Por Emilio De Ipola
10/06/11 – 11:41
Hay quienes afirman que el kirchnerismo es la única izquierda posible en la Argentina y por eso hay que apoyarlo. La patética falencia de este, digamos, razonamiento reside en que da por supuesto que el régimen de los K es efectivamente de izquierda, salvo que el enunciador tenga la impensable valentía de sostener que un régimen de centro, autoritario, corrupto y –admitamos– con elementos progresistas es la única izquierda a la que puede aspirar nuestro atribulado país.
Ya llega a mis oídos el rumor de las voces que, al estilo de 6, 7, 8, oír se dejarán para enrostrarme airadas las consignas sacrosantas, indiscutibles, invalorables del gobierno K: “derechos humanos”, “Corte Suprema”, “descuelgue de retrato de Videla”, “crecimiento del PBI”, “empleo”, “viviendas”, “matrimonio igualitario”, “asignación por hijo” y hasta “sacrificio de Néstor Kirchner”.
A ese zafarrancho vocinglero responderé brevemente, con calma. Diré primero que considero de izquierda a toda iniciativa política que, en un contexto de democracia, apunte a impulsar al mismo tiempo el máximo de igualdad y el máximo de libertad, dos caras de una misma moneda: si se olvida una, se desnaturaliza la otra.
Por ejemplo, en Cuba se impulsó la igualdad, al menos en los primeros años del régimen castrista, a expensas de la libertad y el resultado está a la vista. Gobiernos socialdemócratas respetaron la libertad, pero ignoraron la igualdad: sus taras también son bien visibles. Para esta caracterización de la izquierda no hay punto de llegada ni Paraíso al final del túnel, sino un trajín continuo e interminable por más igualdad y más libertad.
El gobierno de los K sorprendió en sus inicios con medidas encomiables, como la renovación de la Corte y su imparcialidad garantizada. Para su desgracia, no tardó en comprobar que tanta imparcialidad no le convenía. Cristina declaró que prefería ir a la cárcel antes de allanarse a una decisión de la Corte que no le gustaba. Pero no se llegó a esos extremos.
Néstor, al inaugurar simbólicamente el Museo de la Memoria mintió al afirmar que con ese acto se rompían veinte años de silencio y luego, costumbre de las últimas décadas, se “autocriticó” vagamente… telefoneando a Raúl Alfonsín para pedirle disculpas. En su gestión se descolgaron –con gran apoyo de los adulones– los retratos de Videla y algún otro jefe militar. Alfonsín los hizo juzgar y meter en prisión cuando las FF.AA. estaban retiradas del centro de la escena pero enteras y dispuestas a resistir los juicios.
El gobierno de los K amplió y perfeccionó la corrupción. Algunos dicen que nuestra corrupción es un hecho “estructural”; esto es, enquistado, inevitable y sin culpables. ¡Mal servicio le piden a la palabra estructura! La corrupción proviene de decisiones humanas, no asumidas y en absoluto inevitables. Son uno de los principales males a combatir con vistas a incrementar la igualdad y la libertad.
¿Han ascendido o descendido la pobreza y el desempleo? No hay certeza sobre este punto: el Gobierno se apropió del Indec en una maniobra sin precedentes y desde entonces, desaparecieron los datos confiables. Ha crecido sin duda el PIB, soja mediante, pero no el bienestar general. Dejaré de lado el affaire Schoklender, porque aún está en proceso; aunque quién puede negar que hay responsabilidad del Gobierno en este muy poco edificante –es la palabra– asunto.
En fin, para concluir con un dictamen algo forzadamente bondadoso, diré que el régimen de los K no encarna la centroizquierda sino, en el mejor de los casos, el centroizquierda. Un gobierno de centro ávido de poder, con muchos desaciertos y algunas medidas progres.
*Profesor emérito de la UBA.
10/06/11 – 11:41
Hay quienes afirman que el kirchnerismo es la única izquierda posible en la Argentina y por eso hay que apoyarlo. La patética falencia de este, digamos, razonamiento reside en que da por supuesto que el régimen de los K es efectivamente de izquierda, salvo que el enunciador tenga la impensable valentía de sostener que un régimen de centro, autoritario, corrupto y –admitamos– con elementos progresistas es la única izquierda a la que puede aspirar nuestro atribulado país.
Ya llega a mis oídos el rumor de las voces que, al estilo de 6, 7, 8, oír se dejarán para enrostrarme airadas las consignas sacrosantas, indiscutibles, invalorables del gobierno K: “derechos humanos”, “Corte Suprema”, “descuelgue de retrato de Videla”, “crecimiento del PBI”, “empleo”, “viviendas”, “matrimonio igualitario”, “asignación por hijo” y hasta “sacrificio de Néstor Kirchner”.
A ese zafarrancho vocinglero responderé brevemente, con calma. Diré primero que considero de izquierda a toda iniciativa política que, en un contexto de democracia, apunte a impulsar al mismo tiempo el máximo de igualdad y el máximo de libertad, dos caras de una misma moneda: si se olvida una, se desnaturaliza la otra.
Por ejemplo, en Cuba se impulsó la igualdad, al menos en los primeros años del régimen castrista, a expensas de la libertad y el resultado está a la vista. Gobiernos socialdemócratas respetaron la libertad, pero ignoraron la igualdad: sus taras también son bien visibles. Para esta caracterización de la izquierda no hay punto de llegada ni Paraíso al final del túnel, sino un trajín continuo e interminable por más igualdad y más libertad.
El gobierno de los K sorprendió en sus inicios con medidas encomiables, como la renovación de la Corte y su imparcialidad garantizada. Para su desgracia, no tardó en comprobar que tanta imparcialidad no le convenía. Cristina declaró que prefería ir a la cárcel antes de allanarse a una decisión de la Corte que no le gustaba. Pero no se llegó a esos extremos.
Néstor, al inaugurar simbólicamente el Museo de la Memoria mintió al afirmar que con ese acto se rompían veinte años de silencio y luego, costumbre de las últimas décadas, se “autocriticó” vagamente… telefoneando a Raúl Alfonsín para pedirle disculpas. En su gestión se descolgaron –con gran apoyo de los adulones– los retratos de Videla y algún otro jefe militar. Alfonsín los hizo juzgar y meter en prisión cuando las FF.AA. estaban retiradas del centro de la escena pero enteras y dispuestas a resistir los juicios.
El gobierno de los K amplió y perfeccionó la corrupción. Algunos dicen que nuestra corrupción es un hecho “estructural”; esto es, enquistado, inevitable y sin culpables. ¡Mal servicio le piden a la palabra estructura! La corrupción proviene de decisiones humanas, no asumidas y en absoluto inevitables. Son uno de los principales males a combatir con vistas a incrementar la igualdad y la libertad.
¿Han ascendido o descendido la pobreza y el desempleo? No hay certeza sobre este punto: el Gobierno se apropió del Indec en una maniobra sin precedentes y desde entonces, desaparecieron los datos confiables. Ha crecido sin duda el PIB, soja mediante, pero no el bienestar general. Dejaré de lado el affaire Schoklender, porque aún está en proceso; aunque quién puede negar que hay responsabilidad del Gobierno en este muy poco edificante –es la palabra– asunto.
En fin, para concluir con un dictamen algo forzadamente bondadoso, diré que el régimen de los K no encarna la centroizquierda sino, en el mejor de los casos, el centroizquierda. Un gobierno de centro ávido de poder, con muchos desaciertos y algunas medidas progres.
*Profesor emérito de la UBA.
Dice el autor: «Para su desgracia, no tardó en comprobar que tanta imparcialidad no le convenía. Cristina declaró que prefería ir a la cárcel antes de allanarse a una decisión de la Corte que no le gustaba. Pero no se llegó a esos extremos.»
Agregaría:por ahora. Siempre hay tiempo.
pobre pelotudo.
da cátedra con sarlo?
¡No quieren a nadie!
Es un gobierno peronista, De Ipola.Si es de izquierda o no es asunto de Uds,los cultos.