Se ha escrito y dicho mucho y muy bueno por estos días respecto de lo que fue la impresionante fiesta del bicentenario. A uno le queda bastante por repetir y muy poco, salvo dos cositas chiquitas, para el final, para agregar, a modo de humilde conclusión personal.
La crispación ciudadana, finalmente, no existe más que entre algunos –los de siempre- abonados al odio eterno. Es, sobretodo, un sentimiento propio del establishment que ve reducidas sus tasas de ganancias por primera vez en años, o de dirigentes a sueldo de aquellos, quienes por medio de mostrarse crispados canalizan y vomitan sus impotencias políticas.