Laberinto político
Viernes 27 de mayo de 2011 | 06:12 (actualizado a las 08:23)
La oposición vuelve a deambular en su laberinto. Pero esta vez con una virulencia desconocida. En el centro del ring, dos hombres que hicieron de la moderación, la diplomacia y las definiciones a medias su marca de agua. Por primera vez esta semana, Ricardo Alfonsín y Hermes Binner se corrieron de los límites que les marca su autoimpuesta mesura.
La clave del estallido surgió, paradójicamente, de una elección de resultado auspicioso, tanto para socialistas como para radicales. En la interna del domingo pasado en Santa Fe ganó Antonio Bonfatti, el candidato de Hermes Binner, y el radical, Mario Barletta sorprendió con un contundente segundo puesto (obtuvo 49.152 votos más Rubén Giustiniani, el otro socialista en carrera).
El propio Binner había convertido el triunfo de Bonfatti en condición necesaria (evidentemente no suficiente) para sentarse a hablar sobre su futuro político. Se lo hizo saber a Alfonsín cuando el radical ya había dejado trascender que lo quería como compañero de fórmula y a los dirigentes del socialismo, Proyecto Sur y el GEN, que se ilusionan con que sea su candidato a presidente por la centro izquierda, huérfana desde que Pino Solanas optó por la pelea porteña.
Foto: Ilustración: Sebastián Domenech
Pero pasó una semana y, lejos de dar respuestas, Binner sumó preguntas. Y desafíos. Sobre todo, desafíos. Dijo abiertamente (precedido por un poco habitual «por supuesto») que le gustaría ser candidato a presidente y volvió a hablar pestes de un posible acuerdo con Francisco de Narváez. «Si hay que pactar con Macri o De Narváez, no cuenten conmigo», disparó. ¿Hace falta que lo diga una vez más?
«Por primera vez esta semana, Ricardo Alfonsín y Hermes Binner se corrieron de los límites que les marca su autoimpuesta mesura»
No sólo con palabras toreó Binner a Alfonsín. Viajó a Córdoba para participar, en primera fila, del lanzamiento de Luis Juez, que el 7 de agosto se medirá con el radical Oscar Aguad. El combo de advertencias verbales y gestos colmó la paciencia del diputado. Tanto, que hizo saber que no lo esperará más. De hecho, ya evalúa otros nombres para completar la fórmula.
Los plazos formales vuelven a marcar el ritmo. El límite para inscribir alianzas está a la vuelta de la esquina (el plazo expira en 18 días). Además, en menos de un mes (el 24 de junio), deberán estar anotados todos los candidatos que pretendan participar de la interna de agosto.
Aparentemente ajeno a esas urgencias Binner deslizó que podría demorar sus definiciones hasta el 11 de junio, una vez que se reúna el consejo partidario. El juego al filo une en la impaciencia (sin distinción) a Alfonsín, De Narváez, Margarita Stolbizer y Solanas. Al coro de intranquilos se sumó hasta Julio Cobos, que sugirió que el dilema debería resolverse en la interna de agosto. Es curioso que el vicepresidente proponga como solución la instancia de la que él mismo se bajó cuando la pelea de la UCR era la de un trío.
Binner y su indefinición empujan a Alfonsín a los brazos de De Narváez. Esta semana, el precandidato a gobernador bonaerense rompió el ostracismo (también autoimpuesto) y se mostró con Graciela Ocaña con un basural de fondo. Más allá del recuerdo inevitable de la poco feliz imagen de Macri lanzando su campaña de 2007 junto a una niña en un basural de Villa Lugano, el escenario buscó reforzar el ataque contra el enemigo de moda: Hugo Moyano y su vínculo con el negocio de la basura que se investiga tanto en la justicia argentina como en tribunales suizos.
«Los plazos formales vuelven a marcar el ritmo. El límite para inscribir alianzas está a la vuelta de la esquina. Apenas más lejos está el último dia para anotar a los candidatos»
Las fotos con Ocaña parecen cualquier cosa menos casuales. En las últimas semanas, la ex ministra de Salud, que fue mano derecha de Elisa Carrió y funcionaria de Néstor y Cristina Kirchner, rechazó ser vice de Solanas y se reunió con Alfonsín. El acercamiento de los últimos días a De Narváez, y la posibilidad de que sea candidata a diputada en una lista de apoyo al radical, les viene bien a casi todos.
La buena imagen de Ocaña podría seducir a kirchneristas desencantados. A Alfonsín le permitiría reforzar su perfil opositor y sumar votos por izquierda. A De Narváez le serviría para moverse (aunque más no sea unos centímetros) hacia el centro y dar cierto aire «progresista» a su propuesta para la provincia. Ocaña y su imagen de principal vergugo de Moyano cotizan alto. Y ella lo sabe.
La pelea entre Alfonsín y Binner es, en definitiva, una reedición de la vieja lucha entre pragmáticos y principistas. Sí. Describir a un radical cono pragmático suena fuerte. Pero la definición queda hasta chica cuando se la revisa a la luz de la sentencia de Alfonsín según la que «sin acuerdo gana el Gobierno». Se vuelve aún más nítida cuando se la contrapone con las advertencias de Binner sobre el riesgo de repetir la pesadilla de la Alianza y la premisa de que «el programa es el límite de cualquier acuerdo».
De un lado, un radical que agota recursos para volverse competitivo y meterse en una segunda vuelta hoy lejana. Del otro, un socialista poco dispuesto a dejarse correr por las urgencias del poder real.
La brecha que separa a Alfonsín y Binner está abierta y parece ensancharse ya sin retorno. Igual que la oferta electoral, que se aleja de ese juego entre dos que hace unas semanas se describió en esta columna. El mismo que le conviene a Alfonsín, pero que el Gobierno prefiere evitar.
«La pelea entre Alfonsín y Binner es, en definitiva, una reedición de la vieja lucha entre pragmáticos y principistas»
A este ritmo, el 14 de agosto los candidatos (únicos en todos los casos) podrían llegar a cinco. A Cristina Kirchner. Alfonsín y Binner hay que sumarles a Carrió, que sigue haciendo de las denuncias mediáticas su principal capital de campaña, y el candidato que surja de las incipientes negociaciones entre Macri y Duhalde. Algo es seguro: el tiempo para definir se escurre. Y es imparable.
En Twitter: @lbullrich
Viernes 27 de mayo de 2011 | 06:12 (actualizado a las 08:23)
La oposición vuelve a deambular en su laberinto. Pero esta vez con una virulencia desconocida. En el centro del ring, dos hombres que hicieron de la moderación, la diplomacia y las definiciones a medias su marca de agua. Por primera vez esta semana, Ricardo Alfonsín y Hermes Binner se corrieron de los límites que les marca su autoimpuesta mesura.
La clave del estallido surgió, paradójicamente, de una elección de resultado auspicioso, tanto para socialistas como para radicales. En la interna del domingo pasado en Santa Fe ganó Antonio Bonfatti, el candidato de Hermes Binner, y el radical, Mario Barletta sorprendió con un contundente segundo puesto (obtuvo 49.152 votos más Rubén Giustiniani, el otro socialista en carrera).
El propio Binner había convertido el triunfo de Bonfatti en condición necesaria (evidentemente no suficiente) para sentarse a hablar sobre su futuro político. Se lo hizo saber a Alfonsín cuando el radical ya había dejado trascender que lo quería como compañero de fórmula y a los dirigentes del socialismo, Proyecto Sur y el GEN, que se ilusionan con que sea su candidato a presidente por la centro izquierda, huérfana desde que Pino Solanas optó por la pelea porteña.
Foto: Ilustración: Sebastián Domenech
Pero pasó una semana y, lejos de dar respuestas, Binner sumó preguntas. Y desafíos. Sobre todo, desafíos. Dijo abiertamente (precedido por un poco habitual «por supuesto») que le gustaría ser candidato a presidente y volvió a hablar pestes de un posible acuerdo con Francisco de Narváez. «Si hay que pactar con Macri o De Narváez, no cuenten conmigo», disparó. ¿Hace falta que lo diga una vez más?
«Por primera vez esta semana, Ricardo Alfonsín y Hermes Binner se corrieron de los límites que les marca su autoimpuesta mesura»
No sólo con palabras toreó Binner a Alfonsín. Viajó a Córdoba para participar, en primera fila, del lanzamiento de Luis Juez, que el 7 de agosto se medirá con el radical Oscar Aguad. El combo de advertencias verbales y gestos colmó la paciencia del diputado. Tanto, que hizo saber que no lo esperará más. De hecho, ya evalúa otros nombres para completar la fórmula.
Los plazos formales vuelven a marcar el ritmo. El límite para inscribir alianzas está a la vuelta de la esquina (el plazo expira en 18 días). Además, en menos de un mes (el 24 de junio), deberán estar anotados todos los candidatos que pretendan participar de la interna de agosto.
Aparentemente ajeno a esas urgencias Binner deslizó que podría demorar sus definiciones hasta el 11 de junio, una vez que se reúna el consejo partidario. El juego al filo une en la impaciencia (sin distinción) a Alfonsín, De Narváez, Margarita Stolbizer y Solanas. Al coro de intranquilos se sumó hasta Julio Cobos, que sugirió que el dilema debería resolverse en la interna de agosto. Es curioso que el vicepresidente proponga como solución la instancia de la que él mismo se bajó cuando la pelea de la UCR era la de un trío.
Binner y su indefinición empujan a Alfonsín a los brazos de De Narváez. Esta semana, el precandidato a gobernador bonaerense rompió el ostracismo (también autoimpuesto) y se mostró con Graciela Ocaña con un basural de fondo. Más allá del recuerdo inevitable de la poco feliz imagen de Macri lanzando su campaña de 2007 junto a una niña en un basural de Villa Lugano, el escenario buscó reforzar el ataque contra el enemigo de moda: Hugo Moyano y su vínculo con el negocio de la basura que se investiga tanto en la justicia argentina como en tribunales suizos.
«Los plazos formales vuelven a marcar el ritmo. El límite para inscribir alianzas está a la vuelta de la esquina. Apenas más lejos está el último dia para anotar a los candidatos»
Las fotos con Ocaña parecen cualquier cosa menos casuales. En las últimas semanas, la ex ministra de Salud, que fue mano derecha de Elisa Carrió y funcionaria de Néstor y Cristina Kirchner, rechazó ser vice de Solanas y se reunió con Alfonsín. El acercamiento de los últimos días a De Narváez, y la posibilidad de que sea candidata a diputada en una lista de apoyo al radical, les viene bien a casi todos.
La buena imagen de Ocaña podría seducir a kirchneristas desencantados. A Alfonsín le permitiría reforzar su perfil opositor y sumar votos por izquierda. A De Narváez le serviría para moverse (aunque más no sea unos centímetros) hacia el centro y dar cierto aire «progresista» a su propuesta para la provincia. Ocaña y su imagen de principal vergugo de Moyano cotizan alto. Y ella lo sabe.
La pelea entre Alfonsín y Binner es, en definitiva, una reedición de la vieja lucha entre pragmáticos y principistas. Sí. Describir a un radical cono pragmático suena fuerte. Pero la definición queda hasta chica cuando se la revisa a la luz de la sentencia de Alfonsín según la que «sin acuerdo gana el Gobierno». Se vuelve aún más nítida cuando se la contrapone con las advertencias de Binner sobre el riesgo de repetir la pesadilla de la Alianza y la premisa de que «el programa es el límite de cualquier acuerdo».
De un lado, un radical que agota recursos para volverse competitivo y meterse en una segunda vuelta hoy lejana. Del otro, un socialista poco dispuesto a dejarse correr por las urgencias del poder real.
La brecha que separa a Alfonsín y Binner está abierta y parece ensancharse ya sin retorno. Igual que la oferta electoral, que se aleja de ese juego entre dos que hace unas semanas se describió en esta columna. El mismo que le conviene a Alfonsín, pero que el Gobierno prefiere evitar.
«La pelea entre Alfonsín y Binner es, en definitiva, una reedición de la vieja lucha entre pragmáticos y principistas»
A este ritmo, el 14 de agosto los candidatos (únicos en todos los casos) podrían llegar a cinco. A Cristina Kirchner. Alfonsín y Binner hay que sumarles a Carrió, que sigue haciendo de las denuncias mediáticas su principal capital de campaña, y el candidato que surja de las incipientes negociaciones entre Macri y Duhalde. Algo es seguro: el tiempo para definir se escurre. Y es imparable.
En Twitter: @lbullrich