Daniel Filmus y Carlos Tomada, los candidatos K para pelearle la jefatura porteña a Mauricio Macri, pueden estar viviendo días de desolación . El Gobierno de Cristina Fernández les niega cualquier posibilidad de alegría. La campaña no termina de arrancar por las peleas intestinas; el caso Schoklender continúa levantando polvareda; el escándalo en el INADI involucra a la cuarta candidata a legisladora K por la Ciudad, María Rachid.
Que una nube de sospechas sobrevuele las políticas de derechos humanos y de lucha contra la discriminación , no parece la mejor carta para una fórmula oficialista que no sólo está obligada a engrosar su clientela electoral: también debe evitar goteos en el caudal que, a priori, supone poseer.
Tanto el caso Schoklender como el affaire en el INADI golpearían el perfil que mas se ha ocupado de labrar Filmus en su carrera. La de un dirigente alejado de las zonas oscuras de la política y proclive a la moderación como ejercicio habitual. Aquellos desaguisados le abrieron frentes simultáneos de combate al senador kirchnerista: no podría ocuparse, únicamente, de Macri; deberá atender también la posible escalada de Pino Solanas.
El candidato de Proyecto Sur acaba de descubrir una oportunidad para terciar entre Filmus y Macri . De allí las familiaridades que se ocupa de instalar entre el Gobierno y Schoklender. El jefe porteño también estaría agradecido: no tendrá que explicar tanto sus deudas de la gestión de cuatro años ni la lucha contra la hipotética influencia de Cristina en el distrito. Le alcanzaría, como a Solanas, refrescar las consecuencias que podría tener en Capital la posible victoria del candidato K atado a los designios de un Gobierno nacional que se mece sólo entre problemas .
Filmus está padeciendo inconvenientes que no generó. En todo caso, debería preguntarse si resultó conveniente para su estrategia la sumisión que exhibió en el momento de definirse el plan general. Aguardó con paciencia oriental, como todos los K, que Cristina alzara su dedo. Y permitió que entre la Presidenta y Carlos Zannini, el secretario Legal y Técnico, le armaran la nómina de legisladores. Así ingresó Juan Cabandié, de La Cámpora, en el primer lugar. De ese modo coló también Rachid, en el cuarto escalón.
En el empinamiento de Rachid influyeron varios factores . Por empezar, su pertenencia a la Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales. Una organización que actuó como un motor cuando el Gobierno sancionó la Ley del Matrimonio Igualitario. Una cuestión, según el pensamiento K, sensible para el progresismo y el electorado porteño.
Esa pertenencia no constituyó su único trampolín. Rachid había trabado un buen vínculo político con Aníbal Fernández . El jefe de Gabinete se arrimó a aquellas organizaciones y a La Cámpora para hurtar una identidad progresista que no se le conoció jamás como militante del amañado PJ bonaerense. Tampoco en la época de Néstor Kirchner, cuando manejó la Policía Federal y las Fuerzas de Seguridad. Intentó, además, buscar un refugio en el cual guarecerse de la tormenta que desató Cristina contra él cuando murió el ex presidente.
Rachid actuó en el INADI, donde ocupaba la vicepresidencia, promoviendo despidos y confrontaciones, con la venia del jefe de Gabinete.
Resignada la mayoría de sus facultades políticas , Aníbal Fernández descubrió la posibilidad de poner un pie en aquel organismo. Y autorizó la ofensiva contra su titular, Claudio Morgado. Quizás no reparó, con detenimiento, en los antecedentes y formación de Rachid . Antigua militante del Partido Obrero, asesora por años de la dirigente Vilma Ripoll, sintió que había llegado, tal vez, la hora de su propia revolución. Terminó generando un tremendo lío, con intervención policial y su renuncia cantada. Desde entonces, Aníbal Fernández la habría dejado de atender.
El jefe de Gabinete no sólo no recuperó el terreno deseado. Se ganó también la enemistad de Filmus y Tomada. El senador puso como condición de campaña que Rachid resulte marginada hasta la primera vuelta de julio. Así ocurrió.
Ese triunfo no alcanza a compensar otros trastornos. La dupla K había esbozado una forma de campaña que resultó bochada por Zannini. En la reprobación quedó un tendal de víctimas pero, también, incinerados 60 mil afiches en compañía de Cristina que el senador pensaba utilizar. Nadie sabe si aquel rechazo obedeció a simple razones estéticas o si la Presidenta intervendrá en la campaña porteña menos de lo que sus candidatos imaginaron.
Filmus pareció encajar bien, en cambio, en el plan que el Gobierno urdió para escaparle al lodazal que representa el caso Schoklender. Un caso con onda expansiva que llega en plenitud al Gobierno y, quizás, mas atenuada a las Madres de Plaza de Mayo que comanda Hebe de Bonafini.
El candidato K defendió a Hebe aunque se encargó de aclarar que había apoyado en Capital, antes de la unción presidencial, a Amado Boudou. También se encargó de repetir que el escándalo obedeció a la traición de los hermanos Schoklender. Una traición o un fraude que nadie sospechó en los 16 años de vínculo entre el acusado y Hebe.
No hay encuestas, todavía, que midan el impacto en Capital de la sucesión de episodios vergonzosos. La únicas mediciones existentes seguirían dando ventaja a Macri en la primera vuelta y el posible balotaje. Para intentar revertir la realidad, Filmus necesitaría dar un golpe de timón, tomar la iniciativa y dejar la retaguardia a la cual lo confina hoy su propio Gobierno.
Que una nube de sospechas sobrevuele las políticas de derechos humanos y de lucha contra la discriminación , no parece la mejor carta para una fórmula oficialista que no sólo está obligada a engrosar su clientela electoral: también debe evitar goteos en el caudal que, a priori, supone poseer.
Tanto el caso Schoklender como el affaire en el INADI golpearían el perfil que mas se ha ocupado de labrar Filmus en su carrera. La de un dirigente alejado de las zonas oscuras de la política y proclive a la moderación como ejercicio habitual. Aquellos desaguisados le abrieron frentes simultáneos de combate al senador kirchnerista: no podría ocuparse, únicamente, de Macri; deberá atender también la posible escalada de Pino Solanas.
El candidato de Proyecto Sur acaba de descubrir una oportunidad para terciar entre Filmus y Macri . De allí las familiaridades que se ocupa de instalar entre el Gobierno y Schoklender. El jefe porteño también estaría agradecido: no tendrá que explicar tanto sus deudas de la gestión de cuatro años ni la lucha contra la hipotética influencia de Cristina en el distrito. Le alcanzaría, como a Solanas, refrescar las consecuencias que podría tener en Capital la posible victoria del candidato K atado a los designios de un Gobierno nacional que se mece sólo entre problemas .
Filmus está padeciendo inconvenientes que no generó. En todo caso, debería preguntarse si resultó conveniente para su estrategia la sumisión que exhibió en el momento de definirse el plan general. Aguardó con paciencia oriental, como todos los K, que Cristina alzara su dedo. Y permitió que entre la Presidenta y Carlos Zannini, el secretario Legal y Técnico, le armaran la nómina de legisladores. Así ingresó Juan Cabandié, de La Cámpora, en el primer lugar. De ese modo coló también Rachid, en el cuarto escalón.
En el empinamiento de Rachid influyeron varios factores . Por empezar, su pertenencia a la Federación de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales. Una organización que actuó como un motor cuando el Gobierno sancionó la Ley del Matrimonio Igualitario. Una cuestión, según el pensamiento K, sensible para el progresismo y el electorado porteño.
Esa pertenencia no constituyó su único trampolín. Rachid había trabado un buen vínculo político con Aníbal Fernández . El jefe de Gabinete se arrimó a aquellas organizaciones y a La Cámpora para hurtar una identidad progresista que no se le conoció jamás como militante del amañado PJ bonaerense. Tampoco en la época de Néstor Kirchner, cuando manejó la Policía Federal y las Fuerzas de Seguridad. Intentó, además, buscar un refugio en el cual guarecerse de la tormenta que desató Cristina contra él cuando murió el ex presidente.
Rachid actuó en el INADI, donde ocupaba la vicepresidencia, promoviendo despidos y confrontaciones, con la venia del jefe de Gabinete.
Resignada la mayoría de sus facultades políticas , Aníbal Fernández descubrió la posibilidad de poner un pie en aquel organismo. Y autorizó la ofensiva contra su titular, Claudio Morgado. Quizás no reparó, con detenimiento, en los antecedentes y formación de Rachid . Antigua militante del Partido Obrero, asesora por años de la dirigente Vilma Ripoll, sintió que había llegado, tal vez, la hora de su propia revolución. Terminó generando un tremendo lío, con intervención policial y su renuncia cantada. Desde entonces, Aníbal Fernández la habría dejado de atender.
El jefe de Gabinete no sólo no recuperó el terreno deseado. Se ganó también la enemistad de Filmus y Tomada. El senador puso como condición de campaña que Rachid resulte marginada hasta la primera vuelta de julio. Así ocurrió.
Ese triunfo no alcanza a compensar otros trastornos. La dupla K había esbozado una forma de campaña que resultó bochada por Zannini. En la reprobación quedó un tendal de víctimas pero, también, incinerados 60 mil afiches en compañía de Cristina que el senador pensaba utilizar. Nadie sabe si aquel rechazo obedeció a simple razones estéticas o si la Presidenta intervendrá en la campaña porteña menos de lo que sus candidatos imaginaron.
Filmus pareció encajar bien, en cambio, en el plan que el Gobierno urdió para escaparle al lodazal que representa el caso Schoklender. Un caso con onda expansiva que llega en plenitud al Gobierno y, quizás, mas atenuada a las Madres de Plaza de Mayo que comanda Hebe de Bonafini.
El candidato K defendió a Hebe aunque se encargó de aclarar que había apoyado en Capital, antes de la unción presidencial, a Amado Boudou. También se encargó de repetir que el escándalo obedeció a la traición de los hermanos Schoklender. Una traición o un fraude que nadie sospechó en los 16 años de vínculo entre el acusado y Hebe.
No hay encuestas, todavía, que midan el impacto en Capital de la sucesión de episodios vergonzosos. La únicas mediciones existentes seguirían dando ventaja a Macri en la primera vuelta y el posible balotaje. Para intentar revertir la realidad, Filmus necesitaría dar un golpe de timón, tomar la iniciativa y dejar la retaguardia a la cual lo confina hoy su propio Gobierno.