Cristina, y un enorme gesto de poder

El mapa electoral de la Argentina ha empezado a tomar forma. El último trazo lo aportó, después de un recorrido de intrigas y silencios, Cristina Fernández. Con su dedo endiosado eligió a Daniel Filmus como el candidato kirchnerista para jefe porteño, cuya elección anticipará en tres meses y medio a las presidenciales. Con parecidas dosis de arbitrariedad, pero sin tanta teatralización, Mauricio Macri y Pino Solanas ya habían colocado su ladrillo en la pobre construcción política que se avizora.
El gesto de la Presidenta, de todos modos, sobresalió en ese módico conjunto. Fue ella quien en diciembre del 2009 promulgó la reforma electoral con promesas de participación y transparencia en las reglas de juego.
Un salto en la calidad de las instituciones, alardeó . Pues bien: se reservó para sí misma la unción del candidato oficial del segundo distrito en importancia del país. Permitió, eso sí, una parodia de campaña entre Filmus, Amado Boudou y Carlos Tomada. Ese trío kirchnerista actuó en público sólo para encantar a Cristina, la electora exclusiva.
El proceso de selección tuvo otros capítulos difíciles de concebir en democracias más o menos normales. Los tres aspirantes debieron remitir sus listas de legisladores a Carlos Zanini. El secretario Legal y Técnico compuso, en consulta con la Presidenta, una sola de aquellas tres.
Un absolutismo que ni siquiera debe haber soñado en sus años juveniles de utopía maoísta . Se permitió, incluso, conductas sorprendentes. No todos los competidores pudieron verlo: alguna de las propuestas sólo la recibió su secretaria. El mismo trato sufren muchos gobernadores del PJ. Se empieza a hablar del zaninismo como de una nueva corriente del poder de insinuaciones despóticas.
Lo ocurrido en Capital puede representar un anticipo de lo que le tocaría vivir a la sociedad en agosto. Ese mes se realizarán las internas abiertas, simultáneas y obligatorias en todos los partidos para definir sus candidatos de octubre. No hay ley que pueda mejorar la política cuando esa política y sus protagonistas, en general, transitan la opacidad. Aquella competencia imaginada nunca existirá porque la propia dirigencia se encargó de abortarla.
Hasta ahora todas las fuerzas tienen candidatos únicos. ¿Qué sentido tendrían las internas? Lo que se votará en agosto, se votaría otra vez en octubre.
En esa desfiguración, el Gobierno posee mayor responsabilidad que la oposición. La reforma electoral fue pergeñada por Néstor Kirchner para abolir las listas colectoras que, a su juicio, habían ayudado a provocarle la derrota en las legislativas del 2009. No fue ese, de ninguna manera, un secreto a voces. Lo hizo explícito cuando se aprobó la ley en Diputados el jefe del bloque K, Agustín Rossi. Su par en el Senado, Miguel Angel Pichetto, fue también contundente: “El sistema de colectoras es un sistema destructor de la política” , afirmó al fundamentar su voto por la reforma.
Pero la repentina muerte de Kirchner alteró el paisaje político, dio un fuerte envión a la imagen de Cristina y aquel temor por las colectoras desapareció. El Gobierno reglamentó entonces las que ahora llama “listas de adhesión”. El mismo mecanismo, con otro nombre.
Esas “listas de adhesión” pulurarán también en la elección de Capital. Cristina y Zanini tendrían decidido fomentarlas para apuntalar las posibilidades de Filmus en su pelea contra Macri y Solanas. Esas posibilidades habrían sido otras, tal vez, si la Presidenta hubiera optado por una fórmula de selección menos antojadiza y misteriosa que la que ensayó.
¿Por qué llevar la definición hasta el límite de lo legal? ¿Por qué hacerlo cuando ya estaba develado el juego opositor? ¿Para qué una señal de semejante personalismo? ¿Para qué dejar atado al candidato K a la dependencia de su imagen y poder? Cristina no concibe la política diferente a como la concebía Kirchner, aunque los estilos parezcan en la espuma otra cosa.
En aquella estrategia pudieron haber incidido distintos factores. La Presidenta se empeñó en encumbrar a Boudou, su ministrio preferido. Pero las mediciones semanales que Cristina revisó hasta el viernes nunca acercaron lo suficiente al ministro de Economía a la puntuación de Filmus. El senador ha sabido granjearse alguna clientela en la Capital, aunque hasta ahora le resultó insuficiente para dar el gran salto.
Con Filmus subsisten viejas cuitas . Cristina se empezó a desencantar de él cuando en el 2007, entre murmuraciones, justificó su derrota en el balotaje frente a Macri por la escasa tracción que había provocado la figura presidencial entre los porteños. El senador se negó a ser candidato testimonial en el 2009, como pidió Kirchner. Un año después, convino con el diputado Miguel Bonasso un proyecto alternativo al de Cristina sobre la Ley de Glaciares, que terminó siendo aprobado en ambas Cámaras.
Filmus puede haber dejado en el camino, en su extravagante campaña junto a Boudou y Tomada, alguna parte de ese crédito que le permitió siempre estar entre los dirigentes ponderados de la Capital. Aquellos gestos de autonomía formarían parte del pasado. El presente lo muestra condicionado por Cristina.
Las primeras palabras del candidato lo confirman. Filmus dijo que trabajará de la mano de la Presidenta. Advirtió que su propósito –de ganar– sería convertir la jefatura porteña en un engranaje del Gobierno nacional. Si ese va a ser su rumbo político definitivo, Macri podría recibir un favor involuntario: la Capital, convertida en un escenario de polarización entre él y los K.
La mejor fórmula, aunque nunca segura, para pelear su reelección.
Cristina conjeturó que Filmus, mucho más que Boudou, podría neutralizar el posible despegue de Solanas en busca del balotaje. También que esos votantes, en la segunda vuelta, se inclinarían mayoritariamente por el senador. El acompañamiento de Carlos Tomada obedecería antes a un reconocimiento al ministro que más años estuvo en el Gobierno que a alguna razón política de fuste. Se mencionó como argumento su trayectoria peronista. Pero Tomada no es más peronista que Filmus.
¿Perdió Boudou? Depende del cristal que se utilice para ojear esa historia. Es cierto que el ministro de Economía no será candidato: pero todos saben en el poder –y fuera de él– que, salvo una hecatombe, ocuparía un lugar de privilegio en un eventual segundo gobierno de Cristina. Boudou llegó donde llegó por la Presidenta – incluso, más de un vez, en contra de la opinión de Kirchner– y se siente muy cómodo en ese papel. Hay quienes afirman que la chance de su candidatura a vicepresidente continúa abierta. Otros lo ven como sustituto de Aníbal Fernández, el jefe de Gabinete.
Antes de todo eso, sin embargo, Cristina deberá comunicar su decisión de querer ser reelecta. La Presidenta sigue mostrando dos perfiles.
Sus ánimos y sus discursos oscilan.
Combina ademanes de fortaleza con otros de quebrantamiento; palabras que siembran dudas con otras que marcan un destino reeleccionista irrefrenable.
Su estado emocional se ha convertido en una noticia casi cotidiana . Pero sus acciones políticas y su participación en el armado electoral no dejan interrogantes sobre su disposición a seguir. Los silencios y la determinación de llevar hasta el límite cada decisión electoral generan dos fenómenos: la paralización de la vida peronista y la cosecha de adhesiones, incluso entre sus enemigos internos. Es el caso de Hugo Moyano, el líder camionero.
La unción de Filmus estaría indicando que la Presidenta parece dispuesta a pelear cada territorio con sus mejores armas . Algo similar sucede con la orden de respaldar a Daniel Scioli. Las voces críticas K contra el gobernador de Buenos Aires se han atenuado. El entusiasmo del colector Martín Sabbatella también. Scioli se dio el gusto de armar un acto con la juventud donde la nota fue la presencia masiva de los dirigentes de La Cámpora.
Todos ellos fueron mandados expresamente por Cristina.
La Cámpora es una pieza medular de la política que imagina a futuro la Presidenta. Los gobernadores del PJ tienen directivas de incorporar a esos jóvenes en las listas de legisladores nacionales y provinciales.
La Capital es, en ese aspecto, una vidriera que adelanta el futuro: el diputado Juan Cabandié, hijo de desaparecidos, de breve historia política, encabezará la lista de legisladores porteños del FPV. Cristina y Zanini lo acordaron antes de transmitírselo a Filmus y a Tomada.
¿Demorará Cristina, como lo hizo con Filmus, hasta el último día para anunciar su reelección? En Capital, sus dudas sobre el candidato pudieron combinarse con las idas y venidas de Macri.
¿Esperará que se termine de dilucidar la martingala opositora antes de dar el paso decisivo? Cristina recibió un respaldo pleno del PJ para la reelección. El partido le hizo un favor adicional: marcó límites a Moyano, como quiere ella. La Presidenta está acotando su agenda y sus apariciones. Pero cada vez que lo hace machaca con las bondades del modelo, con la inclusión, con la mejora de los indicadores y de la confianza en el país.
Los economistas y los propios informes del Banco Central, sin embargo, registran otros síntomas . Una dolarización creciente de las carteras. Una fuga sostenida de capitales. Carlos Melconián calcula que, desde el 2007, salieron del país U$ 60 mil millones.
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Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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