La realidad tiene muchas aristas y variadas maneras de ser interpretada. Existen situaciones cotidianas, personales y colectivas, que pueden alegrarnos, angustiarnos, provocarnos incredulidad o, en algún caso, ser completamente incomprensibles. La publicidad, los medios masivos, un anuncio presidencial, una conferencia de prensa de Riquelme, buscan impactarnos. Es decir: que la realidad -esa construcción- nos afecte.
Dicen -¿quiénes?- que la comunicación tiene como objetivo transmitir una idea, un pensamiento, una acción. Si esa sola fuera la finalidad, grandioso. Sería aséptica. No nos provocaría sensación alguna, como ver una final de Superbowl entre los Broncos de Denver y los Miami Dolphins. Poné a Mirtha, con eso te digo todo. La comunicación, antes que nada, busca inducir en el receptor una respuesta. Intelectual, está bien, pero mejor aún orgánica: deseo, rechazo, aceptación o negación. ¿Qué serían de los millones que gastan la Coca o Quilmes sin el deseo o compulsión que generan? ¿Qué sería de La Nacion si no alimentara el rechazo al peronismo?
La comunicación de masas puede ser dirigida para obtener cualquier resultado, desde vacacionar en Mar del Plata hasta votar a De Narváez, pero generar el consenso necesario para iniciar una guerra, crear el sentido común que permita proteger a Goldman & Sachs en detrimento de las clases media y baja, requiere un arma más básica y, por lo tanto, más efectiva aún: el miedo.
Ya he escrito sobre el miedo y la angustia acá. Repitiendo y soplando: el miedo anida en el sistema límbico, una de las regiones más primitivas de nuestro cerebro. Eso ya entrega una pauta de su importancia: necesitamos respirar, regular la circulación, beber agua y comer. ¿Listo? Después necesitamos al miedo; imprescindible, evolutivamente hablando, para la supervivencia. Para decidir, en una milésima de segundo, si luchar o huir. En nuestro tiempo, en el que la cultura nos permitió organizarnos en sociedad, no es absolutamente imprescindible para contribuir con nuestra carga genética a la siguiente generación. Pero el miedo, esa primitiva emoción, aún es utilizado. En el corolario del post que cito decía:
…la instalación del miedo (…) tiene como función paralizar al individuo, colocarlo en una situación de indefensión personal (…) que lo lleve luego a aceptar las respuestas que le ofrezcan frente a esta situación, sean estas respuestas racionales o espejitos de colores…
…La angustia generada por una situación que desborda las capacidades individuales de respuesta tiene como intención aislar al individuo del otro, que es entendido como un peligro (…) impide que éste cree lazo social (…) coarta la capacidad de organizarse y aunar esfuerzos. Voltear muñecos por separado es mucho mas fácil que hacerlo cuando éstos se encuentran agrupados.
El bombardeo mediático genera también un círculo vicioso. Una noticia genera angustia, ansiedad y miedo. Luego otra noticia atemorizante o catastrófica confirma al sujeto que las reacciones que puso en marcha eran las adecuadas, perpetuándose así la angustia y el temor.
En esta semana que pasó, con los sucesos de Soldati, Lugano, etc., asistimos a un escenario de miedo fustigado -como no puede ser de otra manera- por los medios masivos de comunicación. El miedo al diferente, al que viene de afuera. El miedo a la pérdida de la propiedad, a la posibilidad de circular por el espacio público. El miedo al otro, visto como un peligro para nuestra integridad y modo de vida. La emergencia de un discurso racista y xenófobo es prueba de que el miedo es una de las más poderosas armas de control social.
Hoy recordamos -no celebramos- dos fechas importantes de nuestra historia reciente. El 19 y 20 de diciembre de 2001 fueron de algún modo nuestro 9/11. Los escenarios de crisis -entendida ésta como situación de emergencia, de inestabilidad y cambio- generan miedo. Me parece, entonces, importante señalar una verdad de perogrullo: el miedo es manipulación. Cualquier situación que permita inyectarle miedo a la sociedad es una operación destinada a afectarnos de manera tal que manipularnos sea más simple. La creación de escenarios de catástrofe, disolución nacional, situaciones pre anárquicas y rusas bolcheviques es la última posibilidad con que cuenta la oposición, mediática y política -en ese orden-, para intentar hacerse con el poder del Estado. Conocer los mecanismos de dominación nos permite enfrentarlos con mayores probabilidades de éxito.
Buen artículo. Hace unos días ví por primera vez un documental que teñía pendiente, Bowling for Columbine, mas allá del hacer de su director, es muy interesante como intenta deconstruir la masacre de Columbine, en ese proceso Michael Moore logra intenta descubrir el PORQUE, por el simple hecho de intentarlo hay q darle un premio.
Moore hace uso de todos los recursos posibles para encontrar la razón oculta en semejante maquinaria del miedo como es el pueblo norteamericano. Muchos pasajes del documental, salvando las distancias, me recordaron hechos ocurridos recientemente en nuestro país, las palabras y los MALOS de la sociedad tendrán otros nombres pero el verdadero TERROR surge cuando uno se da cuenta que los recursos para impartir MIEDO son los mismos en todo el mundo.
El de los EE.UU. es un pueblo adoctrinado a puro miedo. Y es así como después creen las teorías de los «loquitos sueltos» que cometen magnicidios. Supongo que de ahí que la prensa alternativa en yanquilandia sea tan adepta a las teorías conspirativas. Ahí nomás están Roosevelt y Pearl Harbour, para entrar en la guerra. Y el 9/11.
Saludos.
Brillante!!! Como en el libro El nombre de la rosa: la risa es la enemiga del miedo, que sería de la religión y de la ley sin el miedo.
A dar la pelea para construir libertad y seguridad democrática sin miedo. Felicitaciones.-
el tema del miedo me aprece fundamental y celebro toda referencia sobre el mismo.
Florencia, Isabel: gracias.