Me emocionó ayer tanta gente en la 9 de Julio.
Un verdadero golazo. Que fiesta organizaron, ¿eh? Y el lunes la Selección. ¡Qué lujo!
Siempre me emocionan las multitudes. Deben ser variadas las razones que llevaron a tantísima gente a amucharse ayer: el rock, pasear, la novedad, pero no deben ser pocos los que fueron a celebrar -o empezar a celebrar- el Bicentenario.
Leí varios post al respecto y me quedo con éste, de Sujeto de la Historia, autor del Blog Enredando Palabras. Dice el compañero bloguero freudiano:
¿Qué es lo que se festeja del Bicentenario? Puedo decir lo que hace eco en mí: lo que se festeja es el acto inaugural, mítico, de la fundación del «Nosotros». Festejamos el parirnos a la historia, el Acto de constitución del Nosotros, diferenciado, disruptivo del estatuto previo, reacomodamiento de las significaciones preexistentes.
Porque de los que se trata es de la eficacia simbólica, los efectos que genera.
Y yo no puedo estar más de acuerdo.
Al Bicentenario podemos encararlo desde muchos lugares: desde lo histórico, desde lo político, desde lo social, desde lo económico, pero también -y me parece que debería dársele una trascendencia mayor- desde lo simbólico y emocional. Y celebrar su capacidad gregaria.
¿Que mayo de 1810 no fue revolucionario? ¿Que nos entregamos luego a Gran Bretaña? ¿Que todavía hay quienes piensan al país en términos coloniales? Seguro. Con retroceder dos años -2008- y recordar la perorata sobre Argentina nuevamente Granero del Mundo basta y sobra como ejemplo.
Son muchos años ya de filosofía liberal puesta al servicio de la creación de ese «ser nacional», que vendría a ser el argentino promedio al que apelaron sucesivamente en todos los Golpes de Estado y al que acudió siempre la clase dominante para justificar sus atropellos. Al que le ponen la bandera adelante y le dicen: «¡no piense!, que nosotros sabemos lo que hay que hacer para que este sea el gran país que siempre prometemos (y nunca cumplimos en crear)».
Esa batalla cultural la ganaron. Yrigoyen, el Peronismo, Scalabrini y Jauretche los enfrentaron nuevamente. Hoy esa pelea adquiere significado una vez más: siempre las fechas que cortan la Historia sirven para replantear cosas.
Este Bicentenario nos encuentra debatiendo si Argentina quiere seguir por esta senda de un Estado fuerte, articulador de lo social con lo económico, de mayor independencia política, económica y cada vez más justa socialmente (¿mirá si había que ir a pedirle permiso al FMI y a Obama para implementar la Asignación Universal por Hijo? ¿O a la SIP para la nueva Ley de Medios?). O, si por el contrario, el año que viene quiere votar en dirección contraria y entregar nuevamente la batuta al neoliberalismo que pugna por un Estado débil, fácil de comandar. Ese Estado le preguntaría a todos -excepto a los que votan- qué es lo que hay que hacer.
Dice J. P. Feinmann en Filosofía y Nación (pág. 169-170):
El Estado liberal, de este modo, lejos de significar el punto de integración de la comunidad nacional, expresó meramente los intereses de una parcialidad que encontraba en su obsecuente maridaje con los poderes extranacionales la realización de su destino. Integró al país en exterioridad, en tanto entidad colonizable, y acabó por convertirse en eficaz instrumento mediador de los intereses colonialistas. Para eso sirvió el liberalismo en nuestra patria.
Vaya entonces si tenemos que entender este Bicentenario como una oportunidad. El Primer Centenario fue el festejo de la oligarquía dominante. Este nuevo Centenario los encuentra furiosos, confundidos, golpeados. ¿No es motivo también para festejar?
Los hechos históricos no sólo son lo que fueron sino el significado que luego les dieron. Y quiénes lo hicieron y con qué sentido. Hay que apropiarse del festejo, sentirlo, abrazarlo. Los significantes están vacíos hasta que alguien los llena. Seamos nosotros quienes acometamos esa tarea.
Y feliz Bicentenario para todos.
http://loshuevosylasideas.blogspot.com/2010/05/bicentenario-emocionante-que-hacemos.html
Voy a decir algo incómodo. La Revolución de Mayo fue un acto de necesidad de una minoría de comerciantes que deseaba quitarse de encima el «yugo» del monopolio del comercio con una España reducida, para tratar directamente con otra potencia comercial. Este se convirtió en el Imperio que nos llevó al Pacto Roca-Runciman, que fue otro momento del que se salió por la nueva disrupción que fue el peronismo.
Aquel grupo de pequeños comerciantes buscaba una salida al contrabando como modo de comercio. Salir a buscar comercio «libre» fue un hecho revolucionario, como puede haber sido para los norteamericanos rechazar impuestos al té, que pretendían los británicos.
Esas intenciones encendieron las mechas de revoluciones que luego han sido reformuladas.
Por mi parte siempre he recordado el «Centenario» como un acto plagado de actos de la elite porteña, con Infanta, y hasta creo Principe de Gales. El solo hecho de querer un centenario distinto, con gente y sin elites mostrandose a sí mismas ya es un acto provocador y digno de ser festejado.
Saludos
carlos: gracias.
Lo que decís no es incómodo sino los hechos concretos.
Coincido con lo que decís y sobre todo con tu último párrafo.
Disculpá la demora de la respuesta.
Saludos.