Un temblor bajo los pies de Cristina

Hebe de Bonafini y Hugo Moyano. Dos de los aliados históricos y principales del kirchnerismo están metiendo a Cristina Fernández en un complicado laberinto . Están, también, alterando el paseo que la Presidenta imaginó para su lanzamiento y su pelea electoral.
Detrás de Bonafini se ventila uno de los peores episodios de corrupción de estos años. Uno de los peores, tal vez, no por su envergadura – en ese terreno varios lo superan– aunque sí por el impacto que provocaría en la sensibilidad colectiva . El líder camionero desenterró la semana pasada el problema de la inflación.
“Es el gran déficit de este modelo” , disparó. El Gobierno sigue empeñado en negar un problema que, junto con la inseguridad, constituyen los reclamos más sonoros de la sociedad.
Los casos de Bonafini y Moyano no se circunscriben sólo a ellos, a sus pensamientos y sus conductas. Representarían también un estado de crisis (¿incipiente?) en dos de los tres engranajes que le permitieron funcionar desde el 2003 al sistema kirchnerista. Refiere a las organizaciones sociales y de derechos humanos y al sindicalismo. La otra pieza está paralizada hace rato.
El peronismo vive encapsulado y temeroso.
¿No esconde esa patología, también, un estado de crisis potencial? El plenario del Consejo bonaerense del PJ, realizado días atrás, quizá se haya revelado como una radiografía. En esa reunión el intendente de José. C. Paz, Mario Ishii, pidió una mayor apertura y debate partidario. Fue la única voz que rompió la monotonía. Que Ishii, un implacable y mañero barón del conurbano, socio de los Kirchner, haya sido el portavoz de aquella demanda, denunciaría el grado nulo de democratización interna y la desvaída realidad peronista .
La división en las organizaciones de derechos humanos, sobre todo en las Madres de Plaza de Mayo, corría como un secreto a voces desde hace años. Estalló con el escándalo que desataron los manejos financieros turbios que en la Fundación hizo Sergio Schoklender.
“No puede estar ajena a lo que pasó” , dijo Estela Carlotto, de Abuelas. Adolfo Pérez Esquivel y Nora Cortiñas, de la línea disidente de Madres, también marcaron claras distancias.
La disputa con Moyano se remonta a épocas anteriores, incluso, a la muerte de Néstor Kirchner.
La tensión de Moyano con los K y con el peronismo es indisimulable . El secretario de la CGT continúa reclamando espacios electorales que le retacean. Esas contradicciones internas se disimulan porque a todos les importa, en especial, seguir montados en el tren de la supuesta victoria. Pero podrían aflorar de mala forma aun si esa victoria llegara a concretarse.
La descripción permitiría arribar a un corolario. El sistema político y de poder kirchnerista deja escapar síntomas claros de agotamiento.
De final de ciclo.
Los mismos que se advertían en los últimos momentos de Kirchner. Dos cuestiones lograron enmascararlo: la súbita muerte del ex presidente que empinó en imagen y popularidad a Cristina; la economía que, a todo vapor y con riesgos, empuja el consumo. Esa ecuación mutó el escenario político y electoral.
Esa mutación podría permitirle al Gobierno incluso otro turno . Pero los términos de la ecuación son vulnerables.
Cristina pareciera saberlo. Hace tiempo que su vínculo con Moyano perdió intensidad. Sobre la cabeza del líder camionero penden además varias resoluciones de la Justicia. Una forma de intentar disciplinarlo.
La Presidenta no hizo tampoco mención al escándalo de Schoklender . La única estación de Hebe en el poder, desde que estalló el episodio, fue el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández. Cristina llevaba a Hebe a todos lados y Hebe consideraba a la mandataria –igual que Carlotto– como uno de los hijos que perdió durante la dictadura.
Los Kirchner nunca pusieron reparos a la unión de Hebe con Schoklender. Aunque varias veces, sobre todo el ex presidente, fueron advertidos.
La negación tuvo mucho que ver con la necesidad política . Para el matrimonio resultó de mucha utilidad la cercanía a las Madres y a las organizaciones de derechos humanos cuando requirieron fortalecer su escuálido poder de origen. Quien niegue un interés subalterno de los Kirchner en esa relación, al margen de los derechos humanos, es simplemente porque cierra sus ojos. Por esa misma razón, la responsabilidad política de ellos en esta trama sería mayor que la todos los demás.
Bonafini conoció a Schoklender en 1983. El ex apoderado de la Fundación y ahora acusado cumplía una condena imputado, junto a su hermano Pablo, de matar a sus padres en 1981. Cuando Sergio accedió a las salidas transitorias en 1995 Bonafini le consiguió un cargo en la Fundación de las Madres.
¿Nunca una sospecha? ¿Nunca una intriga sobre aquel asesinato que tuvo a los hermanos 17 años presos? Pudo haberla, pero Sergio contó siempre una historia sorprendente: que, en verdad, sus padres habían sido muertos por el almirante Emilio Massera . Que se había tratado de una venganza en el submundo del tráfico de armas que frecuentaban los padres y –según su relato– también el ex jefe de la Marina de la dictadura. Ese cuento llegó a oídos de los Kirchner cuando el matrimonio se interesó –pocas veces– por la extraña sociedad.
El reflejo del Gobierno y de Bonafini fue simétrico: las culpas se derramaron sobre Schoklender . ¿Puede ser que Hebe no conociera ni presumiera nada sobre las irregularidades financieras en 16 años de vínculo? Hubo una relevación que disiparía esa duda: una auditoría a la Fundación que realizó entre el 2007-08 Felisa Miceli. Descubrió desfases y sobreprecios que, entonces, orillaban los $ 10 millones. Ese papel llegó a la Casa Rosada y llegó también a Hebe. La ex ministra de Economía, que renunció por el hallazgo de una bolsa con dinero en su oficina que nunca logró justificar, se acercó a las Madres por pedido de Oscar Parrilli, el secretario General de la Presidencia. Después de aquel informe fue corrida de sus funciones a las que acaba de regresar. Ni el Gobierno ni Hebe se mosquearon.
Schoklender, como quiere el kirchnerismo, podría ser el mayor culpable. Y Bonafini tener también su responsabilidad. Pero el Gobierno de Cristina no puede escaparle al foco principal de atención . Además del descontrol en el manejo de los fondos públicos, habría que escarbar otro poco para verificar si, como afirmó el historiador Luis Alberto Romero, detrás del escándalo está agazapado el clásico mecanismo K de subsidios, retornos y apoyo político .
El ministro Julio De Vido debería responder un sinfín de interrogantes que sus subordinados no explicaron en su paso de la semana pasada por el Congreso. ¿Cómo cede el Estado $ 765 millones y compromete otros $ 500 sin ninguna fiscalización? ¿Cómo ningún órgano de control intervino cuando ya desde el 2007 –según el informe Miceli– se detectaron anomalías? ¿Cómo entender que en pocos años la Fundación de las Madres se convirtió en la segunda constructora del país sólo debajo de Techint? Cinco mil doscientos treinta empleados, de acuerdo con los registros de la ANSeS. ¿Cómo aceptar que el Estado se haya desentendido de semejante cantidad de dinero cediendo el monitoreo a municipios y provincias? ¿Cómo es posible que todo se haya realizado por adjudicaciones directas? El circuito era simple, según el entender de Elisa Carrió: el Ministerio de Planificación giraba fondos a gobernaciones y municipios para la construcción de viviendas. Previamente se firmaban los convenios con la Fundación de las Madres. Y las obras quedaban a cargo de las empresas de Schoklender. Aquella tesis de Romero cobraría así veracidad. La falta de respuestas oficiales extendería las dudas.
Schoklender deberá explicar también sus gustos de hombre rico. Alguna vez, a alguien que le pidió rendición de cuentas, le contestó: “Yo tengo un buen pasar. Pero no me pregunte por qué”.
El juez Norberto Oyarbide, que tiene al ex apoderado apuntado por administración fraudulenta, defraudación pública y lavado de dinero, ha juntado pruebas con rapidez. El Gobierno necesita, con premura, alguna salida expeditiva al escándalo.
Puede ser la prisión preventiva de Schoklender.
La corrupción no es una novedad en el Gobierno. Tampoco lo es que esa corrupción se articule a través del dinero del Estado. En gran medida, ese mecanismo explicaría el formidable andamiaje de poder que construyó el kirchnerismo estos años. Las estadísticas también ayudarían a comprender el problema: en este tiempo hay, aproximadamente, 34 causas en curso que involucran a funcionarios o ex funcionarios del Gobierno que sustancian nueve jueces. Todas dormitan.
Ninguna de ellas, sin embargo, posee la connotación de la de Schoklender. Están en el medio los derechos humanos.
La decencia política, en ese terreno, de los Kirchner.
El dinero social dilapidado que pagan los sectores menos pudientes. La sospecha, como una mancha, se instala en el centro de la vida pública.
Daniel Filmus sintió el coletazo por la cercana elección en Capital. Defendió a Bonafini, pero recordó que la mujer había apoyado la candidatura de Amado Boudou. Capital vuelve a parecer un territorio electoral árido para el kirchnerismo como se presume, lo serán también Santa Fe y Córdoba.
El calendario ya casi no le deja margen a Cristina, que se asoma a su candidatura y al anuncio en un momento incómodo, destemplado para ella.
El peor, sin dudas, desde que murió Kirchner .
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Acerca de Nicolás Tereschuk (Escriba)

"Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM). Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).

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