No voy a morir de amor / No voy a morir de amor / No no no no no
1:
Fuimos a La Paz porque La Giralda nos negó el asilo, por primera vez, realmente político. Café, cargado, para todos. En el camino, antes, mientras íbamos viendo a las nuevas olas llegar, lo único que podía notar con dolor y admiración eran parejas mayores que se abrazaban como jurando votos de amor colectivo para siempre ante nosotros, sus hijos, que crecimos con la barrera del forro, hijos del divorcio, desamparados para amar, educados sentimentalmente en la berretada del está todo bien, que dure lo que tenga que durar y demás excusas para no comprometernos a decir que tenemos un compañero o compañera de vida, porque estamos más allá del para toda la vida, pero en el más acá del Yo puedo todo solo. O sola. Horas antes mi madre me había dicho estúpida nuevamente, les voy a contar como lo hizo:
– Estoy durmiendo.
-Callate un poco. Se murió Néstor Kirchner.
Y me corto.
Dormir sola es una tragedia si se tiene frío. Eso es algo que pensé cuando aprendí a vivir soloa y llegaba a casa, con los zapatos altos en la mano o en un taxi mirando la ciudad y el vació de la cama se anticipaba en el vacío del taxi, en el asiento junto a mi nadie, en la cama para mi muy grande, tampoco nadie. Ahora que todos los días un poco aprendo, mal y torpemente, a encastrarme en el cuerpo del otro pienso lo que debe ser el peso de estar 40 años durmiendo con la misma persona. Más allá del sexo y más acá del termómetro que se te instala en el cuerpo, de alguna manera congenias tu temperatura con el de al lado. Mas allá de los buenos polvos y más acá del reloj despertador que se te instala, cuando él se despierta vos te despertas con él. Entonces cumplen un año juntos, dos años, cinco años, diez años, 20 años juntos. Estuve mirando esas parejas que hicieron una simbiosis extraña y difícil de captar en el aire, conjurando su miedo, enfrentado de alguna manera su destino, haciéndose cargo de su elección. La vida cotidiana y el proyecto personal que se hace con el correr de los años un nosotros es la micro política que me dicen que es imposible en un país verticalista y necesitado de líderes carismáticos. En la cima de mi inmadurez hoy me dan un cachetazo para recordarme que estoy por cruzar la delgada línea temporal que hace que ya no sea romántica mi soberbia, que hace que mi soberbia este a pocos centímetros del enemigo más temido: el cinismo. Entonces mientras miro a esas parejas que aplauden noto que pocas están con sus hijos. Como si hubieran decido ir solos, casi ninguna de estas parejas están con sus hijos. Pero se besan o se abrazan, se miman y se contiene, se tocan y se acarician, como si fueran adolescentes en la puerta de la facultad de Psicología. Entonces recuerdo por un instante algo que comentabamos con amigos entrañables hace dos años atrás. ¿Por qué los militantes de los ´70 en las fotos se ven tan lindos?. No pasamos una noche entera hablando de eso, un poco avergonzados por nuestra frivolidad pero también con un poco de envidia y extrañamiento. Sin caer en la fervorosa tentación, intentando contener, pienso en voz baja pero lo escribo igual, en realidad me lo pregunto ¿Acaso el centro del mundo a veces tienen la generosidad de brindarle a una generación un poco del material que lo compone? Miro esas parejas y son jóvenes en su accionar y su cariño. Ellas están grandes y tiene las arrugas en la cara y ellos ya son señores con mucho pelo blanco. Pero veo una, dos, cuatro, cinco, seis, diez, veinte, más parejas así que hacen que quizás de a poco me anime a dejar de lado mi miedo recalcitrante que no me permite librar la cadena de lo que creo es mi libertad, pero es el miedo más atroz. ¿Qué voy a hacer si me dejas?. Entonces me doy cuenta que no voy a hacer nada, que es mentira que voy a poder seguir. Entonces quizás un poco, muy poco, poquito, desde la insignificancia de no ser más que un número censado en la historia, intento entender el dolor, la desesperación, la brutalidad de darle la mano a alguien y decirle, no me dejes, vas a salir de esta.
2:
Emergí del subte luego de fallar con la línea 7. Un grupo de chicos tiraron agua a pocos centímetros mios. Cuidado con la piba, gritaron. Seguí caminando. Vi gente y entre. De un lado la bandera de la Anibal Verón, la de tela blanca y letras rojas con las impresiones de Maxi y Darío en negro. En el cielo un globo gigante de SUTERH. Al frente una cara enorme. Es Evita o es Cristina, me pregunta Daniela. Viste que te las confundís, me dice. Ayer estaba segura de que era Evita hoy estoy convencida de que es Cristina, le digo. Nos quedamos mirando la imagen que se sostiene en la brisa del día y se hace enorme con el sol implacable de la tarde. Ya paso hace mucho la hora del almuerzo pero la gente sigue comiendo el único menú posible en las marchas, paty, panchos, coca. Me subo a una valla y veo que la gente esta queriendo ser mar.
El nombre de Mariano Ferreyra sigue intacto en el Cabildo, no fue borrado, no fue tachado, no fue tocado. Convive junto a un Cristina 2011, también con un Gracias Néstor. Bajo el nombre de Mariano se leen las siglas del movimiento que lidero Santucho. A Cristina y a Néstor los acompañan la JP. Me pregunto, hacía adentro, timidamente si alguna vez vamos a poder dar con el país el giro a la izquierda sin chocarnos contra la pared. Fernando, que es más sabio, me dice a la izquierda doblas y esta el foso. Me pregunto entonces, si se puede romper con las propias manos la pared. También me pregunto, diez años después de la plaza que me cambió tantas veces la vida, que es lo que esta pasando que haces semanas, pocos meses, menos de un año, muy lentamente todos mis nombres familiares del 2002 vuelven a mi vida, como en un curso natural, como la marea liviana y tranquila. Me pregunto si lo que pasamos juntos en las calles, si nuestra construcción hoy tan maltratada, tan menospreciada, tan de asambleístas, tan tirada abajo sirvió al menos para darnos una abrazo y contenernos con Ferreyra. Si sirvió para que tengamos hoy más cerca de los 30 que de los 20 para estar acá en la plaza haciendo con lo poco que sabemos, algo cercano a la empatía. Si conseguimos la madurez necesaria para comprender que el dolor de un compañero, más allá de las decisiones partidarias y más acá de lo transitivo, se respeta. Ahora me pregunto si vamos a tener la entereza y la fuerza física para volver a transita el camino político de los que no quedamos en la historia pero queríamos ¿queremos? volver a intentar aportar alguna que otra palabra, foto, gesto, texto, amor y entrega que nutra y le de piso a aquellos que van a escribir su nombre en el camino del presente que nos ayude a volver a mirar al futuro.
3:
Fui a cenar con Pablo. Un banquito fue nuestra mesa, tomamos coca cola. Puedo usar el vasito de El Principito, le dije. Ahí me dí cuenta que era una niña.
4:
En la plaza los chicos se trepan a la valla. Una señora se da cuenta que le saque una foto entonces por magia de la tecnología me pide verla. Me pasa todo el tiempo. Llevo una libreta para que anoten sus mails y sus nombres, llevo la memoria para no errarle al destinatario. No me gusta, me dice, no tengo ninguna foto linda de mi. Sacame otra, me dice, sacame linda. Volvemos a probar, si me permiten el detalle el 50 mm es un lente muy mortal. Muy hermoso, pero muy verdadero, digamos que lo que se ve en ese lente es lo más cercano a la verdad. Volvemos a hacer otra foto y tampoco le gusta. Me veo grande, me dice. Sus compañeras se empiezan a reír. No me puedo ir porque aprendí que si en 10 años de marchas, piquetes y cortes de ruta no me tocaron un pelo y me ampararon siempre, muchas veces amparándome de mi propia estupidez de estar parada cual estúpida que cree que la cámara es un arma entonces va libre por ahí frente a la infantería, es porque siempre entendí que el protagonismo me lo tengo que ir a buscar a otro lado. Entonces otra vez haciendo la foto que la señora que me pregunta cuantos años tengo y me grita que no! que no puede ser, si pareces mi hija que tiene 24, entonces me empieza a contar que Mari su hija que tiene 24, esta estudiando en la nocturna y que me va a dar el mail de ella, porque ella no tiene mail, pero tiene una casa, me cuenta que nunca tuvo una casa, porque es viuda y se quedo sin nada, pero tuvo una casa, porque Hebe, le dice Hebe con una cercanía que le envidio, la ayuda a construir su propia casa y que tiene flores y un baño. En el medio de todo eso, intento no largarme a llorar. Le saco otra foto y varias más hasta que se decide con una. Saca la mano por la valla y me dice, gracias, cómo te llamas vos. Que lindo nombre, me dice. Sus amigas que son señoras grandes, con manos muy curtidas me dicen chau nena. Que ladys. Mandame la foto o te vamos a buscar, me gritan y se ríen. Les creo.
5:
Me pareció verlo a Sebastián cámara en mano, me enseño todo, entonces lo abrace. No bien sentí el cuerpo me dí cuenta que no era él, solo era alguien muy parecido. No me soltó, entonces no lo solté. Sentí un poco de vergüenza y fueron segundos muy largos. Me retuvo un poco, no entiendo mi manía a ser retenida a la fuerza en las muestras de cariño. No me soltó, le pregunte su nombre así en el oído como si fuéramos apriete circunstancial de una noche en El Dorado. Me lo dijo y yo le dije el mio. De a poco me soltó. De a poco lo solté. De a poco nos soltamos y si el destino quiere, si es que la política me esta arrancando de mi comodidad, quizás lo vuelva a ver en una marcha, un 24 de marzo o un 20 de diciembre y nos vamos a mirar de lejos porque nos hicimos cómplices de una anécdota histórica en nuestra línea temporal en menos de cinco minutos.
6:
A la noche volví a la plaza y chicos con Black Berry hacían la fila. Chicos con traje, jóvenes universitarios, parejas, estudiantes. Se sostenían en el amparo de la noche como podían. En la esquina del banco Francés una valla incontenible estalló cuando Chavez salió en la pantalla. Apure una foto. Un grupo de chicas se abrazaron y me dibujaron la V con sus dedos. Nunca creo esos gestos, tampoco los creo hoy, quizás no los crea en retrospectiva ayer, pero quién soy yo para meterme con el duelo o las ilusiones de alguien, quién soy yo, si creí en el autonomismo y la construcción horizontal, quién soy yo, hoy soy más mi conjunto de fallas, errores y deslices políticos, hoy soy un poco más eso y en la perspectiva de la derrota que tuvimos no me olvide, nunca me olvide, que mientras perdía el terreno político que encima no cultive bien, me ganaba una casa, un trabajo que no celebro pero que me permite estar por ejemplo ahora, escribiendo en un bar, mientras las ventanitas me llenan de palabras y leo a los amigos y amigas que estuvieron conmigo con rabia por Mariano Ferreyra y se hicieron más compañeros; pero también estuvieron conmigo todos estos días, perdón, conmigo no, con las circunstancias, la historia y la observación tranquila, distante por momentos, más física por otras, estas últimas horas porque no queremos ser súbitamente algo que nunca fuimos, no queremos fingir algo que para tragedia o construcción nunca seremos. Dejo el yo y la primer persona, me saco de encima el «a título personal» que es espantoso y encima suena a vejez y egoímo. Entonces nosotros lo que queremos ser, quizás en el impulso del fin de una era, es un pequeño eslabón en la cadena de la única vida que vale la pena ser vivida: la de la política cotidiana, la de la empatía y la percepción del dolor ajeno, la de la palabra sin miedo, la de la confrontación porque un nosotros ampara, la que se saca el miedo de encima y dice un poco desde abajo, un poco desde la nada, un poco desde el atrevimiento:por todo lo que se hizo, por todo lo que falta hacer.
7:
Este es el arco que cierra un círculo que puede ser de fuego o puede ser de endogamia. Ayer a la noche pensé, sola, antes de irme a dormir, en la botella de agua que tome recostada contra la pared fría del cabildo. Puede la pasión ser el vehículo de un pensamiento. Se puede albergar en el cuerpo el sentimiento de querer algo tan simple como vivir mejor. Pueden hombres tan grandes entrar en un cajón que misteriosamente, quizás cegada por el aluvión de circunstancias, ví enorme. Un acto de justicia estético, una barbaridad poética, un cross al corazón, un golpe de calor en las mejillas coloradas que aunque sea por un segundo, por la sangre que bombea al galope, tuvimos todos.
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