En el tramo final de la campaña, mientras se oyen los disparos de los últimos cartuchos, el candidato oficialista parece haber optado por mantener un perfil relativamente bajo, por evitar la confrontación e, inclusive, por atenuar la idea de que existe una competencia. Para el gobierno, se diría, el resultado está casi escrito y de esta forma, prácticamente haciendo la plancha, apuesta a desplumar la gallina sin que cacaree.
Para el sapagismo más que nada parece tratarse de pasar, no despliega ningún triunfalismo pero tampoco se lo ve inclinado a ir por más. Eso sí, como nunca se puede descartar la posibilidad de ir para atrás, el brutal asesinato de un médico en Cutral Co prendió una luz roja en el tablero oficial y sacó la campaña del piloto automático: si algo podría perturbar un resultado que les parece cantado es un desmadre de proporciones.
El terremoto provocado en el 2007 por el asesinato del maestro Carlos Fuentealba marcó a fuego el subconsciente oficial. Desde luego, ésta no es la misma situación, pero no vaya a ser que este crimen inicuo afecte el humor ciudadano y el malestar termine cargando en la cuenta oficial. No por nada Sapag, además de decretar enseguida duelo provincial, enfrió la campaña por dos días, algo similar a lo que hizo para no perder la elección en el 2007, cuando la temeridad del gobierno de entonces se topó con un muerto sobre el asfalto de Arroyito.
Quitando este último sobresalto, en el oficialismo hacen un balance positivo sobre la marcha de la campaña, sobre todo porque –confió un hombre del gobernador– «se ha logrado evitar una fuerte polarización» con el frente opositor.
Razonó de la siguiente manera: «En las encuestas se ve que el ARI saca alrededor de 4 puntos y otros 4 Libres del Sur. Si a esto se suman las dos fuerzas de izquierda, que obtendrían otros 4 entre las dos, estamos en 12 puntos. Este porcentual es muy importante al momento de contar».
Es que, más allá de la veracidad de estos datos, una cosa parece cierta: el MPN es el que más se beneficia de la fragmentación. Es un lugar común en la política neuquina que sólo la fuerte cohesión de «toda» la oposición podría disputarle el poder al partido provincial. Desde ya ni el ARI ni LdS, a pesar de que se presentan como una tercera opción, tienen posibilidades de ganar. En todo caso, lo que obtengan se lo restarán en mayor medida al Frente Neuquino que a Sapag. No por nada entre los frentistas más acérrimos aseguran que esas fuerzas «son funcionales» al oficialismo.
Por debajo de estos alardes, en algún lugar del subsuelo oficialista pugna, empero, una duda: es sobre el resultado de Neuquén capital. Se sabe que el departamento Confluencia reúne prácticamente el 70 por ciento del electorado, de manera tal que el resultado en esa zona de la provincia siempre es clave en cualquier elección. Pero en el caso de Neuquén capital este aspecto es más crítico aún porque en ella gobierna el candidato de la oposición.
Aunque en el sapagismo se asignan primacía también en ese distrito, es un hecho que no las tienen todas consigo. De hecho, las mediciones de intención de voto en la capital continuaban hasta este fin de semana. Ayer, el día en que el MPN cumplía 50 años, un operador del partido explicó el asunto en estos términos: «Es cierto que nosotros llevamos alguna ventaja porque gobernamos la provincia desde hace medio siglo, pero también es cierto que ellos gobiernan la ciudad desde hace 12».
Si en el oficialismo de lo que se trata es de no llamar demasiado la atención, en las huestes de la fórmula Farizano-Parrilli se trata de todo lo contrario: de aprovechar al máximo los últimos días de la campaña para remontar la cuesta.
Que estarían por debajo de Sapag nadie lo niega en la coalición. Eso sí: aseguran que las distancias se achican dramáticamente y apuestan fuertemente a dos ejes: ponerse el salvavidas de Cristina –cuya performance en las encuestas locales y nacionales es imbatible– y pegar a Sapag a su antiguo socio, el ex gobernador Jorge Sobisch. La idea, optimista por cierto, es que el país ha despegado mientras en Neuquén nada ha cambiado.
Respecto del alineamiento nacional, Farizano personalmente ha ido más lejos aún al afirmar, esta semana, que el candidato de su propio partido, Ricardo Alfonsín, lo ha «decepcionado» al sumar a la fórmula al economista liberal y ex funcionario menemista Javier González Fraga.
¿Alcanzará este salvataje para torcer lo que, a tener por lo que trasciende de las encuestas, parece ya inevitable?
No es posible asegurarlo todavía. Por lo pronto, a pesar de cierto optimismo en la carpa chica farizanista, no son pocos en las filas de la propia oposición los que dudan del éxito de esta medicina un tanto tardía.
La salud del intendente y candidato opositor también ha sido motivo de preocupación. Hace poco más de una semana una neumonía lo obligó a sustraerse por unos días de la campaña y, aunque sus íntimos aseguran que está francamente recuperado, se lo ve un tanto más delgado.
Pero, a juzgar por lo que deslizan algunos frentistas, ni los tropiezos en la estrategia de la campaña ni la poca fortuna en materia de salud del candidato parecen haber traído tantos dolores de cabeza como cierta desaprensión de algunos aliados.
Aunque es temprano para repartir culpas, el candidato a diputado por el PJ Sergio Rodríguez, un peronista no kirchnerista, salió a decirlo con todas las letras: «Esperábamos más apoyo de Nación», apuntó.
La ríspida reflexión viene a cuento de las dudas que pregonan algunos pesimistas sobre quién es el verdadero aliado de Nación en la provincia.