relación, debe compensarse con el tipo de cambio. O sea, deberíamos tener una moneda menos valiosa.
Así funcionó la cosa un tiempo, desde 2002. Pero la inflación interna, mayor a la de nuestros competidores (y muy relacionada con la intención de mantener un tipo de cambio competitivo) amenaza continuamente con terminar de comerse la diferencia.
Surgen, entonces, cada tanto voces que sugieren que habría que recuperar competitividad con un ajuste del tipo de cambio nominal. Es decir, una devaluación. Lo cual encarecería el precio de lo importado y permitiría por consiguiente recuperar competitividad por precios, al menos hasta que la inflación volviera a comerse la ventaja.
La situación remite inexorablemente a la figura del círculo vicioso: devaluación – inflación – pérdida de competitividad – nueva devaluación, y así sucesivamente, con el agravante de que con cada vuelta actúa el factor «aceleración». Cada vez el ciclo se cumple más rápidamente.
Llegada la discusión a este punto, viene al rescate el vocablo que ha logrado el siempre improbable propósito de salvar al capitalismo: productividad.
Para evitar que se cumplan los pasos del diagrama anterior hay que «mejorar la productividad».
Entonces, ante una respuesta así, uno tiende a repreguntarse (secretamente, para no levantar la perdiz de la ignorancia): ¿qué carajo es «mejorar la productividad»?
Una respuesta improvisada: hacer que los factores de producción (tierra, capital, trabajo) converjan en la obtención de una unidad de producto mediante la utilización de una menor cantidad de dichos factores.
La adquisición de tecnología, el diseño de la producción o el abaratamiento de la financiación, bajan el costo del capital permitiendo un reacomodamiento de los costos de los otros factores.
El tema es que existe un atajo. Hay que decirlo, el más elástico de los costos de los factores es el del trabajo, es decir, el salario. Trasladado a términos más sencillos, la mejora de la productividad puede reemplazarse tranquilamente con alguna forma «tradicional» de conseguir que en el precio del producto terminado la incidencia del costo salarial sea menor.
En términos macro, una «mejora de la productividad» obtenida por esta vía implicaría que con el salario de un trabajador se pudiera comprar una cantidad menor del producto obtenido (la devaluación es una forma de hacer esto mismo).
La batalla entonces se libra silenciosamente en ese terreno. Políticas industriales (para cuya implementación el Estado tiene que contar con muchos recursos, dicho sea de paso) vs. «ajustes» de salarios.* **
Hay ahí un muy lindo tópico para definir de «qué lado se estará», de aquí en adelante. Un lindo tópico para desarrollar el famoso «modelo», tal vez esbozado en estos años, pero nunca explicitado del todo.
* por supuesto que ambas opciones no se excluyen entre sí de manera absoluta. No es que si te definís por las políticas industriales no podés devaluar el peso ni dos centavos porque incurrirías en traición. Más vale, se trataría de evitar que el «ajuste de salarios» sea la única vía de reducción de costos.
** Independientemente de su culpabilidad, la causa de los remedios y Moyano (paralela a la de Zanola, pero con posibles delitos de muy distinta índole), no sé por qué, la veo como parte de esta configuración.
Me parece un tema central. Hoy leía por ahí que daer logro para los trabajadores de los alimentos un 35% de aumento. Eso muestra que detrás hay una impresionante renta empresaria que aumenta nominalmente cada año. Porque sino no le dan el 35%. Supongo que a menos no negocia nadie ¡y menos los grandes del sector alimentario!
Pero es parte de lo mismo que comentas.
Yo tengo muchas preguntas con todo esto. Alguna vez un directivo de Techint me contó que por cada punto de inflación ellos ganan una masa de dinero impresionante. No sé cómo opera este proceso. Pero confesión de parte…
¿Cómo se apaga el espiral de devaluación-inflación-competitividad-productividad-negociaciones salariales-inflación? ¿Cómo se apaga ese círculo vicioso beneficiando a los trabajadores más que a los empresarios? ¿Cómo se beneficia más a los trabajadores sin que los empresarios te metan una presión inmanejable?
En este momento no devaluar un poco más rápido pareciera que está dirigido a la clase media. Y por tanto a la vez debe buscarse dispositivos de mejoras de productividad, que es más producto por trabajo (factores en gral) asociado. Pero esto en un escenario con gran poder sindical.
Nada de todo me resulta fácil y me da la sensación que yo sólo podría encontrar respuestas estando ahí. No analíticamente desde fuera.
Pero tiene que existir un camino racional que permita pensar una consolidación del crecimiento y una mejora del desarrollo sin generar un escenario tan volátil.
Yo creo que el problema que plantea Mariano es central en un debate que debe generar ideas para la praxis.