Tras ser detenido en Francia y trasladado a España para que pudieran juzgarle, Garikoitz Aspiazu, Txeroki, no tiene dudas: «La lucha armada no procede». El jefe militar de ETA hasta noviembre de 2008, cuando fue detenido en Francia, explica en sus conversaciones en la cárcel su sentimiento respecto a la situación actual que atraviesa la banda terrorista y la mejor estrategia para el futuro: «Lo mismo que hemos estado cincuenta años con la estrategia de la lucha armada, ahora toca cambiar de estrategia, quizá por otros cincuenta años».
El intento de ETA de volar las Torres KIO fue su último reto a Batasuna
Estos comentarios de Txeroki, a los que ha tenido acceso EL PAÍS, realizados recientemente en la cárcel de Navalcarnero (Madrid) a la que fue trasladado desde Francia el 30 de mayo para ser juzgado, tienen especial trascendencia al proceder del que fue el jefe militar más importante y sanguinario que ETA ha tenido en lo que va de siglo desde la detención en 2001 de Javier García Gaztelu, Txapote.
Txeroki (Bilbao, 1973) admite que la estrategia de las armas y la violencia terrorista no procede después de que, hace solo tres años, representara en ETA la línea más dura de la banda hasta ser detenido el 7 de noviembre de 2008 en Cauterets (Francia). También ha comentado estos días en prisión que ETA tiene que «ceder la lucha armada a favor de la lucha política».
Txeroki ha sido el jefe de ETA que más ha marcado a la banda con su intransigencia desde que ascendió a la cúpula en 2003 hasta hoy. Una muestra de su importancia fue que su detención dio lugar a una declaración institucional del jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en La Moncloa. Participó en la campaña terrorista tras la ruptura de la tregua de 1998-99, con el asesinato del juez José María Lidón en Getxo (Vizcaya), en noviembre de 2001, y el atentado contra el hoy diputado del PSOE Eduardo Madina, en 2002.
En la cúpula de ETA desde 2003, como jefe del aparato militar fue el principal responsable de la ruptura del proceso de paz de 2006 y el organizador del atentado de la T-4 en Barajas. Durante aquel proceso de paz, creó el comando Urederra, que señaló objetivos para la banda. Expulsó al jefe del aparato político de ETA y negociador con el Gobierno, Javier López Peña, Thierry.
Con el apoyo de Mikel Carrera, Ata, que le sucedió al frente de ETA cuando fue detenido, se enfrentó a la izquierda abertzale, crítica con la banda tras haber roto el proceso de paz. Y en la asamblea de ETA posterior a la ruptura de la tregua, apostó por la continuidad del terrorismo y mantuvo los atentados hasta julio de 2009 en que la banda asesinó a dos guardias civiles en Palma.
Este historial revela la importancia de su testimonio pues ha roto la línea tradicional por la que solo suelen ser presos de ETA veteranos los que expresan su alejamiento del terrorismo, como Francisco Múgica Garmendia, Pakito, jefe militar en los años ochenta, o algunos de los principales activistas del comando Madrid, de la misma época, como Joseba Urrusolo. Txeroki lo ha hecho en un tiempo récord, cuando lleva solo dos años y medio en prisión.
Al ser el principal jefe militar de la nueva hornada de ETA que se manifiesta en contra de la continuidad del terrorismo, su testimonio demuestra que también entre los nuevos etarras ha prendido la convicción de que la violencia terrorista no tiene futuro y que la izquierda abertzale tiene razón en su apuesta por las vías pacíficas y políticas. Se puede decir, en conclusión, que asistimos a la derrota de la ETA de Txeroki.
Su declaración abre nuevas expectativas sobre el colectivo de más de 600 presos, dividido entre una amplia mayoría que apoya las tesis de la izquierda abertzale, de apuesta por las vías políticas, y una minoría de irreductibles, muy inferior, menos de un 10%, integrada por los etarras detenidos en los últimos cinco años, entre la que se situaba a Txeroki y a la que su declaración afectará necesariamente.
Desde las cárceles, los presos de ETA conocen las tensiones entre la izquierda abertzale y la banda, un enfrentamiento que, como es sabido, se inició tras la ruptura por ETA de la tregua en diciembre de 2006, con el atentado de la T-4 de Barajas, que cogió por sorpresa a Arnaldo Otegi y a sus seguidores. Los presos de ETA cada vez lo tienen más claro y son frecuentes en sus conversaciones expresiones tan crudas como esta, recogida recientemente: «ETA es un muerto, pero… ¿cómo lo entierras? Están echándole más paladas de las que se podía imaginar».
Sin embargo, no es tan conocido cómo la última tentativa de ETA de ganar el pulso a la izquierda abertzale fue el intento de volar las Torres KIO de Madrid, en enero de 2010, y que las Fuerzas de Seguridad evitaron al interceptar una furgoneta cargada de explosivos, en la frontera de Portugal. En ese momento, las bases de la izquierda abertzale votaban en asambleas una ponencia en favor de las vías políticas y de rechazo a la violencia que sus líderes -Arnaldo Otegi, Rufi Etxeberria y Rafael Diez Usabiaga- habían sometido a debate pueblo por pueblo. Una ponencia que ganó el apoyo del 80% de sus bases cuando culminó el proceso de votaciones en febrero de 2010, un mes después del intento de atentado de ETA. Lideraba la banda terrorista en ese momento el sucesor de Txeroki, Mikel Carrera, Ata, y con ese atentado trataba de boicotear el intento de la izquierda abertzale de disputar la hegemonía de ETA.
Un mes después del fracaso del atentado de las Torres KIO, la dirección de ETA tuvo que ordenar a sus comandos que no atentaran ante el riesgo de escisión. Y en septiembre, tras la detención de Carrera por la policía en Francia, ETA declaró la tregua vigente, renovada en enero.
La situación ha mejorado aún más para la izquierda abertzale con la detención el 11 de marzo, entre la frontera de Francia y Bélgica, de Alejandro Zobaran y Mikel Oroz, que encabezaban el núcleo opositor a la tregua vigente. Su captura facilitó que la dirección de la banda anunciara pocas semanas después el final de la extorsión de ETA. Es ya una evidencia que la política antiterrorista del Gobierno y la eficacia policial, con la detención de los miembros más beligerantes, está facilitando la «ciaboga política» de la izquierda abertzale. Pasó con la neutralización del atentado contra las Torres KIO, y en marzo de este año con las detenciones del núcleo más beligerante, sucesor de la línea marcada por Txeroki.
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El intento de ETA de volar las Torres KIO fue su último reto a Batasuna
Estos comentarios de Txeroki, a los que ha tenido acceso EL PAÍS, realizados recientemente en la cárcel de Navalcarnero (Madrid) a la que fue trasladado desde Francia el 30 de mayo para ser juzgado, tienen especial trascendencia al proceder del que fue el jefe militar más importante y sanguinario que ETA ha tenido en lo que va de siglo desde la detención en 2001 de Javier García Gaztelu, Txapote.
Txeroki (Bilbao, 1973) admite que la estrategia de las armas y la violencia terrorista no procede después de que, hace solo tres años, representara en ETA la línea más dura de la banda hasta ser detenido el 7 de noviembre de 2008 en Cauterets (Francia). También ha comentado estos días en prisión que ETA tiene que «ceder la lucha armada a favor de la lucha política».
Txeroki ha sido el jefe de ETA que más ha marcado a la banda con su intransigencia desde que ascendió a la cúpula en 2003 hasta hoy. Una muestra de su importancia fue que su detención dio lugar a una declaración institucional del jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en La Moncloa. Participó en la campaña terrorista tras la ruptura de la tregua de 1998-99, con el asesinato del juez José María Lidón en Getxo (Vizcaya), en noviembre de 2001, y el atentado contra el hoy diputado del PSOE Eduardo Madina, en 2002.
En la cúpula de ETA desde 2003, como jefe del aparato militar fue el principal responsable de la ruptura del proceso de paz de 2006 y el organizador del atentado de la T-4 en Barajas. Durante aquel proceso de paz, creó el comando Urederra, que señaló objetivos para la banda. Expulsó al jefe del aparato político de ETA y negociador con el Gobierno, Javier López Peña, Thierry.
Con el apoyo de Mikel Carrera, Ata, que le sucedió al frente de ETA cuando fue detenido, se enfrentó a la izquierda abertzale, crítica con la banda tras haber roto el proceso de paz. Y en la asamblea de ETA posterior a la ruptura de la tregua, apostó por la continuidad del terrorismo y mantuvo los atentados hasta julio de 2009 en que la banda asesinó a dos guardias civiles en Palma.
Este historial revela la importancia de su testimonio pues ha roto la línea tradicional por la que solo suelen ser presos de ETA veteranos los que expresan su alejamiento del terrorismo, como Francisco Múgica Garmendia, Pakito, jefe militar en los años ochenta, o algunos de los principales activistas del comando Madrid, de la misma época, como Joseba Urrusolo. Txeroki lo ha hecho en un tiempo récord, cuando lleva solo dos años y medio en prisión.
Al ser el principal jefe militar de la nueva hornada de ETA que se manifiesta en contra de la continuidad del terrorismo, su testimonio demuestra que también entre los nuevos etarras ha prendido la convicción de que la violencia terrorista no tiene futuro y que la izquierda abertzale tiene razón en su apuesta por las vías pacíficas y políticas. Se puede decir, en conclusión, que asistimos a la derrota de la ETA de Txeroki.
Su declaración abre nuevas expectativas sobre el colectivo de más de 600 presos, dividido entre una amplia mayoría que apoya las tesis de la izquierda abertzale, de apuesta por las vías políticas, y una minoría de irreductibles, muy inferior, menos de un 10%, integrada por los etarras detenidos en los últimos cinco años, entre la que se situaba a Txeroki y a la que su declaración afectará necesariamente.
Desde las cárceles, los presos de ETA conocen las tensiones entre la izquierda abertzale y la banda, un enfrentamiento que, como es sabido, se inició tras la ruptura por ETA de la tregua en diciembre de 2006, con el atentado de la T-4 de Barajas, que cogió por sorpresa a Arnaldo Otegi y a sus seguidores. Los presos de ETA cada vez lo tienen más claro y son frecuentes en sus conversaciones expresiones tan crudas como esta, recogida recientemente: «ETA es un muerto, pero… ¿cómo lo entierras? Están echándole más paladas de las que se podía imaginar».
Sin embargo, no es tan conocido cómo la última tentativa de ETA de ganar el pulso a la izquierda abertzale fue el intento de volar las Torres KIO de Madrid, en enero de 2010, y que las Fuerzas de Seguridad evitaron al interceptar una furgoneta cargada de explosivos, en la frontera de Portugal. En ese momento, las bases de la izquierda abertzale votaban en asambleas una ponencia en favor de las vías políticas y de rechazo a la violencia que sus líderes -Arnaldo Otegi, Rufi Etxeberria y Rafael Diez Usabiaga- habían sometido a debate pueblo por pueblo. Una ponencia que ganó el apoyo del 80% de sus bases cuando culminó el proceso de votaciones en febrero de 2010, un mes después del intento de atentado de ETA. Lideraba la banda terrorista en ese momento el sucesor de Txeroki, Mikel Carrera, Ata, y con ese atentado trataba de boicotear el intento de la izquierda abertzale de disputar la hegemonía de ETA.
Un mes después del fracaso del atentado de las Torres KIO, la dirección de ETA tuvo que ordenar a sus comandos que no atentaran ante el riesgo de escisión. Y en septiembre, tras la detención de Carrera por la policía en Francia, ETA declaró la tregua vigente, renovada en enero.
La situación ha mejorado aún más para la izquierda abertzale con la detención el 11 de marzo, entre la frontera de Francia y Bélgica, de Alejandro Zobaran y Mikel Oroz, que encabezaban el núcleo opositor a la tregua vigente. Su captura facilitó que la dirección de la banda anunciara pocas semanas después el final de la extorsión de ETA. Es ya una evidencia que la política antiterrorista del Gobierno y la eficacia policial, con la detención de los miembros más beligerantes, está facilitando la «ciaboga política» de la izquierda abertzale. Pasó con la neutralización del atentado contra las Torres KIO, y en marzo de este año con las detenciones del núcleo más beligerante, sucesor de la línea marcada por Txeroki.
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