Nicolás Wiñazki / Especial para Los Andes
La ensayista Beatriz Sarlo protagonizó ayer un novedoso cambio en su estilo. Pasó de la teoría, a la práctica. Después de analizar el programa oficialista 6,7,8 en su último libro, La audacia y el cálculo, participó ella misma de esa emisión, a la que en su texto descalifica, entre otras cosas, por sus métodos de montaje engañoso, que tienen como fin difundir propaganda K, algo que incluye la crítica sistemática a los enemigos.
La presencia de la académica en ese show, al que había desmenuzado intelectualmente, despertó un enorme interés en el ambiente político y periodístico. No defraudó: el debate fue un diálogo rico, tenso y polémico, donde se analizó la actualidad y la historia con altura, pero también con chicanas e ironías.
La presencia de un personaje como Sarlo en 6,7,8 ya era atrayente debido a que en ese programa los invitados suelen retroalimentar sus enunciados, pero nunca los confrontan del todo. A ese punto se le sumaba otra variable, quizás más intensa.
La escritora enfrentó ella sola a siete panelistas que pensaban lo contrario a sus posiciones: fueron las periodistas Sandra Russo y Nora Vieiras; los humoristas Carlos Barragán y Cabito Massa Álcantara; el periodista Orlando Barone; el filósofo Ricardo Forster; y el titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación, Gabriel Mariotto. El conductor del ciclo fue Luciano Galende. Sarlo salió muy airosa de su aventura televisiva.
El programa giró en dos informes sobre la actualidad que fueron debatidos por los invitados y por el staff, una dinámica habitual. El primero trató sobre la llamada crisis de los Indignados, en España, pero enfocado en las quejas que algunos de ellos hacen sobre el tratamiento que reciben de parte de los medios. Habían pasado pocos minutos del programa, se notaba la tensión, cuando habló Sarlo por primera vez. Fue un embate eficaz. Dijo que ese informe era un modelo habitual en 6,7,8: Es un recorte, faltan las fuentes, se repite el mismo mensaje, está tan fraccionada la información que es difícil entender lo que pasa. Mariotto, Forster y Russo defendieron lo visto, a grandes rasgos, centrando sus argumentos, en que los grandes medios tienen una visión interesada de lo que luego replican.
A modo muy resumido, el debate sobre el papel de los medios giró en un punto similar: los panelistas y los invitados argumentaron que están alineados con intereses corporativos; mientras que Sarlo matizó esa mirada. Forster fue quien más y con mayor capacidad argumentativa confrontó con la ensayista. Mariotto pareció atolondrarse aludiendo de manera repetitiva a los Kirchner y Perón.
El segundo informe giró en torno a Chiche Gelblung. Sarlo fue muy dura con el periodista. Los panelistas desplegaron en ese momento críticas al Grupo Clarín, se habló de Papel Prensa y de los hermanos Noble Herrera. Se vivió entonces el momento más tenso. Barone hablaba de esas problemáticas cuando Sarlo lo cortó, tajante: Conmigo no, Barone, vos trabajaste en Extra en los 90, en La Nación, yo escribo en La Nación y tres veces por semana estoy en radio Mitre. Barone calló.
Sarlo pasó 6,7,8. Fue nada más, y nada menos, que una voz lúcida y disidente en una programa de la televisión pública.
La ensayista Beatriz Sarlo protagonizó ayer un novedoso cambio en su estilo. Pasó de la teoría, a la práctica. Después de analizar el programa oficialista 6,7,8 en su último libro, La audacia y el cálculo, participó ella misma de esa emisión, a la que en su texto descalifica, entre otras cosas, por sus métodos de montaje engañoso, que tienen como fin difundir propaganda K, algo que incluye la crítica sistemática a los enemigos.
La presencia de la académica en ese show, al que había desmenuzado intelectualmente, despertó un enorme interés en el ambiente político y periodístico. No defraudó: el debate fue un diálogo rico, tenso y polémico, donde se analizó la actualidad y la historia con altura, pero también con chicanas e ironías.
La presencia de un personaje como Sarlo en 6,7,8 ya era atrayente debido a que en ese programa los invitados suelen retroalimentar sus enunciados, pero nunca los confrontan del todo. A ese punto se le sumaba otra variable, quizás más intensa.
La escritora enfrentó ella sola a siete panelistas que pensaban lo contrario a sus posiciones: fueron las periodistas Sandra Russo y Nora Vieiras; los humoristas Carlos Barragán y Cabito Massa Álcantara; el periodista Orlando Barone; el filósofo Ricardo Forster; y el titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación, Gabriel Mariotto. El conductor del ciclo fue Luciano Galende. Sarlo salió muy airosa de su aventura televisiva.
El programa giró en dos informes sobre la actualidad que fueron debatidos por los invitados y por el staff, una dinámica habitual. El primero trató sobre la llamada crisis de los Indignados, en España, pero enfocado en las quejas que algunos de ellos hacen sobre el tratamiento que reciben de parte de los medios. Habían pasado pocos minutos del programa, se notaba la tensión, cuando habló Sarlo por primera vez. Fue un embate eficaz. Dijo que ese informe era un modelo habitual en 6,7,8: Es un recorte, faltan las fuentes, se repite el mismo mensaje, está tan fraccionada la información que es difícil entender lo que pasa. Mariotto, Forster y Russo defendieron lo visto, a grandes rasgos, centrando sus argumentos, en que los grandes medios tienen una visión interesada de lo que luego replican.
A modo muy resumido, el debate sobre el papel de los medios giró en un punto similar: los panelistas y los invitados argumentaron que están alineados con intereses corporativos; mientras que Sarlo matizó esa mirada. Forster fue quien más y con mayor capacidad argumentativa confrontó con la ensayista. Mariotto pareció atolondrarse aludiendo de manera repetitiva a los Kirchner y Perón.
El segundo informe giró en torno a Chiche Gelblung. Sarlo fue muy dura con el periodista. Los panelistas desplegaron en ese momento críticas al Grupo Clarín, se habló de Papel Prensa y de los hermanos Noble Herrera. Se vivió entonces el momento más tenso. Barone hablaba de esas problemáticas cuando Sarlo lo cortó, tajante: Conmigo no, Barone, vos trabajaste en Extra en los 90, en La Nación, yo escribo en La Nación y tres veces por semana estoy en radio Mitre. Barone calló.
Sarlo pasó 6,7,8. Fue nada más, y nada menos, que una voz lúcida y disidente en una programa de la televisión pública.
por favor,leer mi comentario en la entrada de hoy de Jacobino(hya que deconstruir a Sarlo)
rompió la hegemonía? cómo? no fue invitada por el programa? así puesto pareciera que lo invadió secundada por las tropas de la libertad de expresión para colar una voz disidente en la tv pública.